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Panda Hero por Bellyster Christien

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Notas del capitulo:

Bueno, Lamento mucho la demora, pero aquí traigo el proximo capitulo. Puede que hayan pequeños desajustes con las fechas, pero eso lo arreglare al final, me voy dando cuenta de esas cosas sobre la marcha, cosas que no pude predecir muy bien antes. 

Este cap fue... uf, dramatico. Pero ya lo veran. Sin embargo, me gusta como quedo. Por otro lado, esta vez el cap completo es una sola escena. xD y asi con la vida. 

Me alegro mucho de hayan llegado hasta este punto. 

 

ADVERTENCIA: SHOTA. 

Capítulo 8: Punto de quiebre.

Se sentó sobre la mugrienta tasa de inodoro sosteniendo entre sus manos el trozo arrugado de papel que Sam le había dado. Fuera le estaban esperando para llevarle a cumplir con su prueba, pero incluso en un momento como ese era razonable detenerse y pasar por el baño para realizar tareas humanamente necesarias.

 Las letras eran prolijas y claras, una caligrafía extrañamente ordenada para un hombre.

Cuando acabara, cuando saliera de ese cubículo, todo comenzaría, y no habría vuelta de atrás. No quería morir.

La nota decía: Saben lo de tu padre. Saben lo de Rick. Saben que lo mataste, y saben sobre mí. Ten cuidado. No sé si Panda sepa de esto, pero no te fíes de él.  Lo siento.

Y nada más.  Sintiéndose de malas pulgas arrojó el papel  a la taza del inodoro y jalo la cadena. En esa nota podía oler demasiado claramente el miedo. Miedo. Sam había estado aterrado. ¿Por eso había abierto la boca? ¿Por eso no se había atrevido a hablarle delante de Panda?

“Lo siento por venderte…”

Seguramente.

Aunque Kei no podía pedir más. Estaba seguro que desde la perspectiva de Sam incluso ese simple acto había sido generoso. Alguien como Sam… a vece pensaba que ni siquiera merecía su odio.

Pero era Sam la pequeña rata asustada de jugar con los poderosos, no Kei. Estaba listo para enfrentar cualquier desafío. Aunque el negro presentimiento de que se encontraba bajo la afilada hoja de una guillotina no desaparecía.

Salió y enfrentó al muchacho que lo esperaba. Cebra. Lo había visto un par de veces antes, habían charlado. Lo había acompañado a algunos encargos y sabía que no era un mal sujeto. Hoy sin embargo parecía mortalmente serio. Evadía su mirada constantemente, y apenas le había mirado desde que se encontraron. Kei sabía que algo iba mal, simplemente lo sabía. No necesitaba que Cebra se lo confirmara, pero lo hacía, con cada gesto.

-Vamos directo al auto. Si intentas huir tengo órdenes de dispararte. –Indicó Cebra, su voz no era una amenaza, era más bien un ruego –Así que camina directo al auto.

Kei asintió intentando no perder la calma. Camino tranquilamente junto al otro chico, hasta el auto. Por su puesto, dentro había más hombres aguardando. La hiena ocupaba el asiento del copiloto, y los demás eran completos extraños. Cebra no subió el coche, permaneció a un costado de la puerta, aguardando que subiera y la puerta estuviera cerrada.

Kei le observó por la ventanilla mientras el coche partía, pensando que tal vez le miraría un momento, pero no lo hiso. Guardo su pistola en el bolsillo, se dio la media vuelta y caminó sin volver la vista atrás.

“No vale la pena preocuparse por los muertos”

Era una de las leyes en ese mundo. Kei lo sabía. Tal vez por eso desde que salió de la oficina de Franco todos actuaban como si fuera invisible, como si ya estuviera muerto.

 La noche era oscura, y muy poca gente rondaba las calles. Era casi la una de la madrugada. La luna parecía haberse perdido, solo oscuridad. La tensión estaba haciendo que el cuello y la cabeza de Kei dolieran, sus manos temblaban ligeramente y las ocultó en sus bolsillos esperando que los demás no lo notaran. Los demás ocupantes del coche, 4 hombres ataviados con traje, no intentaron decir absolutamente nada.

