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Panda Hero por Bellyster Christien

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Notas del capitulo:

Aquí esta la parte 2. 

Falta solo una parte más y el epilogo!!!

De nuevo, esto estaba volviendose demasiado largo.

Ah! me equivoque en algo muy tonto en el cap anterior, si son las 3 y algo de la mañana ya es domingo, no sabado... hum, lo siento! ya lo arregle. (Lo hare en un momento en realidad, pero esperemos que cuando lean esto ya haya sido arreglado).

Espero que disfruten del capitulo.

La última parte muy pronto!

Además quiero dejarles una canción.

God Damn Liar, de Get Scared: 

(lamentablemente no hay ningun video subtitulado en español)

Esta canción realmente representa muy bien lo que sentía Kei al principio de la historía, asi que es una canción de Kei para Sam.  

Como planificar una fiesta: Parte 2.

Cuentas, además, con que la juerga se desmadre un poco, pero no hasta el punto de convertirse en una suerte de apocalipsis en pleno barrio residencial.

Daniel Lobato. Inspirado en Proyecto X.

 

Viernes 19:30 hrs.

Allen llevaba guantes de latex hasta los codos y una redecilla en el cabello, para evitar dejar rastros. Durante varias horas había tirado el contenido de las garrafas de cerveza y vertido la gasolina en su lugar. Inmediatamente limpiaba los restos que hubieran quedado por fuera del contenedor con agua abundante para que no quedara olor. Kei le había dicho que era posible que se necesitara limpiarlos de nuevo en la mañana, y no era nada divertido.

Cuando acabo con el último contenedor, apiló los bidones vacíos de gasolina en una esquina del cuarto y los cubrió con un trozo de tela viejo. Pruebas apiladas.

Allen se quitó los guantes y los quemó fuera del galpón. Ardieron inmediatamente.

Estaba un poco mareado por el olor a gasolina, pero se sentía satisfecho. Como si estuviera haciendo lo correcto. Solo que no era lo correcto. Era como cuando incitas a un amigo a intentar algo estúpido y peligroso. Ya que no era asunto suyo quería ver que tan lejos llegaba Kei.

 

Sábado 10:25 hrs.

Los preparativos para la fiesta estaban completos, y la gente comenzaba a llegar. Kei y Panda los observaban desde una pequeña terraza, a través de un vidrio de un solo sentido instalado por cuestiones de seguridad. El club tenía, además, muchas cámaras de vigilancia, porque al parecer era frecuente que se iniciaran peleas de la nada. Esas mismas peleas a veces terminaban mal, y el club deseaba evitar, en lo posible, cualquier conflicto legal.

La música ya estaba sonando, aunque aún fuera temprano. Un famoso DJ. Mezclaba música movida y alegre, aunque aún no demasiado movida. Un par de chicas guapas atendían en el bar. Trabajadoras regulares del club. Gente desafortunada.

Kei llevaba puesta una particular ropa a la que no estaba adecuado; una musculosa negra pegada al cuerpo, Jeans azules ajustados, pero de una tela muy cómoda. Sus muñecas estaban adornadas con brazaletes de cuero y Panda le había pintado los ojos con un montón de delineador y sombra negra. El resultado era impresionante, Y Panda no podía evitar mirarlo constantemente.

El propio Panda vestía una musculosa igual, pero llevaba pantalones con cadenas y unas botas de combate. Se había puesto aún más maquillaje que Kei y sus ojos eran casi unas manchas negras de panda.

-Me gusta. –Le había dicho Kei. –Mientras más ojeras parece que tuvieras, más me gusta.

Mientras el club se llenaba de gente, ambos chicos iban sintiendo como la ansiedad se apoderaba de ellos. Un equipo de camarógrafos de MTV hizo su aparición y Kei estuvo a punto de estallar en carcajadas. Sam realmente había puesto empeño en el asunto cuando Kei le dijo que deseaba que la fiesta fuera transmitida en vivo.

Fuera, un par de guardias imposiblemente fornidos vigilaban la entrada, para que nadie que no estuviera en la lista de invitados pudiera ingresar. La lenta depuración iniciada.

