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Almas en Silencio por Amii

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Notas del capitulo:

Espero que hayan disfrutado los capítulos anteriores, y este, que ya es un poco más extenso sea de su agrado.

Muchos cariños =)

"¿Qué significa "pasado" cuando todo sigue tan vivo en la memoria?"

 

Se hacía tarde y estaba empapado, pero aun no podía volver a casa, no en el estado en que estaba. Ya no sabía si tiritaba por el frío o por todos aquellos sentimientos que lo recorrían. Había sido demasiado, y siempre tuvo la esperanza de que esos recuerdos jamás volvieran. Al menos George siempre había conseguido ahuyentarlos.

Apoyo sus brazos en sus piernas y dejo caer la cabeza. Como odiaba que George se hubiera muerto. Quería que volviera solo para poder tener el placer de ser él quien lo matara.

Había caminado no muy lejos de la consulta de Emily. Se sentía perdido y un poco desorientado en una ciudad tan grande. Además, todo parecía darle vueltas. Solo había sido capaz, dentro de su poca conciencia, de buscar refugio en el único lugar que parecía que nadie lo iba a molestar.

—A las nueve cierra la exposición. — paso dando aviso un guardia del lugar. Noah miró un reloj que había en medio del lugar, eran las ocho y media. El tiempo había volado y ni siquiera se había dado cuenta. Se volvió a girar y observó la pintura que estaba frente a su banca.

— ¿Te gusta Nardi? —

Noah no contestó. Ni siquiera sabía que le estaban hablando a él. Tenía su mirada perdida en el cuadro que estaba frente a él. Lo único que lo despertó de su ensoñación fue la sensación de que alguien lo observaba, una extraña sensación que le erizaba la piel por completo. Miró de reojo a un lado y solo vio a la poca gente que había caminando por el lugar, luego miró al otro lado y vio a un hombre sentado al otro extremo de la banca. Tenía un libro en sus manos, parecía que solo se había detenido de leer para hablarle.

— ¿Nardi? — preguntó al final un poco confuso. Se irguió en la banca y lo contemplo desde la misma altura.

—Ernesto Nardi. — hizo un pequeño movimiento con su libro, queriendo apuntar el cuadro que había en frente.

Siguió la dirección del libro y volvió a la pintura. Debajo de esta decía “Locus” por Ernesto Nardi.

—Emmm… si… — contestó un poco confundido y avergonzado. La verdad es que había estado viendo el cuadro por mucho rato, pero en realidad no estaba mirando nada. Su mente estaba perdida en sus recuerdos, y sus ojos estaban simplemente perdidos en el mundo.

El sujeto sonrió al descubrir su mentira. Noah bajó la mirada apenado — ¿Te encuentras bien? — su voz parecía preocupada, un poco más de lo convencional.

Le sorprendió la preocupación y amabilidad del hombre. Había estado ahí casi toda la tarde, y la mayoría de las personas simplemente preferían pasar a su lado e ignorar que tal vez otro ser humano estaba en problemas —Estaré bien. — le sonrió.

Volvió a mirarlo. Era alto bien parecido, y lucía aun joven, aunque mayor que él. Tenía su cabello castaño y los ojos azules. Su ropa consistía en una chaqueta media de gabardina que estaba sin abrochar y se podía ver su camisa blanca y una corbata negra ya suelta en el cuello por el pasar del día. Sus jeans eran negros al igual que los zapatos.

—Vas a resfriarte si sigues aquí con esa ropa mojada. — miró de reojo la ropa que Noah traía.

Asintió. No sabía cómo explicarle que no deseaba volver a su casa, o al menos no así —Sería una magnifica forma de cerrar el día. — comentó con ironía.

—Siempre puede ser peor. — se levantó de la banca, se quitó la chaqueta y se la dejó caer sobre los hombros. Éste quiso regresársela, pero no se lo permitió —Todos necesitamos un poco de ayuda de vez en cuando. — se paró frente al cuadro un último momento y miró a Noah antes de irse —Vete pronto a casa. — puso su libro bajo el brazo y se fue así tan simple, con solo una camisa cubriéndolo y afuera el cielo cayéndose con la tormenta.

