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Almas en Silencio por Amii

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Notas del capitulo:

Aquí yo reportandome :D!

Gracias por los comentarios lindo que me han dejado, me animan a querer seguir escribiendo *-*!! 

Y.... les adelanto, éste capítulo es un flash back completo (si le metía más dialogo iba a quedar DEMASIADO largo en comparación con los demás, así que lo corte y el resto lo pondré en el siguiente capítulo donde se verá a donde van Misha y Noah en la actualidad :D!

No los detengo más... a leer!!

“Que me amaras, fue lo único que te pedí
y cumpliste.
Que no me olvidaras nunca
te hice prometer
y cumpliste.
Que me llevarías contigo donde fueras te hice jurar
y cumpliste:
me amaste y no me has olvidado
te fuiste y me llevaste contigo.” E.P.

 

1999.-    

Aquella mañana era la última para Misha en el que fue durante ocho años su hogar. Él, junto a su familia, se marchaba de aquella isla que lo había visto crecer, y a pesar de lo que cualquiera pudiera pensar, estaba muy feliz por eso.

Salió muy temprano en la mañana dispuesto a despedirse de los pocos amigos que había hecho durante su corta vida; pero la persona que más le interesaba encontrar ese día era a su amiga Emily. Era su mejor amiga, y si llegaba a sentir pena en algún momento por este viaje, sería solamente porque debía dejarla a ella atrás. Caminó feliz por las calles de la ciudad en dirección a su casa, llevaba consigo una sonrisa que cualquiera podía notar en él.

—Buenos días. — saludó con cordialidad a la madre de Emily que se encontraba barriendo afuera de su casa.

—Buenos días Misha. — Detuvo sus quehaceres para ver al niño —Emily no está. — le confesó de inmediato.

— ¿Dónde fue tan temprano? — arqueó una ceja con curiosidad.

—Fue de compras. — le sonrió.

— ¿A dónde? — insistió un poco inquieto.

—Fue donde don Rafael. — Misha deformó su cara con desagrado al solo oír el nombre de aquel hombre, la mamá de Emily solo le sonrió con dulzura y continuó con lo suyo — Si te das prisa quizás puedas alcanzarla. —

—Gracias. — le hizo un gesto con la mano y se alejó de la casa.

Caminó rápido, pero con paso inseguro. No le agradaba ese hombre, y lo que menos quería era verlo en su último día en la isla, pero si era necesario para ver a su amiga debería hacer el sacrificio. Cuando llegó al emporio que aquel hombre dirigía, se encontraba atestado de gente y con dificultad pudo ingresar en busca de su Emily.

Se hizo paso entre la gente que cuchicheaba mientras esperaba su turno para ser atendido, como era tan solo un pequeño le toco empujar a bastantes personas para que lo dejasen avanzar, hasta que pudo divisar al padre de Emily junto al mostrador.

—No diga esas cosas. — escuchó la voz de su amiga antes de poder verla.

—No te metas Emily. — su padre la hizo guardar silencio al interrumpirlo.

—Las niñas no se deben entrometer en conversaciones de mayores. — dijo el hombre que a Misha lo alejaba de aquel lugar, Rafael.

—Pero papá… — su padre, Luciano, la miró molesto por la insistencia. Ésta guardo silencio y miró en otra dirección para no continuar presenciando aquella conversación, ahí fue cuando sus ojos se encontraron con los de Misha quien se acercaba a empujones hacia ella — ¡Misha! — alzó la voz eufórica al verlo con una sonrisa de oreja a oreja.

—Te estaba buscando. — dijo agitado cuando dio con ella, le regalo una gran sonrisa y se acomodó la ropa que traía desordenada ante el apuro de pasar entre la gente.

— ¿Por qué? — Lo miró nerviosa, no quería que escuchara lo que su padre hablaba —Podemos hablar afuera si quieres. — lo tomó del brazo y lo jaló de vuelta hacia la salida, pero ya era tarde.

—Mira, si es el pequeño Andreou. — la voz de Rafael lo hizo volverse hacia el local — ¿Cómo está tu madre? — preguntó con un dejo de burla.

—No es algo que le incumba. — respondió ácidamente el niño.

—Pero que bien educadito que te tienen. — habló con ironía y soberbia.

—Rafael, es solo un niño. — lo trato de calmar el padre de Emily.

—No, no. — Negó aún con su sonrisa en la cara —Él se cree un adulto, un defensor de la justicia, déjalo que se sostenga solo. — se cruzó de brazos con el ceño fruncido.

Luciano hizo un gesto con la cabeza a su hija —Emily, sácalo. — pidió, a lo que la niña obedeció sin vacilar, pero Misha se zafó y continuó observando al hombre con suficiencia.

 —Estaré bien. — La miró con ternura para tranquilizarla —Al menos yo no me meto en asuntos que no me conciernen, eso habla mejor de mi educación que la de este señor. — para su corta edad, era todo un charlatán y con gran dificultad se quedaba callado cuando alguien osaba desafiarlo.

— ¿Y así crees que necesita que lo defiendas? — Rafael miró a Luciano, pero este se mantuvo al margen.

—Por favor, salgamos. — habló la niña tratando que Misha saliera con ella. Se aferró a un hombro con la esperanza de que atendiera a su petición porque sabía a donde quería llegar Rafael e intuía que su amigo iba a salir lastimado si escuchaba lo que ella había oído de boca de aquel individuo tan desagradable.

Misha se soltó del agarre y la cogió de la mano —Emily… — susurró y le dio un apretón, pero se mantuvo impávido.

—Supe que hoy se iban. — Continuó el hombre buscando dar en algún punto débil, quería meter el dedo en la llaga — ¿Ya se le nota mucho a tu madre? — Misha se mantuvo en silencio esperando que el hombre llegara a su punto.

Entrecerró los ojos —Creo que no logro comprender. — habló ante el silencio del viejo.

—Todo el pueblo sabe que tu madre está encinta. — Misha asintió, no tenía por qué ocultar algo como eso, la verdad es que cuando él se enteró que su madre estaba embarazada, la noticia lo alegro mucho porque tendría un hermanito a quien cuidar y con el cual jugar.

