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Almas en Silencio por Amii

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Notas del capitulo:

Hola chicos, sigo sin ser Amii, porque ella sigue enclaustrada en su iglú, muy muy lejos de aquí. Tampoco soy la niña que subió los capitulos pasados, porque Jebus no estuvo de acuerdo y la eliminó del mapa. Soy una persona nueva y mejor, y ahora en mis manos se encuentra el futuro de sus lecturas y personajes. Pensaré si la próxima semana subiré el siguiente capitulo, porque soy malvad@ muajaja. Les mando saludos y espero que estén bien.

 

Sé que desde la distancia, Amii les manda muchos saludos y los extraña.

“Y nadie conoce mejor tu infierno que aquel que se ha quemado en él…”

 

Contempló una vez más el cielo gris y respiro profundamente. No podía entrar de esa manera allá adentro, tenía que calmarse si quería hacer las cosas bien, si es que quería ganar este round. 

"Eres una persona impulsiva y Noah es tu peor debilidad. Si vas hacer las cosas bien, debes calmarte y contar hasta mil si es necesario antes de volver a ver su cara", esas habían sido las palabras de Damián anoche cuando había llamado para contarle lo que había pasado. No sabía hasta cuanto había contado, pero su coraje solo se había apaciguado por cansancio más que por lograr dominar sus sentidos. Sabía que en cuanto lo tuviera enfrente le iba a partir la cara de un solo golpe. Resopló y volvió a contar, aunque sabía que la infinidad numérica no iban a ser suficientes para que se calmara.

Su teléfono lo desconcentro. Era la secretaria de Fedro.

—Dime. — intentó sonar lo más tranquilo que pudo.

—Fedro está preguntando por ti, ¿Qué le digo? — dijo en un susurro, su voz sonaba preocupada, pero no por ella, sino por él. Ella siempre se había preocupado de él. Veía una amabilidad que no podía percibir en Fedro o en Dylan que eran sus superiores, y en ningún otro matón que solo buscaban dinero y poder a costa de los demás. Se suponía que Misha era igual a ellos, pero ella sabia que no era así —Hoy llego de muy mal genio. — le advirtió donde no le contesto.

—Tranquila, voy subiendo. — y colgó. Respiró una última vez lo más profundo que pudo y se levantó del capo de su auto. Se acomodo la corbata, caminó hasta el maletero y sacó un porta planos. Se lo echó al hombro y entró.

—Buenos días, Misha. — lo saludo un sujeto corpulento que afirmó la puerta mientras le sonreía.

Misha le sonrió —Hola Billy. — siempre era bueno conocer a la gente. No sabías cuando necesitarías que estuvieran de tu lado después de todo.

—Te ves contento hoy. — se salió de su libreto solo por la sonrisa que traía.

—Todos los días son un regalo. — siguió caminando y frunció el ceño cuando estuvo solo, ¿De verdad acabas de decir eso, Misha? Pensó decepcionado de sí mismo.

Arriba lo esperaba la mirada inquisitiva de la secretaria que lo había llamado. En cuanto lo vio en el ascensor, su alma pareció volver a su cuerpo y apuntó con la mirada la oficina de Fedro. Misha le sonrió y se metió una mano al bolsillo. Volvió a respirar profundo y puso su mejor cara. Solo hizo contacto con ella. Necesitaba asegurarse que al menos no tendría que soportar a Dylan toda la mañana.

— ¿Y Dylan? — movió los labios sin que las palabras salieran de su boca. La mujer le entendió a la perfección y sonrió.

Meneó la cabeza y lo imitó —Salió. Volverá por la tarde. — movió los labios sin meter ruido. Misha le sonrió y ella bajo la mirada para anunciar la llegada de Misha. Cuando colgó, volvió a mirarlo —Te está esperando, pasa. —

—Gracias. — le guiñó un ojo y se perdió por el pasillo.

Golpeó antes de entrar y solo escuchó un gruñido desde adentro. Abrió la puerta y pudo sentir el ambiente tenso ahí adentro.

—No me gusta que me hagan esperar. — siseó, le indicó que cerrara la puerta.

Misha miró de reojo la hora —Dylan me dijo que viniera a las nueve, no a las ocho. — mintió con serenidad.

