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Almas en Silencio por Amii

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Notas del capitulo:

Hola amad@s lectores! He vuelto para quedarme un largo tiempo por aquí! Comencé unas eternas vacaciones! Así que no tendrán que aguardarme! :)

“El conocimiento es dolor…”

Había dejado de temerle a la oscuridad cuando tenía cuatro años y sus abuelos lo encerraron en un cuarto después que su padre había muerto. Se había vuelto parte de las sombras, así que nunca más volvió a sentirse incómodo entre las tinieblas. A esa edad había dejado de tenerle miedo a todo menos a la soledad.

Estaba todo tan oscuro aquella noche. No había estrellas en el cielo porque estaban en mitad de un jodido invierno, que le calaba los huesos con el desconcertante frío que lo recorría y lo abrazaba queriendo poseerlo. Tampoco había luz en las calles. Todas las farolas estaban apagadas y no había ni una sola alma que se cruzara en su camino. Caminó un rato tratando de buscar un pasaje a casa, pero estaba perdido. No podía ver nada y ni siquiera recordaba cómo había llegado a ese lugar. Se detuvo un momento y respiró profundamente. Pudo ver el vapor de su aliento, y al levantar sus manos podía verlas todas amoratadas por el frío.

Traía un abrigo puesto, uno que no recordaba en su armario. Era demasiado elegante para ser suyo, pero en esos momentos no había cabida para dudas porque si no fuera por aquel abrigo, ya se habría congelado a los pies de algún poste del tendido eléctrico. Guardó sus manos en los bolsillos de la gabardina y se encogió de hombros buscando un poco más de calor. Continuó caminando, pero pronto dejó de reconocer las calles de Atenas y pudo atisbar un solo camino. Su corazón se apretujó al recordarlo. A un lado de la calle estaba la carretera, y al otro había una playa; podía escuchar el sonido del mar, más no podía verlo, pero estaba completamente seguro donde estaba. Era Santorini, y era aquella misma playa de su infancia.

Se salió del camino y dio unos pasos algo inseguros por la playa. Era de noche y no sabía hasta donde había subido la marea. Miró en todas direcciones, pero no había más que kilómetros y kilómetros de arena y un extenso mar a sus pies que aún no era capaz de vislumbrar. Hubiera deseado sentarse a contemplar el amanecer, pero hacía demasiado frío para quedarse mucho rato en un solo lugar, así que siguió caminando un poco más hasta que escuchó un ruido. Al principio era apenas audible, pero a medida que se concentraba, podía escuchar un poco más fuerte. Alguien estaba gritando. Miró en todas direcciones buscando al dueño de esa voz, pero su cuerpo se estremeció cuando entendió que la voz venía desde el océano.

Las nubes comenzaron a moverse dándole espacio para que la luna iluminara el lugar. Noah pudo ver el oscuro mar. Estaba agitado, con un oleaje salvaje. Tal y como lo recordaba de aquel día. Era tan hermoso, pero al mismo tiempo tan aterrador. El agua se veía de un negro impenetrable que se movía de un lado a otro desafiante, recordándole que era de temer y que aquel que se atreviera a plantarle cara, tendría que pagar las consecuencias de su hozado atrevimiento.

Camino un poco más cuando pudo ver hasta donde llegaba la marea. Aun buscaba a quien gritaba. Tenía la esperanza tonta de que fuera su papá, y que éste aún estuviera vivo, luchando contra la inmensidad del mar. Entornó la mirada y pudo ver a alguien chapoteando en el agua. Parecía luchar fervientemente por no hundirse. Levantaba las manos pidiendo ayuda, y aunque Noah no podía verlo concretamente, sabía que aquella persona lo estaba mirando y era justamente a él a quien pedía ayuda.

Noah dio un paso más hacia el mar, pero luego se volvió entre sus pasos. No podía ayudarlo. Nunca había aprendido a nadar, y el mar y él ya no eran amigos. Habían hecho un pacto de respeto. Él no volvería a molestarlo, mientras que éste no le volvería a arrebatar nunca más nada preciado para él. Parecía un precio justo y lamentaba no poder ayudar a quien tanto lo necesitaba.

