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Van´Ice por Riko Rojas

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Notas del fanfic:

Espero entiendan las referencias.

Notas del capitulo: Un placer iniciarme en esta página con esta obra.
Van ´Ice

Loveless XXX (Acto 1)

“Una guerra que buscó tu sangre derramar debe terminar, debes morir ya.”

“Yo solo pensé que eras un chico normal… me equivoqué, semilla de Lucifer.”

Aquellas palabras, aquellas voces, aquellas dos personas que fueron las autoras de tales versos… no podía creer que realmente dijeran esas cosas horribles de él; de hecho no lo creía. Hace semanas que tenía el mismo sueño una y otra vez, pero le aterraba comentarlo con sus tutores. Muy en el fondo temía que fuera verdad.

No conocía mucho de sí mismo, lo más próximo a un recuerdo fue el momento en que se refirieron a él con el nombre de Joon, justo antes de que le presentaran a Mir y Sanghyun, quienes se harían responsables de él desde entonces.

Al principio, tal vez, todo era una vida normal dentro de la catedral, o en el mejor de los casos, lo más cercano a una vida normal.

Nadie vivía así a parte de ellos tres. Ocasionalmente el Padre Seungho llegaba a monitorear sus avances, pero esto ocurría muy rara vez.

No llegaba a sentirse solo, ambos maestros le resultaban ser una perfecta compañía, además de que no lo dejaban todo el tiempo solo y, sin embargo, no lo molestaba todo eso.

Las clases de piano que le impartía Sanghyun de manera particular eran sus favoritas, aunque las lecciones de historia y poesía de Mir también le eran interesantes.
Ambos hombres, cuyas edades desconocía completamente, se habían convertido en su única familia. No sabía desde qué momento, pero su interior ya estaba rolando los papeles de Madre y Padre entre ellos de manera arbitraria; lo cual dejaba mucho qué pensar para haber llegado a ese extremo de no poder decidir quién era la Mamá y quién era el Papá. Realmente eran personas peculiares.

Los quería a los dos por igual.

Sin embargo, las pesadillas que empezaba a tener…

-¿Te encuentras bien, Joon?

-¿Ah? ¿Qué ocurre?

-Acabas de equivocarte en 10 notas, es como si estuvieras tocando otra canción a la que te enseñé… ¿Has estado practicando por tu cuenta? –Exclamó su maestro bastante emocionado con la idea. No así Joon, quien seguía en su mundo.

-Disculpa, no me siento bien, creo que iré a recostarme. –Sin decir más salió de la habitación donde se encontraba el piano de cola, en lo más alto de la torre del reloj.
Sanghyun lo vio irse con un semblante preocupado, pero a la vez de odio…

En su caminata a la habitación se había topado con Mir saliendo de la biblioteca, cuando este quiso preguntarle algo, Joon solo siguió de largo. A diferencia de su compañero, Mir se encontraba verdadera y enteramente preocupado. Y eso estaba mal.

El pequeño llegó a su cuarto, se despojó completamente de sus prendas y se acostó, temiendo quedarse dormido nuevamente.

Un par de pisos debajo de donde Joon se encontraba, Mir y Sanghyun llegaron a reunirse como acostumbraban en la estancia a tomar una taza de café después de las lecciones con su pupilo. Para ambos no fue difícil vislumbrar que algo andaba mal en el semblante del otro; suspiraron, no sabían cuanto tiempo tendrían que esperar hasta que el Padre Seungho llegara para darles nuevas órdenes… la espera era agotadora.

-¿Y ahora qué? ¿El pequeño volvió a desentonar? –Quiso saber el mayor de los dos, o mejor dicho, confirmar, ya que siempre eran los motivos por los cuales el otro se encontraba todo el día cabreado.

-Si y no, ¿y tu qué? ¿Volvió a tropezarse con su vestido?

-Tenía mala cara, eso todo. –Sanghyun suspiró.

-Recuerda que en cuanto nos den la orden…

-Lo se. –Cortó su frase con la mirada baja, destestando realmente su destino. –Si tan solo hubiera nacido segundos después…

-Ya vienen las lamentaciones. –Sanghyun fue a sentarse a uno de los cómodos sillones del lugar buscando la manera de ignorar al por mayor las quejas de su compañero.
Apenas Mir se preparaba para abrir la boca un grito resonó por las solitarias paredes de la catedral. Asustados, los dos dejaron caer sus tazas en el suelo apresurados por llegar a la habitación de Joon.

Se encontraba exactamente en el punto medio de la torre, de tal manera que el cuarto no fuese visible desde ningún punto externo del sitio. Aún así, de la estancia al piso de su destino varias escaleras los separaban de su objetivo. Si algo malo le estaba ocurriendo a Joon en ese momento había gran posibilidad de que llegarían tarde a lo que sea que el muchacho se enfrentase.

Afortunadamente no fue así.

-¿Joon?

-Duele…

-¡Joon!

-Aguarda, Mir, solo se calló de la cama.

-No creo que por una caída de la cama te sangre la frente. –Reprochó.

Sanghyun miró extrañado las manchas de sangre extendidas a lo largo de las paredes del recinto. Mir limpiaba la sangre que escurría desde la frente hasta el ojo izquierdo del muchacho, confundido por lo que pudo haber hecho.

-¿Qué ocurrió aquí?