Pronto fueron dejando atrás la parte central de la ciudad hacía la periferia, y la sensación de malestar de Kei aumento. Esta era la dirección en la que estaba su casa, su vieja casa. Sacudió la cabeza, no quería pensar en ello, si le pidieran que matara a su padre, si le pidieran algo como eso, entonces probablemente podría hacerlo, no había de que preocuparse. Habían pasado ya 5 años desde la última vez que visito ese lugar. Después de eso el tribunal había accedido a su traslado a la escuela y su padre le daba una modesta suma, insuficiente para mantenerse, mientras siguiera en ese lugar. Si lo hacía, no le denunciarían, no le obligarían a volver. Pero si Kei dejaba la escuela, o era incapaz de mantener la beca, le obligarían a regresar. Kei no había vuelto a ese lugar en 4 años. Parecía como si hubiera pasado mucho más tiempo.

Sus sospechas se confirmaron cuando se detuvieron frente a una desvencijada casa. Su vieja casa. Kei sonrió, así que, ¿Realmente era eso lo mejor que habían podido pensar? Las luces de la casa estaban encendidas y había otro auto, igual al que ocupaba él, estacionado en la acera de enfrente.

La hiena rompió el silencio por primera vez.

-En esta casa vive un hombre que tiene una gran deuda con nosotros. Tu padre. –

Una Deuda, Kei nunca había oído sobre ello. Tampoco había dejado nunca de recibir el dinero que su padre le daba cada mes.

-Pidió un préstamo porque su negoció estaba cayendo en picada. Con los intereses, su deuda ahora está cerca de los 30 millones, le hemos amenazado, pero no escuchó nuestras palabras, ahora, es momento de cobrar.

El hombre junto a él saco una pistola y se la tendió a Kei.

-Tú lo harás. –Dijo la hiena. Vamos adentro ahora. –Franco ya te explico las condiciones.

Kei tomó el arma y asintió con la cabeza.

Bajaron del coche. El frío aire de la noche le cogió desprevenido. Había más viento en esta zona. La cerca de la casa era justo como la recordaba, la misma madera raída desgastada por la humedad de siempre. Dentro, algunas flores adornaban la vista, lucían muy bien cuidadas. No había latas de cerveza regadas por todas partes, no había olor a podredumbre. Tal vez las cosas habían mejorado un poco después de su marchada.

Hiena entró primero, a continuación, Kei, sosteniendo la pistola con más fuerza de la necesaria en su mano derecha.

Lo primero que noto fue la fresca pintura blanca de las paredes. Lo siguiente; No había olor a alcohol. En absoluto. De hecho, la casa le recordaba los buenos tiempos, antes de que su madre muriera. El reconocimiento le trajo una oleada de nostalgia y tristeza. A continuación, escuchó un gemido, como un hipo, y una voz suave decir: Todo irá bien Kei. Una voz de mujer. Kei se dio la vuelta en esa dirección, preguntándose porque alguien le diría algo como eso,  y encontró a una joven y atractiva mujer sosteniendo en su regazo a un niño pequeño, de no más de cinco años.  A su lado, estaba su padre, abrazándola y acariciando su espalda.

Kei comprendió que no le había hablado a él, sino al niño. La vista de su padre estaba fija en la hiena, pero al cabo de un segundo, se fijó en Kei. Rápidamente pasó de la extrañeza al pánico, y un escalofrío le recorrió la espalda.

La hiena siguió avanzando hasta quedar frente al pequeño grupo, y Kei le siguió sin pensar. Intentando comprender lo que veía. Su padre no despegó la vista de él en ningún momento; Había envejecido al menos 10 años desde la última vez que Kei le había visto, probablemente había intentado rehacer su vida, había nacido este niño. Lo había llamado Kei. Un comienzo nuevo, una oportunidad de hacer las cosas bien, casi sintió lastima por el hombre…

-Él no tiene nada que ver. –Dijo su padre de pronto, sorprendiendo a todos. –Ni siquiera ha vivido conmigo hace mucho, en lo que a mi concierne no es mi hijo. No lo involucren…

La mujer justo a él le miró con los ojos muy abiertos, pero no se atrevió a hacer ningún comentario. Kei no podía creer que realmente estuviera intentando protegerlo.

-Al contrario. –Dijo la hiena. –Él tiene todo que ver.

Esto no estaba siendo fácil para Kei. No estaba siendo nada fácil.

-¿Tengo que matarlo? –Preguntó Kei con una voz patética.

