Parado solo, en medio del escenario, casi a oscuras, con la sangre hirviendo y el corazón latiendo a más no poder, tenía la impresión de que si fallaba en algo, este saldría completamente disparado por mi boca.
No estaba consciente de lo que sucedía alrededor. Gracias a mis nervios y a la poca luz que no ayudaba mucho, no lograba diferenciar bien si las personas que se encontraban adelante mío, como jueces, eran hombres o mujeres, realmente no lograba diferenciarlo, no distinguía sus rostros, solo divisaba tres sombras, pero eso de alguna manera, me tranquilizaba, si llegase a fallar, no vería sus miradas juzgadoras, solo me lo dirían, me daría la vuelta, saldría por la misma puerta que entre, bajaría las mismas escaleras bajando así mismo mi autoestima mas allá de la tierra, dándome por vencido, dejando todo de lado y… ¡NO! ¿Que es lo que estoy diciendo? ¿Acaso no dije YO PUEDO?
-¿Lu Han verdad?
La voz suave pero estricta de una mujer hizo que bajara a la tierra de un susto.
-eeh, s-si, a-así es.- ¿que rayos fue eso? Tengo que sonar más decidido.
-OK, muéstranos lo que tienes,
Solo atiné a asentir con la cabeza. Cinco segundos eternos, comienza la música, y automáticamente me transporto a otro lugar, lejos de la gente, donde solo estoy yo, bailando, haciendo lo que realmente me hace feliz.
Minutos después, llega el momento de cantar, estoy nervioso, a decir verdad me tiemblan las piernas insoportablemente, por el cansancio del baile agitado, y ahora esto. Se enciende la luz un poco más, la que golpeaba justo en mis ojos acostumbrados ya a la oscuridad que llenaba el lugar, lo que me hizo aun mas difícil divisar aquellas tres figuras inmóviles que se encontraban frente a mí, observadoras, intimidantes. Minutos más, y todo habrá terminado.
Silencio absoluto, solo se podía oír el sonido de mi agitada respiración, y el murmullo de los desconocidos de adelante. No se encendieron las luces, no se escucho palabra alguna. Habré estado parado allí poco mas de 2 minutos, que a decir verdad fueron los más largos de mi vida, esperando a que dijeran algo, por mas mínimo que sea, sea malo, sea bueno, pero nada. Ni una sola palabra salió de aquellos tres. Unos segundos más, y siento una mano tomándome del brazo y guiándome a uno de los costados del escenario, donde era más obvio que del otro lado estaba la puerta de salida. Me giro siguiendo a aquella mano que me alejaba cada vez mas de mis sueños, inmerso en una tristeza que me destrozaba por dentro, me sentía horrible, se me revolvía el estómago, era un fracaso, era un verdadero y estúpido fracasado.
Dos pasos, tres, cuatro, diez, y llego al extremo del escenario dispuesto a salir corriendo y aventarme bajo un tren, un autobús, o lo primero que se me cruce por delante. Dispuesto a hacerlo, doy un paso más, pero no pude seguir, todo estaba a oscuras y aquella mano todavía seguía sujetándome firmemente mi brazo, firme, pero sin llegar a ser rudo. Era obvio que no era una mano femenina, era muy grande para serlo. Jalo una vez para zafarme, intento fallido, lo intento una vez más, pero antes de hacerlo, aquella mano se aleja sola, delicadamente, dejando una sensación rara por aquel roce que hizo cuando sus dedos acariciaron mi piel provocándome un escalofríos que me recorrió todo el cuerpo, de pies a cabeza logrando que mi nerviosismo aumentara aun mas. No sé en qué momento, una fragancia dulce y cálida comenzó a inundar el poco espacio que había entre ambos. Odio admitirlo, pero la disfruté. Alcé la mirada, para ver quién era aquella persona, al no poder ver su rostro gracias a la impenetrable oscuridad que nos rodeaba, solo atine a decir:
-no hace falta, se perfectamente donde se encuentra la salida.- giré sobre mis pies y me dirigí a la salida sin antes dejar a la vista de aquel desconocido mi torpeza, enredándome en la enorme cortina que separaba el escenario del hall donde se encontraba la puerta de salida al estacionamiento. Rojo, casi morado por lo avergonzado que me encontraba, me liberé como pude de aquella estúpida cortina dejando atrás al desconocido, y su frase dicha entre pequeñas risas, divirtiéndose con mi torpeza.
Salgo de allí, soy libre, puedo respirar aire puro, la tibieza del sol en mi rostro logra tranquilizarme, me siento a un lado de los coches aparcados, la brisa fresca logra aclarar mi mente, "bien hecho", si si, claro, como digas desconocido, "bien hecho", como si te creye… ¡un momento! Desconocido, ¿que habrás querido decir con eso? ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué estoy tan interesado en lo que me dijiste? ¿Por qué aun siento ese perfume raro?
Sacudo la cabeza unas repetidas veces, y me dispongo a caminar para despejar la mente. Hoy no fue un gran día, lo único que deseaba era ducharme, meterme bajo las mantas de mi cama y no levantarme en lo que resta del año, o de los siguientes quince años, o en lo que resta de mi vida.