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Bomba de tiempo. por Baal

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Notas del capitulo:

No tengo nada que agregar aquí, sólo lo mismo de siempre. 

Espero sus comentarios, que disfruten de la historia, y éso, jajajja. 

¡Noss leemos luego!

Ni los rayos de sol, ni el monótono sonido de la alarma me despertaron hoy. Era muy temprano para ambas opciones. Revisé mi reloj de pulsera y éste me indicaba que apenas eran las seis y media de la mañana. Entonces, ¿por qué mierda me despierto tan temprano en uno de mis días libres?

Ah, sí. Es eso.

Winrly no está.

Claro, debí suponerlo. Ya no siento la calidez de su cuerpo pegado a mi espalda, ni sus brazos rodeando fuertemente mi cintura. Además hay un hueco helado en el colchón junto a mí. Mi cama parece extrañarla.

Me giré apenas un poco y quedé mirando al techo. Un sentimiento de nostalgia comenzaba a inundarme. ¿Hace cuánto que no había compartido la cama con alguien? Hace más de tres años . Suspiré con tristeza al recordar la última visita de Cole. Ése había sido el peor momento de mi vida y Cole estaba allí para consolarme, como lo había hecho siempre hasta ése día. Me atendió, sus brazos cuidaron de mí, se quedó conmigo todo el día y toda la noche, aguantando mi llanto y mi insoportable carácter. Recuerdo que durmió aquí, en el mismo lugar donde Winrly había pasado la noche. Recuerdo su perfume y su olor, también como me habló suavemente al oído hasta quedarme dormida. No hay manera de que en éste punto pueda retener las lágrimas, pero aun así sonrío. Quizá con ironía y cinismo. O a lo mejor sonrío al recordar ese instante, porque me encanta recordarlo.

Me sequé las lágrimas y me levanté de la cama. A lo mejor Winrly se encontraba revoloteando por el departamento, aunque dudo mucho eso, se siente en el lugar un pesado silencio.

Un pesado silencio y ¡olor a tostadas, jamón, tocino y huevos!

Salgo disparada de la habitación para comprobar si efectivamente hay tostadas, jamón, tocino y huevos esperando por mí de desayuno, o si es sólo una mala jugada de mi olfato.

 Y ahí está el comedor preparado. Hay una pequeña taza con café y una jarra con jugo. También hay alrededor de un kilo de pan. Y lo más importante ¡las tostadas, el tocino, el jamón y los huevos son reales! También en la mesa hay un vaso con tres rosas blancas y una nota.

¡Nora!

Buenos días.

Te preparé el desayuno. Espero que esté aún caliente para cuando despiertes. Yo me he marchado a mi trabajo. Y no te preocupes, el chico de la cerradura ha venido, así que este día no te molestaré.

¡Gracias por todo y disculpa las molestias!

¿Por qué me molesta un poco este mensaje? Fruncí el ceño con confusión y después tomé una bandeja donde puse un vaso de jugo, las tostadas, el jamón, el tocino y los huevos en ella. Hoy quería desayunar en la terraza. No sé por qué.

Deben ser como las siete pues los pájaros ya comenzaron a piar. Chasqueo la lengua sin poder quitarme esa sensación de molestia. No sé cómo hay gente que disfruta del ruido que hacen los pajarracos. Ahora mismo me gustaría tener una automática y dispararle a cada uno de los bichos con alas en la cabeza. Mi celular comenzó a sonar estridente en todo el piso. Me incorporé en seguida y corrí a buscarlo. Odio tanto el ringtone que tengo, que cada vez que suena en público quiero tirarme de algún rascacielo cercano. Aun así me da mucha pereza cambiarlo.

—¿Aló?

—Nora. Son las siete y aún no le has mandado la puta adivinanza a uno.

—¿Cómo lo sabes?

—Tengo tu computador enlazado con el mío.

¡No! ¡No! ¡No! ¡Cole no puede hacer eso! Recientemente abrí un documento en world donde escribo cómo va mí día a día. ¡Y no pasa un puto día en que no hable de Cole! Ahora mismo, tierra, ¡trágame!

—Ah…. Oh….— Carraspeé incómoda.

—¿Sólo eso me vas a decir?

—¿Qué quieres que haga si…?

—¡El señor West está muy cabreado contigo Nora! —Me interrumpe Cole.

—¡¿… si Leah aún no me manda el acertijo ¿!  ¡Por Dios! —Cole me colgó en seguida.

Abrí mi portátil dispuesta a borrar mi ‘diario’. A lo mejor aún no reparaba en su existencia. Y yo en el fondo rogaba a Dios para que fuera así. No quería rebajarme aún más a él, pues siempre que veía oportunidad, me restregaba en la cara él nunca se fijaría en mí, y que si yo no comenzaba a ser socialmente activa iba a morir sola y sin su amistad, porque le daba vergüenza tener de mejor amiga a una renegada social. Pero, ¡mierda! Él sabe mi historia. ¡Él sabe lo mucho que me cuesta ser normal!