Fedro se echó para atrás en su silla y se cruzó de brazos —Voy a matarlo. — negó decepcionado y muy malhumorado.

—Pero la espera habrá valido la pena. — se acercó con paso seguro y se quito el porta planos del hombro —Esto lo hará ponerse de buen humor. — lo dejo sobre la mesa y le indico que lo tomara.

— ¿Es lo que yo creo? — miró de soslayo a Misha para enfocarse en el tubo después. Lo tomó con las mimas ansias que un niño pequeño tomaba un juguete por primera vez.

Lo miró desenroscar el tubo y curiosear en su interior. Tomó con delicadeza lo que había adentro y lo abrió sobre su escritorio con suma delicadeza.

—Está perfectamente conservado. — dijo con alivio y le sonrió a Misha —Era importante para mí esta pintura. —

Misha le sonrió de vuelta, pero se asusto con lo que sintió al ver la mirada feliz de Fedro. Podía estar casi seguro de que acababa de sentir empatía por él. ¿Cómo era posible? ¿Qué diablos ocurría ese día?

—Lo prometido es deuda. — dijo lo primero que se vino a la cabeza para dejar de pensar por unos segundos.

Fedro se levantó de su silla y siguió contemplando la pintura —Acabas de arreglar este día de mierda. — tomó su teléfono y esperó que atendieran del otro lado —Cancela mis reuniones de la mañana. — guardó silencio. Tenía una pequeña sonrisa dibujada en sus labios. Él nunca sonreía —No me importa. — contestó, pero ni aún así dejo de esbozar una sonrisa —Para mañana, todo para mañana. — sentenció y colgó.

Misha no había entendido hasta ahora lo importante que había sido ese cuadro. Él solo creía que era un trabajo más, pero haberlo ocultado había sido sin duda muy beneficioso para él, aunque lo miró la pintura una última vez con cierta pena, porque de haberlo sabido, podría haberle sacado mucho más provecho. Vio como Fedro la volvía a colocar en el tubo y se acercaba hasta su caja fuerte entre los libros de su biblioteca personal. Ni siquiera se molestaba en ocultarla, ni se sentía intimidado por tener a alguien cerca mientras la abría. Así de poderoso se sentí.

—Vamos Misha, quiero que me acompañes. — atravesó su oficina hasta la puerta. Dejó su saco en la silla y salió sin contemplaciones. Misha lo siguió, cerró la puerta tras él y lo encontró llegando hasta su secretaria — ¿Hoy? ¿A qué hora? — lo vio mirando su muñeca —Estaré de vuelta. — prometió —Si, además estaré aquí en el edificio, solo iré a liberarme un momento. — se alejó del mesón y se giró buscando a Misha, quien le había dado un poco de espacio para que arreglara su agenda —Vamos, vamos. — apretó el botón del ascensor.

Misha le sonrió a la secretaria cuando pasó junto a ella y ésta lo miró agradecida por haberle cambiado el ánimo a Fedro. Mientras subían, Misha se mantuvo en silencio. Nunca había estado tanto tiempo a solas con Fedro, porque Dylan siempre se metía en medio, así que simplemente se quedo callado y se comportó lo mejor que podía. Además sentía curiosidad, ya que nunca había pasado más arriba de la oficina de Fedro, y eso era toda una nueva aventura.

— ¿Practicas algún tipo de artes marciales? — rompió el silencio Fedro al llegar al piso veinte. Las puertas se abrieron y caminaron por el único pasillo que había.

Había aprendido a defenderse cuando había comenzado a vivir en la calle. Sabía pelear y defenderse muy bien, pero solo hasta que conoció a Damián comenzó a practicar artes marciales de forma más seria.

—Nada en especial. Solo he probado un par de técnicas, pero ninguna que me llame la atención. — admitió.

—Espero que puedas defenderte hoy. — abrió una puerta y entraron a una especie de camarines. Había todo lo que se pudiera necesitar para una cantidad impresionante de deportes —Ponte algo y te espero allá. — le mostro una de las puertas. Misha asintió y Fedro se fue por otra puerta.

Eso sería realmente interesante. Sonrió y se cambio lo más rápido que pudo. Fedro aun no estaba del otro lado. Misha curioseo un poco. Al menos la mitad de las paredes de esa habitación eran ventanales que dejaban entrar mucha luz. Además de eso, no había mucho que observar, el piso era de Tatami, especial para practicar artes marciales. Probablemente tenía un piso para cada deporte que se le antojara practicar. Puso los ojos en blanco cuando pensó en ello.