— ¿Y? — arqueó una ceja como siempre veía a su padre hacer.

— ¿Ya saben quién es el padre de esa criatura? — El niño no tuvo palabras para responder, había dado en el punto; Misha no esperaba algo como eso, en ningún momento se imaginaría algo así de sus padres — ¿Creías que era de Héctor? — se burló ante la cara desecha de Misha ante la noticia.

—Rafael. — Trato de hacer callar nuevamente el padre de la niña —Es solo un chiquillo, no te vas a poner a su altura. — trato de finalizar la conversación.

— ¡Oh, vamos! Tiene derecho a saber, ¿o no? — miró al otro hombre.

—Está equivocado. — se repuso el menor y contesto seriamente — Además, como ya le he dicho, son asuntos que a usted no le importan. —

—Pero si le han de interesar al padre de la criatura, y no creo que tu madre se lo haya contado aún. — continuó hablando lleno de soberbia; tratando de destruir al niño.

Misha apretó la mano de Emily y mantuvo la mirada en alto —Es de mi padre. — sentenció solemne.

Rafael prácticamente no podía contener la risa y levantó lo hombros —Tu padre nunca está aquí en Míkonos, ¿Cómo podría ser de él? — insistía en su idea.

—Usted no sabe lo que dice. — negó tratando de convencerse de sus propias palabras.

—Probablemente por eso se van de aquí, para ocultar la deshonra de tu madre para con tu padre. — continuó hablando cuando vio a Misha con la mirada perdida.

Emily pudo ver el momento exacto en el que la mirada de Misha se perdió en la nada y no pudo soportarlo más —Déjelo en paz. — levantó la voz la niña, miró con reproche al hombre ya de bastante edad, y tironeó a Misha para sacarlo arrastras del lugar.

—Creo que se pasó, es solo un chiquillo, no tenía por qué hacer eso. — lo reprocho una mujer mayor que escuchaba de cerca la conversación y conocía muy bien al dueño del lugar.

El viejo volvió a encogerse de hombros y frunció el ceño —Se lo merecía, siempre anda por las calles con esa soberbia de niño ricachón que cree que tiene al mundo en sus bolsillos. — dijo lleno de resentimiento.

—No puedo creer que te rebajaste tanto. — suspiró el padre de Emily y tomó las cosas que había ido a comprar —Te veo la próxima semana. — se despidió descolocado por lo que acababa de presenciar.

Misha soltó la mano de Emily cuando sintió la frescura de la calle y se detuvo en seco —Dime que es mentira todo lo que dijo ese hombre. — imploró con sus ojos tristes. Emily miró con pena a Misha. Nunca lo había visto tan afectado por lo que alguien hubiera dicho de él o de su familia antes.

Se acercó hasta él y le levantó la cabeza desde el mentón —Es un hombre horrible, y no sabe lo que dice. — trato de animarlo —Es solo un envidioso, ignóralo. — le pidió la niña.

Misha intentó sonreírle, pero sus labios apenas se curvaron —No quería que fuera así nuestra despedida. — la miró lleno de pena y ella al escuchar aquello también se atiborro de tristeza.

Su corazón se apretó de solo imaginar lo que estaba a punto de decirle — ¿Ya te vas? — preguntó con miedo.

Él asintió y volvió a tomar la mano de Emily —Por la tarde, cuando llegue mi padre de Atenas. — suspiró.

Ella meneó la cabeza descompuesta —No. Te voy a extrañar demasiado. — bajo la mirada y unas lágrimas se escaparon por sus mejillas.

—Igual yo. — dijo con voz sosegada y con su mano libre limpió el rostro de la niña —Pero te escribiré, además prometo venir a visitarte en cuanto nos hayamos asentado en Santorini. — trato de confortarla.

—No prometas cosas que no podrás cumplir. — murmuró abrumada.

Misha hizo una mueca de suficiencia —Lo que prometo lo cumplo. — dijo imponente —Y prometo volver por ti. — se acercó a la niña y besó su mejilla con delicadeza —Tu debes jurar que me esperarás. —

La niña asintió sin vacilar —Por supuesto, siempre estaré aquí esperando por ti Misha, por mi Misha. — se acercó ella esta vez, depósito un casto y sincero beso en los labios del niño. Éste bajo la mirada apenado escondiendo sus ojos azules entre mechones castaños que se repartían por su frente.

Por un momento Misha logró olvidar lo vivido hace pocos minutos con Rafael, pero era un tema pendiente para él. Jamás dejaría que ese hombre se quedara con una victoria y menos si dejar las cosas así significara que él hablara de esa forma de su madre. Misha no le permitía a nadie que se refiriera a ella de esa forma. Cuándo su padre comenzó a trabajar fuera de la isla, le hizo prometer que él cuidaría a su madre y se tomó muy apecho esa labor.

—Ya es hora de ir a casa. — Luciano esperaba en una esquina a Emily.

La angustia volvió a embargarla pese a la promesa de un nuevo reencuentro. Algo en su interior le dijo que eso jamás iba a suceder —Cuídate. — le pidió la niña antes de marcharse y le dio un apretón de mano.

—Siempre lo hago, cuídate tú. — pidió antes de soltarla y dejarla ir con su padre. Este último se despidió de Misha con un gesto con la mano.

La niña se volteó varias veces a mirar a su mejor amigo mientras caminaba junto a su padre, pero Misha se mantuvo quieto mirándola mientras ella se marchaba, lo que menos quería era preocuparla en esos momentos, ya que no lo volvería a ver en mucho tiempo. Cuando ya no los pudo ver más miró su pequeño reloj, pero aún faltaba bastante para que tuviera que regresar a casa. Había prometido visitar a varios amigos más ese día, pero ya no le parecía tan importante hacerlo, había algo que deseaba más en ese momento.

Volvió a la tienda del hombre que le causaba tantos dolores de cabeza. El lugar ya no estaba tan lleno y había bastante más espacio para desplazarse en el interior. Se mantuvo escondido mientras buscaba con la mirada a Rafael, el cual conversaba alegremente con una joven mientras dejaba que los demás trabajadores se encargaran de las personas que ya comenzaban a perder la paciencia por no ser atendidos.

