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Almas en Silencio por Amii

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Notas del capitulo:

Hola!!!

Hoy estoy tan feliz!!! No puedo evitar mencionarlo aquí, pero es que soy de Chile, y mi chilito salió campión en la Copa América 2015!! Es primera vez que ganamos un titulo en el futbol, así que todos estamos felices! Y por eso me apuré en venir a subir este capítulo nuevo!!! :D! 

Pero además, se acerca la hora de partir!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Pero prometo regresar y continuar con la historia!!! >_<!!!!! Aún queda un par de capítulos ;)

Espero les guste el nuevo capítulo!

 

“No con cualquier persona se pueden compartir los silencios, no cualquiera los aprecia sin sentirse incómodo…”

 

Podía sentir el frío de la noche. Se había calado hasta sus huesos y se había instalado ahí, probablemente por el resto de sus días. Comenzaba a asomar el sol, y por primera vez en su vida, no quería ver el amanecer. No deseaba ver un nuevo día, un nuevo mundo, sin sus padres.

Aun estaba aferrado a la mano de la mujer que lo había recibido en el bote. La agarraba con fuerza, como si fuera la única forma de estar conectado aún a sus padres. Pero ellos no volvían. Sus ilusiones se iban haciendo cada vez más escasas después de haber visto una gran explosión donde antes había estado el ferry que los transportaba. La gente había comenzado a llorar y a gritar cuando eso había sucedido. Él no había entendido bien que pasaba, pero con el paso de las horas, había entendido que no iba a volver nadie más porque cesaron las llegadas de los botes después de esa luz que ilumino toda la bahía.

Con la luz del día, la gente tuvo que comenzar a moverse, y a la mujer que cuidaba de Noah no le quedó más remedio que entregarlo a los guardacostas que habían llegado a ayudar a las personas que había logrado salir ilesos del ahora accidente.

Misha estaba tembloroso. Tenía tanto tiempo como frío, por lo que no sabía realmente cual de los dos era el motivo por el cual le castañeaban los dientes. Aunque después de un rato, había dejado de luchar contra todo. Iba a donde le dijeran y le cogía la mano a quien se la tendía. Sin embargo, después de la despedida con sus padres, no volvió a abrir la boca. Simplemente se aferro a su mochila y se dejo llevar con la marea.

Después de pasar por una estación de policía, donde nadie pudo identificarlo porque Misha se negó rotundamente a hablar, decidieron llevarlo, igualmente, con un par de niños que también se habían separado de sus padres a una Foster House. Allí podrían ir a buscarlo sus propios padres, si aparecían, o algún familiar que pudieran tener. Para desgracia de Misha, no tenía a nadie más que a sus padres en el mundo. Sus abuelos habían muerto mucho antes que sus padres se conocieran si quiera, y ambos fueron hijos únicos.

 

Damián sintió el ambiente pesado en el minuto en que piso el departamento. Abrió sigilosamente con su llave y estudio el panorama antes de entrar, pero Misha no estaba a la vista y todo parecía estar a oscuras. Cerró la puerta con cuidado de no meter mucho ruido y lo busco otra vez con la mirada atenta. Sintió un pequeño ruido por el pequeño pasillo que había en la entrada y vio que la puerta que Misha siempre mantenía celosamente cerrada y cuidada, estaba entreabierta.

Dio unos cuantos pasos antes de atreverse a hablar — ¿Misha? —

Sintió un ruido estridente —Aquí. — alzó la voz.

Damián se asomó por la puerta y lo vio sentado en una de sus maquinas de ejercicio. Estaba haciendo pesas y ya estaba completamente sudado. La dejo de lado cuando lo vio y le indicó que entrara. Damián supo de inmediato que algo no iba bien.

— ¿Cambiaste el alcohol por hacer ejercicio? — levantó una ceja.

Misha se encogió de hombros y se secó la traspiración con una toalla de mano —Dijiste que era más sano. — le recordó con una mueca.

—Es más sano no estresarse. — se burló — ¿Qué te paso? ¿Qué te hizo dejar tirado a Noah? — terminó de entrar al cuartito. Nunca había estado ahí antes. Era el lugar sagrado de Misha. Había un escritorio en el fondo y el resto del lugar estaba lleno de maquinas para hacer ejercicio. Damián incluso podía apostar que en algún lugar había una caja fuerte, pero a simple vista no se podía encontrar.

— ¿Estaba enojado? — preguntó curioso.