-Realmente vinieron. –Dijo Kei, apoyando una mano en el cristal.

 

-Pues claro, son idiotas. –Rio Panda. –Nada es gratis en este mundo, pero ellos cayeron en la mentira de lleno.  –Le abrazó por la espalda apoyando la barbilla en su cabello. -¿Estás listo para cantar?

-Estupendamente Listo. –Dijo Kei.

 

Dos muchachos aparecieron, agolpándose en la entrada principal, ansiosos y tímidos. Tenían 12 y 14 años. Una chica y un muchacho. La niña era impresionantemente alegre, y que recordara, Kei jamás la había visto infeliz. El muchacho por otro lado era muy de bajo perfil. Hacían una gran combinación.

Kei acarició ligeramente la mano de Panda, y Panda comprendió la petición. Se dio la vuelta y los recibió con una sonrisa.

-¿Qué tal chicos? ¿Cómo ha salido todo? Pasen, no se queden ahí.

Sus nombres eran May y Lucas. Kei apoyó la frente en el cristal, mirando abajo atentamente, pero manteniendo un ojo sobre sus invitados en el reflejo.

-Lo dejamos en el cuarto de Sam. -Asintió May. -Todo fue bien.

El chico asintió con la cabeza, observando todo con ojos atentos. Por experiencia, Kei y Panda sabían que estaba mirando cualquier cosa que pudiera ser usada como arma.

-Ya veo, muy bien hecho. -Panda sacó de su bolsillo un fajo bastante grueso de dinero. -Les confiare a ustedes que repartan esto por la mañana, ¿Vale? Los demás lo saben así que no sean tacaños. -Arrojó el dinero a May, que lo miraba con los ojos muy abiertos.

-¡Pero es muchisimo dinero!

Panda sonrió.

-Así es. Así que asegúrate de aprovecharlo bien. Recuerda: Lucas, tú, Allen y Rob.

May guardo el dinero rápidamente.

-Vale. -Dijo, contenta.

-Y ahora, ustedes dos, deben salir del club, ir a sus casas, y pretender que nunca fueron a ningún sitio. Salgan por la puerta de atrás.

Lucas asintió rápidamente con la cabeza, pero May no estaba muy de acuerdo.

-¿No podemos quedarnos un ratito? Solo un ratito.

Panda negó con la cabeza.

-Esta fiesta no es para mocosos. Y si los encuentro vagando por ahí se arrepentirán mucho.

May hiso un puchero, pero Lucas parecía aliviado. La cogió del brazo para evitar más protestas e hiso una amable reverencia.

-Muchas gracias por todo Panda. - Y miró en dirección a Kei, dudando. Por último se decidió a acercarse corriendo hasta él. -Kei -Dijo. Kei alzó la vista hacía él y Lucas se inclinó para darle un rápido beso en los labios. -Gracias.

El rubor le cubría hasta las orejas, y su voz había sido apenas un susurro. Kei sonrió amablemente y revolvió su cabello.

-Fue un placer conocerte, chico.

Lucas hiso una última reverencia y arrastró a May fuera mientras ella preguntaba a gritos si no podía darle un beso a Panda. La puerta se cerró a sus espaldas ahogando sus voces.

-Sabes algo Kei… -Dijo Panda regresando a la misma posición de antes. -Está empezando a molestarme que todo el mundo se besuqueé contigo.

-¿De verdad? -Kei alzó la mirada hacía él.

-Al demonio. -Dijo Panda sonriendo. - Puedes ser solo mío nuestra última noche. Estas semanas he tenido ganas de patear a Sam todo el tiempo. Supongo que al final me gustas.

Kei sintió como una oleada de alegría inesperada le invadía. Sintió su pecho encogerse, y de pronto estaba riendo a carcajadas.

-¿Pareja? ¿Oficialmente? -Kei soltó una nueva carcajada. Y Luego, fingiendo voz de mujer agregó. -Oh My God. Amor mío, te esperé tanto tiempo, por fin estaremos juntos.