Meditó y observó un buen rato el lugar en busca de algo que pudiera hacer enfadar al hombre, quería hacerlo enojar a toda costa, ya no deseaba hablar con él, solo tenía palabras incoherentes para decir  y no quería seguir escuchando sus ideas descabelladas de que su hermanito no era tal. Divisó la oportunidad perfecta para una gran travesura al otro lado del local, había un montón de latas de frijoles formando una linda torre que llamaba a la gente a que las compraran, una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro y atravesó el lugar hasta ahí sin que el viejo lo notara. Cuando ya estuvo junto a la estructura la miró hasta la cima, era bastante más alta que él. Quizás no era gran cosa, pero haría enojar a Rafael fuese como fuese; solo así podría irse contento y victorioso a casa.

— ¡Hey! — quiso llamar la atención del hombre, pero este estaba demasiado ocupado coqueteando con la jovencita — ¡Don Rafael! — intentó de nuevo logrando captar la atención del hombre, pero éste no logro ubicarlo de inmediato en el sitio.

—Allí. — le indicó la mujer, que conversaba con él, apuntando a Misha.

— ¿Tú de nuevo? — lo miró irritado y el pequeño se encogió de hombros con falsa timidez — ¿Qué quieres? — lo miro desafiante.

—Solo quería despedirme. — puso su mano derecha en una de las latas que estaba en medio de la torre —No quería irme sin decirle adiós, creo que lo extrañare mucho. — hizo un pequeño puchero fingido.

La cara del hombre se deformó en cuanto se dio cuenta de lo que Misha tramaba —Ni se te ocurra. — le advirtió.

—Pensé que podía llevarle una de estas a mi mamá para que alimente a mi hermano. — recargó la voz en estas últimas palabras.

—De nuevo con eso. — se bufó el hombre —Ya deja de molestar y vete de una vez. — dijo enfadado.

Misha sostuvo su mirada desafiante —No pensaba quedarme mucho tiempo más en este lugar de mala muerte. — dijo groseramente para enfurecer más al hombre.

—No hagas que te saque a patadas. — rugió colérico. Misha sonrió y jaló la lata con su mano sacándola con bastante facilidad. En cuestión de segundos la torre se vino abajo. Por poco cae encima de él, pero fue lo suficientemente ágil para alejarse a tiempo de esta.

Toda la gente que estaba en el lugar miró en dirección a Misha cuando sintieron el gran estruendo. El pequeño quedo aturdido unos segundo ante tal ruido y al final soltó la lata que tenía en sus manos para que se uniera al resto, se quedó viendo con gran felicidad la travesura que acababa de realizar que ni siquiera notó en qué momento Rafael le logro dar alcance.

Rafael lo agarró del cuello de su ropa —Eres un demonio. — le gritó al oído y no lo dejo correr cuando este escucho su voz.

Misha forcejeó —Suélteme. — gritó y pataleó mientras intentaba zafarse, pero era imposible, no podía igualar la fuerza de ese viejo.

—Tus padres se enteraran de esto. — lo arrastró por el emporio, dio unas cuantas órdenes a algunos trabajadores y luego de ello salió con Misha aun afirmando con fuerza su pequeño brazo.

—Me lastima. — le advirtió ante la presión del agarre.

Le dio un nuevo tirón —Me alegro. — respondió con frialdad cuando ya nadie más pudo oírlo.

—Es una persona horrible. — sentenció Misha aun forcejeando.

—Y tú un condenado chiquillo malcriado. — lo zarandeó un poco más solo por diversión —Pero ya aprenderás. — lo amenazó.

—Usted no es quien para lastimarme así, suélteme, yo puedo caminar solo. — insistió, pero Rafael lo ignoro por completo — ¡Suélteme! — gritó a todo pulmón deteniendo a la gente que caminaba cerca de ellos.

—No te salvas de esta. — aflojó el agarre y continuó caminando ignorando a la gente que los observaba.

Misha no dijo nada más durante el camino a casa, sabía que nada bueno saldría de esto y por supuesto que no había contado con el hecho de que Rafael lo atrapara con tanta facilidad, pero había sido su culpa por haber actuado con tanta lentitud. El recorrido era largo, su casa se situaba en un sector bastante acomodado de la ciudad, lo cual era bastante lejos del centro, donde se encontraba el negocio de este hombre.

—No voy a huir. — dijo el niño ya bastante aburrido por el camino y por no poder hacer nada al respecto por el agarre.

—No confió en niñatos como tú. — lo soltó cuando estuvieron afuera de su casa.

—Llama a tu madre. — le ordenó, pero Misha no hizo nada, se quedo parado allí y lo miró desafiante.

—Eres un chabacano, sin duda. — lo hizo a un lado e hizo sonar una campanita que había junto a la reja.

Misha comenzó a ponerse nervioso, pero trataba de mantenerse inalterable. Sabía que el hombre no daría detalles de lo ocurrido ya que eso lo pondría en evidencia con sus comentarios respecto del embarazo de su madre.

La empleada que tenían en la casa, que generalmente se encargaba de cuidar a Misha, fue quien los atendió; pero el hombre se negó a darle explicaciones a ella y mucho menos a entrar a la casa. Él exigía hablar con la madre de Misha. Ésta salió de la casa bastante preocupada ante las palabras de su niñera, pero no fue hasta que vio a su hijo en una sola pieza, junto a aquel hombre, que pudo respirar tranquilamente de nuevo.

—Don Rafael. — saludó con gran amabilidad la mujer al momento que abría el gran portón de la casa — ¿Desea pasar? — el hombre gruño mirando con notable molestia a Adriana, la madre de Misha.

—Deberías enseñarle modales a tu hijo. — espetó Rafael zamarreando al niño.

—Lo siento. — agachó la cabeza apenada, tratando de disculparse con el hombre, sin siquiera saber que había ocurrido.

Soltó a Misha empujándolo a los brazos de ella —No es primera vez que va a molestar a mi local, me tiene cansado. — le recordó a la mujer.

—De verdad lo siento, se comporta así porque extraña a Héctor. — confesó aún muy avergonzada por el actuar de su hijo.