Damián meneó la cabeza mientras miraba el lugar —Tú sabes que él no es de esos. — le recordó —Pero si un poco triste. — admitió.

—Me estuvo llamando. — confesó, le dio un vistazo a su teléfono que estaba a unos metros de él.

— ¿Le explicaste? —

—No le conteste. — dijo con voz amarga. Damián lo miro inquisitivamente —Necesito tomar una decisión importante y si lo tengo a él en mi cabeza, decidiré cualquier pelotudez. —

Damián soltó una risita irónica —Para tomar decisiones malas no necesitas a Noah en tu cabeza, puedes hacerlo perfectamente solo. — dijo medio enserio, medio en broma. Misha lo ignoró e hizo un poco de estiramiento con sus brazos —Dime que ocurre. — exigió saber.

Misha le apuntó el escritorio y Damián obedeció en el acto. Curioseo hasta que encontró un montón de papeles sobre un sobre. Los cogió y con una hojeada rápida supo de qué se trataba.

La mirada de Damián se volvió seria — ¿Cómo conseguiste esto? — alzó los papeles.

—Tengo mis métodos. — le resto importancia y siguió flexionando sin mirarlo. Damián se mantuvo en silencio, y Misha podía sentir su mirada preocupada sobre él —Conozco a alguien. — confesó al final, pero seguía sin ser suficiente para él.

— ¿Quién investigo esto, Misha? — insistió. Era un buen trabajo de investigación y no cualquier persona en la ciudad podía hacerla — ¿Quién es tu contacto? —

Misha se levantó de la maquina y lo encaro — ¿Qué importa quién lo consiguió? Solo lee los malditos papeles. — alzó la voz con frustración.

Cualquier persona que hubiera hecho el trabajo debía de ser alguien peligroso, y Damián temía más ahora que Misha se había negado a decirle de quien se trataba. Resopló y volvió a los papeles, no sin antes darle una mirada a Misha. Aquel tema no se había acabado.

 

Un niño se acercó a Misha y se sentó junto a él en su cama. Miró de reojo la mochila que éste no había soltado desde que lo habían traído a ese lugar hacía más de una semana ya.

— ¿Qué tienes ahí? — apuntó la mochila.

Misha simplemente lo miró. La mayoría de los niños había perdido la esperanza de hablar con él el primer día y ya nadie se le acercaba. Él no quería hablar, no quería hacer amigos, y no quería acostumbrarse a ese lugar, ¿para qué? Si sus padres iban a ir por él en cualquier momento. Aunque las semanas pasaban y ellos no aparecían.

No hablaba, pero aún así observaba con atención todo lo que pasaba. Seguía las instrucciones, e intentaba dar los menos problemas posibles. El segundo día ya lo habían golpeado un grupo de niños por intentar averiguar lo que tenía en la mochila, y aunque ni siquiera él lo sabía, no la iba a soltar hasta que su padre le dijera que lo hiciera.

— ¿Eres mudo? — insistió con curiosidad. Misha tenía una mirada sombría, pero ni siquiera eso espantaba al niño que había llegado hace un par de horas al lugar. Había intentado hablar con otros niños, pero nadie se intereso por él así que intento suerte con el único que no tenía amigos aún — ¿Por qué estás aquí? — intentó con una sonrisa.

Misha lo estudió. Era más grande que él y parecía ya conocer el lugar. No lucía asustado y se desenvolvía con bastante facilidad. Conocía los procesos incluso antes que se los dijeran.

—Tengo diez, ¿y tú? — le dio una mirada rápida — ¿Cinco? No pareces muy grande. — admitió —Si no hablas no sobrevivirás en este lugar. — le advirtió y miró hacia una puerta — ¿Vez esa puerta? — la apuntó y Misha la miró de reojo antes de volver a mirarlo a él —Cuando esa puerta se abre es porque viene gente a llevarnos con ellos. — le explicó —Son sujetos que creen que pueden hacernos felices porque nos dan un techo donde dormir. — resopló de mala gana —Ya me han llevado un par de veces, pero escapo de casa y luego ya no les interesa volver a llevarme con ellos. — soltó una risita victoriosa, pero cuando notó que Misha no rió con él, volvió a ponerse serio —Eres un hueso duro de roer. — soltó de pronto.

Misha volvió a mirar hacia la puerta. Por ahí llegarían sus papás en cualquier momento.

