Baje las escaleras a toda velocidad pude haberme caído, pero no paso, un poco agitado llegue al primer piso, mierda casi me descubren
— ¿qué hacías en el segundo piso?—una voz algo gruesa con un tinte infantil no podía ser un maestro, levante la vista o el alumno de Michaelis sensei.
—bueno eso…—piensa rápido— mi tutora me mando a atraer he recibido una reprimenda—sonreí como siempre o por lo menos lo intente, parecía un poco incrédulo pero bueno no es que el fuera a hacerme algo.
—Bueno con tu permiso yo me voy— me di media vuelta y salí corriendo mejor aquí corrió que aquí quedo, sé que tal vez estaba exagerando la situación pero capaz me llevo una verdadera reprimenda sería demasiado para mi gusto.
Divise la plaza ahora llena de gente y deje de correr, me acomode la ropa y toque mi cabeza, había olvidado mi gorra pero que más daba no era tan importante mañana la recuperaría, tome un lugar debajo de un gran árbol, esta exhausto.
—No debí correr— cerré los ojos, le ruido de la plaza era caótico, los niños riendo por aquí y por allá , lo vendedores ofreciendo su mercancía, las pláticas entre las damas junto con sus encantadoras risas bueno las de algunas otras tenían risas como de puerco, sonreí.
Debía ir a casa comenzaba a quedarme dormido, mi cuerpo estaba algo pesado, realmente el moverme me parecía molesto, no hay de otra, suspire y me puse de pie, comencé la caminata mi casa en estos momentos parecía tan lejana aunque no era tanto.
—Me gustaría tener un carruaje— aunque era broma sería más fácil poder transportarse, tener un poco de envidia, bueno si la tengo, hay cosas más fáciles para unos que para otros, ya no importaba la vida en si era así— me esforzare para tener una vida digna— seguro padre y madre se enorgullecerían de eso.
Me talle los ojos de verdad que estaba cansado la desvelada no me había hecho bien, pero bueno ahora podría dormir un rato antes de trabajar, eso me alegraba sino estaría todo ido y cargar cajas teniendo sueño es lo peor, otras veces me ha tocado y sinceramente me causo muchas nauseas mis fuerzas estaban muy limitadas de las peores cosas pero había que traer dinero a casa para comer y pagar el pequeño lugar donde dormía, dormir en la calle es aterrador, sobre todo con los locos pedófilos que hay por todos lados.
Busque mi llaves en mis bolsillos ya estaba tan cerca, sonreí, una tarde de sueño seria lo indicado, bueno hasta la hora que deba irme, metí las llaves o verdad debo cambiar esta cosa, debería ir con el herrero de una vez, sería lo mejor.
—Dormiré mejor sabiendo que tengo nueva cerradura— me di la vuelta no estaba lejos así que…
Algo me tomo de por atrás —que diab…— una mano tapo mi boca, intente darme la vuelta pero no pude, maldije internamente como es que esto estaba pasando, comencé a ver todo borroso, que diablos pasaba
—por ahora duerme mariposa, las cosas de han adelantado— ¿de quién es la voz?, suena tan familiar y lejana.
***
Si disputamos un mismo premio solo uno saldrá ganando sobre esto, en el pasado todos lo comprendíamos, era una regla básica el que llegara primero era el dueño de ese pequeña alma que lograba engatusar, pero…
Los modales se han perdido, las líneas fueron cruzadas, ¿Por qué? Había pasado tiempo, la tentación apareció para todos, un alma que valía tanto la pena, aunque la araña fue quien dio el primer paso en falso.
—una movida arriesgada— coloque aquel chico en la cama, ¿Por qué dejar la comida por otra que dudosamente tendrías? , nunca lo intente pero a partir de eso fue un caos ¿Cuántos murieron? Tanto humanos como nuestros, los números eran grandes.
A los shinigamis no les gustaba que nosotros cazáramos tan descaradamente pero fue la euforia por romper la regla primordial, algunos consideraban bien morir por eso mientras antes consumieran algo digno.
—Como perros hambrientos— si era la comparación perfecta, al final se contuvo aquel incidente pero los rezagos quedaron, tan poco casi nada quedo de los humanos.
—había muñecas tiradas por doquier, en ese momento nació él— aquel sujeto que reciclo los cadáveres para volverlos hermosas esculturas o muñecas perfectas, fascino a muchos y se hizo de fama, ¿para que tirar el cadáver si podías admirar a tu persona amada siempre sin riesgos?, pero como con todo aquello tan fantástico termino pareciendo mito y la gente no lo creyó salvo unos cuantos.
