Escuchó el sonido del balón chocar contra el pavimento, levantó la vista, fijándose en el joven de pelo azul. Le miro atentamente de arriba abajo, mordiéndose el interior de la mejilla con fuerza en un intento de hacer desaparecer las imágenes de su cabeza.
Recuerdos del mismo joven vinieron a su mente, haciéndole apretar con fuera los nudillos, llenándose de rabia. Recordó el partido n el que es descabellado peli-azul se lanzó hacia la pelota, enviándola de nuevo al campo. Recordó verle chocar contra los postes, haciendo que su corazón parase por un momento. Agitó la cabeza, intentando sacar de los recuerdos, pero no podía huir: su mente estaba llena de pensamientos sobre el mismo joven.
Miró al frente, aguantándose la sonrisa que se estaba formando en sus labios cuando el balón reboto contra la canasta, cayendo al suelo una vez más sin haberla encestado. Observó la molestia pintada en la normalmente inexpresiva cara de Kuroko, y sonrió perdiéndose de nuevo en su mente.
Recordó cuando jugaban juntos; luz y sombra. Recordó cuando conoció a su nueva luz, la rabia e impotencia que sintió. Kuroko era suyo, su luz y su sombra a la vez, y no iba a permitir que el cejotas se lo robara. L era Aomine Daiki, el As de la Generación de los Milagros y nadie, nadie era mejor que él. Con una luz débil la sombra se debilitaría.
Recordó ver a Seirirn salir de los vestuarios después de una merecida victoria contra algún equipo cuyo nombre no se molestaba en recordar. Recordó verles a los dos juntos, hablando y sobretodo recordó el dolor de su pecho.
Kuroko era suyo, ¿verdad?
Escuchó el metal de la canasta balancearse y vio a Kuroko sonriendo. Se permitió adorar las escasas expresiones del peli-azul, dando pie a su imaginación a volar y sumergirse en pensamientos que no debería tener.
–Aomine-kun, –escuchó la suave voz de Kuroko y sus casi inaudibles pasos acercándose a él, haciendo que de repente empezara a tener calor. – estoy listo. –Se levantó de la grada con fingida pereza, intentando actuar normal.
Se colocó bajo la canasta, sintiendo su corazón acelerarse por más de una razón. Vio a Kuroko delante suyo botar la pelota y por un momento pensó en qué otras cosas podían hacer esas manos suaves. Se golpeó mentalmente y se concentró en bloquearle. Normalmente pensaría que bloquear a un tío tan bajo como Kuroko sería coser y cantar, pero sabía que Kuroko no era un tío común. Se puso en posición defensiva, con las piernas separadas sonriendo como un demente. Vio a Kuroko venir hacía él, alzando la pelota listo para tirar. Alzó las manos, bloqueando la trayectoria de la pelota pero la pelota nunca llegó. Se congeló por un momento, volviendo a la realidad con el sonido de la canasta y la pelota botar en el pavimento de la cancha. Abrió los ojos y miró con asombro a Kuroko y su cara de póker.
–Gracias, Aomine-kun –Le vio acercarse a las gradas, sacando el agua de su mochila. Observó maravillado como el sudor le caía por la frente y como sus labios acariciaban la botella. Sintió su garganta seca y los pantalones apretados. Se acercó a Kuroko sin pensarlo dos veces y le llamó con voz ronca. Miró sus labios húmedos y se acachó besándole con fuerza, recibiendo la respuesta inmediata de Kuroko y su lengua.
Mordió el pálido labio con fuerza haciendo gemir a Tetsu. Bajo sus húmedos besos y lamidas hacía su cuello, saboreando la piel salada. Succiono la pálida piel, jugueteando con los dientes, marcándole. Escuchó los gemidos contenidos de Kuroko y sonrió contra su piel.
–Apuesto que Kagami no te hace gemir así –Le susurró con voz ronca al oído, lamiéndole la oreja.
Se arrodilló delante de él y le bajó los pantalones, lamiéndole el pene de arriba abajo. Se lo metió entero en la boca y empezó a succionar el glande, rodeándolo con su lengua. Escuchó a Kuroko gemir con fuerza y le sintió temblar. Sonrió y empezó a masturbarle sin dejar de lamerlo y chuparlo. Llevaba tanto tiempo sin sentirle, sus manos le extrañaban, su boca le extrañaba. Él le extrañaba. Le sintió temblar con fuerza y sabía que le había hecho llegar.