—De cualquier forma. — volvió hablar el niño —Si esperas que alguien venga por ti, cuando esa puerta se abra, tú tienes que desaparecer. — le advirtió y le echó una última mirada —Eres pequeño y bien parecido. — lo tomó del mentón y Misha no luchó por soltarse —Cualquiera que te vea querrá llevarte con él. — le sonrió, pero Misha no mostró emoción alguna. El chico hizo una mueca —Ya me tengo que ir de aquí. — miró en todas direcciones —Y si eres, inteligente, deberías hacerlo también. — le susurró al oído. Misha se alejó ante la cercanía y el niño solo le sonrió —No muerdo, tranquilo. Por cierto… — le cogió la mano y la estrechó —Soy Harvey. — se levantó de la cama —Tal vez te vea la próxima vez aquí, y ojalá que ya hables. — desapareció de su vista tan rápido como apareció.

 

— ¡Rayos! — resopló Damián y se dejó caer en la silla del escritorio — ¿Cómo es posible que nadie supiera que existía este sujeto? —

—Es un maldito fantasma. — se encogió de hombros.

Damián tomó una hoja —La policía debería saber que Fedro tiene un hermano. —

—Es fácil esconder información cuando tienes para pagarle a la mitad de ustedes. —

—Parece que soy el único que vive en la miseria. — hizo una mueca burlona — ¿Qué vas hacer? — lo miró más seriamente —Me imagino que esto cambia todos los planes. —

Misha lo miró dubitativo.

—Joder, hombre. — resopló exasperado —El tipo es un maldito asesino profesional. — levantó unas hojas —Tiene contactos en todo el mundo. — le recordó —No estás preparado para lidiar con alguien así. — volvió a leer el papel.

Misha mantuvo su mirada seria, pero serena.

—Misha… — susurró —No puedes… —

—Lo estoy pensando. — lo cortó antes que le diera un discurso —Tal vez no le interese lo que pase con su hermano. — se encogió de hombros.

Damián entrecerró los ojos —Si algo le pasa a Fedro, este sujeto te va a cazar como a una maldita rata y no importa dónde te escondas, él te encontrara. —

Misha soltó una risita —No creo que sea tan mortífero. No debe ser mucho mayor que yo, si es que lo es. — le advirtió.

—No lo sé Misha… yo he visto muchos casos… — negó preocupado —Deberías buscarte otro trabajo. —

—Este no es un trabajo. — dijo con la mandíbula tensa —Es mi maldita vida. —

—Entonces has que tu estúpida vida sea diferente. — suspiró —No quiero que un día de estos me llamen y me digan que estás muerto. — dijo asustado —No quiero tener que ir a reconocer tu cuerpo bajo un auto o con un montón de balas en el cuerpo. —

—Me reconforta saber que tienes tanta fe en mí. — sonrió de mala gana.

—Si te haces enemigo de este sujeto, te van a terminar matando. — sentenció sin siquiera pestañar —He trabajado lo suficiente como policía para saberlo. — agregó —Querer joderte a un capo de la mafia es una cosa, pero este sujeto es de ligas mayores. —

—Creí que Fedro era de los peligrosos. — se burló.

Damián dio un golpe en la mesa —No te tomes esto como un chiste, Misha. — siseó —Es de tu vida de la que estamos hablando, y ahora la mía también. — levantó la voz —Y la de Noah y su familia. — lo encaró —Si quieres tirarte por un acantilado, ve y hazlo solo, pero esto es un jodido suicidio colectivo. —

—Damián, no tienes que… —

—Ya me cuesta trabajo entender que tu vida sea todo esto, pero a pesar de que no comparto tu idea de vivir así, lo acepto porque eres mi amigo y te quiero. Y siempre que pueda voy a cuidar tu culo, pero si desde el principio tu idea fue matarte, me lo hubieras dicho y el primer día que me dieron mi arma te la hubiera dado para que te dieras un tiro y nos habríamos ahorrado todo este puto camino. —

Misha apartó la mirada y resopló.

—Si vas hacerlo, tómatelo enserio… es todo lo que te pido. — su voz se fue apagando mientras terminaba de hablar y volvió a su ternura habitual —Fedro es un tipo peligroso, pero es completamente diferente a su hermano. Al final del día Fedro es solo un tipo con suficiente poder para poder controlar Atenas, pero no es nada letal. Su hermano, sea quien sea este sujeto, podría matarte sin que tú te dieras cuenta que está cerca de ti, y para peor… — volvió a mostrarle los papeles —No tienes una foto de él o su nombre real si quiera, y él podría conocerte ya. Tiene una ventaja sobre ti. —

—Suponiendo que me conoce. — se defendió y miró a Damián —Entiendo tu preocupación, pero me estas subestimando. — frunció el ceño —No soy una amenaza para ninguno de ellos. —

—Aun. — le corrigió —No eres una amenaza aún, pero no creo que Fedro te pidiera que hicieras este trabajo porque te encuentra guapo. — lo molesto.