Su padre frunció el ceño sorprendido y pareció notar por primera vez el arma en la mano del chico.

-¿Qué hiciste Kei? –Le preguntó. -¿Por qué…?

Lo silenció una patada en estómago. El niño lo había mirado al oír su nombre –ahora estaba prácticamente seguro de que compartían el mismo nombre.- y había comenzado a llorar. Su padre jadeó intentando conseguir algo de aire.

-No aun. –Dijo la hiena, y Kei dio un suspiro. –Tienes que matarla a ella.

Demasiado pronto para sentir alivio. Matar a la mujer. En cuanto escucho las palabras la chica abrazó al niño con ambas manos conteniendo las lágrimas, fingiendo ser valiente.

-Todo estará bien Kei, todo estará bien… -Acarició el cabello del niño amablemente. –Un día todo esto será un mal recuerdo, te lo prometo.

-¿Y el niño…?-Preguntó Kei, aterrado por la respuesta. 

-Es un niño muy lindo. Lo tomaremos con nosotros para prostitución. –Anunció la hiena, sin nada de emoción en su voz.

Esta vez la mujer no pudo contener el llanto.

-¡No! –Gritó. -No pueden, es un niño, no pueden…

-Cierra la boca puta. –Dijo uno de los hombres tras Kei levantando su arma y apuntándole. –Ahora.

La mujer gimió en silenció y miró a Kei, suplicándole en silencio.

Panda siempre decía lo mismo: Es diferente. Este tipo de vida, es un infierno. No quiero tener que matar contra mi voluntad. No puedo seguir así toda mi vida. No puedo.

-La otra opción es vender uno a uno sus órganos hasta que muera. Este niño está condenado a pagar la deuda que ustedes no quisieron pagar.

Kei ni siquiera se dio cuenta de lo que iba a decir hasta que sus palabras abandonaron su boca.

-Yo puedo pagar en su lugar. –Dijo. –Este niño…

Una bofetada cruzó el rostro de Kei. La mujer dejo escapar un grito y Hiena le miraba con un despreció nada disimulado.

-Mata a la chica, viola a ese niño y luego mata al hombre. Eso es lo que debes hacer, si no, sabes lo que ocurrirá, Kei.

-¿Yo? ¿Abusar del niño? Eso es ridículo, él debe ser…

-Tu hermano. –Dijo la hiena con hastió.  Luegó apuntó su arma  a Kei. –Tienes 10 segundos para decidir.

Las lágrimas se agolparon en los ojos de Kei cuando observo a las tres personas que se encontraban sobre el piso. “Dos veces papá, destruiste tu familia dos veces. ¿Qué culpa tuvo este niño de tu ineptitud? Arruinaste su vida…”, parpadeó y las lágrimas abandonaron sus ojos.

-6….

“Yo también vi a mi madre morir frente a mí. Este niño nunca podrá olvidarlo, cómo pudiste ponerlo en esta posición. Incluso tiene mi nombre… ¿Cómo pudiste?...”

-5…

“Y si yo no lo hago, ¿Simplemente lo hará otro en mi lugar? Cuántas de estas personas han abusado a un niño o a una mujer solo para castigar a alguien, solo para hacerle ver el infierno antes de morir… Animales. Son literalmente animales…”

-4…

“Si no lo hago yo alguien más va a hacerlo, y prometí que sobreviviría. Prometí que lo haría, no puedo morir, no quiero morir.  “Kei cerró los ojos un momento. Los maullidos de la mujer, el llanto del niño, los susurros de su padre llegaron hasta sus oídos.

-3…

“Pero no quiero morir.”

Kei levantó el arma y apuntó a la mujer.

-Suelta el niño. No quiero lastimarlo por error, suéltalo. – Ella debió ver su resolución, por que separó a la criatura de su cuerpo. El niño pataleó, intentando resistirse.

-Nooo, mamá, no me sueltes, mamaaaaa…- Extendía sus manos desesperado tratando de alcanzarla. Uno de los hombres se adelantó y apartó al niño de su madre. –Nooo, Mamá, Mamaaa, me lastima, Mamaaaaaa…

-Siento mucho que haya ocurrido esto. –Dijo Kei. –Lo siento.

La mujer cerró los ojos.

El tiempo se detuvo un momento. Kei no pudo escuchar nada más que el sonido de su corazón, bombeando sangre a todo su cuerpo.