Se puso se pie, tomó la mano de un sorprendido panda y avanzó por la sala dando brincos al caminar al ritmo de la música.

-Nos iremos al infierno en nuestra noche de bodas. -Dijo Kei arrojándose a abrazar a Panda. -Pero Vale.

-¿Eso es un sí? -Preguntó Panda algo confundido.

-Sí, sí, sí. -Asintió Kei. Se detuvo un momento para besarlo. Era un sabor conocido, pero que nunca le aburría, porque cada vez encontraba algo nuevo en él. Cada vez despertaba un nuevo sentimiento con él. Rabia, deseo, amor, euforia, miedo, ansiedad...

Las últimas semanas había estado muy cerca de Sam. Había llegado a conocerlo también. Había disfrutado de su compañía, de su boca y de su cuerpo, y había pasado el tiempo divirtiéndose con él. Y todo ese tiempo se sentía tan vacío como su vida hasta entonces.

Aunque lo cierto es que amaba a Sam, de cierta manera. Y odiaba a Sam, de otra manera. Ambos sentimientos se unían en su interior, en un odio romántico y especial. Por eso Kei había preparado para Sam el final más espectacular de todos. Sam era el antagonista, Sam era su enemigo favorito. Le debía demasiado, y se lo devolvería con intereses.

Pero Panda era quien le enloquecía solo con estar cerca. Panda era quien le permitía ser sí mismo, quien le había abierto sus brazos, quien compartía el peso de sus actos. No era amor, era más que eso. Porque incluso si estuvieran casados con otras personas, incluso si pasaran mil años, o pasara lo que pasara. Kei podría regresar a su lado y encontraría en él siempre un hogar. Incluso si a Panda le gustaba decir que siempre al final se salvaría solo. Panda era su segundo corazón. Nunca estaría completo sin él.

Panda rodeó su cintura los brazos y ambos siguieron bailando, riendo, como si nada más importara en el mundo, acercándose, separándose, saltando, abrazándose y besándose. Probablemente sus corazones latían al ritmo de la música también.

De la mesita, Kei tomó una botella de vodka y la abrió sin dejar de bailar. Bebiendo, y sintiendo como parte del líquido se deslizaba por su barbilla, arrancándoles una carcajada a ambos. Se la tendió a Panda, que bebió y luego arrojó la botella con fuerza al piso, donde estalló en mil trozos derramando la mitad restante de contenido.

-No podemos ponernos ebrios. –Dijo Panda.

Kei mordió su labio inferior y sonrió coquetamente.

-Dicen que solo un poco te da valor.

-Si hay algo que no te hace falta, es valor. –Dijo Panda. Ambos echaron un vistazo al reloj. Una hora había pasado como un suspiro, desapercibida. Abajo en el club todo era una verdadera locura. Pelotas rebotando aquí y allá, espuma,  luces de colores y un amasijo interminable de cuerpos calientes moviéndose uno contra otro.

-Es momento de bajar. –Dijeron al unísono.

Estrecharon sus manos y salieron por la misma puerta que habían utilizado antes los chicos, dejando la cabina de seguridad vacía y en la oscuridad.

 

 Domingo 03:15 hrs.

Sam se reportó ante Franco acompañado de la hiena. Le habían esperado por mucho tiempo y al principió creyó que no le recibirían. Sin embargo ahí estaba, listo para exponer su punto.

Franco le observaba implacablemente mientras fumaba un cigarrillo. Completamente vestido con un pulcro traje, como si nunca sintiera la necesidad de dormir y no le molestara ser interrumpido en plena madrugada.

-Se quien ha estado robando y repartiendo sus narcóticos. –Dijo Sam. –Y tengo pruebas.

Franco se sintió inmediatamente interesado. Asintió con la cabeza y dijo.

-¿Cómo es posible que alguien externo a la organización sea capaz de averiguar algo como esto primero que ustedes? –La pregunta quedo en suspenso.