— ¡Noah! — logró escuchar en aquella inmensa oscuridad —Noah. — insistía la voz en el mar. Le era conocida, pero no era la de su padre. Era de alguien más. Intento reconocer a la silueta que se ahogaba, pero no podía verlo bien, y las nubes continuaban moviéndose, ocultando a la luna constantemente.

Sintió que todo aquello intentaba decirle algo, aquel sujeto era la respuesta a algo que había estado buscando incansablemente. Dio unos pasos más y el agua mojó sus zapatos, pero aún así continuó avanzando.

— ¡No! — gritó la voz de nuevo —No, vete. — le hizo retroceder —Vete. — gritó ardientemente a todo pulmón, como si no se estuviera ahogando y le faltase la respiración.

Algo en su interior le decía que él conocía la respuesta, que estaba oculta en alguno de las muchas gavetas de su cerebro, pero debía ser de alguno de los ficheros cerrados con llave, porque no había nada más que incertidumbre en su cabeza.

— ¿Noah? — sintió que alguien tomaba su hombro — ¡Noah! — la voz de una mujer se hizo más fuerte y sintió que lo remecían.

Abrió los ojos de golpe, agitado y todo transpirado. Se sentó un poco en la cama. Dafne lo miraba asustada sentada a un costado de su cama con la lámpara de la mesita de noche encendida. Había sido solo un sueño. Respiró profundamente. Un horrible mal sueño.

—Tranquilo, Noah. — Dafne le acarició el rostro empapado en sudor —Fue solo un mal sueño. —

Noah agitado asintió con la cabeza —Lo siento. — miró a Teo que observaba asustado desde la puerta — ¿Estaba gritando? —

—Sí, gritabas el nombre de tu papá. — aseguró Dafne de inmediato. Se dio vuelta a ver a su hijo y le hizo un gesto con la cabeza para que volviera a su cuarto —Descansa. — volvió acariciar a Noah, apagó la luz y se fue también.

 

Por la mañana todo volvió a la normalidad. El comportamiento errático y molesto de Dafne regresó y toda la preocupación que había tenido por la noche se había esfumado.

Desde que había regresado del funeral de su hermano, Dafne no había tardado más de unas cuantas horas en enterarse de lo que había ocurrido en su casa, y pese a que se había enojado y decepcionado mucho cuando lo supo, lo que le colmó la paciencia fue saber que habían llegado al extremo de hacer venir a la policía dos veces en un par de horas. La verdad es que podría haberlo esperado de cualquier persona, más no de su hijo, así que estaba rotundamente castigado hasta nuevo aviso.

Noah jugueteaba con su desayuno mientras Dafne corría de un lado a otro esperando que Teo se tomara su desayuno para poder irse a trabajar. La miraba de reojo para ver las reacciones de su madre, pero en cada gesto solo encontraba molestia, así que sabía que aún no era momento para hablar.

—Vuelve directo a casa después de clases. — le recordó Dafne —No quiero saber que anduviste por ahí con Paul. — dijo más irritada que nunca al nombrarlo.

Él no le contestó, solo bajó la mirada y se echó a la boca una cucharada de avena con leche a la boca.

Teo lo miraba de cerca, imitando todos los gestos de su hermano, lo cual no le hacía ninguna gracia a su madre aquella mañana.

—Date prisa, Teo. — arguyó guardando la lonchera de Teo en su mochila —No imites a tu hermano, o lo más probable es que termines en la cárcel. —

Noah soltó una risotada irónica, pero Dafne lo increpó con la mirada haciéndolo callar.

—Ya te dije que lo sentía, ¿Cuánto tiempo más estarás tratándome así? — dijo con tono desafiante.

—Hasta que te des cuenta de lo que hiciste, ni siquiera tuviste respeto de mi dolor. —

Noah puso los ojos en blanco —Estabas a kilómetros de aquí, ¿de qué manera estaba siendo irrespetuoso contigo? —

Dafne rezongó —Es justamente por eso que sigues castigado. —tomó sus cosas de la mesa lista para irse —Vamos, hijo. — le hablo a Teo que los miraba acongojado —Una hora después que salgas de clases llamare a la casa y más te vale que me contestes. Hoy llegaré tarde con tu hermano así que dejé la cena en el refrigerador. — le besó la frente y se fue.