No podía esperar más, no podía esperar más o simplemente no lo haría. Lo sabía.

Jaló el gatillo. El retroceso del arma le hiso dar un paso hacia atrás. Al mismo tiempo, la mujer se sacudió y una flor roja floreció por debajo del ojo derecho. Dio otro disparó. Y esta vez atinó en la sien. El cuerpo sin vida se desplomó sobre su costado, a cámara lenta.

Escuchó, como proveniente de un sueño, el grito del pequeño niño llamado Kei. Un interminable grito de dolor y miedo, y las náuseas se le revolvieron en el estómago. Respiró profundo un par de veces intentando no caer, ni vomitar.

“Solo debo seguir adelante…” Se dijo.

Alguien dirigió el niño hasta ponerlo frente a él. Y Kei le miró preguntándose qué hacer. El niño no dejaba de llorar y llamar a su madre a gritos.

-No puedo hacer que… Mi cuerpo no va a reaccionar para poder… Abusar de este niño. –Dijo con dificultad, mirando a la hiena.

El hombre asintió con la cabeza, como si lo hubiera estado esperando.

-Tengo algo para ti. Tardará un minuto en hacer efecto. –Sacó una pastilla de su bolsillo y se la tendió. –Te hará sentirte lo bastante excitado para eso.

-¿Qué es? –Preguntó con desconfianza al tomarla.

-Una droga. –Dijo simplemente la hiena.

-Oh… -Kei la puso en su boca. –Voy por agua, regreso en un segundo.

La pastilla dejo un amargo sabor en su lengua. Pero Kei no sintió ninguna diferencia, seguía sintiéndose enfermo. Miró su reflejo en el espejo del lavabo y contemplo sus ojos vacíos.

“¿Qué estoy haciendo?”

Regreso con los demás y se sentó en un sofá a esperar. El pequeño Kei se sentó junto a él, sin dejar de llorar. Le habían puesto una mordaza a su padre y estaba sentado frente a ellos, con una pistola apoyada directamente en su sien.

Kei miró al niño que lloraba sin descanso. Hiena tenía razón; era un hermoso niño. De hecho, era muy parecido a como Kei había sido de niño.

-Hey –Le dijo. –Tienes que calmarte. Kei, tienes que calmarte ahora, ¿De acuerdo?

El niño le miró sorprendido de que le hablará, sin dejar de llorar.

-Ven aquí. –Dijo Kei rodeándolo con sus brazos. El niño se dejó hacer, agradecido del consuelo. Desesperado porque alguien le sostuviera entre todas aquellas aterradoras personas.

El niño se acomodó en su pecho y lloro, aferrándose a él como si su vida dependiera de ello. El tiempo comenzó a pasar, y sin poder evitarlo, Kei comenzó a sentir calor, un terrible calor, extenderse por todo su cuerpo lentamente. En poco tiempo, incluso le costaba respirar.

De alguna forma, el niño se había calmado un poco.

-¿Quién eres tú? –Preguntó. -¿Por qué mataste a mi mamá?

No se apartó de Kei, para preguntar. Kei abrió la boca para responder y un leve jadeó escapó de sus labios.

-Yo… -Tuvo que respirar profundamente para hablar. –Soy tu hermano. Soy hijo de papá, y… Si no lo hacía me iban a matar. Yo quiero vivir, ¿Tú quieres vivir?

El niño asintió con la cabeza, y Kei sintió como el niño comenzaba a angustiarse de nuevo.

-No…No llores. .-Acarició su cabello suavemente.  –Vamos a sobrevivir, bien, pero aun… Va a ser difícil, va a ser doloroso, pero tienes que hacerlo. 

Explicó. El niño le miró, y asintió con la cabeza.

“Que increíble niño. Que valiente” Se dijo Kei. “creo que me reconoce, que siente que somos familia”

El calor se hacía difícil de soportar, Kei lo sentía en todo su cuerpo, y cada lugar en que su piel rozaba con algo parecía estallas en llamas. Nunca antes había sentido algo como eso, esa desesperación. La mano que el niño aferraba a su polera apretó un poco su agarré y Kei sintió como su cuerpo entero reaccionaba ante el contacto. No tuvo que verificar para saber que tenía una erección.

-Tengo calor… Tengo mucho calor… -Sollozó de pronto el niño, removiéndose.