Se refería a los acompañantes de Sam, que bajaban la cabeza avergonzados. Sam avanzó por su cuenta y se sentó en el sofá. Nervioso, pero sintiéndose mejor al ver que el hombre parecía muy interesado en aquella información.

-Dime lo que sabes. –Exigió a Sam.

-Por su puesto.

Sam abrió su mochila y sacó del interior una carpeta. En ella se veían fotos de Kei y Panda realizando transacciones con muchos muchachos. En una de las fotos, incluso se veía a Panda guardando la mercancía en su bolsa.

-Su hijo. –Dijo Sam, sin endulzarlo ni un poco. Sintiendo una profunda satisfacción de verlo en esta posición después de obligarle a hablar sobre Kei antes. El rostro del hombre se tensó repentinamente. Como si cada uno de sus músculos estuviese apretado. –Panda ha estado regalando drogas en la escuela. Es un secreto a voces, todos lo saben. Y esta noche, es su noche.

 

El operativo se puso en marcha a una velocidad vertiginosa. La hiena estaba ahí, el oso, el cuervo, el mismo Franco. Sam les facilitó información sobre la ubicación del club, y en cuanto tuvieron lo que necesitaban, le dejaron completamente de lado. Justo como Kei había predicho.

Fuera de la mansión había al menos 7 coches listos y dispuestos. Sam dio vueltas alrededor, sintiéndose ignorado, preguntándose qué debería hacer el, cuando una luz le encegueció por un momento. Un destello fugaz, lejos de la entrada. La luz volvió a molestarle y se dio cuenta de que procedía de unos árboles alejados. Una silueta observaba desde ahí, camuflada en la oscuridad, y le estaba llamando usando un pequeño espejo para reflejar la luz.

Hecho un último vistazo alrededor y fue en esa dirección. En cuanto se hubo acercado un poco vio que se trataba de Allen. El chico tenía sus enormes ojos azules muy abiertos como si estuviera asustado, movía las manos frenéticamente y balanceaba su peso de una pierna a otra.

-Tenemos que irnos. Ahora. -Susurró.

-¿Pasa algo? –Preguntó Sam.

Allen asintió gravemente.

-Es una emergencia. Tenemos que irnos ahora mismo. –No parecía estar mintiendo. El chico estaba muy ansioso, y Sam supuso que presionarlo en ese momento no parecía ser la mejor idea del mundo. Era un chico guapo, y valiente. Sam lo había golpeado un par de veces; sabía que dejaba escapar gemidos de gato cuando jadeaba, pero era muy valiente, guardaba silencio dijeras lo que dijeras, y nunca parpadeaba cuando ibas a darle un puñetazo. Lo que más le gustaba de golpear a Allen era que él seguía las instrucciones muy sumisamente. Intentando acabar con el asunto lo antes posible, era muy cooperador.

A diferencia de Kei.

-Vamos en mi coche. –Dijo Sam.

Allen asintió y lo siguió. Caminando sin quedarse atrás, pero sin dejar de retorcer sus manos.

-¿Dónde hay que ir? –Preguntó Sam.

La voz de Allen sonó ahogada cuando respondió, y fue difícil de entender.

-A la bodega. –Dijo. –Puedo… ¿Puedo usar tú teléfono un momento? Kei me pidió que revisara algo.

Sam le miró con fastidió, pero no podía  negárselo. Allen se conectó a internet inmediatamente, mientras caminaban, y comenzó a buscar algo. Guardo silenció el resto del viaje.

 

Domingo 03:40 hrs. Club.

Mientras Kei recibía a los invitados, Panda recorrió discretamente todas las salidas de emergencia, deteniéndose un momento ante cada una, y con mucha naturalidad, asegurándolas con cadenas y gruesos candados. Más de uno por puerta, para asegurarse de que no fueran abiertos a tiros, aunque el dueño de la tienda había asegurado que los candados resistirían.

Kei subió al escenario y todos los reflectores se centraron sobre él. El muchacho sostenía entre sus manos una lata de aerosol. Camino hasta el micrófono, con una enorme sonrisa y los observó a todos, mientras la sala, misteriosamente, comenzaba a fundirse en silenció. Dejo la lata sobre el piso para tener las manos libres antes de hablar.