Antes de poder hacer nada, en la parte superior derecha de la pantalla estaba una ventana avisándome la nueva entrada de un mensaje. De Leah, probablemente… O de Cole, burlándose. Respiré de valor y abrí el mensaje.

«Son dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra y, a su vez, es engendrada por la primera»

—Bah, esto es fácil.

Comencé a ver el mapa de dónde estaría ubicada la última bomba, y aunque el acertijo me parecía enfermo de fácil, no veía relación con el lugar donde  sería el atentado. Sé que la encargada de todo esto es Leah, y ella es increíblemente buena en lo que hace, pero también se puede equivocar. Lo que me parece raro es que el señor West le haya dado el visto bueno a esto.

—¿No será que…?

Sacudí mi cabeza de forme negativa casi de inmediato. Si mis sospechas eran ciertas no me gustaba el color que estaba tomando todo esto. Una cosa es atentar contra la humanidad por cosas que creemos justas y en el camino salvar cuántas vidas podamos… pero esto era otra cosa muy distinta y además, jodidamente arriesgada.

Mi celular vibró. Un mensaje de Cole.

“¿Qué esperas para enviar el acertijo?”

De todos modos éste es mi trabajo  y no cumplir con él era una falta gravísima y quizá perdería mi vida por ello. Abrí mi correo fantasma y envié el acertijo. A lo mejor en las noticias de la mañana mostrarían la respuesta de Uno.

En fin, el día es joven.

Y a mí se me daba súper bien el malgastarlo.

A eso de las ocho y pico de la noche se me antojó salir a pasear por la cuidad. No sabía por qué. Era algo que iba más allá de mí, era el destino. Entonces salí así sin más de casa con aire aventurero, esperando correr la suerte que corren todos los personajes de los libros que leo cuando tengo días libres; como ahora, que tengo tiempo de sobra pues yo sólo soy útil para crear bombas, colocarlas y hacerlas explotar. 

Ya habían pasado como dos horas desde que salí de casa hasta llegar al mal llamado barrio chino. Y nunca se me pasó por la mente compararme con una de esas pobres protagonistas de libros que en  una sola noche ven su vida arruinada.

—Una niñita de Black Noburo, ¿eh? — Sentí de repente el susurro helado en mi oreja de un hombre de más de cuarenta años.

—¿Black… Noburo? —Pregunté sin entender el mensaje de mi emisor.

El hombre me tomó del brazo con tal fuerza que pensé que se me partiría en dos y me acercó a su cara, obligándome a ponerme de puntillas. — ¿Sabes? No me gustan que se  hagan las idiotas conmigo,  así que lo que te conviene hoy y ahora es cooperar, ¿vale?

—¡Qué? ¡No! — No tuve tiempo de reaccionar, ni siquiera forcejear, porque en una fracción de segundo ya tenía la rodilla del hombre hundiéndose en mis costillas. Me retorcí de dolor, pero aun así, el no desistía de su agarré. Una lluvia de golpes siguieron hasta dejarme tan mareada como para dejarme cargar.

—¿Ves lo lindo que es todo cuando somos amigos? — Le escuché hablar con sorna antes de perder la razón.   

El escozor de mis muñecas logró despertarme al fin. Pude notar antes de abrir mis ojos que estaba atada de muñecas sobre mi cabeza, y que al parecer debería estar colgando, pero no adivinaron que era más alta que un metro cincuenta, porque estaba arrodillada en el suelo terriblemente frío. Al abrir los ojos no noté nada más que negro y el tacto del pañuelo, aparentemente de seda, que cubría desde mis sienes hasta mi nariz. Tarde un montón en darme cuenta de que, en efecto estaba siendo secuestrada, y este no era un juego de amo y sumisa.

—Al fin estás despierta, pajarita— La voz grave resonó en toda la habitación y pude enterarme que éste hombre no era el mismo de hace un rato —No sabes cuántas ganas teníamos de tenerte con nosotros. ¡Te esperamos por años, querida! ¡Por años! Pero esa espera no es nada comparado a lo que nos darás. ¡La destrucción de tu padre y Black Noburo! —Pude detectar un sinfín de emociones a través de su voz, y, éste hombre para mí no parecía estar del todo cuerdo.

¿Padre? Yo no tengo padre.  Y además no tengo idea de lo que es Black Noburo.

Iba a abrir la boca para decir algo, pero lamentablemente no me había dado cuenta de que tenía un montón de pañuelos en la boca que no me permitirían articular palabra alguna. Otra voz apareció en la habitación.

—Siete, cálmate— Era una mujer, sin dudas.

—¡Cállate, Naira! No me interrumpas en momentos como éstos — La voz del hombre denotaba furia pura. Y de no haber estado vendada, hubiese jurado que golpeó a la mujer.

