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Iluminados por Chibimari

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Notas del capitulo:

Segundo capítulo. La pobre Kim lo va a pasar mal…Pero qué se le va a hacer. La vida a veces es cruel ^^”.

Kim y Sam se habían quedado mirando aquel horrible espectáculo. La primera era consciente de que debían ayudar a la adolescente, ¿pero cómo? Sabía además que la niña ya no era humana. O, por lo menos, ya no podría considerarse una persona.

Kim analizó de nuevo la habitación para encontrar alguna clase de arma, pero no había nada aparte de la silla. Peor era nada.

Cogió la silla por las patas y se dirigió hacia la niña, que estaba demasiado ocupada comiéndose a su hermana como para fijarse en Kim. Esta alzó la silla y, con toda la fuerza que poseía en su interior, golpeó a la niña.

Sam emitió un chillido cuando la cabeza de la niña se rompió, esparciendo todo su contenido por el suelo. Kim sintió como el vómito subía por su garganta cuando vio los sesos mezclados con la sangre, pero debía contenerse. No quería que la escena se volviera más asquerosa de lo que era.

Miró luego a la hermana, dándose cuenta de que la había salvado demasiado tarde. Uno de sus brazos prácticamente puro hueso,, y su polo roto enseñaba el gran número de mordiscos que había recibido y habían dejado su piel en carne viva.

Obviamente estaba muerta.

-Vámonos-le ordenó Kim a Sam, cogiéndole de la mano. La pelirroja estaba lo suficientemente traumatizada como para obedecerla sin rechistar.

“Tenemos que salir de aquí ya”

Kim sabía que a continuación podrían ocurrir dos cosas, y en ambas era mejor mantenerse alejadas del instituto.

Caso uno.

La joven muerta se levantaba y  tal y como había hecho su hermana iría por todo el edificio comiéndose e infectando a todo aquel que se encontrase por delante.

O caso dos.

La adolescente muerta no revivía, encontraban los cuerpos, la acusaban de asesinato ya que sólo ella se encontraba con las otras dos en la enfermería, y después la mandaban a un correccional.

No sabía cuál de las dos opciones le gustaba menos.

Guió a Sam por el edificio, avanzando con cuidado para evitar a cualquier persona que se cruzara en su camino. Por suerte, no se encontraron a nadie, aunque esto le resultó más inquietante que relajante.

Salieron al patio que rodeaba toda la construcción, donde había una gran cantidad de parterres con toda clase de flores. A Kim siempre le había gustado salir del colegio para observarlas. Se acordó del cerezo que había en el lateral derecho. Allí acudía cada vez que necesitaba estar sola. Hasta que comenzó a llevar a Sam a aquel lugar. Entonces pasaban las tardes solas, sin que nadie las molestase, acurrucadas bajo el cerezo. En aquel sitio nadie las juzgaba y ambas podían disfrutar de la presencia de la otra. O por lo menos eso hacían hasta hace unos días.

Kim cerró los ojos y trató de pensar en otra cosa. No quería que malos recuerdos acudiesen a su mente en aquel preciso instante. Cuando pasaron al lado del cerezo, ni siquiera lo miró.

Caminaron hasta llegar a la entrada y a la vez salida del instituto. Sonrió. Por fin acabaría aquel día de pesadilla.

Entonces sintió como alguien tiraba de Sam. Sintió como sus manos se separaban. Y, por último, sintió como era arrastrada por manos. Muchas manos. Manos grises.

Escuchaba a Sam gritar, pero Kim estaba tan confundida que no sabía de dónde procedían los chillidos. Trató de moverse, pero cayó al suelo y se vio rodeada por una gran cantidad de rostros grisáceos de dientes amarillos que sabía ansiaban probar su carne.

Intentó zafarse de los agarres, aterrada. Su vida no le importaba nada, pero no podía morir tranquila sabiendo que dejaba también a Sam a manos de aquellos monstruos. Su preocupación se agudizó cuando dejó de escuchar los gritos de la pelirroja.

“No. No puede ser. Sam. Sam…”

-¡Sam!-gritó, levantándose con fuerza y quitando de en medio a sus cazadores. Sólo entonces se dio cuenta de que llevaban puestos uniformes. Los uniformes de su instituto.