Otra puerta se abrió y Fedro apareció con un traje negro de jiujitsu. La verdad es que intimidaba bastante por el porte y por lo grande, pero al mismo tiempo Misha deseaba creer que eso lo haría lento, o realmente tendría grandes problemas en un futuro con él. No creía que practicara algún tipo de artes marciales. Siempre creyó que con suerte podía manejar un arma, después de todo tenía a Dylan y a un montón de guardaespaldas para que lo cuidaran. ¿Qué sentido podría tener pagarles  si él era perfectamente capaz de defenderse? ¿Aparentar? ¿Hacerle creer a todos que era un inútil para que ingenuos como Misha intentaran acercarse a él? Ya era tarde para arrepentirse.

Él había optado por el traje de Aikido. Blanco arriba y el pantalón negro holgado para mejores movimientos. Los dos estaban descalzos y avanzaron con lentitud por el lugar. Reconociendo el piso antes de comenzar. No podía fanfarronear con lo que él sabía, pero no podía evitarlo. Quería darle una paliza hacía demasiado tiempo. Respiró profundo y comenzó a contar, tal y como Damián le había dicho. Incluso podía escuchar su voz en su cabeza.

— ¿Aikido? — levantó una ceja Fedro.

Misha se encogió de hombros y levantó un poco los hombros —Busco la paz. — mintió.

Fedro soltó una carcajada —Esto podría ser el comienzo de algo muy interesante, Misha. — dio unos pasos hacia su costado y se puso en guardia.

Lo estaba probando. Ya no le cabía duda de eso. No podía dejar que lo tumbara o jamás iba a confiar en él. Misha no quiso iniciar. Se quedo quieto en su puesto y aguardo a que Fedro fuera por él, quien no tardó en hacerlo, pero con sumo cuidado. Cada paso que daba era un cambio de estrategia para poder confundir a Misha, pero éste podía notarlo. Practicar tanto tiempo con Damián le había enseñado muchas cosas, sobre todo porque Damián era un maldito tramposo.

La respiración de Fedro se alteró de forma casi imperceptible, pero Misha fue capaz de notarlo y prever la mano de Fedro que iba directo hacia él. Tomó la muñeca de Fedro y con la otra mano el brazo y lo tumbó con facilidad. Lo hizo hincarse, y le giró el brazo hasta quedar atrás de él. Fedro se golpeó el pecho y Misha lo soltó.

—Nada mal. — reconoció Fedro un poco herido. Se levantó y volvió a ponerse en guardia. Misha continuó sin acercarse — ¿Quieres que esto se ponga feo? — dijo aun de buen humor Fedro. Misha le correspondió con una sonrisa.

Volvió a intentarlo, pero esta vez estaba más inquieto y su insistencia por llegar a Misha lo hizo fallar con más facilidad. Misha volvió a cogerle la muñeca y lo derribó dejándolo con la boca en el piso y el brazo elevado. Le dio un pequeño tirón y Fedro golpeó el piso con la mano libre.

—Lo siento. — lo soltó con una sonrisa dibujada en sus labios. Casi estaba olvidando la porquería que iba a ser ese día después que viera a Dylan. Incluso por un momento se puso olvidar de Dylan.

—Tu turno. — se quedó impasible, con una pose casi perfecta. Misha ya había descubierto la debilidad de Fedro. Era orgulloso y no iba a permitir que Misha le ganara, pero entre más avanzaban, más se iba descontrolando y se ponía ansioso. Al final, estaba cavando su propia tumba.

Misha respiró profundamente y se acercó con cautela. Fedro tenía sus dos brazos levantados, uno más adelante que otro. Misha llegó hasta él y golpeó el primer brazo y retrocedió. Fedro lo miró impávido y Misha volvió a su brazo. Lo tomó con fuerza antes que éste pudiera reaccionar y lo desenfocó con una estocada hacia la cabeza, haciéndolo perder la visibilidad hacia él. Se apegó a él y le dio con la rodilla sin alcanzar a golpearlo realmente, pero lo forzó a agacharse un poco. Lo liberó y empujó su brazo hacia arriba y él se agachó, lo tomó de los pantalones a la altura de los muslos y la rodilla y lo jaló con fuerza levantándolo del suelo, y con cierta violencia desmedida lo dejó caer otra vez. No era tan pesado como aparentaba.