Se quedó un rato más mirando su desayuno antes de tirarlo al fregadero. Hoy era el único día que podría escabullirse para averiguar algo. Antes de irse se aseguró que las llamadas del teléfono de la casa se desviaran a su celular, así sería el crimen perfecto, y se fue de casa.

Callie ya había regresado a clases, pero Noah notaba que algo no estaba del todo bien con ella. Estaba retraída y solo hablaba cuando alguien le dirigía la palabra. Él había intentado que su amiga le explicara ciertas cosas el fin de semana pasado cuando ella apareció en su casa, pero de alguna forma extraña no le había dicho nada al respecto. Para ella, Paul estaba loco y solo inventaba cosas, así que Noah no tuvo ni siquiera deseos de preguntarle sobre su solicitud a la Universidad creyendo que le dijera que él también estaba loco. Y tampoco se lo había dicho a su mamá, porque no lucía con pretensiones de enterarse de nada que tuviera relación con él.

Al salir de clases se escabulló antes que Callie pudiera verlo y no la espero para acompañarla a casa antes de regresar a la suya. En cambio, tomó una dirección totalmente distinta.

Cuando estuvo frente a la facultad de artes ya no le pareció tan buena idea el estar ahí. Pensó que probablemente nadie pudiera ayudarlo por una simple aplicación a la Universidad. Pero al recordar lo poco cooperativa que estaba siendo la gente a su alrededor, supo que no tenía muchas alternativas.

El lugar estaba atestado de alumnos de la Universidad. Todos se veían tan distintos a cómo veía él a sus compañeros. Todos conversando tan amenamente, y otros tantos corriendo de un lado para otro. El mismo edificio era majestuoso por sí solo, tenía una arquitectura antigua exquisita, pero muy bien conservada, con tantos detalles que se podía pasar un día entero admirando el lugar. Caminó con indecisión hasta que llegó a una portería y preguntó a donde podría ir para que lo ayudasen con su problema.

Ya por dentro era incluso más bello, los pasillos estaban repletos de obras. Noah sintió algo en su interior al recorrer aquellos pasillos, pero no supo describir completamente aquel sentimiento, solo supo que era enternecedor.

Llegó hasta el lugar que le había indicado y quiso golpear la puerta, pero esta se abrió antes de hacerlo. Una mujer de pelo negro recogido en un tomate lo observó y sonrió al reconocerlo.

— ¡Noah, cariño! — sonrió con alegría abriéndole el paso —Me alegra que al fin nos visites. — lo empujó por un pasillo hasta una oficina que parecía ser la suya —Dame un segundo y regreso. — lo dejó sentado frente al escritorio antes que pudiese hablar siquiera.

Tardó unos diez minutos en regresar.

Noah la miró con curiosidad mientras ella hurgueteaba en la oficina —Vengo llegando de mis vacaciones y me doy cuenta que este lugar es un desastre. No podrían vivir sin mí si decido irme por un mes. — dijo entre risas. Él solo le sonrió con amabilidad — ¿Llegó tu carta? — lo miró con alegría —Yo misma me encargue de enviártela. —

— ¿Mi carta? — preguntó confuso, aunque pudo adivinar a que se refería.

Ella lo volvió a mirar y Noah pudo notar la pena en sus ojos —Es cierto, tu accidente. — asintió como recordando de pronto —Casi lo había olvidado. — respiró hondo y se sentó en su escritorio —Cariño, soy Kaia. — puso sus manos sobre el escritorio —Soy la encargada de recibir a los alumnos nuevos en la Universidad. —

Noah la siguió asintiendo de vez en cuando.

—Nos conocimos hace más de un año cuando te trajeron a que conocieras la facultad para ver si te interesaba aplicar a este lugar. — agregó —Y con el trabajo que enviaste en tu aplicación no me quedan dudas que este es tu lugar. — dijo maravillada por algo que Noah no entendía.

— ¿Trabajo, qué trabajo? — arqueó una ceja.

Kaia puso los ojos en blanco y se levantó de nuevo —Espérame aquí. — y salió dejando la puerta abierta.

Un golpe en la puerta tras Noah lo hizo volverse creyendo que era Kaia la que había vuelto demasiado pronto, pero no era ella, era Misha. Ambos se miraron confundidos, sobre todo Misha quien lucía arrepentido de haber golpeado sin antes mirar adentro.