La chaqueta tenía un suave olor que despertó sus sentidos. Noah la olisqueó un rato distraido, sin darse cuenta de lo que hacía realmente. Algo lo embargaba, aquel aroma se le hacía terriblemente familiar, pero no podía recordar de dónde provenía aquel sentimiento, y no era raro porque desde hace mucho tiempo que todo le era difícil de recordar porque así le era más fácil también el reprimir malos recuerdos.

A las nueve tuvo que irse y el viento y la lluvia le hicieron sentir pena por el sujeto que le había dado su chaqueta. Ya no parecía un día de otoño, era más bien pleno invierno y aun había un poco de gente que corría por la calle para no mojarse. Él solo caminó. Con su música le bastaba en esos momentos para terminar de calmarse y así llegar más sosegado a casa.

Aunque lo único que encontró ahí fue una nota de su madre en la mesita de entrada, sobre un marco de foto, y decía: “Salimos a cenar. Te esperamos, pero Teo tenía mucha hambre. Llámame si quieres que te lleve algo de comer. Te ama, mamá”.

Arrugó la nota y la tiró a un lado. Miró la foto en el marco, era su padre. El único recuerdo que tenía de él. Era una foto muy vieja, cuando él aún era muy joven, probablemente tenía uno 25 años, y también era una de las últimas fotografías que había de él, porque no vivió muchos más años.

Se quitó la chaqueta en su cuarto y se tendió en su cama con ella a un lado. Aun la seguía oliendo, quería saber de dónde venían esos recuerdos que se agolpaban en su cabeza sin poder darles una forma. Podía sentir como su cuerpo se erizaba ante ellos. Sabía que eran buenos recuerdos, pero no podía, trataba, pero no lograba traerlos de regreso. La apartó con impotencia, lo único que había en su cabeza en esos momentos era el rostro de ese sujeto, con su sonrisa perfecta, diciéndole que las cosas podían ser peores. Se sonrojó de solo pensarlo, pero la verdad es que era guapo, y probablemente sería riquísimo oler aquel perfume directamente de su cuello.

Pero jamás sucedería algo así. Ni siquiera le había preguntado su nombre, ni él le había dicho el suyo. ¡Que tonto!, pensó. Le había dado su chaqueta y ni siquiera le había dado las gracias, de seguro iba a tener tiempo para decirle “¡Ey me llamo Noah, llámame!”. Se revolvió en la cama avergonzado por pensar tantas idioteces. Hasta que simplemente se durmió.

A las diez sonó su teléfono. Lo rebuscó adormilado en su cuerpo, pero dejo de sonar antes de dar con este. Se removió en la cama, y sintió como el mundo le daba vueltas. La cabeza lo estaba matando. Puso sus manos en las sienes intentando apaciguar el dolor. Todo por culpa de dormirse con ropa mojada. Tenía un cobertor encima, pero se notaba que no se habían tomado muchas molestias al verlo dormido sobre las frazadas. Solo pudo pensar que ya estaba demasiado viejo para tantas preocupaciones.

Revisó el teléfono. Era Callie, su mejor amiga. Pero no le devolvió el llamado. Salió desganado de su cuarto buscando vida en la casa. El televisor estaba encendido, pero no había nadie viéndolo. Llegó hasta la cocina, donde se oía otro tipo de bullicio. Ahí estaba Dafne peleando con Teo para que se comiera su desayuno, al igual que todos los sábados, una lucha eterna.

—Buenos días. — besó la mejilla de su madre y saludó a Teo chasconeando su cabello.

—No quise despertarte anoche. — Dafne lo siguió con la mirada mientras se preparaba desayuno —Hace mucho tiempo que no te veía sonreír mientras dormías. — dijo contenta.

Noah frunció el ceño desconcertado —No recuerdo lo que soñé. — confesó desilusionado —Pero de todas formas gracias, me dormí con la ropa mojada. — se hecho una cucharada de cereal a la boca, pero la mirada horrorizada de Dafne le impidió tragar.

—Perdona cariño, no me di cuenta. — se tapó la boca con una de sus manos y con la otra sujeta a Teo para que no huyera al televisor.

—Da igual, las neumonías se superan. — bromeó.

—Debiste cambiarte antes de tirarte a la cama. — le reclamó —Tú tuviste la culpa. — intentó no sentirse tan culpable, pero se sentía fatal en realidad. Noah se encogió de hombros y siguió comiendo — ¿Cómo te fue ayer? — soltó a Teo al fin y se sentó con más calma en el desayunador para oír a su hijo mayor.