Kei toco su frente y la sintió completamente febril. Los ojos del niño se veían vidriosos. Probablemente le habían dado también algo de droga.

-¿Qué me pasa? –Preguntó…

-Es una droga. –Respondió inmediatamente Kei. –Estarás bien…

La hiena también se había percatado de su expresión, se acercó, enredó los dedos en el cabelló de Kei y hecho su cabeza hacía atrás.

-Ah… -Kei dejo escapar un suave gemido, y se sintió terriblemente humillado por eso.  –Yo… Está bien. –Aceptó. A sus propios oídos sus palabras sonaron pastosas, como si hubiera bebido. Hiena libero su cabello y Kei tuvo algo de problemas para sostener su cabeza.

Se sentía tan caliente que necesitaba sexo como un hombre perdido en el desierto y a punto de morir necesitaba agua. Parecía que todo su cuerpo lo necesitaba desesperadamente.

Miró al niño. En ese estado era fácil que perdiera el control con este niño. Demasiado fácil.

Se atrevió a levantar la vista y vio que su padre negaba con la cabeza frenéticamente, intentando hablar tras su mordaza. El hombre que le apuntaba con el arma estaba sosteniendo un cigarrillo con la izquierda y fumaba tranquilamente, sin ninguna expresión.

-Escúchame. –Dijo Kei al niño. –Mírame.

El niño alzó la cabeza y le miró a los ojos, asustado.

-¿Estas enfermo? –le preguntó a Kei al ver su rostro.

Kei negó con la cabeza. 

-¿Sabes lo que es un beso? –Dijo en cambió. El niño asintió con la cabeza. –Voy a besarte. –Dijo Kei entonces.

-Pero… -El niño intento replicar, con los ojos muy abiertos, confundido –Pero eso está mal, eso…

-Lo se… -Dijo Kei. –Pero… Tengo que hacerlo. –Una nueva pausa. El niño intento apartarse de él, pero Kei no se lo permitió. –Cálmate. Tienes que estar tranquilo. Voy a besarte, y voy a tocarte y va a… a sentirse muy extraño…. Pero tengo que hacerlo. Y tú tienes que aguantarlo, y ambos podremos vivir,  ¿Esta bien?

El niño asintió con la cabeza. Temblando.

-Tengo calor… -Sollozó. –Papá…

-Papá no puede ayudarte. Solo tú puedes ayudarte ahora, solo tú puedes salvarte, como los héroes… en las películas.

Kei enredó los dedos suavemente en su cabello y se acercó a él lentamente, intentando no asustarlo. El niño lloraba de nuevo, las lágrimas corrían por sus mejillas rosadas, habían corrido por ellas tanto tiempo ya que la piel se veía irritada y sus ojos hinchados. Cuando finalmente llego a sus labios, y los roso a penas, puso verdadero cariño en ese contacto. Sin dejar de mirarlo, sacó la lengua y lamió levemente sus labios haciéndole separarlos. El niño lloraba y mantenía sus ojos cerrados con fuerza. Estaba siendo valiente y fuerte. Kei estaba orgulloso, orgulloso de él aunque acababa de conocerlo.

Pronto se encontró recorriendo su boca a voluntad. Y era difícil no dejarse llevar. Nunca se había sentido tan excitado, y esa boca pequeña y cálida era tan tentadora que apenas podía resistirlo. El niño jadeaba también, su aliento se mesclaba dentro de su boca, la saliva escapaba entre las comisuras humedeciendo su barbilla, y Kei podía sentir como temblaba de miedo bajo sus manos, como se agitaba, como respondía, lo asustado que estaba, y también esos pequeños estremecimientos que le causaban las extrañas sensaciones. Sus sensaciones parecían haberse amplificado al menos diez veces, casi podía escuchar los latidos de su corazón.

Deslizó las manos por su ropa y las introdujo por debajo de su playera.

-Quítasela. –Escuchó a lo lejos la voz de la hiena y obedeció al instante.

 Comenzó a besar el cuello del niño.

“Panda... Quiero a Panda… lo necesito”

El niño estaba demasiado asustado, ahora lloraba con fuerza, pero Kei sabía que sentía el mismo calor asfixiante que él, aunque no lo comprendiera del todo. 