—Noah. — dijo con tono neutro y entró a la oficina. Lucía un traje, igual como lo recordaba las veces anteriores, pero incluso ahora podía apostar de que aquel traje era incluso más formal que los anteriores. Además que estaba perfectamente arreglado y peinado — ¿Qué haces aquí? — se apoyó en el escritorio y lo observó un momento. Lucía severo y lo trataba con excesiva educación.

Noah no contestó de inmediato. Lo quedo viendo un rato, queriendo entender que hacía él ahí, pero también se deleitaba con aquella vista, la cual creyó que no volvería a ver después de las palabras de Misha en el bar. Tomó su mochila en cuanto se avivó y sacó un papel del interior, tendiéndoselo a Misha. Al principio no entendió porque quiso mostrárselo a él, pero no le dio importancia.

Misha sonrió —Quedaste. — leyó con atención el papel —Felicitaciones. —

—Gracias… — bajo la mirada apenado — ¿Y tú? ¿Trabajas aquí? —

Le devolvió la carta —No, solo le ayudo un poco a Kaia. — se encogió de hombros — ¿La conoces? —

—Ella dice que sí… — dijo dubitativo —Tuve un accidente hace un tiempo… y me cuesta recordar algunas cosas. —

Misha lo miró intrigado y hasta un poco encantado.

— ¿Por eso estás aquí? ¿No te acuerdas haber postulado? — miró de reojo la carta y Noah la apretujó en su puño antes de asentir.

Apartó la mirada, le costaba trabajo mantener la mirada con Misha. Éste lo miraba con una fascinación que le perturbaba y no lograba comprender. Se generó un pequeño silencio antes de que Kaia regresará, pero aún así no era aquel silencio incomodo cuando estas frente a un desconocido y no sabes que decir, era simplemente como si las palabras fueran innecesarias. Misha intentaba decirle más en la mirada que en sus palabras y por eso Noah no era capaz de mirarlo. Eran demasiadas emociones juntas.

Kaia regresó con una croquera negra entre sus brazos y aunque se sorprendió de ver a Misha en su despacho, pareció recuperarse con facilidad y lo apretujó en cuanto estuvo lo suficientemente cerca de él.

—Que bueno verte, cariño. — le sonrió a Misha —Te estaba esperando. — miró de reojo a Noah y Misha le hizo una mueca de regreso.

—Puedo volver más tarde si quieres. — le mostró las carpetas que traía.

Ella negó con frenesí —Por supuesto que no. — le tendió la croquera a Noah mientras miraba a Misha —A nadie aquí le molesta que estés presente, ¿O sí? — se dirigió a Noah.

—No, está bien. — le sonrió a Misha antes de aceptar el cuaderno.

Dudó por un momento en abrir la croquera. Toco la portada, recorriendo cada centímetro con las yemas de sus dedos. Sus manos eran capaces de recordar mucho más que su cabeza en esos momentos, y sus manos le decían que ya había tenido ese cuaderno antes en sus manos, podía recordar el tacto al haberlo tocado tantas veces.

Lo abrió con temor, algo en su interior le decía que ahí adentro estaban las respuestas a todas sus preguntas, e incluso a aquellas que aún no se planteaba. Pudo notar que toda la croquera estaba llena de dibujos. La mayoría de ellos eran simples bosquejos, muy pocos tenían un color diferente al lápiz carbón. Sintió un poco de pena al dar vuelta en cada hoja sin poder recordar ninguno de los dibujos.

Había dibujos de paisajes, había otros de personas caminando en la calle, pero ninguno le era familiar. Podía imaginarse sentado en alguna banca dibujando, incluso podía sentir el frío recorriéndolo mientras permanecía quieto por horas trazando líneas, pero no podía evocar el recuerdo exacto del momento en que había hecho aquellos dibujos. No los sentía parte de él, no le pertenecían.

A la mitad del cuadernillo se encontró con un retrato de Callie y se quedó pegado viéndolo. Pasos sus dedos sobre él, pero nada vino a su cabeza tampoco. Continuó hojeando y también había unos cuantos dibujos de su hermano y de Dafne. Incluso había un dibujo de su papá, una copia casi exacta de la foto que había en la casa, pero ni siquiera de ese dibujo pudo recordar algo.