-Espero que estén disfrutando la fiesta. –Dijo, y su voz resonó llenando todos los huecos del lugar. Una chica guapa con cabello teñido de rojo se cruzó de brazos y apoyó su cabeza en el borde del escenario, observándole. Un chico peinado con mucho gel para levantar su cabello se distrajo un momento y dejó caer el vaso del que bebía a sus pies. Junto a él, un joven a penas le hecho el vistazo.  Un par de personas seguían bailando ensimismados aunque la música se había detenido. Y otros se agolpaban en el bar sin prestar atención. Alguien había inflado un condón, que ahora daba tumbos sobre la multitud alegremente. Más tarde, Kei recordaría simplemente cada segundo de ese cuadro. Las miradas sobre él, atentas. La forma en que el camarógrafo de MTV preparaba su cámara para captar con precisión el momento. Los reflectores le enceguecían y tenía el fuerte impulso de parpadear y cubrir sus ojos, pero no  hiso nada.

 

El móvil de Panda vibró avisando que había recibido un mensaje.

De: Cebra.

Para: Panda.

“Estaremos allá en 5. Aviso al 1. Prepárate”

Un tiempo bastante adecuado.

-Hoy estamos celebrando mi cumpleaños. –Dijo Kei. –Hace algún tiempo nadie hubiera pensado que yo me convertiría… En esto. –Metió las manos en sus bolsillos y cuando las sacó estaban repletas a rebosar de píldoras. –Pero está bien, la vida nos sorprende a veces. –Las masas de cuerpos comenzaron a apelotonarse cerca del escenario, los camarógrafos enfocaron hicieron un acercamiento al chico y a su extraña sonrisa y maquillaje, también a sus manos. –Es un regalo. –Dijo Kei arrojando las píldoras al público. Metió una vez más las manos a sus bolsillos, saco más píldoras y las arrojó. Una lluvia que esparcía euforia, cuerpos frenéticos luchando por alcanzar un poco. Kei solo les arrojó más mientras enloquecían.

Sacudió sus manos y levantó una vez más la lata.

-Todo esto, la fiesta y tal… Es gracias a Sam. El organizo todo esto para mí, y apenas pude creerlo. Dijo que esta fiesta cambiaría las vidas de todos, para siempre, y al menos mi vida… Sí que cambio. Yo solo conocía lo que era sentirse solo, rechazado, apaleado por el mundo. Pero este mundo, el cariño, el calor de la gente, ser parte del grupo… Es una emoción maravillosa.Así que cantare una canción en su nombre. Él mismo me dijo que la adora, así que la cantaré para él. 

Volteó hacía la pared tras el escenario y comenzó a escribir, en grandes letras rojas:

Gracias Sam.

Entre las personas que no estaban muy ocupadas peleando por las píldoras comenzó a esparcirse un aplauso muy cálido. La mayoría de esas personas tenían a Sam en muy alta estima.

Recordaremos siempre tu generosidad.

De fondo comenzó a sonar la música de una canción llamada “My songs know what you did in the night” (Mis canciones sabes lo que haces en la noche) e interpretada por Fall Out Boy. Resultó estruendosa después del silenció. La sonrisa de Kei solo se hiso más grande.

Llegó hasta el micrófono justo a tiempo de cantar la primera frase: 

"Se cuidadoso con lo que deseas en la oscuridad, en la oscuridad..."

Panda termino de cerrar la última puerta. Ahora solo quedaba la principal, que sería la última en cerrarse.

“No puedes estar seguro de cuando estos llegan a su marca, a su marca,

Y tú a mi lado, mientras sueño con mandarte a la mierda.”

Cuando aquello estuvo listo, Panda corrió tras bambalinas. Tomo un bidón de combustible, y aprovechando las luces confusas y la conmoción, comenzó a verter su contenido en las esquinas.