Corrió alterada, pero una de las estudiantes muertas le cogió del pie, haciéndola caer de nuevo. Chilló cuando sintió un mordisco en su pierna derecha. Quiso huir arrastrándose, pero cesó en el intento cuando el dolor volvió a aparecer en su pierna. Pensó que debía llorar por no haber salvado a Sam, pero las lágrimas no salían. Estaba demasiado débil. Comenzaba a perder la consciencia.

Vio como sus cazadores la rodeaban, pero no le importó. Quizás obtendría en la muerte el descanso que no había tenido en vida.

Cuando empezó a verlo todo borroso, el círculo de estudiantes muertas se abrió. Vio a alguien acercándose a ella. O a alguien acercándose a ella. O por lo menos vio sus pies,, que calzaban unas manoletinas blancas. Fuera quien fuera, se acercó a Kim y se agachó cerca de ella. Kim no tuvo tiempo de verle el rostro, pues a continuación todo se volvió oscuro.

 

Sintió como flotaba en la nada. Abrió los ojos y lo vio todo blanco. ¿Era eso la muerte? ¿Así acababa la vida?

Kim miró a su alrededor, buscando a más gente, pero no había nadie. Se encontraba sola.

¿La soledad eterna? ¿Eso era lo que le deparaba ahora?

-Kim-escuchó.

¿Quién le hablaba? Trató de contestar, pero no surgió ningún sonido de su garganta.

-Kim, no puedes morir.

La voz decía tonterías, pensó. Ya estaba muerta.

-Has sido bendecida Kim. Bendecida con el don de la vida eterna. No puedes morir aún Kim. Tienes cosas que hacer. Órdenes que recibir. Y unos objetivos que cumplir.

“Ahora eres una Iluminada. Así que levántate y muéstrale al mundo la luz.”

 

Kim se despertó sobresaltada. ¿Qué demonios había sido eso? Miró hacia su alrededor. Volvía a estar en el patio de su instituto. Pero, ¿cómo era eso posible?

La habían matado. Ella había muerto.

Y sin embargo, allí estaba. Vivita y coleando, respirando jadeante. A pesar de saber que su sistema nervioso y su sistema respiratorio funcionaban, tenía la extraña sensación de que algo en ella había cambiado. Se miró las manos, pero no encontró nada raro en estas.

“Me estaban comiendo”, pensó Kim. “Me habían devorado y, sin embargo, estoy bien”. ¿Había sido un mal sueño?

No. Estaba segura de que todo había sido real. ¿Pero cómo comprobarlo?

Entonces se acordó. La pierna. Le habían dado un profundo mordisco en la pierna. Quiso mirar si la marca seguía ahí, pero decidió no hacerlo. A lo mejor, pensó, era mejor no saberlo.

Se levantó con dificultad, aún algo débil, y después trató de encontrar algo fuera del lugar. Los cazadores habían desaparecidos, y fuera quien fuera la persona que calzaba las manoletinas blancas Kim estaba segura de que esta también se había largado.

Intentó dar un paso, pero una punzada de dolor acudió a su pierna. Hizo una mueca de horror. Aquello contestaba a la pregunta que se había formulado antes. ¿Debía asumir entonces que era un muerto viviente?

Quería discurrir este asunto, pero un ruido a su espalda la sacó de sus pensamientos. Ruidos de pasos.

“Mierda, otra vez no”

No estaba dispuesta a descubrir quien avanzaba hacia ella. Si eran las estudiantes muertas de nuevo, no quería volver a sentir lo que era ser comida viva. O muerta, ya no lo sabía. Pero sí sabía que, al contrario que sus depredadores, ella aún conservaba una apariencia medianamente humana (o eso suponía). Y posiblemente dichas depredadoras no la distinguirían de alguien vivo.

Trató de andar rápidamente, pero la pierna derecha le dolía horrores.  Debía ir cojeando. El terreno desigual del patio de su instituto no ayudaba demasiado, ya que además de dificultar su huida hacía más probable que se volviera a caer. A pesar de todo, Kim tenía que intentarlo.

Escuchaba los pasos cada vez más próximos, y eso solo conseguía estresarla. Si daba un paso en falso, podía despedirse de todo.