Noah levantó su cabeza acongojado, nada había logrado recordar, pero no había duda que él había hecho esos dibujos.

— ¿Nada? — preguntó Kaia con tristeza en su voz. El negó, pero le sonrió para calmarla —Al menos sé que tengo talento. —

—Te recuperaras y te irá excelente el próximo año aquí. — le alentó Kaia.

Noah se levantó de su silla y le devolvió la croquera.

—Quédatela. — la rechazó —De todos modos, se los debemos regresar a todos los alumnos. —

—Gracias. — lo guardó en su mochila —Gracias por su ayuda. — se levantó de la silla e intentó escabullirse lo antes posible —Nos vemos. — se despidió moviendo su mano.

—Nos vemos. — dijo Kaia con cariño.

Se paseó un rato por la Universidad, mirando lo que podría ser su futuro. Por primera vez en mucho tiempo se permitió pensar en lo que podría ser y no simplemente en lo que era.

Aunque la verdad era que no estaba seguro que pudiera darse aquel lujo. Su mamá siempre le dijo que debía continuar sus estudios, que debía hacer el recorrido completo, pero el dinero en casa no reflejaba las palabras de Dafne, y si ella no sabía de su postulación a esa Universidad significa que no iba a ser posible en el corto plazo.

Su teléfono sonó. Era ella llamando a la casa.

—Estoy aquí. — contestó con su voz más neutra posible, tratando de esconder su emoción por lo que observaba.

Se escuchó un ruido del otro lado —Nos vemos a la noche. — dijo con voz seca y cortó. Aún estaba muy dolida con él.

Soltó un suspiro y se quedó viendo la pantalla del celular.

— ¿Dando las buenas noticias? — la voz sobre su hombro lo sobresalto.

Se giró con su corazón latiendo a mil por hora. Era Misha otra vez.

—Si continúas apareciendo en los mismos lugares que frecuento empezaré a creer que me estas siguiendo. — dijo jocosamente para evadir la llamada.  

Misha soltó una risotada —Eres tú el que aparece donde yo estoy. — levantó la mano e hizo un gesto como si enumerara —Yo había llegado primero a la galería ese día de lluvia. — levantó el segundo dedo —También llegué antes al bar. — sonrió —Vengo todas las semanas a ver a Kaia. — puso cara de ofendido —Yo diría que tú me sigues a mí. —

Noah no pudo evitar reírse, lo cual pareció alegrar a Misha.

—Tal vez comience hacerlo enserio. — advirtió.

Misha volvió a sonreírle e hizo un ademán de querer volver hablar, pero el sonido de su teléfono lo interrumpió —Lo siento. — lo sacó y contestó sin mirar la pantalla —Te llamo luego. — y colgó — ¿Tienes que ir a algún lado? — volvió su atención a Noah.

—A mi casa. — empezó a caminar hacia la salida —De hecho, debo irme ahora. — dijo con un poco de pena.

De verdad creía que alguien allá arriba le odiaba, porque nunca en la vida lo castigaban y la primera vez que lo hacen aparece un apuesto hombre que parece sacado de una revista para preguntarle si tenía planes y él no podría haber contestado algo más patético que el tener que ir a casa.

Misha lo siguió de cerca —Podría llevarte. — dijo con tono casual encogiéndose de hombros.

—Vivo cerca de aquí. — mintió —No te molestes. —

— ¿Seguro? —

Misha lo tomó del brazo y lo atajó a la salida de la facultad. Sus palabras sonaban como si supiera que mentía, lo cual le erizó la piel.

—No quiero molestarte. — reconoció

Él bufó de vuelta y caminó con Noah tomado del brazo —Niñerías. — llegó a la vuelta de la facultad y sacó las llaves de su auto.

— ¿Qué auto es este? — dijo casi sin aliento por la impresión.

Misha entro al auto y espero a Noah.

—Es un Bugatti Galibier. — contestó con simpleza, incluso parecía un poco irritado con la pregunta.

—Lindo… —

—Es de mi jefe. — le explicó —No creo que llegue a tener tanto dinero algún día como para comprarme un auto así. —

—Debo sentirme bendecido entonces por poder subirme a uno. — se rió.

