Al fin podía moverme me rote en el colchón y me senté tome aquel vaso de agua junto a la cama, tome un poco y me refresque, la habitación estaba solo iluminada por una candelabro, era un cuarto simple parecido al de mi casa, una mesa en el centro una cama y un gabinete.
No había nadie más que yo aquella persona se había ido porque me parecía tan familiar, alguna persona cercana—del conservatorio— su forma de hablar tan refinada, tan propia, era con quien Hanna hablo seguro.
Me acerque la puerta e intente abrirla obviamente cerrada, suspire con total resignación, era una puerta cuadrada, más o menos de dos metros, de madera oscura con acabados algo toscos, coloque la mano sobre esta parecía pesada mucho.
—Qué alguien se acuerde de mí— en estos momentos es cuando más me duele ser huérfano, porque mis padres me buscarían, ellos….
—no me dejarían solo—
Pero aquí, tenía mucho miedo, mierda no me sentía tan asustado desde el orfanatorio, quiero irme ahora quiero poder ir a trabajar, reírme y escuchar las historias de los demás
—porque —
Pate la puerta, bueno tendrán que abrirla si soy rápido me puedo escabullir, esa podría ser, me senté aun lado y coloque mi cabeza sobre mis piernas, espero que alguien me explique qué pasa.
***
Había llegado a su casa preocupada porque no llego a la clase, pero la puerta abierta me dio una alarma muy grande, entre rápidamente pero todo estaba en absoluto orden— maldito— solo había una persona que se tomaría la molestia de arreglarlo todo antes de robar.
Corrí de regreso solo podía pedir ayuda de alguien por mucho que me molestaran esos dos, regrese al conservatorio en cuestione de segundo y entre en su oficina, sentado mirando al exterior, aquel sujeto—Sebastián— volteo a mirarme algo confundido.
— ¿qué haces tú aquí?—
—Tengo un problema— se levantó y me miro, esperaba a que me explicara
—veras hay alguien que rompió las reglas de nuevo— le vi suspirar cansadamente
—es ese tipo cierto— solo asentí.
—Hay quienes no aprenden, a quien se llevó esta vez—
—Alois— su cara de sorpresa fue muy grande
— ¿Bromeas?—
***
Tenía mucha hambre desde ayer no había comido nada, me quede en el mismo lugar junto a la puerta—Madre— tantas cosas pasaban por mi cabeza, sería que iba a morir en un lugar tan oscuro y triste.
—Tengo tan mala suerte—
Me quede solo en este mundo, los parientes ninguno acepto quedarse conmigo era solo una carga un estorbo completamente, si mi abuelo hubiera estado vivo seguro me aceptaba lo recuerdo tan cariñoso tan amable pero él se fue un año antes al otro mundo, fui enviado a ese lugar tan horrible, las pesadillas aún siguen en mi cabeza este cuarto me lo recuerda.
Bueno si muero por lo menos estaré con mi familia, estoy cansado de lidiar con esto, cerré mis ojos levemente, me pregunto si las cosas serían diferentes de estar con mis padres, o de no haber ido a ese lugar.
—La herencia que habrá pasado con ella— oí la puerta abrirse, los crujidos de las viejas bisagras me hicieron sentir terror, mi respiración se agito, calma, me lo repetiré pero no funcionara, el miedo es algo que simplemente no podría controlar.
— ¿Estas asustado?— le mire, un poco vacilante, aun temblado, no podría contestarle porque la voz saldría llorosa y temblorosa.
—Pareces un gatito asustado— intento tocar mi rostro pero use mis manos para apartar las suyas
— ¿Por qué?— mi voz salió en un susurro muy leve
—Bueno eso tiene una respuesta muy sencilla— me sonrió levemente
— pero decírtela sin contarte todo el contexto no tiene sentido, pero por ahora basta con decir que tienes tal vez mala suerte—
***
¿Dónde debo buscar?, maldición odio la capacidad de ese monstruo para desvanecerse en las sombras debí, advertirlo debí saber que, se lo llevaría en un descuido mío, soy tan tonta
—Anfeloz— Sebastián me hablo tranquilamente, con una sonrisa en su rostro
—lo encontramos—
Quiso cantar, cantar
para olvidar
su vida verdadera de mentiras
y recordar
su mentirosa vida de verdades.
Octavio paz