Pero el viejo solo rio burlonamente —En esta isla sobran niños con padres ausentes y no se comportan como este mequetrefe. — dijo con sorna.

Misha lo miro con odio por sus palabras, quería darle un golpe en las canillas, lo deseaba tanto, pero su madre sufriría mucho viéndolo actuar así.

—Te prometo que no volverá a pasar. — aseguró la señora Andreou agarrando con más fuerza a su hijo por si éste intentaba algo contra Rafael.

—Más te vale o ya no seré tan bondadoso con ustedes. — se dio media vuelta y se fue diciendo una sarta de groserías.

Adriana se agachó en cuanto Rafael se dio media vuelta y se puso a la altura de Misha — ¿Qué te he dicho de ir a molestar a Rafael a su negocio? — miró al niño llena de preocupación a pesar de su intento por lucir seria y molesta.

—Ya sé. – Refunfuñó —Yo solo estaba jugando. — se soltó del agarre de su madre para entrar a la casa.

—Pero él no comprende esas cosas. — le explicó la mujer siguiéndolo de cerca hasta el interior de su hogar.

—No es mi culpa que sea un amargado que no tenga a nadie en este mundo. — contestó con crueldad dejando Adriana sin palabras.

—Misha. — susurró con incredulidad al escuchar aquellas palabras de su hijo de tan solo ocho años.

—Lo siento mamá. — se apresuró a disculparse al ver la cara de horror de ésta. Su madre cerró los ojos en busca de un poco de paz. Le costaba comprender a su hijo, realmente era diferente y difícil de tratar, aunque ella quisiera creer que no era así. Carecía de aquella inocencia típica de los niños —Es que no me gusta cuando te habla así. — sintió como el pequeño tomaba sus manos y las juntaba, pero ella se mantuvo inerte —No tienes a papá cerca para que te defienda. — besó las manos de Adriana con mucho amor.

— ¡Oh mi amor! — abrió sus ojos y se arrodillo para estrechar entre sus brazos a Misha.

—Sé que te grita porque yo me porto mal, pero solo trataba de divertirme con Emily. — mintió para ahorrarle penas a su madre mientras apoyaba su cabeza en el pecho de ésta.

—Tranquilo Misha, solo prométeme que no lo volverás hacer, tu padre se pondrá muy triste si regresa y ve que toda la gente habla cosas feas de ti. — el asintió y se quedó en los brazos de su madre.

Le dolían esas palabras, ya que por muy mal que se portara, de lo único que hablaba la gente era de que su hermanito no era hijo de Héctor, su padre y eso le dolía mucho, no le gustaba que dijeran cosas feas de su madre, no le gustaba que la juzgaran, nadie tenía el derecho de hablar así de ella y lo único que pedía es que ella no supiera que era lo que murmuraba la gente sobre el bebé que venía en camino.

Por la tarde se quedó junto a su madre para evitar meterse en más líos antes de que su padre llegara por la tarde, justo antes del viaje. Ambos estaban ansiosos por verlo, ya hacía más de un mes que se había ido a Atenas por trabajo, era la primera vez que se iba por tanto tiempo y ya comenzaban a resentirse por su ausencia. Sus viajes periódicos, su abandono constante, era el precio que debían pagar por vivir de la forma en que estaban acostumbrados. Pero la llegada del nuevo bebé había hecho cambiar todos los planes. Adriana se negaba a criar a otro niño con un padre lejos de casa, es por ello, que Héctor se vio obligado a conseguir una nueva ocupación, y en la Isla Santorini había encontrado lo que buscaba, un buen trabajo cerca de la familia, por ello debía llevarlos consigo, porque llevar a su familia a Atenas no era una posibilidad, nunca lo había sido.

— ¿Por qué no ha llegado? — Misha hizo un puchero sentado cerca de un ventanal de su casa.

—Ya llegará. — tranquilizó dulcemente la mujer —Debía pasar a despedirse de algunas personas antes de venir a casa. — se paseó junto a él y acarició sus cabellos mientras continuaba apilando cosas que no iban a llevar con ellos.

—Papá. — susurró pegando su manito al ventanal esperanzado en que su padre aparecería en cualquier momento al final de la calle y le sonreiría.

— ¡Misha! — Lo llamó su madre con tono grave, haciendo que esté saliera de su ensoñación y despegara su mirada de la ventana para dirigirla a ella —Cariño, no has guardado todas tus cosas. — miró en dirección al cuarto de Misha.

—No me demoro nada. — quiso mantenerse junto a la ventana, pero ella frunció el ceño reprobatoriamente.

—Ve hacerlo antes de que llegue tu padre. — le ordenó pero se mantuvo quieto. Solo miró a su madre intentando fingir clemencia —Misha, tus pucheros no funcionan conmigo. — le sonrió y este se movió a regañadientes en dirección a su cuarto.

—Son muchas cosas. — se quejó, revolviendo sus juguetes que estaban por toda su habitación.

—Puedes dejar lo que no quieres y algún niño tendrá la fortuna de tener tus juguetes. — le advirtió con tono juguetón.

—Sobre mi cadáver. — Adriana rio sin que Misha pudiera oírla desde el otro cuarto, esa frase siempre funcionaba con su hijo, después de todo no era el niño más altruista que ella había conocido.

El hogar se quedó en calma un rato, solo se podían oír los pasos de la señora Andreou y de la empleada moverse por toda la casa. De vez en cuando Adriana podía oír como Misha sostenía serias conversaciones con sus juguetes antes de decidir si se irían con él o se quedarían en la casa para que alguien más se convirtiera en su nuevo dueño. Esos pequeños actos le recordaban que era tan solo un pequeño, que a pesar de su fuerte personalidad, en el interior era solo un niño que aun necesitaba de mucha atención, que todavía precisaba mucho de ella y de sus esposo.

La paz del lugar se rompió cuando la puerta principal se abrió, con el típico chirrido que la acompañaba en invierno. Al escuchar aquel sonido supo de inmediato que su padre estaba en la casa y, antes que su madre pudiera decir cualquier cosa, él ya iba a toda prisa para encontrarse con Héctor.

—Ya estoy en casa. — alcanzó a decir el hombre antes de agacharse para estrechar entre sus brazos a su hijo.