“Estoy en los de-detalles con el diablo,

Así que el mundo nunca podrá atraparme en mi nivel,

Solo tengo que sacarte de la jaula,

Soy un joven, amante de la rabia,

Vamos a necesitar una chispa que iniciar,

Mis canciones saben lo que haces en la oscuridad. “

Panda derramaba más y más combustible, que se arrastraba por el piso, siendo pisado. Sin embargo el olor pasaba desapercibido entre el hedor de cigarrillos, cannabis, y humo de las máquinas de humo.

“Así que enciéndelos, enciéndelos, enciéndelos
Estoy en llamas (…)”

Se movía entre los cuerpos oscilantes que muy pronto solo serían cenizas, y vertía la gasolina a sus pies, sin que ellos lo notaran, y si alguien le vio, no se dio cuenta de nada. Ellos estaban convencidos de su seguridad, de que su juventud los hacía invulnerables. Invisibles a la muerte.

“Los escritores continúan escribiendo lo que ellos escriben,
En alguna otra parte, hay una hermosa hebra que muere,
Tengo cicatrices del mañana y desearía que pudieras ver que tú
eres el antídoto para todo, menos para mí…”

 

“Una constelación de lágrimas en tus pestañas,
Quema todo lo que amas y luego quema las cenizas,
Y al final todo colisiona,
Mi niñez escupió de nuevo al monstruo que tú ves,
Mis canciones saben lo que hiciste en la oscuridad.”

“Así que enciéndelos, enciéndelos, enciéndelos
Estoy en llamas (…)”

 

 

Domingo 03:30 hrs. Bodega.

 

Allen condujo a Sam rápidamente hacía el galpón que habían usado de depósito y entraron al interior. Lo primero que Sam percibió, fue un insoportable olor a gasolina que le hiso cubrir casi inmediatamente su nariz.

-¿Que pasó aquí? –Preguntó, sin obtener respuesta. A penas había luz y era difícil reconocer algo. –Vaya, este olor es…

-Sam. –Dijo Allen. Su voz sonó cerca, inmediatamente a su lado, pero no había percibido su presencia. Giró hacia la derecha, donde creía haberla escuchado, y no tuvo tiempo de reaccionar antes de que un puño impactara en su nariz arrojándole hacía atrás. Su cabeza se sintió desorientada un momento. Su equilibrio le jugaba malas pasadas.

Allen se acercó para darle un rodillazo en el estómago, pero Sam estaba demasiado habituado a la violencia. Aprovechó ese instante para enredar una mano el  cabello de Allen. Le acercó y le sostuvo quieto de esa forma mientras le golpeaba una y otra vez con puñetazos ascendentes de gancho. La boca del estómago, las costillas, el esternón. Cuando llevaba alrededor de cinco, Allen dejo de resistirse. Cuando iba por la veintena el chico estaba rogando y la comisura de sus labios dejaba salir un hilillo de sangre mientras luchaba por respirar.  Sam lo soltó y lo dejó caer sobre el piso. Mirándole desde lo alto con una sonrisa. Su corazón agitado, y esa familiar sensación de bienestar que tenía siempre que golpeaba brutalmente a alguien.

-Si querías atención solo tenías que pedirla. –Le dijo con burla. Allen luchó por respirar con más fuerza, y de pronto, sin ningún anuncio, giró sobre sí mismo y lanzó a Sam una patada directo en los genitales. Fuerte y explosiva. El dolor recorrió a Sam inmediatamente, pero la rabia pudo más. Se arrojó sobre Allen, lo sostuvo contra el piso y dio golpes sobre su cara.

-¿¡Crees que puedes burlarte de mi pequeña puta rubia?! –Preguntó a gritos.

Y entonces notó que la sangre era demasiada.

Se levantó y Allen  permaneció tendido e inmóvil. Ni siquiera estaba respirando. Sam se levantó, alejándose de él de golpe.

¿Qué debía hacer?

Un sonido interrumpió. Un teléfono sonando, algo lejos de Allen. Sam pensó ignorarlo, pero dado que estaban en ese lugar precisamente podía ser importante. Volvió a mirar al chico sobre el pisó, y corrió a responder. 