—Estuvo bien. — no deseaba entrar en detalles. Nunca había tenido que hacerlo con George.

— ¿Te agradó la nueva psiquíatra? — inquirió con desconfianza —Tú querías un doctor. —

Noah hizo una mueca al recordarlo —Me es más fácil mentirle a un hombre que a una mujer. —

Dafne carraspeó —No pago para que tú vayas a mentirle a un psiquiatra. Vas para que estés mejor. — le recordó medio enserio, medio en broma.

—Estoy bien, ya no necesito ayuda. — arrastro las palabras como un niñito enfurruñado —Con George hubiera sido la última sesión. —

—Pero el doctor Harrison ya no está para ayudarte. —

—Gracias por recordármelo. — sus ojos se pusieron tristes —Tienes mucho tacto para este tipo de temas. — alejó el plato de cereal de su vista.

—Lo siento, cariño. — trató de alcanzar la mano de Noah, pero éste la aparto sin notarlo —Es solo que tú no parecías tan cercano a él. Siempre rogabas que fuera la última sesión. —

—Eso no significa que lo odiara. Era un buen sujeto, y no merecía morir de esa forma. Asesinado. — repitió las palabras de Norma. Su madre lo miró confundida, y recordó que no le había contado de la idea macabra de Norma y de lo asustada que estaba cuando fue a buscarlo. Se paso el resto de la mañana contándole de sus ideas conspirativas.

Cuando Dafne decidió comenzar con la labores de la casa, Noah supo que era momento de desaparecer de su vista antes de que decidiera que sería su esclavo durante el resto del día. Se fue al sillón junto a Teo que no paraba de cambiar de canal.

—No hay nada bueno. — se quejó al sentir a Noah a sus espaldas.

—Solo deja algo y ya. — le aconsejó.

Dejó de apretar el mando y quedó en un canal nacional. Estaban pasando noticias del medio día. Le quitó el control y la iba a cambiar cuando reconoció el lugar en el que estaban trasmitiendo una noticia. Era la sala de arte en la que había estado anoche, y al parecer había habido un robo. Le dio más volumen para escuchar al periodista.

—Un cuadro avaluado en cinco mil dólares… — dijo el sujeto —Y hay que recordar que Locus no es el primer cuadro de Ernesto Nardi que es robado en los últimos meses. Contando éste, serían siete los cuadros robados de Nardi, por lo que se baraja la teoría que se trata de un admirador acérrimo de este pintor. —

—Nardi… — murmuró queriendo recordar de donde le venía, pero no tardó ni un segundo en venirle a su cabeza el rostro del hombre de ayer — ¡Oh Dios! Yo estuve frente a ese cuadro ayer. — dijo eufórico. Teo lo miró sin mucho interés —Que raro que lo robaran, no era tan lindo. —

Cambio de canal y también estaban pasando la noticia.

—El robo fue efectuado entre las 9:05 y las 9:15 de la noche, después de la primera ronda al cerrar la sala de arte y antes de la segunda. — Contaba la periodista —La policía tiene sus sospechas de los posibles implicados, pero han sido renuentes a hablar del tema para no alertar a los ladrones, pero sin duda que se trataría de un acto mandatado por el conocido mafioso Fedro Waldorff. Las razones y el modo de efectuar el robo están siendo investigados, pero se descarta informar a los medios de comunicación. —

Volvió a cambiarla y dio con dibujos animados.

—No la cambies. — gritó Teo y se abalanzó sobre él para quitarle el mando a distancia. Noah no lucho, se lo entregó y se fue a su cuarto. Aun le parecía un poco raro el haber visto una pintura antes de ser robada. Y probablemente jamás iba a ser recuperada, así que había sido uno de los últimos afortunados en contemplarla.

 

Su teléfono tenía más mensajes de Callie. Se rió con cada uno de ellos. Quería saber cómo le había ido con Emily, porque ese día tenía ella su cita con la psiquiatra.

—Sobrevivirás. — escribió en whatsapp.

No tardó mucho en aparecer ella —Cuéntame. — exigió ella.

Se habían conocido de manera muy peculiar. Ambos eran pacientes de George y la verdad era que su madre no aprobaba que él se juntara con gente con problemas, por lo que no le agradaba que viera a Callie. Siempre le decía que le debía bastar con sus propios problemas, así que no debía andar buscando el de los demás. Pero su amistad fue inevitable. Desde el momento que se conocieron estuvieron unidos para siempre.