—Tal vez si lo crea. — hizo una mueca —O quizás lo hace porque soy competente. — le devolvió el gesto.

Damián se levantó de la silla y rodeó el escritorio hasta Misha —No me cabe duda que lo seas, porque eres de esos que se les mete algo en la cabeza y no paran hasta que logran hacerlo. — suspiró y se apoyó en el escritorio —Pero aún tengo mis dudas al respecto. Han salido demasiadas cosas en el camino que aún no has podido resolver como para meterte en este lio. —

—Lo sé, y estoy tratando de solucionarlo. — asintió.

—Y también eres impulsivo y además tu mal genio te hace tomar malas decisiones. — le riñó.

Misha bufó.

 

—Niños… — una mujer apareció por la puerta que Misha se había obsesionado con mirar —Es hora. — dio unos cuantos aplausos y todos los niños dejaron de hacer lo que hacían.

Recordó las palabras de Harvey, y el miedo lo recorrió. No quería que un extraño decidiera llevarlo como quien compra algo de un negocio. Retrocedió unos pasos asustado mientras todos los niños caminaban al otro lado de la puerta, felices. Misha en cambio corrió hasta su cama y se escondió bajo la cama cuando nadie más lo veía. No podía correr el riesgo de que alguien se lo llevara antes de que sus papás lo encontraran.

Apretó con fuerza su mochila y se acurrucó con sus ojos cerrados, rogando porque nadie revisara y lo encontraran. Nadie podría echarlo de menos, porque nunca había hablado con nadie y se había convertido prácticamente en un fantasma en ese lugar. A nadie le importaba mayormente lo que pudiera pasarle, nadie lo recordaba.

— ¿Estás segura? — la voz de un hombre resonó en el lugar.

—Puedes revisar los cuartos, no siempre salen todos los niños, pero si no está allá afuera es difícil que este aquí. — le explicó la misma mujer que había venido por ellos hace un rato —Además, no hay ningún niño con ese nombre aquí. —

Misha pudo ver los pasos del hombre que caminaba inseguro por todo el lugar. La mujer se había quedado junto a la puerta, mientras él miraba por el lugar. No iba solo, iba acompañado de un par de pasos más pequeños. Misha pudo ver solo sus zapatos, y los más pequeños eran de una niña. Sintió la inmensa necesidad de salir de su escondite, pero el temor de no poder encontrar nunca más a sus papás fue más fuerte y guardó silencio.

—Papá… — susurró la niña.

Ésta desapareció del suelo porque el sujeto la cargo en sus brazos —Lo vamos a encontrar, cariño. — su voz era cálida y familiar para los oídos de Misha. El sujeto se mantuvo de pie un momento más antes de salir de la habitación.

La respiración de Misha se sosegó cuando todos ellos abandonaron la habitación. No quería irse con nadie.

 

Su mirada se perdió en la pared que tenía frente a él. Damián se apeó a su lado y le dio un pequeño empujón para que reaccionara — ¿Estás bien? —

—Recuerdos. — logró susurrar. Tenía un nudo en su garganta.

Damián sopeso la posibilidades y la seriedad de las preocupaciones de Misha, y el pasado no era algo que debía deprimirlo ahora —Imagino que estas intentando recordar el nombre del sujeto que te dio esos papeles. — intentó animarlo con eso.

Misha solo frunció el ceño y meneó la cabeza —Olvídate de eso. — resopló —Olvídate de él. —

No podía hacerlo —Es un él entonces… — dijo pensativo. Tenía una idea de quién podía ser, por la calidad de la información.

—No es conveniente que lo sepas. — le advirtió —No eres capaz de separar tu vida privada de tu trabajo. No vas a poder con esto sin querer hacer algo al respecto. —

“Bingo” pensó Damián — ¿Lo busca la policía a caso? — arqueó una ceja. Misha no le respondió —Es ese tal Harvey, ¿verdad? —

—Déjalo. — le advirtió.

Damián se plantó frente a él — ¿Sabes todo lo que ha hecho ese sujeto? — alzó la voz preocupado y asustado —Tal vez es incluso peor que el hermano de Fedro. — sus palabras golpearon a Misha —Es un estafador y a asesinado a mucha gente. La policía lo busca. — le advirtió.