-¿Si? –Dijo al levantar el auricular. Desde su ubicación no podía ver el cuerpo del niño.

-Soy Kei… ¿Sam? ¿Qué haces hay?... ¿Sam?

Sam frotó sus ojos con el dorso de su mano para no mancharse de sangre. “Vaya locura de día”.

-Sí, lo siento. Fue una emergencia. - Dijo.

-¿Todo va bien? –Preguntó Kei. Su respuesta fue extraña; vino demasiado pronto.

-Excelente. –Mintió Sam.

-Vale. Todo está bien aquí también. Supongo que ahora… -Un fuerte sonido resonó en el galpón impidiéndole escuchar el resto. Un escalofrió de anticipación recorrió su espalda en cuanto supo de qué se trataba. Una pesaba y enorme puerta de metal.

Soltó el teléfono y regresó a la entrada. Allen no estaba ahí. Un patético rastro de sangre hasta la puerta era lo único que quedaba, un rastro de sangre que conducía a una puerta cerrada.

Sam se acercó e intentó abrirla con todas sus fuerzas, pero no hubo suerte. Por más que empujara, nada sucedía. Había sido cerrada por fuera.

-Demonios, demonios, demonios. –Gruñó. -¡Allen! ¿¡Porque maldita sea estás haciendo esto!? ¡Allen!

 

Fuera del galpón, Rob acomodó a Allen sentándolo contra la puerta. Era más que evidente que él chico sentía mucho dolor, pero estaba consiente, y podía respirar. Estaría bien.

-Es todo lo que tenía que hacer. –Se excusó Rob. –… Ahora tengo que irme

-Está bien. –Musitó Allen. –Lo se…

Rob asintió con la cabeza, le sonrió y resopló. Allen se sentía muy satisfecho consigo mismo. La golpiza no había sido programada, pero durante el trayecto, pensó que sería terriblemente útil para cubrir su espalda más tarde. Disfrazado como una víctima. Y golpear a Sam había valido totalmente la pena. Antes de que fuera demasiado tarde.

-Entonces me voy. –Dijo Rob. –No olvides juguetear con tus muñecas.

Las muñecas de Allen estaban amarradas fuertemente con una áspera soga. Solo era necesario que forcejeara un poco para lastimarse.

-Vale. –Respondió. Rob hiso un gesto de despedida y se alejó, dejando a Allen solo, apoyado contra la puerta.

Definitivamente” Pensó “Más vale que armes una buena, Kei, una muy, pero muy buena”

 

Sam buscó en su bolsillo, pero no encontró su teléfono móvil, como para reafirmar el sentimiento de “idiota”, se lo había prestado a Allen. Con un suspiro regreso al teléfono donde había estado hablando con Kei. Mientras se acercaba, escuchó el murmullo de la voz de Kei.

Levantó el auricular.

-No tienes idea de lo que…

-¿Allen ha hecho algo raro? –Estaba diciendo Kei, como si estuvieran hablando tranquilamente. Sam no respondió. –Ah… espera, ¿Estás seguro? –Preguntó Kei un momento después. Y luego de otra pausa. –No sé qué sucede.

Era una grabación. Una maldita grabación. Le habían tendido una trampa. Probablemente tenía que ver con el insufrible olor a gasolina, y con Allen.

¿Acaso le quemarían vivo en ese oscuro lugar?, ¿Acaso…?

Colgó la llamada. Volvió a levantar el auricular, y no había nada ahí. Ni la voz de Kei, ni el tonó de marcado. Nada.

Estaba atrapado. De alguna forma le habían puesto una trampa, y lo habían hecho bien.

 

Domingo 03:52 hrs. Club.

Rodearon él club, cubriendo las salidas, y un grupo de al menos 50 personas se prepararon para entrar directamente por la puerta principal. Las pistolas cargadas y dispuestas en sus cinturones y el interior de sus chaquetas. Las cuchillas dispuestas, la cinta adhesiva preparada.