Ella era mucho más extrovertida que Noah, sobre todo cuando éste tenía apenas 14 años. Prácticamente no hablaba y la primera vez que Callie lo vio no paro de parlotear durante todo el tiempo que tuvo que esperar a George. Se había flechado de Noah, y no para de decirle lo lindo que era. Éste por su parte simplemente se avergonzó y se escondió entre las revistas viejas de la sala. Fue la única vez que Noah se sintió tan agradecido de que George lo hiciera pasar a la consulta. Sin embargo, volvieron a encontrarse y Noah ya no pudo huir más de ella.

—Podríamos vernos después de mi cita. — le escribió Callie después que Noah le contara de su sesión. Aunque obviamente tampoco le mencionó a ella como había terminado todo.

—Te espero en la heladería que esta a unas cuadras de la consulta. Esta frente a la sala de arte que robaron anoche, así que si no te ubicas, busca a la policía. Y ahí estaré. — escribió.

 

Aun falta media hora para que Callie saliera de la consulta, pero ya estaba de camino a encontrarse con ella. Sentía curiosidad por ver en que estado estaba la sala de arte, y para su gran desilusión ya no había policía, ni había cintas policiales, ni agujeros en la pared. De hecho la galería estaba abierta como cualquier otro día. La gente se paseaba como si nada hubiese ocurrido.

Miró la hora en su teléfono, y como aun tenía tiempo, entró. Se aseguró de tener aún la chaqueta bajo el brazo. Lo primero que vio fue el espacio vacío de donde se encontraba “Locus”. Solo se podía ver una etiqueta con el nombre del autor y del cuadro. Se sentó en la banca frente al gran espacio vacío, el mismo lugar en el que se había sentado anoche. Dejo la chaqueta a su lado y la miró un rato. No comprendía del todo lo que estaba haciendo. Tenía la vaga esperanza de que el sujeto estuviera ahí ese día, pero entre más lo pensaba, más idiota encontraba sus ilusas expectativas.

Tomó de nuevo la chaqueta. Ya no tenía ningún olor. Sus posibilidades de recordar aquello que se agolpaba en su cabeza se habían ido al igual que el aroma. Y debía reconocer que deseaba volver a encontrar a ese hombre para tener otra oportunidad de sentir ese olor. Eso era lo único que permitía ocupar su mente. Sabía que al momento en que lo dejara ir volvería a pensar en lo que había pasado en la consulta, e inevitablemente tendría que recordarlo a él junto con todo aquel tormento que vivió en su niñez.

Su teléfono comenzó a sonar. Era Callie.

— ¿Ya saliste? —

—Estoy en la heladería, ¿Dónde estás? — su voz sonaba un poco agitada.

—Al frente, en la galería. Voy para allá. — dijo levantándose.

—No. — la voz desesperada de Callie lo asusto —Voy yo. — le cortó.

Apareció a los minutos después buscándolo con la mirada. Noah le hizo un gesto y aguardó sentado. Callie se dejo caer sobre la banca y resopló.

—Esa mujer me va volver loca de verdad. — su voz sonaba enojada, pero en sus ojos se podía ver el miedo. Un miedo que Noah conocía muy bien, y que estaba directamente relacionado con los recuerdos. Ella también luchaba por huir de sus recuerdos —Quiere que hablemos de mis padres. — soltó al ver que Noah solo la miraba — ¿Te puedes creer? —

—Por eso ibas a ver a George, es lógico que quiera hablar de eso. —quiso calmarla, pero ella seguía enfadada.

— ¿De qué quiso hablar contigo? — ladeó su cabeza y lo miró con curiosidad.

Noah se puso pálido en cuestión de segundos —De mi papá. — obvió la respuesta lo más rápido que pudo.

— ¿De verdad hablaron de tu papá? — arqueó una ceja.

—Ese fue el motivo por el que fui a ver a George desde el principio. — le recordó.

—No volvieron a Atenas por eso, ¿o sí? —

Se levantó de la banca y tomó la chaqueta —Vamos, Callie. — la regañó —Vine a buscarte para que pasaras el mal rato con la psiquiatra y tú quieres revivir mi mal rato. —

Se levantó y se disculpó con la mirada —Tienes razón. Vamos a beber algo. — propuso tomando del brazo a Noah.