“Panda…”

Y Kei comenzaba a sentir una angustia invasiva dentro de su pecho, expandiéndose poco a poco, no podía pensar con claridad, pero sabía que no quería hacer esto, y que quería a Panda ahí, en ese mismo instante, estar entre sus brazos, dejar que él se deshiciera de todo ese calor.

Pero siguió adelante. Se levantó y recostó al niño boca arriba en el sofá. Luego comenzó a quitarle los zapatos y la ropa interior.

El niño ahora gritaba. Kei tuvo que sujetarlo con algo de fuerza para mantenerlo quieto.

-No, No, ¡No me hagas esto!... No… ahhh… Yo no… Ah… ngh… No quiero…-Sus sollozos parecían interminables.

Kei se deshizo de la ropa y observo el pequeño y hermoso cuerpo del niño. Era realmente hermoso. Ganarían muchísimo, muchísimo dinero con él.

Cuando acercó sus manos a él, el pequeño se retorció y repitió sus ruegos con más fuerza, a Kei le recordaba… a Kei le recordaba tanto…

Sintió unas violentas náuseas y apenas tuvo tiempo de apartarse para que el vómito callera sobre la alfombra. Mientras con una mano mantenía al niño en su lugar.

A Kei le recordaba una terrible noche hace un año. Rick sujetando su brazo detrás de su espalda, el dolor intenso expandiéndose en oleadas mientras otros reían, mientras su pene entraba en su cuerpo una y otra y otra vez, como si fuera a partirle en dos, como si fuera a destrozarlo. Recordó el dolor, y la humillación. Recordó cuando le hicieron levantarse, su espalda baja enviando punzadas horrendas de dolor a todo su cuerpo y el semen y la sangre escurriéndose por sus piernas. Recordó lo que era sentirse sucio, enfermo, manchado. Sentir que nada, nunca podría borrar el dolor, la vergüenza, el odio que amenazaba con desbordarse de un momento a otro, que lo empujó a convertirse en un asesino, y entonces… Entonces él era mucho mayor de lo que era este niño ahora.

Kei comenzó a llorar. Era un llanto sucio y escandaloso, un llanto agónico que dejaba salir las lágrimas por montones. Un llanto tan desconsolado que no podía calmarse. El niño se encogió sobre sí mismo, jadeando y lo observo con cautela.

Después de todo, Kei no podía hacerlo. Iba a morir. Apretó su mandíbula con fuerza y escupió las palabras sintiendo un odio más terrible e intenso que en toda su vida.

-No puedo hacerlo. –Dijo. –No puedo.

El niño se estremeció al escuchar esas palabras.

-¡No! –Dijo con un grito ahogado. –Dijiste que te van a matar si…

Incluso el niño lo entendía.

-No puedo… no puedo hacer esto. –Dijo. –Puedo matar a papa, pero esto no…

La hiena se acercó caminando lentamente.

-No hay trato. –Dijo.

Realmente parecía disfrutar todo aquello. Era un hombre repugnante, repugnante en todos los sentidos. Levantó una pistola, apuntó al pecho de Kei, y disparo. Todo transcurrió sin que tuviera tiempo de pensar en ello. Fue como si un mazo le golpeara en el estómago; de pronto se vio arrojado hacía atrás, su cabeza golpeó el piso al caer y el aire no entraba en sus pulmones. Era terriblemente doloroso.

Escucho, a los lejos, el grito del niño. Lo escucho disculparse. Era un gran chico. Si tan solo…

Necesitaba aire, abrió la boca, intentado inhalar algo, pero no servía. Un disparo en el estómago, que cosa más cruel. No podía haber disparado simplemente a la cabeza. Kei se retorció, jadeó, luchando contra el dolor, intentando inhalar algo de aire desesperadamente. Las lágrimas aún caían, su rostro debía ser un rostro de dolor, y en su campo de visión, la hiena reía, reía como si algo fuera sumamente gracioso. El niño se había arrodillado a su lado e intentaba decirle algo, pero Kei no lograba escuchar. Una mano aferraba su estómago, por instinto, tal vez para evitar que escaparan sus intestinos. La otra arañaba su garganta como si eso fuera a servir de algo. Se asfixiaba.

Kei estaba desesperado, desesperado, y entonces pudo inhalar un poco, solo un poco de aire. Intentó incorporarse, luchando por respirar, y ah!, otra pequeña bocanada. Su garganta se contrajo y tosió, y pudo inhalar un poco más de aire.