Franco estaba dirigiendo la operación, porque se trataba de Panda. Todo estaba dispuesto. Desde ese día, su chico tendría que dejar la escuela, vería morir a su amiguito y a su hermano frente a sus ojos, y recordaría por siempre el día que decidió ir en contra de los deseos de su padre.

Panda no lo comprendía. No comprendía la importancia de mantener el poder de la familia, de que el próximo líder fuera de su misma sangre. No era culpa de Franco que fuera su único hijo, tampoco era culpa de Panda, pero era su suerte. Y no era cuestión de elección: Todos sabían que era el legítimo heredero. Incluso si Franco intentaba mantenerlo en secreto. De entre todos los miembros de su familia, Panda era quien corría el más terrible peligro. Pues cualquier enemigo de Franco, cualquier enemigo de la familia, tenía primero en su lista el nombre de Franco, y segundo el nombre de Panda. Había tanta gente que quería matarlo, que su única opción para sobrevivir era cumplir con su papel.

Franco y Panda lo habían discutido muchas veces.

“No es cosa de elección, Mickell.” Solía decirle Franco. “Si te alejas de nuestra zona y alguien llega a reconocerte o descubrir quién eres, estas muerto. No tienes opción. Solo intento protegerte hijo.”

Panda le miraba con rabia. Recordaba, por supuesto que recordaba. Su cuerpo estaba lleno de recordatorios. Habían asesinado a su madre por la misma razón. Los pecados de su padre y de la familia le perseguían a él también. Sin descanso. Y sus propios pecados fueron acumulándose antes de que se diera cuenta.

“No quiero esto.” Le decía Panda. “Me iré muy lejos, a otro país, o lo que sea, pero por favor, por favor, no quiero esta vida.”

Y Franco siempre le dio la misma respuesta.

“No es posible. La única forma de que no te sigan, sería que estuvieras muerto”.

Un padre siempre quiere proteger a su hijo. Incluso un padre como Franco, aparentemente sin corazón. A quien todos consideraban más demonio que humano. Pero su hijo simplemente no comprendía. Panda continuaba revolviéndose como un animalillo salvaje y no le dejaba otra opción que estrechar cada vez más y más la correa que tenía en torno a su cuello.

A demás Panda era de las personas más talentosas que Franco hubiera visto alguna vez. Nunca perdía un tiro. Siempre acertaba. No parpadeaba al matar, y Franco sabía que lo disfrutaba. Su estado físico era envidiable, su agilidad y su inteligencia. Esa inteligencia que Panda insistía con desperdiciar en la escuela, y que en el mundo real le servía para dirigir operaciones y encontrar cualquier forma de ganar en medio de un combate. No quería quedarse sin un talento de su talla.

Todos estaban preparados para ingresar. Los guardias de la entrada parecieron nerviosos, pero de inmediato dos armas equipadas con silenciador se posaron sobre la sien de ambos, y cayeron al suelo con un tercer ojo abierto en su frente, y sangrando.

Franco dio la orden.

-¡Todos adentro! Y asegúrense de que nadie salga por esta puerta.

Sus guardias asintieron, y entraron. En último momento, Franco se percató de que Cebra no estaba entre sus hombres, pero no tuvo tiempo de preocuparse por eso. Ya estaban en medio de la acción. Se aseguraría de que el chico fuera amonestado luego.

Dentro todo era un verdadero caos de cuerpos calientes contorsionándose. Lleno de niños, adolescentes, y jóvenes adultos. Nadie que sobrepasara los 25. Sonaba una música muy fuerte, y una voz algo inexperta, pero muy potente y llena de energía se elevaba en el aire. Al mirar al escenario vieron que se trataba de Kei cantando una canción completamente absorbido. Desenfundaron las armas, y en ese preciso momento, todas las luces se apagaron, pero de fondo seguía sonando la canción que el muchacho había estado cantando, llenandolo todo con su sonido. Haciendo imposible hablar.

Notas finales:

OMG...

Kei canta dos canciones. 

My songs know what you did in the dark, Fall out boys. 

The Phoenix, Fall out boys. (Es lo que esta cantando cuando llega Franco :) ) 

 

 

 


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