Misha correspondió la risa.

—Dime a dónde vamos. — aguardó con las manos en el volante.

—Vivo al otro lado de la ciudad, camino al aeropuerto. — sonrió enseñando los dientes, pero Misha no pareció sorprenderse.

—Creí que vivías cerca. — y se echó andar en las calles.

El auto parecía volar. Noah sintió que el viaje fue demasiado corto y la mayor parte del viaje Misha se la paso hablando por teléfono con sus manos libres. No parecía a gusto haciéndolo, pero ante la insistencia de las llamadas no parecía tener otra alternativa.

Noah le indicó por donde ir cuando estuvieron cerca y Misha se manejó perfectamente por el lugar.

—Disculpa haber tenido que contestar. — tiró el teléfono entre ambos asientos.

—No te disculpes, es tu trabajo… supongo. — se encogió de hombros. Sabía que era el momento de llevar su mano a la puerta y abrirla, bajarse y olvidar que aquello había ocurrido, pero su cuerpo parecía no estar dispuesto a seguir las ordenes de su cerebro.

— ¿Puedo verte de nuevo? — le preguntó con su mejor sonrisa —A menos que tengas que volver a casa todos los días. — bromeó.

Noah se mordió el labio y no puedo evitar asentir pese a su castigo —Mañana. — prometió acallando todo lo que su mente pudiera estar advirtiéndole.

Misha pensó un momento —Mañana tengo que ir a la galería, te espero allá. — le quitó el seguro a las puertas y Noah la abrió de inmediato.

—Gracias. — cerró la puerta y se quedó con la mano en la manija de la puerta.

Misha bajó el vidrió.

—Creo que no tendrás problemas. — miró la casa que estaba a oscuras.

Noah se volvió a reír.

—Creo que también necesitare un policía que me mantenga informado sobre lo que haces. — dijo fingiendo indignación.

—Es un lujo que pocos podemos darnos. — le guiño un ojo —Ve. — le dijo subiendo el vidrio. Noah se despidió con la mano y caminó hasta la casa, con la seguridad que alguien lo observaba a sus espaldas.

Tenía una cita mañana y no sabía cómo se las arreglaría aun para ir. Sin embargo, eso no fue suficiente para quebrantar su inmensa felicidad. Cuando Dafne llegó por la noche, con su hermano, lo notó extraño. Demasiado feliz para estar castigado.

—La finalidad de los castigos son que te aflijan, no que te hagan feliz. — le dijo en un momento mientras preparaba todo para el siguiente día.

Noah no le dijo nada. Sabía que la mejor forma para que Dafne le levantara pronto el castigo era el silencio, hacerle creer que ella tenía la absoluta razón y que el silencio era muestra de respeto. Así bajaría la bandera de guerra antes de lo esperado. Más no creía que fuese posible que le levantara el castigo antes de su cita.

Teo entró al cuarto de Noah cuando Dafne se había ido a bañar antes de dormir. Su hermano se veía algo nervioso y apesadumbrado. Se sentó en la cama con algo en sus manos. Noah se despegó de su escritorio y se acercó arrastrando la silla.

— ¿Qué ocurre? — preguntó preocupado. Teo suele ser un niño feliz, casi sin preocupaciones y que tenga esa mirada nerviosa le inquietaba de sobremanera a Noah.

Teo lo miró indeciso.

— ¿Sabes que puedes confiar en mí, cierto? — preguntó con voz sosegada. Su hermano no era del tipo de personas que escondía cosas y menos que hicieran cosas malas.

—Sí. — asintió apretando lo que tenía en sus manos. Parecía ser un libro —Yo… — miró a la puerta, temeroso de que Dafne pudiese entrar.

—Teo. — llamó su atención un poco inquieto —Todo está bien, puedes confiar en mí. — una gota de adrenalina empezó a recorrer su cuerpo. Algo le decía que era importante.

Su hermano miró al suelo con tristeza —Mamá dijo que no debía hablar de esto porque haría que te pusieras triste… — apretó de nuevo el libro —Pero anoche mamá dijo una mentira. — agregó contrariado —Y ya no estoy tan seguro que te ponga triste hablar sobre eso. —

— ¿Anoche? ¿Cuándo me despertó de mi pesadilla? — preguntó para poder situarse en el momento. Teo asintió y volvió a echar una mirada a la puerta — ¿Qué dijo mamá que fuera mentira? — preguntó intrigado.