—Demonios. — se quejó Fedro —Voy a despedir al maldito que me entrena. — se enderezó un poco adolorido. Misha lo miró apenado —Creí que habías dicho que solo habías probado algunas técnicas. — se cruzó de piernas cansado —Necesito un respiro. Esa caída me dolió. — rogó agitado.

—Lo siento. — se acercó un poco, pero no lo suficiente.

—Creí que iba a poder avergonzarte hoy día, que te iba a dar una lección por hacerme pasar rabias con Dylan y al final el que se llevó la lección fui yo. — se rascó la cabeza y se limpió el sudor de la frente —Eres bueno, Misha. — dijo con más seriedad — ¿Te entrenas verdad? —

Misha dudó.

—No me mientas. — su voz autoritaria había regresado.

—No se puede trabajar para Fedro Waldorff y no entrenarte. — reconoció a media.

Fedro asintió — ¿También sabías disparar, verdad? — estrechó la mirada.

—Soy más de este tipo de defensas, pero sí, sabía disparar. — admitió. Se puso en cuclillas para descansar —Aunque nunca he tenido que usar nada de lo que he aprendido en este trabajo. —

—El mundo de las artes no es un lugar muy peligroso. — dijo divertido.

Misha estuvo de acuerdo —Aunque conseguir un cuadro robado si fue toda una odisea. —

—Fue un gran trabajo ese. — volvió a sonreír como cuando lo vio por primera vez, y pareció quedarse pensativo un momento —Creo que eso terminó por asegurarme que el trabajo que te ofrezco es adecuado para ti. —

Seguía teniendo dudas al respecto, pero había tenido que aceptar. No podía negar su primera oferta de promoción. Levantó un poco las cejas asustado —Yo creía que era porque había hecho algo mal, y era algún tipo de castigo. — mintió a ver si tenía suerte.

—Podría tomarse como un castigo. — admitió moviendo la cabeza —Trabajar con mi hermano sería un castigo para mí, y es por lo mismo que te lo estoy dando a ti. — sonrió —Pero creo que tú y él se llevaran bien. Podrás ayudarlo y mantenerlo vigilado. Es más o menos eso lo que necesito que hagas. Él hace mucho tiempo que no se ocupa del negocio, y aunque tú solo te ocupabas de una parte, no creo que sea tan difícil para ti familiarizarte con el resto y trabajar con él. — el resto significaba drogas, asesinatos, secuestros, coimas, aunque obviamente decir el resto sonaba mucho menos intimidante. Misha asentía mientras hablaba, pero solo podía pensar en el mundo de posibilidades que se le estaba abriendo —En realidad, quiero que él crea que es el que manda, pero en realidad serás tú, bajo mis órdenes obviamente. —

—Puedo hacer eso. —

—Más te vale que sí, porque mi hermano llega hoy y quiero que lo conozcas. — suspiró.

Una de la puertas se abrió sin que nadie golpeara. Dylan apareció y se quedó en el marco, mirando e Fedro y a Misha.

—Jefe. — lo llamó con voz ruda.

La sangre comenzó a hervirle a Misha. Hubiera querido levantarse y golpearlo ahí mismo, decirle que en su puta vida volviera acercarse a Noah. Pero más que eso, mejor era asegurarse que no pudiera hacerlo. Matarlo no podía ser tan difícil. No tenía a nadie en el mundo. Nadie lo iba a extrañar. Tal vez Fedro querría saber su paradero, pero después de buscarlo un tiempo, admitiría que se había ido para siempre. Quizás lo iban a tildar de sospechoso por las rencillas que siempre tenían, pero iba a ser tan cuidadoso que jamás iban a poder probarlo, y como cualquier otra muerte en ese mundo, todos perderían el interés en ella después de unos cuantos días.

Sin embargo, comenzó a contar. Otra vez. Putos números, pensó.

—Su hermano llegó. — anunció con voz ronca. Se notaba que algo lo tenía molesto. Probablemente era la cercanía de ellos dos.

