El primer trimestre de Kyungsoo en el internado pareció un siglo. No uno muy agradable dado que sus costumbres eran otras muy distintas al lugar, sumado a que el cumplir tareas diarias no era algo a lo que estaba acostumbrado.
A la tercera semana de su llegada pasó algo que lo dejaría marcado por el resto de sus días en el internado.
Kyungsoo había oído muchas cosas de Kim Hyun Joong, el director de la escuela. Ninguna lo suficientemente buena como para convencerlo que era una buena persona. Finalmente el moreno tuvo oportunidad de conocerlo.
Un día de lluvia, se hallaban todos en la sala de descanso, jugando algunos a juegos de mesa, haciendo otros la tarea o leyendo. Kyungsoo era de los que hacían la tarea. Finalmente, el tan nombrado señor Kim Hyun Joong, entró en la sala. Era tan alto, tan imponente, que Kyungsoo se sintió mucho más pequeño de lo normal y extrañamente intimidado. El aura de aquel hombre no era para nada amable o bondadosa.
-Profesor Jungsoo.- dijo, con una voz grave y queda.- ¿Llegaron los cuadernos nuevos para los estudiantes? Espero que sean de su agrado, los elegí personalmente. Procure no darle más de uno a cada estudiante, no debemos dejarles pensar que porque se les puede sustituir el cuaderno, pueden ser descuidados.
-No los he visto, pero si usted los ha elegido, deben ser de calidad.- Kyungsoo observó como Leeteuk se ponía de pie de su lugar junto a los chicos de tercer año. A pesar de ser una cabeza más bajo que aquel hombre, podía distinguirse con facilidad como su aura, completamente opuesta a la de Hyunjoong, era igual de grande. También podía notarse la tensión entre ambos, y hasta cierta rivalidad.
-Qué bien. Hay algo que tengo que hablar con el cocinero, al parecer a los niños se les ha dado una ración de más de arroz y leche el otro día.
-Eso ha sido por orden mía, señor. El desayuno de ese día estaba tan asqueroso, que los niños no pudieron probar ni un bocado. No los podía dejar ayunar a esas horas, así que mandé a servir arroz y leche.
-Profesor Jungsoo, en esos casos debe enseñarle a los niños a resistir, puesto que cuando crezcan, y por algún motivo se den cuenta que no pueden desayunar todos los días debido a la escasez, no sabrán que hacer.
-Son mis alumnos, yo sabré qué darles y qué no.- Kyungsoo, escondido detrás de su libro de matemáticas, observaba aquella batalla de titanes.
-Pues bien… También he revisado la ropa de los alumnos. Se han cambiado dos veces esta semana.
-Estamos en el siglo XXI, deberían cambiarse todos los días. Esa también fue orden mía. Son niños, no pueden estar sin cambiarse la ropa a esta edad, por más que se duchen a cada hora.- A Leeteuk la sonrisa de la cara no se le borraba ni por un segundo, y su formalidad era digna de ser admirada, por lo que el director no podía reprochar ni quejarse.
En esos casos, Kyungsoo había oído que se entrañaba con los alumnos, y que cuando hacía sus visitas, era mejor pasar desapercibido.
-También he visto que sus niños tienen el pelo demasiado largo. En esta institución, en donde se enseña a ser pulcro y ejemplar, eso no está permitido. La semana que viene vendrá el peluquero para poner en regla todo esto. ¿Y por aquél niño tiene la piel así de blanca?
-La piel de Do Kyungsoo es así naturalmente.- respondió con calma Leeteuk.
Al escuchar su nombre, Kyungsoo se sobresaltó, haciendo caer su libro y sus lápices al suelo.
-¡Pero qué descuidado! ¡Ven pasa al frente!- ordenó Hyunjoong. La sala había quedado en silencio, y Kyungsoo podía ver como todos los ojos estaban clavados en él.- ¡Pero mira a este niño! ¡Si podría hasta pasar por niña! ¿Te parece bien ser así?- Kyungsoo abrió sus enormes ojos como platos. Debía decir algo en su defensa, pues no era culpa suya haber nacido con aquel cuerpo, pero ni un sonido salía de su garganta.
-Qué suerte la mía…- pensó.
-Niños, ¿qué les he dicho sobre tener la piel cuidada y poner tanto empeño en la apariencia?
-Que eso lleva al pecado. Lleva a la lujuria.- respondieron todos al unísono.
-¿Creen que tener la piel tan blanca y ser tan atractivo a los ojos como Do Kyungsoo está bien?- hubo un silencio general y luego un murmullo de reprobación.
-Qué repugnante.- oyó Kyungsoo decir a uno de sus compañeros de curso.
-Entonces… ¿deberíamos castigarle para que aprenda a que no debe ser así?- Kyungsoo, cuyo cuerpo estaba inmóvil pero cuya mente rebullía, notó lo lacio del cabello del director, teñido de castaño. El hombre debía rondar los 25, y vestía lujosamente con la ropa que el moreno por lo general veía solo en la televisión. ¿Cómo un tipo como aquel podía hablar sobre simpleza y ejemplo? Si ni siquiera él mismo era un asomo de lo que sus palabras predicaban. El rostro de Kyungsoo se endureció.- Jungsoo, que se siente en ese banco todo el día y que nadie le hable, para que aprenda.- dicho esto sonó el timbre para volver al aula. Todos salieron de la sala, mirando desde arriba a Kyungsoo, pero lejos de mirar con desagrado, lo miraban más con pena.
Leeteuk le susurró algo al oído y le acarició en gesto reconfortante el hombro, pero Kyungsoo no entendió lo que le había dicho y tampoco sintió la caricia.
Se sentía morir. ¿Cómo pasaría el resto de sus días en aquella escuela después de haber quedado de aquella forma? ¡Y sin haber hecho nada malo! Todo por la forma en que se veía.
Al pasar por su lado, Kim Junmyun le sonrió. Una blanca y reconfortante sonrisa. Entonces Kyungsoo sintió un pequeño atisbo de consuelo.