Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Delirium. por sinnerangel

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Serían al rededor de las siete de la tarde cuando el coche de mis padres comenzó a ascender una vertiginosa carretera de tierra que, rodeada de inmensos árboles y frondosa vegetación, nos conduciría a la cima de una pequeña montaña.
La carretera estaba trazada en medio de un impresionante bosque de infinitas dimensiones y planos. Aquellas exuberantes y amplias gamas de incontables tonos verdes actuaban como vidrieras filtrando la luz del sol, así dibujando el reflejo de miles de hojas en el suelo que zumbaban al son de la ligera brisa. En algunos de los infinitos planos que este paraíso verde ofrecía, se vislumbraban grandes rocas totalmente cubiertas de húmedo musgo. Imponente. Imponente era la palabra más adecuada para describir aquella fuente de oxígeno, un preciso cuadro sin horizonte que parecía nunca llegar a su fin.
Simplemente el hecho de observar aquel hermoso paisaje purificaba el alma en su totalidad, no obstante, el lugar carecía de la luz suficiente para denominarlo "perfecto", ya que los inmensos y centenarios árboles formaban una bóveda vegetal que techaba el bosque, incluyendo la estrecha carretera llena de curvas que lo atravesaba.

Mareante fue la palabra exacta para describir la conducción sobre aquel terreno. Mi estómago danzaba alegremente en mi interior, dando pequeños saltitos que me producían un terrible malestar, contrastante con el sano y agradable ambiente que rodeaba nuestro coche.
Aquella terrible sensación aumentaba en mi cuerpo por momentos, hasta llegar a un punto en el que pensé no poder soportarlo más. Puesto que los nervios efectuados por la sapiencia de nuestro destino en aquel viaje tomaban, también, un papel importante en mi organismo, una terrible mezcla de diferentes males –todos relacionados con el estómago e intestinos– atacó mi sistema haciéndose con el poder de este. Estaba apunto de decirle a mi padre que parara el coche cuando llegamos a un rural pueblo difuminado en densa niebla.
El sol se encontraba totalmente desaparecido en aquella punta de la montaña, lo que aportaba un mágico encanto a la villa.

Tras aparcar el coche a la entrada del edificado recinto comenzamos a andar calles arriba entre antiguas casas de típica arquitectura nacional japonesa.
Sólo hacía falta alzar unos centímetros la vista para ser testigo de las altas montañas totalmente cubiertas de verdes árboles que custodiaban el pueblo tras los tejados. A menudo pudimos encontrar gruesos almendros –ya florecidos– adornando los estrechos bulevares. De vez en cuando alguna casa de construcción menos tradicional y antigua dejaba ver su aburrido hormigón entre las demás históricas viviendas pero era extraño el momento en el que se presentaba esta situación.
La humedad del aire cargado de niebla hacía costosa la fácil tarea de respirar pero este pequeño "contra" era compensado por el frío que tanto siempre me había gustado.

Me limitaba a seguir a mis padres, los cuales caminaban sin titubeos por las viejas calles de aquel bonito pueblo. Calculo que tardamos en atravesarlo entero unos quince minutos a paso tranquilo hasta llegar a su punto más alto.
Dicho punto era una explanada de hierba rodeada de majestuosa vegetación y complementada por un gran y esplendoroso lago de aguas densas y oscuras cerca del cual se establecía un gigantesco edificio que creaba un extraño contraste con aquel paisaje oriental con su occidental arquitectura victoriana. Dicho edificio, con aspecto de mansión, se encontraba  rodeado por un jardín de amplias dimensiones, guardado por una señorial puerta metálica.

Me aproximé al enorme lago y quedé en pie observando mi reflejo en el agua mientras mis padres avanzaban hacia la casa.

¿Quién era esa persona que reflejaba el limpio líquido? ¿Era la misma persona que la que fue un niño normal?
Tenía claro que el león que se encontraba "en mi cabeza" había acabado con la vida de Daisuke Kurosawa hacía muchos años. Yo no era la persona que nací siendo, puede que durante toda mi vida hubiera llevado el incidente en mi cerebro, sí, pero no era lo mismo el incidente dormido que el incidente totalmente despierto y dispuesto a dominarme.
Nunca. Nunca conseguí domesticar al león en aquellas estúpidas visualizaciones. Nunca. Pero, al fin y al cabo, ¿qué podía hacer un indefenso niño de cuatro años contra un inmenso, poderoso y sanguinario león?

–¡Daisuke!– Llamó mi atención mi madre desde la puerta del edificio.– Ven, cariño, es aquí.

No quería ir, si por mí hubiera sido habría puesto todo tipo de resistencia para no entrar en aquella escuela pero no tenía otra opción y no entraba dentro de mis posibilidades ponerles las cosas más difíciles a mis padres, así que obedecí la orden de mi progenitora y caminé hasta llegar al lugar donde ellos se encontraban.
Mi padre posó su brazo por encima de mis hombros e hizo una señal con la cabeza a mi madre, indicándola que tocase el timbre.

–¿Quién es?– Sonó una aguda y simpática voz de mujer tras el telefonillo.

–Bu...Buenas tardes, somos... Somos la familia Kurosawa.– Tartamudeó mi madre.