Misha le sostuvo la mirada —Él no ha matado a nadie. — dijo con cierto dolor, como si aquellas acusaciones fueran en su propia contra.

—Claro que no. — bufó — ¿Para qué matar gente con tus propias manos cuando puedes mandarlas a matar, no? — soltó una risa irónica — Ese sujeto es igual que Fedro, ¿Qué lo hace más digno? —

—Él no mata gente inocente… — dijo con la mandíbula tensa.

Damián asintió enojado — ¿Eso lo hace mejor a tus ojos? ¿El hecho que solo mate a la gente que no paga sus deudas? — preguntó impresionado. Misha no le contestó —Es un asesino igual que Fedro. —

—No lo es. — negó con obstinación.

—Yo te dije que esto te iba a pasar… — apretó los labios y bajo la mirada buscando una salida a las palabras que iba a decir —Yo te dije que llegado el momento te volverías uno de ellos, cuando aceptaras algo tan horrible como asesinar gente como algo justificable y normal… — susurró —Solo que no creí que fuera a sucederte tan rápido… —

—El problema no es que yo haya cambiado mi forma de ver las cosas, Damián. — le hizo alzar la mirada cuando lo nombro —El problema es que recién te das cuenta de quién soy realmente… —

 

Y un día, Misha ya no fue más invisible.

Ya no sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Había perdido el interés en todo cuando comenzó a comprender que sus papás no iban a volver. Pero había escuchado rumores de lo duro que se volvía todo a medida que crecías ahí. Cuando eres pequeño, nadie se atrevería a meterse contigo, pero a medida que vas creciendo, las reglas vas cambiando y debes aprender a cuidarte tu espalda. Misha tuvo que aprenderlo de forma brutal y cruel.

Él sabía que pasaría en cualquier momento, pero no por eso huyó de su destino. Una tarde iba caminando por un pasillo del Foster House hacia los jardines y un sujeto, porque hacía mucho que había dejado de ser un niño, lo tomo por el hombro y lo giró sobre sí mismo. Misha tuvo que levantar la cabeza para poder verlo por completo. Era más alto y más corpulento que él. Tenía el cabello marrón y tan lacio que le cubría parte de sus ojos grises. Lo había descubierto mirándolo en reiteradas oportunidades, y los rumores que corrían sobre Misha, no habían hecho más que aumentar su curiosidad por él.

La mirada relajada de Misha lo hizo fruncir el ceño — ¿Eres mudo o simplemente eres idiota? —

Misha no dijo nada. No lo había vuelto hacer desde que había llegado, y de eso, ya hace mucho tiempo atrás. A veces temía que no podría volver hacerlo, pero no era suficiente el temor para querer abrir la boca otra vez.

—Yo apostaría a que es un idiota. — dijo el sujeto que se había puesto tras Misha.

Lentamente tuvo que ir entendiendo que ese lugar era igual a una cárcel. Habrían matones que te harían la vida imposible y te golpearían simplemente por gusto a menos que tuvieras a alguien que te protegiera. Habían tantos sujetos así, llenos de frustración por el rechazo de los adultos, y entre más grandes eran, más rabia contenida tenían por pasar tanto tiempo en ese lugar, volviéndose mas y mas agresivos; eliminando toda posibilidad de irse algún día. Y además, no podías irte a menos que alguien más te sacara de ahí.

Misha le sostuvo la mirada sin temor y los escuchó reírse de él por largo rato, pero su inquebrantable seriedad solo los hacía enojar mas y pronto empezaron los empujones.

—Vamos, di algo gracioso para nosotros. — lo zarandeó el más grande hasta que lo azoto contra una pared —Di algo o te muelo a golpes. — le enseño su puño, pero Misha mantuvo su mirada en los ojos del sujeto.

Su silencio le valió su primera paliza. No tuvieron piedad con él, y a nadie le importo. Unos cuantos niños observaron todo lo sucedido. Vieron los puñetazos en su cara y la patas por todo su cuerpo cuando lo lanzaron al piso. Solo se detuvieron cuando le reventaron el labio con una patada y vieron la sangre brotar de su cara. Salieron corriendo antes que un adulto llegara, pero no sin antes darle un último puntapié en el estomago. Sin embargo, ni siquiera así fueron capaces de hacerlo hablar o sacarle un gemido si quiera. Sus labios siguieron unidos, negándose a separarse otra vez.