— ¡Papá! — gritó Misha lleno de emoción.

—Cómo has crecido. — mintió alzándolo por sobre su cabeza.

—No mientas. — retó el menor aún con su sonrisa en su rostro.

—No lo hago, realmente estás enorme. — lo regreso al suelo y revolvió los cabellos de su hijo antes de besar su cabeza —Te extrañé. — le dijo seriamente haciendo que el niño volviera a sus brazos emocionado.

—Yo más. — Se aferró con fuerza a su cuello —No quiero que te vayas nunca más. — un vacío se produjo en el estómago del hombre al escuchar las palabras de su hijo, de verdad le dolía tener que dejarlos solos tanto tiempo, pero era necesario. Esperaba de todo corazón no tener que volver hacerlo ahora que comenzaban una nueva vida para ellos.

—Nunca más, te lo prometo. — Misha se despegó de él un poco más tranquilo. Ver a su padre regresar solo le hizo sentirse vulnerable y recordar lo ocurrido hoy con Rafael. Tenía unas ganas horribles de contarle lo que andaba hablando la gente, pero prefirió quedarse con eso, y sufrir en silencio.

Adriana observó la escena desde la distancia, con una sonrisa al ver que su familia estaba completa de nuevo. Pero Héctor se entretuvo más de la cuenta con Misha; tanto así, que su esposa debió recordarle lo mucho que ella también lo extrañaba y cuanto deseaba un beso de bienvenida.

—Lo siento amor. — se acercó a ella y la rodeó por la cintura. Ella trataba de mostrarse reacia al contacto, pero no podía fingir enojo cuando había extrañado tanto a su alma gemela —Misha es muy absorbente. — besó la mejilla de su esposa —Te extrañé. — rozó con su nariz la mandíbula de Adriana.

—También te extrañe, no tienes idea de cómo se sintió tu ausencia esta vez. — Héctor besó a su esposa para silenciarla y dedicarse a disfrutarla.

—Nunca más. — prometió también a ella —Los extrañe demasiado para dejarlos de nuevo. —

—No sabes lo mucho que pensé en ti cada día. — Lo abrazó con anhelo y le sonreía feliz por tenerlo junto a ella una vez más —Valió la pena extrañarte tanto, porque creo que ahora te amo mucho más. A pesar de que creía imposible el quererte más de lo que ya lo hacía. — sus palabras solo provocaron dicha en su esposo quien no aflojaba el agarre.

—Él también te extrañó mucho. — soltó el cuello de su esposo para llevar sus manos a su vientre.

Héctor se agachó y posó sus manos sobre la barriga de Adriana que ya comenzaba a pronunciarse —Por supuesto, también lo eche mucho de menos a él. —

—O ella. — aclaró.

—Él. — insistió éste.

—Sigue soñando, amor. — le sonrió con malicia —Presiento que es “un ella”. —

—Da igual, de todas formas la amaría. — besó la barriga y se irguió —Igual como te amo a ti. — volvió abrazarla —Y como amo a ese enano. — le dio un vistazo a Misha que merodeaba por los alrededores.

—También te amo, con una locura que ni imaginas. — unió sus labios con los de Héctor y le dio un ardiente beso.

No podía explicar la forma en que había extrañado a su familia aquel tiempo fuera, hubiera jurado que fueron años los que estuvo lejos y no solo unas cuantas semanas. Tenía esa necesidad inexplicable de recuperar todo el tiempo perdido, como si la vida se le estuviera escurriendo por entre los dedos. Creía que estaba pasando por esas típicas crisis de la mediana edad, pero el apenas iba para los treinta.

Misha era quien miraba a sus padres esta vez desde la entrada de la casa, le alegraba verlos juntos y felices, eso hacía que todas las palabras de aquel viejo gruñón se esfumaran de su cabeza. No es como si él se hubiera atrevido a dudar de su madre, pero la escena solo le demostraba lo equivocado que estaba Rafael y que realmente sus palabras eran producto de la envidia que le causaba la felicidad de su familia.

 

El viaje en ferri a Santorini es bastante largo, probablemente les iba a llevar toda la noche llegar desde Mýkonos hasta allá. El barco iba bastante cargado, lleno de personas, cajas, e incluso iban autos. No era muy difícil darse cuenta que iba con más peso de lo que podía soportar, pero nadie se alarmo por la situación, porque era muy normal ver ese tipo de situaciones.

—Mamá, ¿Cuánto falta? — inquirió Misha aún somnoliento en el regazo de su madre.

—Acabamos de partir. — respondió divertida por la pregunta del pequeño que acababa de despertar.

—Ya quiero llegar. — murmuró mientras sus ojitos comenzaban a cerrarse de nuevo.

—Pronto, tú duerme. — Adriana se aferró más a su hijo y comenzó a tararearle una melodía que le gustaba mucho a él y lo mantenía tranquilo mientras este dormía, era infalible.

—Deberías aprovechar de dormir un rato. — la arropó su esposo con una manta que traían.

—Estaré bien. — se negaba a dormir y dejarlo solo cuidándolos.

—Podríamos turnarnos, así descansamos los dos. — la miró un poco agotado.

—Si, Misha podría turnarse también, nadie se atrevería a robarnos algo con él mirando. — rieron los dos de solo imaginar al niño peleando con algún osado.

La primera parada fue Paros. Mucha gente bajo del transbordador, pero casi el doble de ella subió para dirigirse al siguiente destino, la isla de Naxos. Para ese entonces ya casi eran las tres de la madrugada, era increíble todo el movimiento de personas que había a esas horas de la noche, pero resultaba bastante cómodo viajar a esas horas para así no perder días enteros haciéndolo. El viaje a Naxos fue bastante corto, las islas están bastante juntas y ya al fin para las cuatro de la madrugada se dirigían al último destino, Santorini. Probablemente a eso de las siete de la mañana ya estarían cerca de la isla.

Héctor y Adriana no podían aguantar las ganas que tenían de comenzar aquella nueva vida, se les hacían eternos los minutos para poder llegar a casa. Creían que ese momento nunca llegaría, y después de todo, no estaban tan equivocados.

— ¿Estás seguro que nos estarán esperando? — inquirió ella.