Fedro se levantó y le dio una última mirada —Báñate, come algo y vuelve para conocer a mi hermano. — le avisó con seriedad otra vez. La hora libre había acabado.

Misha asintió y se perdió por el lado contrario por el que estaba Dylan. Aquella pasividad no iba a durar todo el día. Iba a bastar con que Dylan se acercara lo suficiente, o la más mínima provocación para que perdiera la poca paciencia que había conseguido.

 

Les dio y se dio un par de horas de descanso antes de volver a conocer a su nuevo jefe. Su cuerpo le cosquilleaba un poco por la emoción. Sabía que era peligroso, Harvey se lo había dicho, pero no podía evitar emocionarse. Jugar con fuego era terriblemente placentero para él, y no temía quemarse.

La secretaria estaba es su lugar, igual que siempre, como a cada momento, todos los días, todos los años. Se acercó a ella y se apoyó en el mesón.

—Hola Misha. — levantó la vista — ¿Cómo estuvo la mañana? — entrelazó sus manos expectante.

—Bastante bien. — tuvo que admitir. Cualquier palabra que le dijera podía llegar a los oídos de Fedro. Tarde o temprano él siempre se enteraba de todo — ¿Ya volvió? —

—Sí, pero acaba de bajar con su hermano. Dijo que regresaba enseguida. — le sonrió —Te estaba esperando… otra. — le sonrió victoriosa.

Misha miró la oficina de Dylan — ¿Y él? —

Se giró a mirar la oficina —Aun no regresa de su almuerzo. Creo que tenía una reunión a nombre del jefe. Como llegó su hermano, reagendó toda su tarde también. —

Tamborileó sus dedos sobre el mesón — ¿Y cómo es su hermano? —

Suspiró y sonrió —Es joven… debe tener como tú edad y es todo un encanto. —

Misha levantó las cejas para molestarla —No te vayas a enamorar. — la molestó.

El ascensor sonó, pero ninguno se giró a ver quién era.

—Mira a quien tenemos aquí…. — la voz ronca de Dylan hizo que los dos pusieran los ojos en blanco. Ella se escondió en su escritorio y Misha se giró para verle la cara. Comenzó a contar, pero no alcanzó a llegar ni a cinco y tuvo que respirar profundo y comenzar otra vez — ¿Cómo está Noah? Espero que haya disfrutado su comida ayer. — intentaba picarlo, pero Misha solo lo miraba, pero su mandíbula comenzaba a ponerse tensa otra vez —No te enfades… —dijo al verlo fruncir el ceño —Entre Noah y yo no hay nada, así que no te pongas celoso. — dio unos cuantos pasos más hacia Misha.

— ¿Celoso de ti? — bufó —Él no tiene tan mal gusto para fijarse en una basura como tú. — le agrió la mirada.

—Solo intentaba ser su amigo. — dijo con fingida voz dolida.

Misha soltó una carcajada —Él no necesita amigos como tú, ¿por qué no le dijiste que habías intentado matarlo a ver si así quería ser tu amigo? — lo encaró molesto. Comenzó a hervirle la sangre.

—Es algo que debo decirle cuando entremos en confianza. — dijo con picardía.

—Jamás volverás acercarte a él. — le advirtió —Así que olvídate de una segunda vez. —

Dylan se encogió de hombros —Es él quien decide eso, no tú. —

—Él no quiere verte. — acortó el camino.

—Que él me lo diga. — lo desafió.

—Te lo digo yo, y con eso es suficiente… — siseó.

Dylan sonrió —Que me lo diga después que me lo tire, porque créeme que esta vez no me voy a poder contener… — su mirada lujuriosa le colmó la paciencia a Misha.

Lo tomó del abrigo y lo empujó hacia la pared. Era más grande y corpulento, pero tuvo la fuerza suficiente para azotarlo y levantarlo un poco del piso —Tócale un pelo y morir será lo último que te haré. Para cuando acabe contigo me vas a rogar que te mate… y créeme… lo haré dichoso. —

Su mirada y su voz lo hicieron temblar. Lo había provocado, pero ahora no podía lidiar con lo que había soltado. Las palabras no salieron de su boca hasta que el ascensor volvió a abrir sus puertas.

—Vamos Misha, tranquilo… si ya te dije que yo no he hecho nada malo. — su mirada inocente y su voz de cordero degollado fue la primera impresión que Fedro y su hermano tuvieron de la situación.