Nadie hizo o dijo algo. Misha no tenía ningún amigo ahí adentro y los encargados solo se limitaron a cargarlo y llevarlo a la enfermería para atenderlo. Sabían que Misha no delataría a nadie porque no rompería sus votos de silencio por algo así.

Una mujer joven y delgada entró a la enfermería con una mirada cargada de preocupación. Buscó con la mirada a Misha y suspiró más tranquila cuando lo vio respirando recostado sobre la camilla. Se acercó con sigilo y lo contempló con cariño. Misha nunca le dirigió la palabra y tampoco la miró de forma diferente que al resto, pero aún así, siempre sintió la necesidad de cuidarlo, y siempre lo había hecho cuando estaba presente.

Toco su mejilla y Misha reaccionó al sentir su mano helada. Abrió los ojos y la miro serenamente.

—Will. — susurró. Aquel había sido el nombre que le habían dado después que comprendieron que Misha nunca les diría como se llamaba en realidad. A Misha no le gustaba, y a veces le costaba reaccionar cuando lo llamaban de esa forma, pero al final terminó por acostumbrarse — ¿Qué te paso? — lo miró y luego se dirigió al enfermero.

—Una pelea. — se encogió de hombros —Hace tiempo que se veía venir. — agregó cuando vio la mirada de sorpresa de la mujer.

Ella volvió a mirar a Misha y lo cogió de la cara para obligarlo a mirarla —Will… — susurró consternada —Tienes que hablar. — le advirtió —Tienes que hablar e irte de aquí… — lo acarició y Misha cerró los ojos al contacto.

Al principio Misha se escondía para que nadie lo pudiera ver y quisiera llevárselo, pero pronto se dio cuenta que no era necesario, ya que por el simple hecho de no hablar, nadie quería llevarlo a casa.

—Este no es un sitio para alguien como tú. — le animó, pero Misha no la escuchó.

 

Damián se dejo caer en el sillón mientras esperaba que Misha saliera de la ducha. Tenía un sabor amargo por la discusión que habían tenido. Tal vez tenía razón y realmente no lo conocía del todo. Misha siempre se había guardado muchas cosas para él. Nunca le hablo de su pasado, más que lo justo y necesario para explicarle los motivos de su vida. Nunca se dedico a explicarle sus sentimientos o pensamientos. Pero aún así él había decidido quedarse a su lado, porque podía ver bondad en los ojos de Misha. Aunque cada vez le costaba más trabajo encontrarlo en su mirada, entre el odio, el rencor y tantos otros sentimientos malos que lo habían consumido ya hace mucho tiempo. Aun así, se negaba a creer que estaba tan equivocado con su amigo. Sabía que aún había una esperanza, y era justamente el amor que había encontrado la única clave que podría hacerlo reaccionar.

Resopló y se hundió en el sillón, quería poder encontrar una forma de sacar a Misha de todo eso en lo que estaba involucrado, pero era difícil y casi imposible, porque no podía salvarlo de si mismo. Ya estaba demasiado hundido en toda esa mierda como para retroceder. Solo quedaba avanzar y terminar con todo eso.

Misha apreció con ropa holgada y su cabello mojado. Se paseó un rato por el lugar haciendo algunas cosas. El ambiente estaba tenso después de aquel encontrón, aunque ambos sabían que llegado el momento lo olvidarían. Carraspeó y miró a Damián — Por cierto… ¿Noah estaba bien? — preguntó de la forma más casual que pudo.

— ¿Por qué? — lo miró confundido.

—No se sentía bien cuando lo deje con Eugene. — le explicó bajando la mirada. Podía adivinar la cara que iba a poner Damián al escucharlo y no quería verlo.

Escuchó un resoplido —Estaba bien cuando fui por él. — se encogió de hombros, y dijo de mala gana —Aunque ahora tiene más sentido el hecho de que Eugene estuviera tan enojada porque no fueras por él. —

Misha sonrió y se paseó el lugar. Las cosas ya estaban en paz entre los dos otra vez.

—Aunque si se sentía mal, ¿cómo se te ocurrió dejarlo solo? — preguntó consternado —Al menos debiste tener la decencia de ir por él. — le reclamó —Y además no le contestaste el teléfono cuando te llamo. — gruñó. Misha continuaba sin mirarlo, por lo que no pudo prever el golpe de un cojín que le llegó por un costado —Eres de lo peor. —

—Lo sé… — dijo angustiado —No debí… —

—No, no debiste. — le cortó —No sé cómo te aguanta. — resopló —En algún momento se aburrirá de ti y de tu ingratitud. — le advirtió —Eres un pésimo novio. — lo molestó.