Teo vaciló un momento —Dijo que llamabas a papá en tus pesadillas. — murmuró bajito.

Noah hizo un recuento rápido para recordar exactamente lo sucedido, pero el sueño se había disipado casi por completo para el amanecer — ¿No llamaba a papá? — buscó la mirada de su hermano.

Teo negó con la cabeza y le tendió el libro. Era el Principito, el libro favorito de Teo. Noah lo tomó en sus manos, pero no entendió lo que intentaba decirle. Lo abrió e hizo que las hojas pasaran rápido buscando algo que pudiera estar adentro. El libro se quedó abierto en la mitad. Había una foto ahí.

—Mamá me hizo darle todas las cosas que te pudieran hacer recordar. — le tomó el brazo antes de que viera la foto —Pero yo escondí esta porque yo no quería olvidarlo como tú. —

Lo miró confundido. Estaba agitado, como si supiera que en esa foto estaba la llave a todas las dudas que tenía estas últimas semanas. No quiso ver la foto de inmediato.

— ¿A quién llamaba anoche, Teo? — tomó la foto sin voltearla.

Su hermano al fin alzó la mirada y lo contempló lleno de culpa —Llamabas a Misha. —

Todo en su interior se apretujó. Todo se volvió un mar de confusiones. Dio vuelta la foto con cierto temor, con la mente en blanco. Sin dar crédito a lo que estaba a punto de ver. Sin tener ni la más remota expectativa al respecto, pero en cuanto vio la foto no hubo dudas. Era Misha. Y además estaba él en la foto y su hermano Teo. Todo fue muy claro por un momento en su cabeza.

Fue un día soleado, mucho antes de que tuviera su accidente, mucho antes que algo en su interior se rompiera. Podía sentir y recordar mucha felicidad, mucha dicha.

Hacía calor, y aunque solo era un recuerdo, podía sentir los rayos de sol sobre su cabeza, sobre todo su cuerpo, nutriéndolo, y quemándolo al mismo tiempo.

Sentía tanta paz, y de pronto imágenes fugaces de su hermano durante ese día. Corriendo y jugando a su alrededor, como una abeja frente a una flor, revoloteando encantado con su helado. Gritando al ver cosas emocionantes y retorciéndose cuando no estaba de acuerdo en algo, pero al final de todo se le veía feliz. Y él ya no recordaba a su hermano así de feliz.

De pronto sintió un extraño calor en su mano. Como si todo aquello fuera un rompecabezas, y pieza por pieza le iba dando alguna sensación nueva. Aquella nueva pieza le provocaba un cosquilleo que comenzaba en su mano y acababa en la punta de los dedos del pie. Era el contacto humano, era la mano de alguien. Noah intentaba ver la figura que lo acompañaba. Era un sueño recurrente en su cabeza, pero ahora estaba todo claro. Ya no había confusión. Podía ver perfectamente la silueta de aquel sujeto. Era Misha y le sujetaba la mano mientras caminaban. Podía verlo sonreírle igual como lo había hecho hacia un par de horas… pero ahora le parecía tan falsa… el recuerdo se diluyó al tener aquel pensamiento.

Fue una revelación total. Parecía incluso irreal. Misha, ese tipo desconocido que había conocido hace casi nada pertenecía a su pasado. No lograba comprenderlo del todo. Pero había incluso algo más que le helaba la piel. Si todo lo que Teo le decía era verdad, Dafne ya sabía que él era gay, ¿Cómo era posible eso?

— ¿Mamá sabe que Misha y yo…? — no pudo terminar la frase. No podía imaginar en su cabeza una relación que no recordaba.

Teo comprendió de igual forma —Le contaste a mamá que te gustaban los hombres cuando trajiste por primera vez a Misha a casa. —

Noah se mordió el labio —Lo traje a casa. — significaba que era algo serio.

— ¿Estás bien? — Teo tocó su hombro, pero Noah ya no pudo responder nada más.

Notas finales:

Nos vemos la próxima semana!


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