—Por supuesto amor, tú tranquila. —

—Es solo que es tan temprano. — dudó.

—Ya lo sé, pero así trabajan ellos. — Sonrió para reconfortarla —Mira. — metió su mano en su chaqueta y saco un papel —Me lo confirmaron hace unos días. —

Ella tomó la hoja y comenzó a leer. En efecto estarían esperándolos de madrugada en el puerto, listos para llevarlos a su nueva casa, de hecho tenía la fecha de aquel día, 25 de diciembre de 1999. Más tranquila le regreso el papel a su esposo y arropó a su hijo que comenzaba a destaparse.

—Estoy ansiosa por llegar. — admitió ante sus dudas.

—Lo sé, igual yo. — Acarició la mejillas de su mujer —Te amo. —

—Yo más. — le sonrió llena de felicidad y ansias por comenzar aquella nueva aventura familiar. Ambos contemplaron al niño que comenzaba a despertar.

—Hola dormilón. — saludo su madre entre arrumacos.

— ¡Mamá! — se quejó alejándola un poco. Jamás había tenido un buen despertar, su mal genio era característico. Abrió sus pequeños ojitos y con sus manos se los restregó para despabilarse.

—Tan gruñón que saliste hijo. — se burló su padre, el niño se incorporó aún sentado en las piernas de su madre.

—A quien habrá salido. — se burló Adriana.

—Por supuesto que a ti. — respondió él.

—Sí, claro. — respondió burlona sacándole la lengua a su pareja.

Misha miró en todas direcciones. Estaba todo oscuro — ¿Ahora sí llegamos? — los interrumpió.

—Lo lamento campeón, pero no. — respondió su padre quitándolo de los brazos de su madre —Deberías volverte a dormir un rato más. —

— ¿Cuándo falta? — estaba bastante desilusionado por ir aún en el ferri, no era una experiencia muy emocionante y se aburría con facilidad con el vaivén del barco.

—No mucho. — trato de alentar Héctor, pero la verdad es que para lo que Misha consideraba poco, el viaje se le haría eterno.

—Pareciera que esto no avanza. — se quejó el niño entre bostezos. Y la verdad es que no mentía. Las cosas no pintaban bien. La gente comenzó a murmurar y el silencio de la noche se rompió.

—Algo pasó. — alegó Héctor entregándole a su hijo nuevamente a sus brazos —Quédate aquí con Misha. — se levantó y salió del lugar con la mayor tranquilidad que pudo.

Unos minutos después regreso con un hombre bastante mayor que él, pero este último se quedó un paso atrás cuando Héctor alcanzó a su familia. Su cara de preocupación era imposible de ocultar, pero la mujer no dijo nada para que Misha se mantuviera tranquilo en su regazo.

— ¿Qué ocurre? — preguntó suspicaz el niño. Pero su papá no le contestó. En cambio, les dio la espalda y comenzó a hurguetear entre las cosas que ellos traían.

— ¡Héctor! — lo llamo su esposa y éste se volteó para mirarla desesperanzado.

—Encallamos. — le susurró para que nadie más pudiera oírlos. Adriana no fue capaz de hablar, el pánico se apodero de ella de forma inmediata. Aprisionó a Misha entre sus brazos como si alguien tratase de arrebatárselo.

— ¿Qué es eso? — quiso saber Misha.

—Nada, cariño. — lo arropó y lo apegó a su pecho.

—Todo estará bien. — habló por primera vez el hombre que acompañaba al señor Andreou —Esto solo lo haremos de forma especial para ustedes. — agregó.

Adriana lo miró intrigada — ¿Hacer qué? — levantó una ceja, mirando siempre con desconfianza al otro sujeto.

—Adriana, cálmate. — pidió su esposo, pero esta solo hizo una mueca dándole a entender que eso era imposible —Te lo explicaré. — tomo la mochila de su hijo y se sentó junto a su mujer.

—Te escucho. — dijo impávida al notar que su esposo trataba de decirle algo que sería difícil para ella de oír.

—El ferri se está hundiendo. — admitió al fin haciendo que su esposa no pudiera contener las lágrimas —No llores, estaremos bien. — quiso calmarla y abrazarla, pero ella solo se aferró más a su hijo y se alejó de Héctor —Pero no hay nada de qué preocuparse, ya viene otro ferri en camino para sacarnos de aquí, no hay peligro alguno.— sus palabras no fueron un gran consuelo para la mujer. —

— ¿Y si no viene? — lo alarmó, pero él se negó a creer algo como eso.

—Tú confía en mí. — pidió éste bastante acongojado también.

Meneó su cabeza asustada —A nadie le importa lo que nos pase, solo mira a tu alrededor, no somos gente importante, nadie vendrá. — insistió ella comenzando a alterarse.

—Adriana, por favor, vas asustar a Misha. — miró a su hijo que lo miraba con cierto temor por la conversación que estaban llevando.

—Héctor has algo, por favor. — le rogó ella llena de angustia —Al menos por Misha. — dijo apenas en un hilo de voz cuando esta de quebró.

—Podríamos hacer espacio para el niño. — habló nuevamente el hombre.

— ¿Y para ella? — quiso saber Héctor ilusionado.

—Ella es más grande, es más difícil. — negó con delicadeza.

— ¿De qué habla? — exigió saber la mujer.

—Saldrán unos botes con gente, pero ya están casi todos llenos en este primer viaje. — le contó su esposo —Prometieron volver en cuanto dejaran a la gente en un lugar seguro y así ir aligerando el barco hasta que llegara el nuevo transbordador por el resto de la gente. —

—Puras mentiras. — protestó exasperada —Jamás volverán, ¿Por qué no lo entiendes? — se levantó de su asiento con dificultad al tener a Misha en brazos.

—Es nuestra única chanche, la mayoría de la gente ni siquiera sabe lo que está pasando aún. — le susurró tomándola del brazo para que se calmara.

El sujeto que había llegado con Héctor parecía inquieto —Puedo poner al niño en uno de los botes, pero debo llevármelo ahora. — miró su reloj y los miró un poco más impaciente.

—Confía en mí, amor. — le rogó su esposo.