-Yo… no quería dormir.

-¿Pero si desmayarte? –Mir miró reprensivo a Sanghyun por su grosero comportamiento. Debía guardar la apariencia de tutor comprensivo en la presencia del joven. Suspiró.

-¿Por qué no querías dormir?

Joon estaba a punto de hablar cuando escucharon las campanas tocar. Alguien iba de visita.

Dos, tres, cuanto y hasta siete campanadas se escucharon por toda la catedral y parte de sus alrededores. Del bosque que rodeaba la construcción, cientos de cuervos revolotearon el cielo apenas se dio la última campanada; sus repugnantes graznidos no hacían más que suplantar el eco del metálico tintinear en el aire.

Un frío viento recorrió todos los pasillos del sitio, helando la desnuda piel de Joon al instante.

-Iré a revisar quién es. –Sanghyun salió.

Joon miraba el suelo bastante cohibido.

“Ahora por fin as despertado, inhumano vástago de Satán.”

“Toda mi vida he deseado mi misión, darte cruel final.”

Ni bien había sentido unos cuantos segundos en el tiempo pasar a su alrededor y las voces de ellos dos volvieron a atormentarlo con tales versos.

¿Quiénes eran realmente? ¿Qué querían con él? Y más importante aún, ¿quién era él?

Alzó la mirada y se encontró con los dulces ojos de Mir fijos en los suyos; eso bastó para que los latidos de su corazón se tranquilizaran considerablemente. Se sonrieron mutuamente, la paz invadía cálidamente cada parte de su cuerpo.

Mir, en tanto, se dedicaba a contemplar las facciones del muchacho, aunque claro, no pasó desapercibido el hecho de que el joven delante de él tuviera el torso completamente desnudo.

Antes de que alguno de los dos dijera algo, Sanghyun regresó a la habitación.

-Mir, tenemos que bajar. –El aludido asintió con la cabeza, se volvió hacia Joon y besó su frente.

Salieron.

Joon no lo dijo, pero le ardió el cariñoso tacto que demostró su “madre” hacia él. Como un fierro caliente, la marca de los labios de Mir se quedó impregnada en la piel del muchacho, y como una marca leve, esta se fue desvaneciendo poco a poco.

El cansancio se apoderaba de su cuerpo, pero se negaba a dormir de nuevo, siquiera a descansar un poco. Las crueles palabras que le dedicaban sus amados lo inquietaban de sobre manera.

Sus dedos se movían erráticos, pero con ritmo, cada vez que posaba las manos sobre alguna superficie firme. “Papá” se molestaba cada que le ocurría eso en las lecciones de piano; si acaso se equivocaba en cuatro o seis notas antes de que le reprendiera…

De pronto tuvo necesidad de subir de nuevo a donde se encontraba el piano. En el trayecto, pudo escuchar la voz del Padre Seungho con el resaltar del eco; al parecer se escuchaba algo preocupado.

En la estancia, las cosas figuraban como el chico lo contemplaba para suma preocupación de uno de ellos en especial.

-Se acerca el día.

-¿Qué tanto?

-Una semana a lo sumo. –Sanghyun se veía complacido. –Su siglo de tormento está por terminar.

-Ya lo creo.

-Mir, te veo decaído, ¿no te alegran las buenas nuevas?

-¡Claro que lo hacen! –Respondió su compañero por él. –Seguramente está pensando la mejor forma de degollar a ese cordero.

El Padre Seungho no era el más brillante que digamos, pero tampoco era un idiota; no en balde había sido uno de los pocos en proteger y destruir a un demonio por sí mismo. Para los iguales a él, toda una hazaña.

-Entonces, sin más, me retiro.

-¿Tan pronto? ¿No quiere ver los avances de Joon? –El hombre frente a él se dio la vuelta algo contraído, sin duda aquella pregunta lo había confundido. –Quiero decir, siempre hace eso, el pobre tenía unas ganas de verlo… ¡Hasta le enseñamos una canción que desde hace tiempo quería mostrarle!

-Mir, ¿qué estás diciendo? –Sanghyun se mostraba aún más confundido.

-¡Oh! En ese caso me encantaría oírlo. –Sonrió. –Bien pensado, no tiene que saber nada de lo que planeamos hacer, guardar las apariencias es lo mejor.

-Si… lo que usted diga.

Ya tendrían tiempo para hablar, y valla que Mir iba a hacerlo.

Conforme subían los escalones, la dulce música que exponía el piano rezumbaba por los oídos de los tres. Seungho apremiaba a Sanghyun por tal nivel de habilidad en las teclas, más el susodicho solo podía aceptar el crédito que ciertamente no le pertenecía.

El ritmo era fuerte, bajaba y subía repentinas veces; era una tonada melancólica, pero a la vez romántica. Se podía denotar el sentimiento que transmitía, sin embargo, Mir pudo captar algo que sus dos compañeros no: miedo. Y se preguntó, ¿a qué le tendría miedo Joon? Fue entonces que en todo el tiempo que vivieron juntos ni una sola vez aquel joven hermoso se presentó a la habitación de cualquiera de los dos por causa de una pesadilla. Nunca.
¿Hasta ahora le estarían atacando los fantasmas de su tortuoso pasado?
Notas finales: Se agradece todo tipo de comentarios, menos los arenosos.

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