—Sí, señor— Ella se disculpó.

Sentí el ruido de los tacones colisionar con el piso de madera. También sentí cómo yo me inclinaba ligeramente hacia el lado derecho, sintiéndome débil. A lo mejor había perdido una cantidad considerable de sangre en aquel encuentro hace un rato atrás. Una mano me acarició toscamente la mejilla, traté de apartarla echándome hacia atrás, pero ninguna extremidad me respondía. Poco a poco iba perdiendo energía.

—Supongo que tienes sueño, ¿no? — La voz se tornó divertida y juguetona. ¿Por qué me recordaba tanto a Cole? —Pero, te advierto: Si te duermes antes de decirme todo acerca de Asena y Black Noburo, mañana amanecerás con una parte de tu cuerpo menos, ¿vale? — Su pestilente aliento me dio de lleno en el rostro.

¡No! ¡No! ¡Que yo no sé de qué me hablan! ¡No tengo idea de que es Black Noburo! ¡No conozco a ese Asena! ¿Por qué?…yo…no

Sentía un miedo horrible. El sudor helado recorrió cada parte de mi cuerpo que no tejaba de temblar. La boca la tenía en extremo reseca y todos los intentos de generar saliva eran en vano. Entré en una espiral de emociones indescriptibles que nunca antes había sentido o leído en alguno de las novelas de los más grandes escritores. Sentí como cualquier esperanza desalojaba mi cuerpo para albergarse en otra persona, como el brillo lentamente se  apagaba en mis pupilas, cómo todo miedo y preocupación se quedaban tras de mí de repente, y cómo todas mis preocupaciones salían de mi abdomen en forma líquida y caía en el suelo haciendo eco.

—¡Está sangrando!

—¿Qué diablos pasó?

—¡Refuercen la seguridad y llévensela de aquí hasta el tercer piso! ¡Rápido! No, Siete… Siete.

—¡Kristin! Déjale. Por ahora debemos escapar.

—¡Déjenla a ella aquí!

—¿Qué? Kristin, escúchame. Morirías antes de intentarlo siquiera. ¡Suéltala!

—Si vinieron e hicieron toda esta mierda por ella voy a hacer que se lleven una gran decepción

—Demonios Kristin. Nos están alcanzando…

¡No! Ya basta. En este puto lugar una siquiera puede morir tranquila.

Abrí los ojos nuevamente y comprobé que ya no tenía la venda, que todo el lugar era una masacre, que la tal Kristin me arrastraba por los pasillos mientras escapaba, que tenía una herida horrible a nivel del abdomen, y que venía un hombre tras de nosotras rogándole a la mujer que detuviese todo.  No quería que ella siguiera arrastrándome como un saco de patatas, pero no tenía fuerzas como para negarme o hablar siquiera. Salimos al exterior y el hombre que nos seguía corrió hacia la camioneta negra estacionada para encenderla, pero la figura de un hombre esbelto lo obligó a parar en seco. Levanté mi vista para mirar a Kristin. Tragó en seco. Tenía miedo, lo supe aunque la luna estuviese escondida sin brindarnos su luz para ver toda la escena, pero sus movimientos corporales me lo decían.

—¡No te acerques o la mato! — Kristin puso la boca de una pistola en mi cabeza. Estaba tiritando. —No…

 

Dos disparos y silencio.

 

 

Los pájaros piaban jodidamente fuerte.

Tenía vendas en la mitad de mi cuerpo y todo me dolía horrores. El hecho de que Winrly me abrazara con tal magnitud no ayudaba mucho. Alcé mi vista y vi a Cole apoyado en el marco de la puerta de mi habitación. Me sonrió con preocupación. Se veía tan guapo por las mañanas, como siempre.

Me encanta. Me encanta su metro noventa y pico. Me encanta su cabello corto, despeinado, de un café claro natural. Me encanta su piel levemente morena y sus ojos cafés. Me fascinan sus hombros anchos y sus pectorales que se notan a través de su camisa. Me gusta su boca apenas visible y rosada, como también su respingado intento de nariz.

Me encanta.

Golpeé el colchón a un lado mío invitándolo a que se tumbase ahí. El negó con amabilidad.

—Venga, te vez cansado— Le animé yo. Winrly se removió en la cama aún dormida. El sólo se dedicó a darme una de sus mejores sonrisas y desaparecer por la puerta. Se me antojaron unas ganas horribles de pararme e ir a golpearlo en todo el rostro. Da igual, la próxima vez que lo vea no se la llevará limpio. Me va a escuchar. Se va a enterar.  Porque bastardos como él no tardarán en sucumbir ante mí.

Acaricié los cabellos de Winrly y suspiré con pesadez, palpando mi abdomen con las vendas manchadas de sangre.

 

Hay algo que me molesta.

 

Algo.

Algo pero… no recuerdo  que es.

 


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