—Confió en ti. — dijo sin vacilar. Se acercó a él y lo besó entre lágrimas —Pero no confió en las demás personas. admitió —No tendrá a nadie allá si se va solo. —  estaba aterrada, quería proteger a su hijo, pero sabía que él tendría miedo de estar solo en alguna isla, lejos de ellos.

—Adriana, si tú crees tan fervientemente que nadie vendrá, lo menos que podemos hacer es hacer que él se vaya. Tenemos esa posibilidad al menos y debemos tomarla, es nuestro hijo y debemos protegerlo sea como sea, tengamos que pagar el precio que debamos. — trató de animarla, pero la realidad era que había hecho todo lo contrario.

Miró a su hijo que no entendía del todo lo que hablaban, solo podía entender que tendría que estar solo con gente que no conocía en lo que sus padres llegaban por él. La mujer se aferró nuevamente al niño sin querer dejarlo, lo besó dulcemente en su frente y mantuvo sus labios ahí mientras las lágrimas comenzaban a escaparse sin permiso. Héctor se acercó a ellos y los abrazó, consolaba a su esposa frotando su espalda, pero eso solo produjo que llorara con más ganas. Besó a su hijo entre sus cabellos y lo olía una última vez para poder recordarlo hasta que lo volviera a ver. Querían creer que era un hasta pronto, pero los dos sabían en el fondo de sus corazones que era más bien un hasta siempre. Sin embargo, la realidad era que no podían ser tan egoístas de aferrarse al niño siendo que él sí tenía una oportunidad de irse de ahí. Por paupérrima que fuera, se la merecía y debían dejarlo libre, después de todo, como suelen decir, los hijos son prestados, y algún día deben marcharse. Aunque no a los ocho años y menos en aquellas condiciones.

Caminaron afuera del lugar de donde se encontraban. Allí el ambiente era diferente, toda la gente sabía lo que ocurría y la mayoría se estaba despidiendo de algún ser querido que había tenido la fortuna de tener acceso a un puesto en algún bote.

—Dámelo. — pidió Héctor estirando sus brazo para recibir a Misha. La mujer lo apretó contra ella y lo besó por última vez antes de dárselo a su esposo.

— ¿Qué pasa papá? — el niño puso sus manos en las mejillas de su padre que se notaba afectado por la situación —No me gusta verte triste, y a mamá tampoco. — le susurró para que ella no escuchara.

—Lo siento, pero tengo una pena gigantesca. — se disculpó con pesar.

Los ojos de Misha se tornaron tristes — ¿Hice algo malo? — se sintió culpable el niño al ver a sus padre.

Héctor negó con serenidad —No Misha, tú solo has hecho cosas buenas toda tu vida. — le sonrió para calmarlo —Tú solo has sabido traer felicidad a mi vida y a la de tu madre. —

—Pero… — susurró.

Su padre no lo dejó seguir hablando —Hijo, te amamos y necesito que recuerdes eso y nunca, pero nunca lo olvides. —

Él asintió obediente. Se acurrucó en los brazos de su padre y lo abrazó con vehemencia —Yo los amo igual. — sin previo aviso soltó acongojando más al hombre. No era fácil lo que debía hacer.

—Amor, ahora necesito que sea un niño grande. — Él escuchó en silencio lo que Héctor tenía para decirle —Tendrás que subirte a esté bote y hacerle caso en todo a la gente que trate de ayudarte, ¿me entiendes? — El niño se negó visiblemente asustado —Nosotros te alcanzaremos en unas horas, así que no tienes de que preocuparte. — pero a pesar de las palabras de éste, Misha seguía sin querer aceptar lo que su padre le pedía. Debido a esto lo puso en el suelo y se agacho para estar a su altura. Su hijo aguardaba en silencio, con un rostro que se encontraba envuelto en tristeza, no había ni la más mínima expresión de serenidad en él. Sabía que lo que le estaba pidiendo era mucho más de lo que un niño de su edad debía tomar como responsabilidad, esto le rompía el corazón. Nunca imagino que el viaje que cambiaría sus vidas, donde estarían por siempre juntos, como una familia por fin, terminaría por separarlos probablemente para siempre.

—Me prometiste que nunca más me ibas a dejar, ¿acaso me mentiste? — le recordó el niño haciéndole trizas el corazón a éste nuevamente. Los ojitos de Misha se llenaron de lágrimas, intentaba ser lo suficientemente valiente como le estaba pidiendo su padre, pero le era imposible en un momento así —Quiero quedarme aquí con ustedes, ¿por qué quieren que me vaya? — preguntó con desesperación, mientras se aferraba a Héctor, intentando encontrar una explicación a todo esto. Su padre le respondió intentando contenerlo, aferrándolo entre sus brazos, mientras secaba las lágrimas de su hijo que caían por sus suaves mejillas, pero a pesar de esto, él mantenía aquella mirada vacía, llena de miedo e incomprensión —¿Ya no me quieren, verdad? — el llanto del niño se hizo audible, lo que causo la inmediata intervención de Adriana, quién ya no era capaz de seguir viendo tal situación, sentía como a cada momento su alma se partía un poco más, sin duda su hijo era lo que más amaba, y tener que separarse de él era la decisión más difícil que nunca imaginó que tendría que tomar.

—Nunca te atrevas a decir eso, nunca más, porque eres todo nuestro mundo, si hoy tenemos que separarnos es porque no queremos arriesgar tu vida. Nosotros estaremos siempre contigo, eso espero no lo olvides jamás. Tienes que ser ese niño fuerte que conozco, ese que no le tiene miedo a nada ni a nadie. — dijo esperando calmarlo un poco —Porque a pesar de que a veces seas un niño travieso, yo seguiré amándote, porque eres mi pequeño Misha. — le dijo entre sollozos mientras lo zamarreaba un poco para que comprendiera lo que intentaba decirle —Probablemente seas muy pequeño ahora, pero un día entenderás mi pequeñito, tú eres inteligente. Pero ahora, mamá necesita que hagas esto por ella y que seas un niño grande y valiente. — fue imposible seguir conteniendo el llanto para Misha, uniéndose a la angustia de su madre, mientras Héctor se acercaba para aferrarse a ellos.