Misha asintió —Gracias. —

—Te lo digo para que hagas algo, no para que me des las gracias. — le volvió a lanzar otro cojín, pero Misha lo esquivó y lo miró victorioso —Ve a verlo, o llámalo. Eres un maldito desastre. — le recriminó.

—Eres un gruñón. — dijo Misha con una sonrisa en sus labios —Todos se preguntan cómo alguien como tú puede ser amigo de alguien como yo, pero si te vieran en estos momentos, no les cabría duda del por qué. — cogió su teléfono de la mesita del living.

—He aprendido tus mañas. — se defendió y lo dejó en paz para que llamara a Noah.

No tuvo el teléfono mucho tiempo en la oreja —Esta apagado. — miró a Damián.

—Debe estar cabreado contigo. —

—Él jamás se cabrea… — dijo un poco preocupado —Y jamás apaga su teléfono. —

 

Ya no era novedad las palizas que le daban a Misha, pero ese día se habían sobrepasado. Stephen se escapado de la casa, pero esa tarde había regresado y parecía haber acumulado mucha, mucha ira y se había descargado en el flaco y desgarbado cuerpo de Misha. 

Esa noche no pudo dormir. Le dolía todo el cuerpo y temía cerrar sus ojos y no volver a abrirlos. Sus ojos recorrían la oscuridad del cuarto. Ninguna luz se colaba y solo podía dejar a sus oídos haciendo el trabajo de percibir su entorno. Jamás lo iba a reconocer, pero temía que volvieran esa noche. Se aferró a su mochila bajo las sábanas, y si se atrevían a volver, esta vez iba a luchar y no se irían sin un par de golpes. Sentía ruidos y murmullos. La casa era vieja y crujía toda la noche, y no todos se dormían cuando se apagaban las luces. La mayoría aguantaba hasta bien entrada la noche.

Sus sentidos se pusieron alerta cuando sintió la puerta abrirse. Aún no tenía edad suficiente para pasarse al cuarto donde dormían los niños más grandes, y creía estar a salvo hasta que sintió la puerta rechinar. Los murmullos cesaron y de pronto, todos parecían dormir. Se acurrucó y aguardó paciente, siguiendo atento el rastro de los pasos por el lugar. Solo era un par de pies, y su corazón se desbocó cuando se detuvo cerca de su cama. Aguantó la respiración, y por un momento olvido continuar inhalando y exhalando.

Apretó con fuerza la mochila y cerró los ojos, esperando el primer golpe. Ya podía sentir el aliento del otro chico, justo sobre él. Tuvo demasiado miedo para dar el primer golpe, pero no se arrepintió, porque los puños del otro nunca llegaron a golpearlo. Una de sus manos se deslizó sobre él y cubrió con fuerza la boca de Misha. Éste abrió los ojos de golpe, y aunque estaba oscuro, pudo reconocer esos ojos.

—Shhhhh… — chirrió Harvey para que Harvey no gritara.

Él asintió, y sus ojos parecieron pactar una promesa de silencio. Harvey lo fue soltando lentamente y Misha cumplió con su silencio sepulcral. Se incorporó en la cama y lo miró aturdido.

—Me contaron que te dieron una paliza. — susurró y toqueteó su cara. Misha hizo una mueca y cerró los ojos por el dolor —Fue una grande parece. — agregó contrariado y suspiró —Tendrás que irte de aquí. — admitió de pronto —Ese sujeto que te pegó se llama Stephen y tiene una terrible reputación. No te va a dejar en paz. —

Misha apartó la mirada.

Harvey volvió a resoplar —No seas terco. Aquí no tienes a nadie que te ayude. —

Él le daba la oportunidad de salir de ahí. No sabía cómo sería afuera, ¿pero qué tan terrible podía ser? Ahí adentro era una infierno terriblemente solitario. Así que no tenía mucho que perder en realidad.

Harvey se levantó de la cama y aguardó —Solo vine hasta aquí por ti, pero no me voy a quedar si es que no quieres irte. —

Misha vaciló un momento.

—Nadie vendrá por ti. — dijo despectivamente —A nadie le importas, así que empieza a ocuparte de ti mismo. Ya no eres más un niño, la vida te arrebato la oportunidad de ser normal y feliz y debes aprender pronto eso si es que quieres sobrevivir. — su voz era tajante y estremeció a Misha hasta los huesos.