—Me sentaría bien. — le sonrió agradecido por terminar de hablar sobre Emily.

— Y dime. — lo miró inquisitivamente cuando salieron a la calle — ¿Por qué traes dos chaquetas? — apuntó a su otro brazo. La otra la traía puesta.

Él también la miró aunque ya casi la conocía de memoria —Pensé que podría devolverla. —

— ¿De quién es? — continuó mirándolo. Noah se encogió de hombros — ¿Cómo es eso? — frunció el ceño.

—Ayer pasé a la galería después de ver a Emily. Estaba empapado y alguien se apiado de mí y me dio su chaqueta. — le contó.

— ¿Y no te dio su nombre? — Noah negó — ¿Y tú no se lo preguntaste? — volvió a negar.

—Supongo que no esperaba que se la devolviera. —

Callie puso los ojos en blanco —Me quedo claro que interactuaste mucho con el sujeto. — se burlo —La relaciones sociales sin duda que no son lo tuyo. —

Noah solo se rio. Ella siempre se quejaba de la poca interacción que él tenía con otras personas. Pero él creía que ella era demasiado comunicativa y simplemente exageraba cuando se refería a él.

Comenzaba a oscurecer cuando llegaron al bar Blue Castle. Callie lo empujó adentro a regañadientes después que él notó al lugar al que quería meterlo.

—Tenía que ser aquí. — se dejo caer sobre uno de los asientos del fondo del local.

—Es el mejor, supéralo. — se sentó al otro lado y llamo con su mano a alguien —Una cerveza y te olvidaras de lo desagradable que te resulta este lugar. — le prometió con una gran sonrisa.

—Hola chicos. — se acercó un sujeto vestido con unos jeans, camisa y zapatillas negras — ¿Qué les sirvo? —

—Hola Peter. — dijeron los dos al mismo tiempo —Lo de siempre. — propuso Callie mirando a Noah quien aceptó sin mucho interés. Peter se fue sin anotar nada en su libreta.

—Parece que será una gran noche. — Callie se quitó la chaqueta y miró emocionada todo el local.

Iba a contestarle con alguna broma pesada, pero justo cuando iba abrir su boca lo supo. Entendió porque necesitaba devolverle la chaqueta al sujeto, recordó de donde venía ese aroma. Sus recuerdos fluyeron con tanta facilidad por su mente. Solo necesitaba un último empujón para recordar, y aquel bar era la respuesta. Ahí había conocido a su novio Ike, y en ese mismo lugar se entero que él jamás iba a regresar. Todos sus recuerdos en torno a él estaban enterrados en ese lugar, igual que ese aroma, o al menos eso parecía creer.

Tomó la chaqueta y la olisqueó otra vez. Ya casi no se percibía el olor, pero aún estaba ahí. Y la silueta de Ike apareció en su mente, y eso le hizo sonreír. También había soñado con él, podía recordarlo, por eso Dafne lo descubrió sonriendo mientras dormía. Era porque Ike aún estaba con él.

Peter volvió con sus tragos. Una cerveza para Noah y un hada verde para Callie.

— ¿Estás segura que quieres beberte eso tan temprano? — le dio un sorbo a su cerveza mientras miraba un poco consternado a Callie.

Ésta tomó su trago y lo ignoro —Hay que comenzar bien la noche. — le sonrió después del tercer sorbito.

—El problema es que aún no es de noche. — le recordó —Tomate eso más tarde. — Le detuvo el brazo cuando quiso volver a beber —Te traeré una cerveza. — le alejó el trago.

—Tú sí que sabes ser un agua fiesta. — se quejó enfurruñada

—Con solo mirarlo creo que ya me embriagué. — bromeó. La dejo en la mesa mientras iba por unas cervezas. Se apoyó en la barra a esperar que Peter se desocupara.

De pronto sintió una respiración cerca de él. Había mucha gente en el local, y mucha bulla, además de mucho transito por la barra, así que lo ignoró. Aunque cuando tomó una bocana de aire, aburrido de esperar a Peter, reconoció aquel aroma nuevamente.

Se dio vuelta instintivamente —Ike… — murmuró en un pequeño transe de ilusión. Pero no era Ike, era el sujeto de la noche anterior, y aún tenía la misma sonrisa optimista de ayer.

Notas finales:

Al fin! Ya apareció el otro protagonico :)


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