“¡Pero en qué cojones estoy pensando!¡No es momento de ser pesimista! Voy a sobrevivir”

Aquel patético intento debía servir de algo.

Giró la cabeza para ver a sus perseguidores. Como había supuesto antes, eran las estudiantes muertas de nuevo. Habían venido a acabar lo que habían empezado, pensó Kim, pero ella lucharía hasta el final.

La valla que hacía de entrada del colegio estaba cada vez más cerca. Kim sonrió. Si conseguía llegar y cerrarla antes de que sus perseguidoras la capturasen, estaría a salvo. Descansaría un buen rato, y después de dirigiría a su casa. Allí todo se solucionaría. Allí no tendría que aguantar lo que ocurriría fuera. ¿Qué le importaba a ella que todo se volviera un caos? Podría vivir con ello.

“Dios, definitivamente todo esto me está afectando al cerebro”

Volver a casa. Sólo tenía que volver a su casa.

Siguió avanzando. Ya casi estaba en la valla. Sólo un poco más. Tenía que aguantar un poquito más…

-¿Por qué huyes?- dijo una voz femenina detrás suya-Aún no he acabado de curarte.

Kim se paró en seco.

Esa voz…No, no podía ser posible. ¿O sí?

Quería darse la vuelta. Debía darse la vuelta. Aunque sabía que su salud mental se iría definitivamente a la mierda si se daba la vuelta.

Giró su cuerpo lentamente. Los ojos se le abrieron como platos, y su corazón comenzó a latir a gran velocidad. Los pensamientos dejaron de fluir dentro de su cabeza y casi pudo sentir como lo poco que le quedaba de cordura terminaba por desaparecer.

Ahí, estaba ahí. En frente de ella.

La chica de su sueño.

 

No podía ni pestañear de la impresión que se había llevado. ¿Pero qué le pasaba hoy al mundo? ¿Por qué a ella? ¡Sólo quería vivir en paz, joder!

Cayó al suelo sobre sus rodillas. Dios, quería morir. No podía más. Habían sido demasiadas emociones fuertes en un solo día. Ni siquiera sabía lo que estaba pasando. Todo era tan confuso…

Los sentimientos se mezclaban en su corazón Frustración, tristeza, ira, inquietud, miedo…Necesitaba a alguien. Alguien que le pudiera explicar todo. La joven de blanco.

Alzó los ojos para mirarla. Era tal y como Kim había visto en sus sueños. Bella, emitía un aura cálida, que podría atraer a cualquier persona. Sus ojos azules no eran frívolos ni intimidantes, sino tranquilos, sosegados. Se podría pensar que el color de su cabello le restaba hermosura, pero Kim estaba segura de que no había visto ser tan maravilloso sobre la faz de la tierra. Llevaba puesto un vestido blanco, de tirantes, que le cubría hasta las rodillas. Kim se fijó entonces en su calzado. Manoletinas blancas.

-Sé que ahora mismo debes estar rompiéndote la cabeza  para comprender y asimilar todo lo que está pasando-dijo la joven. Su voz, dulce y melodiosa, tranquilizó un poco a Kim.-Relájate. Te contaré todo lo que sé. Pero primero debo curarte del todo. En especial, tu mente.

Kim sintió como alguien le agarraba de los brazos.

Las estudiantes. Había estado tan ocupada prestando atención a la joven de blanco que se había olvidado de ellas por completo. Kim trató de zafarse de su agarre, pero ella solo era una y estaba débil. Las estudiantes eran muchas, y, además, habían comido.

La chica de blanco se acercó a ella lentamente, mientras Kim pataleaba y suplicaba por su vida.

-No te preocupes, no te harán daño. Pero necesito que te estés quietecita para que la recuperación sea completa. Volverás a desmayarte, pero cuando te despiertes te sentirás como nunca, ya lo verás.

La joven sonrió mientras ponía una de sus manos sobre la cabeza de Kim. A continuación, murmuró:

-Dulces sueños.

Y Kim se desmayó de nuevo.

Notas finales:

Como podéis observar, a Kim se le ha ido un poco la olla. Pero tranquilidad en las masas, que en el próximo capítulo…bueno, ya lo veréis. Fufufu…

Y sí, Kim es propensa a sufrir desmayos (?)


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