Fue todo lo que necesito escuchar para buscar sus zapatillas bajo la cama y tomar su mochila. Ya le quedaba algo pequeña en su espalda, pero no se atrevía a dejarla atrás. Nunca la había abierto, creyendo ilusamente que nunca iba a ser necesario porque sus papás irían por él, y abrirla hubiera sido rendirse a aquella convicción.

Lo guió por los pasillos que conocía de memoria, incluso en la oscuridad de la noche podía manejarse a la perfección. Caminaron por el largo pasillo que conducía a cada una de las habitaciones donde dormían los niños, hasta que llegaron a la sala principal, la cual era el lugar de recreación de la casa. Harvey caminó y esquivó cada uno de los obstáculos hasta llegar al otro lado del cuarto y encontrar la puerta que daba hacia una parte de la casa que no tenían permitido pasar. Siempre estaba cerrado durante el día, pero en la noche era esa la puerta que permanecía abierta y la que daba al jardín se cerraba para que nadie pudiera escabullirse. Misha lo siguió de cerca, pero no estaba convencido que aquel fuera el camino. Iban a terminar despertando a alguien y los castigarían.

—Vamos Misha, confía en mí. — le sonrió y le abrió la puerta para que pasara primero.

Aquel pasillo estaba iluminado con una luz blanca que parpadeaba. Harvey volvió adelantarlo y le indicó en silencio la dirección que debían tomar. Llegó a uno de los cuartos de las mujeres que los cuidaban. Misha le tomó el brazo antes de que pudiera girar el pomo.

—Tranquilo, no hay nadie. — lo calmó, sabiendo que Misha no iba a decir nada. Terminó de abrir la puerta y fue tal como él había dicho.

Entraron a hurtadillas. Misha observó el lugar con la luz de la luna que entraba por la ventana. No había mucho en ese lugar. Solo un viejo ropero y una cama pequeña desecha. Alguien había estado ahí hasta hace muy poco, no le cabía duda de eso. Harvey lo empujó para que caminara hasta la ventana.

—Por aquí es la salida. — abrió la ventana.

Justo cuando iba a encaramarse en la ventana, pudo ver sobre el buro un portarretrato de una mujer acompañada de un hombre. Era la mujer que le había puesto Will y que hace no mucho tiempo le había dicho que se fuera de ahí. Una pequeña sonrisa se dibujo en su rostro cuando comprendió que Harvey tenía un cómplice, pero éste no llego a ver su rostro. Saltó hasta el jardín y aguardo a Harvey a un costado de la casa.

Afuera sintió la calidez de la noche. Era pleno verano y las noches no alcanzaban a refrescar lo suficiente.

— ¿Es tu primera vez afuera? — volvió a sonreírle y le indicó que lo siguiera —Hace un par de días salió un chico de aquí y nos contó que Stephan tenía un juguete nuevo que no hablaba, y supe de inmediato que eras tú. — le contó mientras caminaban —La verdad es que no pude resistir venir por ti. Te iban hacer mierda si alguien no hacia algo. — Harvey levantó la vista del suelo cuando llegaron a una farola y estudió su rostro. Tenía la cara irreconocible. Ya no tenía esos ojos perdidos que vio por primera vez, y su cara comenzaba a cambiar por la de un adolecente —Aunque debo admitir que cuando enteré que te llamabas Will, me sorprendí, porque no esperaba que hubieras abierto la boca para decir tu nombre. — no podía parar de hablar.

Misha hizo una mueca. Odiaba ese nombre que le había puesto. Aunque debía admitir que podría haber sido peor.

— ¿No te llamas así? — levantó una ceja.

Meneó la cabeza y dudó un momento. Sintió una brisa en la cara que revoloteó sus mechones más largos de pelo. Harvey lo miró expectante, y Misha se aclaró la garganta.

—Me llamo Misha. — dijo de pronto. Tenía miedo de que no salieran las palabras, aunque lo que realmente lo asustó fue escuchar su voz. Había cambiado, ya no era la de un niño. Ya no era la misma voz melosa con la que hablaba con sus padres. Acababa de dar un paso desde un pasado, al cual se aferraba fervientemente, a un presente y futuro que temía más que a la vida misma.

Harvey le sonrió emocionado y levantó los brazos triunfante —Hablaste. — gritó y dio un salto —Y hablaste para mí. — dijo terriblemente conmocionado —Hola Misha, soy Harvey. — le estrechó la mano —Al fin una presentación digna. — dijo feliz —Tu vida está a punto de cambiar... —

Notas finales:

Espero de regreso a mis amados lectores y sus comentarios!!!

Besos!!!


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