–¡Oh! ¡Les estábamos esperando! ¡Pasen, pasen!– Exclamó con alegría aquella voz antes de hacer que la puerta de entrada al jardín se abriera automáticamente.
Mi padre la empujó para dejarnos paso a mi madre y a mí y, tras encaminarse él al interior, la cerró cuidadosamente.
Anduvimos un corto sendero hasta la entrada al edificio, una alta puerta de madera, en la que colgaba un antiguo llamador en forma de puño. Antes de que nos diera tiempo a tocar la puerta, una mujer de unos cuarenta años abrió la susodicha. Era una señora algo regordeta y de pequeña estatura que portaba un apagado uniforme gris con un mandil blanco.

–¡Buenas tardes! ¡A delante!– Nos saludó esta dejándonos paso.

Tras devolverle el saludo, entramos al vestíbulo. Era amplio y lleno de recovecos y adornos esculpidos en la madera que cubría sus paredes. Con unos grandes ventanales que rodeaban toda la sala, se podía decir que era un lugar luminoso a pesar de la poca luz que ofrecía aquel frío día.

–Mi nombre es Yoshiko y soy la jefa del departamento de conserjería, sean bienvenidos a la escuela Ho Hisen Ku.– Dicho esto, la
conserje nos dedicó una amable sonrisa y comenzó a caminar hacia unos grandes sofás frente a los que se encontraba una pequeña mesita de madera que sostenía una bandeja con una tetera y algunas tazas.– Vengan, siéntense aquí, tenemos que hacer el "check in" ¿no es cierto?– Añadió sentándose sin dejar de sonreír.

Mis padres y yo nos acomodamos al rededor de ella mientras esta nos servía algo de té.

–Los alumnos están en la sesión de lectura, por eso está todo tan desierto.– Comentó Yoshiko.– Bueno, comencemos, Daisuke, ¿no?Cuéntame tu caso, por favor.

–Ahm... Padezco... Padezco diversos trastornos psicóticos y de personalidad y síndromes relacionados con alucinaciones y arrebatos preamnésicos.– Contesté tratando de centrarme.

–Vaya, veo que tu tratamiento funciona muy bien, no todos los chicos que entran nuevos a esta escuela son capaces de relatar con tanta objetividad y serenidad sus enfermedades... Bien... ¿En cuánto está valorado tu coeficiente intelectual, Daisuke?

–Ciento noventa y cinco.

–Bien, ahora te acompañaré a tu cuarto, te explicaré ciertas cosas a cerca del funcionamiento del centro y te haré entrega de tu uniforme mientras tus padres hablan con el director.– La conserje miró a mis padres tras decir esto, indicándoles con el dedo la dirección del despacho de regimiento.

Mis padres asintieron y caminaron hacia el pasillo que Yoshiko les había señalado antes de que la simpática mujer y yo comenzáramos el recorrido hasta mi dormitorio.

–Bueno, Daisuke, no quiero asustarte, pero lo primero que has de saber en tu estancia en el centro es que en esta escuela albergamos algunos casos aún no tratados. Estos se encuentran en la planta superior de la escuela y están bajo supervisión médica continua. A pesar de esto, subir a esa sección podría suponer un peligro para tu seguridad ya que, aunque algunos casos son menos preocupantes, hay ciertos jóvenes que poseen síndromes peligrosos; unos más corrientes como la psicopatía y otros más extraordinarios e, incluso, más terribles como el síndrome Wendigo, lo conoces ¿no?

Negué con la cabeza tímidamente.

–Bueno, dicho síndrome se basa en el canibalismo. Los enfermos de este trastorno sienten la necesidad de alimentarse de carne humana aunque tengan la posibilidad de tomar otro alimento. También hay enfermos de síndrome de Amok, trastorno que, lamentablemente, ya conoces.– Tragué saliva, aquella frase me había revuelto las tripas al tiempo que traído a mi cabeza la espeluznante imagen de mi hermana mayor el día del incidente.

–¿Nadie puede subir a la planta superior?– Pregunté.

–Sólo los médicos y personal autorizado. No te preocupes, no pasa nada, los enfermos del último piso están totalmente supervisados y bajo control, pero siempre es bueno advertir de ello. Subir a dicha planta del edificio supone dos amonestaciones directas, ¿sí?

–Entendido.– Afirmé algo asustado.

–Bueno, sigamos. Muchos de tus compañeros padecen síndromes poco conocidos y, algunos, pueden parecer peligrosos, pero no hay de qué preocuparse, todos están bajo la justa medicación para mantenerles en un perfecto equilibrio, simplemente pueden presentar leves síntomas en algunas ocasiones pero nada preocupante, lo que de verdad distingue y define a los alumnos de esta escuela son sus altos coeficientes intelectuales. Estoy segura de que te gustará conocerles.

Nos acercábamos a un largo corredor lleno de puertas de madera con pequeños números indicados.

–Este es el pasillo M-B, que quiere decir "masculino B". Aquí se encuentran las habitaciones de los chicos de segundo curso, y aquí se encuentra, por lo tanto tu habitación. Es la número 24.– Extendió la mano para entregarme una llave.– Tu uniforme está sobre la cama, compartes tu habitación con Takashi Murakita. La cena es a las nueve en el ala oeste, planta uno, comedor principal.–  Una vez dichas estas palabras, la mujer me dedicó una última sonrisa y se marcho.

–Oh, podrás despedirte de tus padres las ocho en el vestíbulo.– Añadió alejándose.

Caminé hasta mi habitación e incrusté la llave en la cerradura para poder abrir la puerta.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).