Resumen:
Porque Yamamoto esperaría el tiempo que fuera necesario por el día en que ese amor escapara de aquel silencio devorador y al fin gritara cuanto le necesitaba. Porque le amaba seguía ahí, escuchando palabras que no se dignaban a salir, pero que él claramente sabía que estaban ahí…
Escribo las notas aquí porque no puedo subir la historia al ser muy corta, espero entiendan nwn.
Este fic es a petición y dedicado a mi editora Nata (me pusiste en aprietos xD) inspirado en la canción Silencioso amor como me pediste ;)
khr no me pertenece.
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Silencioso amor
Yamamoto observó el techo de aquella habitación por segundos que se le hicieron eternos. Recostado sobre aquel cómodo sofá, podía sentir a la persona acurrucada a su lado como una cálida tortura. Ni siquiera recordaba en que momento ambos habían caído rendidos luego de pasar horas en vela con los papeles que Tsuna necesitaba con urgencia revisar.
Apretó su agarre en el cuerpo ajeno a pesar del torbellino de emociones que comenzaba a experimentar, sintiendo la respiración de Gokudera sobre su cuello; perdiéndose en el aroma de su cabello plata, mientras sus piernas se encontraban sumidas en el juego que las contrarias habían comenzado al enredarse con las suyas. Si sus manos temblaban en ese momento, solo se debía al esfuerzo que hacia por no devorar los labios que solo estaban a centímetros de los propios.
Sonreiría, pero luego de diez años en la misma posición de incertidumbre, aquello no tendría sentido, porque los ojos verdes que buscaba cada minuto de su vida seguían evitándolo cuando sus miradas se cruzaban; adornando aquel miedo disfrazado de desdén con un sonrojo silencioso que lo gritaba todo, pero que no decía nada. Acumulando a un día más la espera de un amor que la perfecta tormenta se negaba a aceptar; pero aun así, quedando indefenso entre sus brazos y demostrándole solo a él que sus esmeraldas frías y asesinas, podían a veces demostrar, si te tomabas el tiempo de descifrarlas, una luz que le hacia imposible no darle todo a ese chico terco y orgulloso a pesar de no recibir nada más que ceños fruncidos y muecas irritadas que disimulaban una verdad demasiado profunda.
Si seguía ahí, como un idiota sonriendo, como un idiota amando a alguien que no parecía hacerlo, era exactamente porque sabía que sí lo hacia, porque sus sentimientos estallaban de forma que él podía entenderlos para fastidio ajeno, porque en esos ojos brillosos y retadores, había una persona que se negaba a oír lo que su propio corazón gruñía, negando que se necesitaban, destruyéndose así ambos; y Yamamoto se sumergía aun más, esperando por un día en que su amor no fuera una loca estupidez creada por su adolescente ingenuo de años atrás. Rogando porque aquel Gokudera que se dormía como un niño sobre su pecho y que suspiraba su nombre en agonía, fuera el que en algún momento despertará e hiciera explotar todo aquel vacio que aquel silencio formaba…
Fin