–¡A-Aomine-kun! –gritó, mordiéndose la mano con fuerza, viniéndose en la húmeda boca de Amoine, quién se lo trago todo, relamiéndose las comisuras de los labios.
–Tetsu –gruño. Le agarró del pelo y lo agacho delante de él.
–Aomine-kun, sabes que no soy bueno haciendo encajar cosas grandes en mi boca –habló calmado. Aomine sabía que era verdad, y esa era la mejor parte de todo, Tetsu, su Testsu, cada parte de su cuerpo era pequeña y estrecha, haciendo que todo fuese más obsceno, más caliente, mejor. Empujó su miembro palpante contra su cara, sintió las manos de Tetsu bajarle los pantalones y acariciarlo lentamente, haciéndole estremecer.
–Lámelo tetsu –ordenó
Sintió la pequeña y húmeda cavidad de Kuroko cerrarse alrededor suyo y por un momento vio las estrellas. Tanto tiempo, había pasado tanto tiempo des de que esto había pasado y se sentía mucho mejor de lo que lo recordaba.
Levantó a Kuroko en el aire y le dio la vuelta, de manera que la cabeza de este estuviera frente a su pene y su trasero bajo su cara. Le dio un beso negro, lamiéndole y disfrutando cada centímetro de piel.
–Aomine-kun, no. Eso es tan sucio. –Le escuchó decir, lamiéndole de nuevo antes de hablar.
–¿Eso crees Tetsu? –Sonrió –Yo creo que es delicioso –Le penetró con su lengua. –Como cada parte de ti.
Siguió haciéndolo, sintiendo la húmeda boca de Kuroko luchar contra su tamaño. Sintió la temperatura subir a pesar de la fría brisa nocturna y no lo aguantó más, volvió a girar a Kuroko, penetrándole con una fuerte estocada.
–Gilipollas –escuchó a Kuroko insultándole. Se sintió más excitado. Amaba eso de Kuroko, amaba que saliera de su indiferencia normal cuando follaban, amaba que pidiera y gimiera como una perra, amaba verle la cara llena de lágrimas y saliva. Tan excitado, sintiendo tanto placer, era hermoso. Sintió un escalofrío y su miembro crecer en el apretado agujero de Kuroko.
Empezó a moverse lentamente, tocando la próstata de Kuroko con cada embestida.
–¡Aaaaahgñññeaaah! –le escuchó gemir.
Le dio la vuelta, mirándole a la cara. Kuroko enrolló las piernas en la cintura de Aomine y soltó un pequeño gemido cuando Aomine le empotró contra el lateral de las gradas.
–te quiero ver Tetsu –Le susurró, con voz ronca, besándole el cuello. Sabía lo sensible que era esa zona para Kuroko, y pensaba aprovecharse al máximo.
Empezó a moverse con fuerza, cada vez más fuerte, más adentro. Sintió los músculos de Kuroko apretarse a su alrededor, haciéndole gruñir. Escuchó a Kuroko gemir fuera de sí. Paró de repente y le buscó la molesta mirada de Kuroko.
–Ruega –ordenó, mordiéndole con fuerza el cuello, escuchándole gemir su nombre. Sintió su pene crecer dentro suyo.
–Aomine-kun –pidió –fóllame hasta que no puedo andar –se restregó contra él –Duro –movió sus caderas –profundo –volvió a hacerlo, clavándole las uñas en la espalda.
Aomine sonrió y no espero más, empezó a moverse, cumpliendo cada uno de los deseos de Kuroko. Sintió sus uñas clavarse en su espalda, excitándole aún más. Agarró su miembro y empezó a masturbarlo, escuchándole gritar. Le miró a la cara y sonrió, lo tenía justo donde quería.
El líquido preseminal le manchaba la mano, haciendo que todo fuera más húmedo, más pegajoso. Se acercó a su cara y se besaron, sus lenguas peleando por la dominancia. Los dientes mordiéndose. Se separaron por aire y le miró a los ojos mientras se venía en su mano. Vio lo avergonzado que estaba, pero también vio lo mucho que lo estaba disfrutando y sonrió, dando una fuerte estocada antes de venirse dentro suyo.
–Eres mío Tetsu, solo mío –Le besó, sin salir de él.