Entonces llegamos a un convenio nosotros tres, el fabricante, el gato y yo, él nos ayudaría a encontrar comida y le daríamos los cadáveres para poder seguir con su trabajo, por un tiempo funciono pero de nuevo la tentación de caer ante nuestra hambre y pasión.
A veces me pregunto si realmente hubo una traición o solo eran las cenizas del incidente pasado, quien nos invoca muchas veces es porque ha perdido algo importante o digamos que le ayudamos a perderlo.
En el momento indicado extendemos nuestras manos enseñando un paraíso a cambio de algo simple, pocos vislumbran la trampa otros saben perfectamente lo que acontecerá pero no hay marcha atrás en su corazón.
Bueno eso es lo que llama más atención de los seres humanos, cierto.
—bueno tu no debes entenderlo no estabas aun— le acomode su cabello rubio— pero ella lo estaba— recuerdo que cuando se enteró de ustedes enfureció a tal grado que todo lo destruyo en su habitación, ¿por cuantas horas lloro? No estoy muy seguro, pero aquel tipo y yo éramos distintos.
El intento ayudarla fingiendo que aquello no era verdad, pero yo no dude en decirle las cosas, era tu hermana, eso la rompió pero no quería creerme, iría con el fabricante a preguntarle sobre aquello.
—la respuesta no te gustara— se lo dije, pero me ignoro estaba enfadada porque supuestamente yo mentía pero no era de esta manera, aquel tipo con poco tacto para ser humano, lo confirmo, su padre había tenido una aventura y ambas hijas nacieron con días de diferencia, eso le volvió loca, no quería creerlo.
Fue entonces que el pacto fue hecho—desaparécela— me quede impactado por la petición, pero no tenía intención de hacer caso aquella mocosa no poseía lo que a mí me agradaba patética desesperación nada más, sin orgullo, sin fuerza.
Deje que el otro chico lo intentara, pero como dije antes parecía intoxicado como de buen corazón, no sé era extraño, no quiso hacer caso, ella grito con fuerza que ambos éramos traidores, gracioso en realidad no es que estuviéramos de su parte para empezar, yo serbia a su padre y pronto me comería esa alma.
Es por eso que lo sabía lo de la otra familia— no es que no ame a mi hija, pero el matrimonio fue forzado, yo realmente amaba…—si a aquella otra mujer ahí su vida se concentraba en aquello, tanto que en la desesperación me llamo a mí, no vacilo en cuanto a lo que realmente quería.
–Hasta el final de sus días— pero eso no evito que si hija la principal del buen matrimonio quisiera deshacerse de los estorbos, le tomo tiempo demasiado.
Aquellas inocentes almas que ya no tenían que ver debían ser castigadas, sobre todo porque ella no podía tener hijos, la envidia y el dolor acrecentaron dentro, y causo aquel desastroso accidente— tú lo sabes eres el único que sobrevivió—
— ¿Qué es realmente un accidente?— a veces me impresiona el hecho de que los humano sean más crueles que nosotros, destrozándose—tu madre pudo haber sobrevivido—reí suavemente— pero ella no la dejaría, sus manos la asfixiaron hasta que dejo de vivir dejándote a ti solo, ella no pensó que vivirías—
—llámalo destino o no— te removiste un poco parece que despertaras, hay muchas cosas que no encajan aun.
***
Me dolía la cabeza y mi cuerpo se sentía aún más pesado ¿qué rayos había pasado?, algo me tomo antes de ir con el herrero como es que nadie se dio cuenta, o si nadie quiere darse cuenta en realidad.
Tenía la boca seca, ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?—a…gu..a— apenas era audible, intente mirar a mi alrededor pero no distinguía bien las cosas, posiblemente estaba sobre una cama porque se sentía blando.
—Toma— así aquella voz de nuevo el líquido frio paso por mis labios, era refrescante y preocupante.
—por tu reacción me doy cuenta, no leíste la carta cierto— intente enfocarle pero estaba aún bajo el efecto de lo que sea que me puso.
—bueno te la leeré, si lo hubieras hecho evitarías estas cosas—
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al primer muerto nunca lo olvidamos,
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Oigo el bastón que duda en un peldaño,
el cuerpo que se afianza en un suspiro,
la puerta que se abre, el muerto que entra.
De una puerta a morir hay poco espacio
y apenas queda tiempo de sentarse,
alzar la cara, ver la hora
y enterarse: las ocho y cuarto.
Octavio Paz