El catcher titular estaba de pie junto al depósito. Apoyando su espalda en la construcción de aluminio, escuchaba con atención las palabras de una bonita chica de cabello castaño. Ella lo miraba fijamente y parecía no dejar de balbucear mientras que Miyuki, de vez en cuando, desviaba su mirada hacia lo que sea que pareciera mucho más interesante.
Por otra parte, Kuramochi había terminado de correr y tomó su bate para la práctica. Tan determinado e hiperactivo como siempre, se aproximó hacia el resto de sus compañeros de equipo. Bueno, ese era su plan hasta que fijó su mirada en el muchacho de lentes."¿Cuántas van en esta semana?" Se preguntó. Miyuki Kazuya era el chico más popular del equipo, seguido por su capitán, Yuki Tetsuya. No era de sorprenderse que un centenar de chicas se confesaran día a día. Y, por alguna razón, eso molestaba al campocorto. Realmente tampoco entendía por qué tenían ese interés en ese sujeto tan retorcido e incomprensible. Pero, sin darse cuenta, él mismo se lo estaba preguntando.
La muchacha movía sus manos con nerviosismo y sus mejillas se encendieron. Miyuki suspiró y le dedicó una media sonrisa, seguramente el muy bastardo quería reírse y se estaba conteniendo. Pobre chica, nadie entendería a ese idiota.
Excepto él.
Kazuya asintió y despeinó su cabello. Si, la había rechazado. Era de esperarse. La muchacha, aun más nerviosa, dio media vuelta y salió corriendo. Usualmente algunas disimulaban pero este caso llamó la atención de Kuramochi. Sin dejar el bate por si tenía que usarlo para golpear a Miyuki, caminó hacia el catcher sorprendiéndolo con una fuerte patada en los muslos.
-¡Idiota! ¿Qué demonios hiciste esta vez?- gritó Youichi.
-Nada en realidad- respondió Miyuki, un tanto distante.
-No la estabas escuchando- afirmó el campocorto cruzándose de brazos.
El catcher se encogió de hombros, sonriente.
-Si serás...- murmuró apretando los dientes.
Odiaba esa parte de su compañero. Odiaba la cantidad de chicas que lo rodeaban. Odiaba cuando alguna se pasaba de la raya y lo abrazaba. Odiaba...
-Deja de saltearte las prácticas- ordenó Kuramochi dándole un puñetazo en el hombro- estamos a viernes. Tendremos tiempo de descansar luego-.
-Me tomé el día libre- respondió.
-¿Eh?-.
-Tengo cosas que hacer-.
Fue lo último que dijo antes de darle la espalda y alejarse ante la mirada confusa de Youichi. Él sabía que algo andaba mal. Maldijo en voz baja y volvió a su círculo de compañeros arrastrando el bate contra la tierra.
El entrenamiento fue duro como siempre: correr a las bases, batear, mejorar su coordinación con el menor de los Kominato ya que estaba casi al mismo nivel de su hermano mayor y quería mejorar en la posición de segunda base, partidos cortos, jugadas sencillas, etc. Pero hoy se vio envuelto en muchos regaños por parte de Kataoka, echándole en cara que no estaba concentrado. Claro que no lo estaba.
Porque su mayor preocupación era Miyuki. Se sentía la ausencia del molesto y presumido catcher. Había un vacío que incomodaba al campocorto.
-¿Sucede algo malo, You-san?- preguntó el mayor de los Kominato- creo que hasta Sawamura batea mejor que tú hoy-.
Eso fue suficiente para cabrear al campocorto.
-¡No hay nada de qué hablar!- gritó en respuesta y a la vez alejándose de Ryosuke para evitar más preguntas. Kominato podía llegar a ser tan perceptivo como él.
Sin dejar de refunfuñar, dejó el bate en su sitio y decidió dar una vuelta alrededor de las habitaciones para poder despejarse un poco. ¿Por qué actuaba así? ¿Por qué se sentía tan preocupado? Cada quien hacía lo que quería, nadie era niñera de nadie. Y menos él. Y menos de Miyuki. Estaba molesto, no solo porque otra chica se había acercado a él y eso le irritaba, sino porque realmente ni siquiera la rechazó. La ignoró por completo. Si bien a Kuramochi le disgustaba la exagerada atención que residía en el catcher, tampoco le agradaba el hecho de que Miyuki estuviese tan distante. Tantas preguntas hicieron que su cerebro quisiese explotar.
-¡Es demasiado para mí!- gritó el campocorto mientras despeinaba desesperadamente su melena.
Pero algo lo distrajo. Un Miyuki vestido con camisa, corbata, zapatos lustrados, vaqueros negros y una chaqueta de igual color. Eso llamó aun más su atención.
Y lo peor era que, entre sus manos, llevaba un enorme ramo de flores.