—Cree en nosotros. Volveremos a reunirnos, porque cuando las almas de las personas que se aman se separan, a pesar de que pase mucho tiempo, siempre encuentran la forma de volver a reunirse, en la vida lo olvides eso. — su padre intentaba transmitirle un poco de paz, a pesar de que sabía que quizás su destino era diferente a lo que le estaba contando, pero el niño no tenía por qué saberlo, debía aprovechar que él no lograra comprender del todo la situación. Misha solo deseaba quedarse ahí con sus padres, no entendía porque él debía irse y ellos no. Algún día quizás comprendería que aquello era el sacrificio más grande que una persona podía hacer, y era por amor.

— ¿Por qué no pueden venir conmigo? — preguntó con inocencia, aquella que Adriana nunca había logrado ver en él.

—No hay suficiente espacio, campeón. — le respondió su padre restándole importancia para intentar infundirle valor.

—Quiero quedarme aquí, no quiero irme con ellos, no lo necesito, aquí está todo lo que yo quiero. — aseguró él, tratando de convencerlos.

—No Misha, debes hacer esto. — la mujer lo apretó son fuerza de los hombros —Si hacemos esto es porque te amamos y queremos lo mejor para ti. — Lo acercó y besó en su mejilla —Prométeme que será un buen niño. —

—Lo prometo mamá, seré un buen niño. Cuando me veas de nuevo, estarás orgullosa de mí porque nadie se volverá a quejar de mí. — Misha hizo un pequeño puchero y sus ojitos se volvieron a llenar de lágrimas, comenzaba a rendirse ante la petición de sus padres de la separación —Cuida a mi hermanito. — le pidió él esta vez. Quizás sin comprenderlo del todo, él también sabía de alguna forma, que nunca más tendría la oportunidad de ver a las únicas personas que él ha conocido como su familia, los únicos seres que lo han amado.

—Por supuesto que lo haré. — prometió ella llena de dolor. Se levantó del suelo y miró en otra dirección mientras las lágrimas no dejaban de caer, no podía detenerlas, aquel dolor era inimaginable. No podía creer lo que estaba haciendo.

—Hijo, también quiero que me hagas un favor a mí. — Misha se dirigió a su padre, quien contemplaba de cerca la escena de Adriana y él —Necesito que te lleves esto. — Le entregó su pequeña mochila que solía estar cargada de sus juguetes —Y que la cuides, no dejes que nadie te la quite. Es tuya y nadie tiene el derecho a tomarla por ti. — el asintió y la cogió entre sus manitos —Aquí está tu futuro, no dejes que nadie te lo arrebate. — Lo ayudo a ponérsela en la espalda —Es lo único que puedo hacer por ti en estos momentos, asegurarte una vida. —

—No tarden en volver, no quiero estar solito en la noche. — agachó la mirada desolado antes la despedida.

—Prometo que nunca te dejare solo Misha, quizás creas que te estoy abandonando nuevamente, pero siempre estaré aquí. — Llevó su mano junto con una de las manitos del niño al pecho de éste —Eternamente estaré en tu corazón, porque te amo y siempre te voy amar. — lo abrazó con fuerza para despedirse.

—Te quiero papá. — le dijo antes de soltarse.

—Y yo a ti. — Alborotó los cabellos de su hijo una última vez —Hazme sentir orgulloso, hijo. — Misha le regalo una pequeña sonrisa prometiéndole que haría lo posible —Nunca mires atrás, siempre de frente. — el niño no entendió aquello, pero quedó grabado para siempre en su mente.

—Ya es hora. — se acercó un hombre con un traje de marinero. Misha lo miró asustado y su padre se levantó para dejar que el hombre se lo llevara.

—Está bien. — dijo Héctor tomando de la mano a su esposa intentando contenerla, pero ella no podía parar de llorar.

Misha se acercó una última vez a su madre para tomarle la mano —No llores mamita, yo voy a estar bien. — besó la mano y la soltó a regañadientes cuando el hombre lo jaló de la mochila para que se fuera con él.

Continuó mirándolos mientras se alejaba. Su padre se mantuvo sereno tratando de infundirle valor para lo que se venía en su vida, además de tratar de apaciguar a Adriana que no cabía en tanto dolor. Tuvo que sujetarla con fuerza para que no saliera tras Misha, asimismo para que no se fuera hasta el suelo entre lamentos. Estaba desecha y sabía que ese dolor lo llevaría por siempre junto a ella.

— ¡Misha! — gritó desesperada.

—No se lo hagas más difícil, amor. — la abrazó con fuerza. Ella escondió su rostro en el pecho de Héctor.

—No dejes que se vaya, por favor. — le rogó en un susurró.

—Tiene que irse. — respondió sosegado —Él se merece algo mejor. —

La desesperanza la consumía —Héctor, por favor, mi pequeño Misha no, no se lo lleven. — insistió queriendo soltarse de sus brazos.

—Adriana. — La sostuvo del brazo —Lo vamos a recuperar, ten fe. — la calma que él le proyectaba le hizo mantener la compostura por unos segundos.

— ¿Me lo prometes? — Él solo asintió y volvió a estrecharla —Te amo y no hay nada que no haría por ustedes. —

—Yo también te amo. — dijo mientras Héctor acariciaba la espalda de su mujer para aliviar los espasmos que tenía al detener su llanto.

Pusieron al pequeño en un bote junto a un grupo de personas que iban igual de asustados que él. Una mujer ya de edad lo sentó junto a ella y le prometió cuidar de él hasta que sus papás pudieran encontrarlo en tierra firme, pero a pesar de la calidez de la señora, no podía dejar de pensar que estaba abandonando a sus padres. Además sentía que nunca le iban a poder cumplir aquella promesa que su madre le había hecho antes de que bajaran los botes y se adentraran en la oscuridad del mar.

Notas finales:

Y???? Que les pareció??? Necesité hacer este Flash Back tan largo para que pudieran entender un poco más a Misha y además hay otros detallitos más que podrán descubir si son astutos jajaja o simplemente tendrán que seguir esperando :D!

Cualquier duda, consulta, queja, amenaza de muerte ya saben donde encontrarme :D!

 

Besitos!!! bye bye!

 


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