— ¿Qué pasa aquí? — una voz desconocida para Misha les llamó la atención. Era una voz autoritaria, pero mucho más distendida que la de Fedro.

Misha lo soltó y le dio un último empujón contra la pared —Imbécil. —

—Marica… — le susurró cuando éste se había dado vuelta. Misha volvió a girarse y le dio un puñetazo en toda la mandíbula, levantándole la cabeza.

Fedro no fue capaz de decir nada, pero su cara estaba roja por la ira.

El más joven de ellos se acercó un poco a ambos — ¿Eres Misha? — preguntó con seriedad. Él asintió —Ven conmigo. — le apuntó hacia el ascensor que seguía con las puertas abiertas gracias a uno de los guardaespaldas de Fedro —Tú encárgate del tuyo. — le dijo a Fedro al pasar junto a él. Misha solo agachó la cabeza apenado.

El trayecto fue corto. Se detuvieron en el piso de abajo. Solo ellos se bajaron. El tipo caminó por el pasillo. El lugar era exactamente igual al piso de arriba, pero estaba absolutamente vacío. Abrió una de las puertas. La oficina estaba lista y dispuesta para que alguien comenzara a trabajar ahí. Esperó que Misha entrara y cerró la puerta.

—Siento lo… —

Él meneó la cabeza y al fin soltó una pequeña carcajada. Misha lo miró asustado, pero él siguió riéndose —Lo siento… es que… — volvió a reír —Siempre quise ver como alguien le partía la cara a ese hombre. — respiró cansado por la risa, y se secó una pequeña lágrima que se le escapo. Suspiró —tenía que comportarme allá arriba o Fedro nos tendría a los tres en su oficina en estos momentos. — volvió a soltar una risita. Le dio una pequeña mirada —Cuando mi hermano me contó que desde ya iba a tener a un sujeto siguiéndome los pasos, no me agradó para nada… — admitió con la respiración agitada todavía —Pero ahora que te veo, es imposible que nos llevemos mal. —

¿Era posible que él fuera al que describían en el informe de Harvey? Un asesino, estafador, ladrón, imitador y tantas otras cosas que ya no podía recordar. Se le acusaba de tantas cosas y parecían de la misma edad. O alguien se equivoco al entregarle la información a Harvey o éste sujeto ha estado muy ocupado desde que dejó de usar pañales.

Misha intentó sonreír, quiso hacer lo mismo que hacía con Fedro con tanta facilidad, pero no podía. Se quedó quieto y muy serio, mirándolo con mucha curiosidad. Lo había estado esperando hacía muchos días.

—Espero que podamos llevarnos bien. — fue lo único sensato que pudo salir de su cabeza. Todo lo demás eran acusaciones y preguntas. Si no tenía cuidado terminaría preguntándole si realmente había matado tanta gente como había leído en el informe.

Él asintió —Así será. — levantó la mano y esperó la de Misha — ¿Misha cuanto…? —

—Andreu… — le corroboró —Solo sabía tu apellido. — dijo por error.

Pero él asintió —Es algo que podría haber hecho mi hermano, es un poco reservado. — mantuvo la mano de Misha apretada y le sonrió —Tienes curiosidad del porque tenemos distintos apellidos, ¿verdad? —

Misha asintió a medias —Podrías habértelo cambiado. — se encogió de hombros —No es tan complicado sacar deducciones. —

—Diferentes papás. — le explicó de todas formas —Por eso la diferencia de edad también… — sonrió —Mi mamá quedó viuda y conoció a mi papá. — le soltó la mano y se calló. No podía quedarse callado. Esa era una gran diferencia con Fedro. Él no podía parar de hablar mientras Fedro era impenetrable.

— ¿Y tu nombre? — preguntó con curiosidad.

Él lo miró y se apenó por no haberlo dicho —Lo siento. — se rió —Me llamo Ike, Ike Sirius. —

Al fin sabía su nombre, y a aquel apellido le podía poner un rostro. Ahora podría ser más fácil que Harvey encontrara más información de él o de Fedro. Si éste no le había dicho su nombre era porque algo escondía, y lo tenía que averiguar. Él podía ser la llave que había estado esperando por años.

Notas finales:

Espero que les guste.


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