Por fin entendió lo que el niño le decía.

-Estas bien, respira, estas bien…

Kei luchó por inhalar otra bocanada de aire, y observó la mano que sostenía su estómago. No había sangre. Confundido, miró a la hiena, que aún se reía.

-Aire comprimido. –Dijo él como si fuera una muy buena broma. –Suena y duele como un disparo real, pero es solo aire. –Explicó. Luego tendió su pistola a uno de sus acompañantes y tomó otra del interior de su chaqueta. –Esta es de verdad. – informó a continuación.

Si hubiera podido, Kei le hubiera reventado la cabeza de un tiró en ese momento.

-Creo que esto está siendo un poco – La hiena se interrumpió para reír. –Demasiado cruel. –Dijo. –Te daré una opción, la última opción para sobrevivir, Kei.

Kei escucho, luchando aún por recuperar el aire. Asintió con la cabeza porque no creía poder hablar.

-Queremos que nos des información de Panda. Franco necesita mantener a ese niño bajo control. Tú podrías servir para eso. Hemos comprobado que tienes una voluntad bastante firme, probablemente puedas…

-No. –Jadeó Kei. Su voz era ronca y sonaba rota, apenas parecía pertenecerle.

-¿Es que acaso eres idiota? –Preguntó la hiena.

-No voy… No voy a traicionar a Panda. –Cerró los ojos. –Adelante, puedes matarme.

Hubo un largo momento de silenció. Kei esperó con ansiedad que el disparó llegara en cualquier momento. Pero no sucedió. Se escucharon pasos alrededor.

 -Traen a alguien. –Le dijo el niño.

Kei abrió los ojos y se encontró con dos sujetos sosteniendo a Panda. Estaba atado, con una mordaza en su boca, le miraba con una determinación implacable. Quieto, sin hacer ningún intento por debatirse, sin mostrar ningún signo de debilidad. Se sintió inmensamente aliviado de verlo, pero por otro lado, los odio aún más. No quería que Panda tuviera que ver su muerte, que había fallado.

Sin embargo, la hiena se acercó a Panda y lo desató. Le dijo algo en voz baja y, algo que Kei no alcanzó a escuchar y le dio la pistola. Luego, Panda se quitó la mordaza por sí mismo con gesto impaciente  y se acercó a Kei. No podía ser, no podía ser que el muy maldito hubiera decidido que quien debía matarle era Panda… Pero no. Panda alzó el arma, y sin pleno aviso disparó a su padre, que quedó tendido en el sofá con los ojos abiertos por la sorpresa.

-Bienvenido a la familia Kei. –Le dijo con voz monocorde, casi robótica. –Desde ahora llevaras el nombre de rata. –Luego suavizó un poco su voz y agregó. –Ya terminó. Los llevare a ambos al departamento.

-El niño… -Preguntó Kei.

-Hice un trato por él. –Dijo Panda. Y nada más. Hablarían más tarde. Panda se agachó y ayudó a Kei a levantarse.  Sorprendido, Kei descubrió que el efecto de la droga le había abandonado en parte, tal vez producto del vomito. Se sentía algo más dueño de sí mismo.

-Rata es un buen nombre para ti. –Dijo la hiena, mirándolos con una mueca de superioridad. –Ahora largo, los tres.

Panda, sin embargo, alzó la vista lentamente y le miró a los ojos.

-El día en que tome el lugar de mi padre, corre. –Dijo con la voz más peligrosa que Kei hubiera escuchado nunca. Sintió un escalofrió por su intensidad. –Todos en este cuarto, porque ese mismo día, los mataré de la forma más cruel que pueda imaginar. Los encontraré, y los mataré, uno a uno.

La sonrisa de la hiena desapareció sin dejar rastro. Reemplazada por  una máscara de hielo. No respondió.

Panda levantó al muchacho en brazos, sostuvo a Kei, y los tres salieron de la casa. Al flanquear la puerta, Kei dedicó una última mirada al cadáver de su padre, el último rastro de su otra vida, tan lejana, había desaparecido. Salieron a la oscura noche, juntos.

 

Notas finales:

Y eso fue. Agradecería  mucho que dejaran sus comentarios si tienen algo que comentar, bueno, malo, da igual. 

Ya que tuvieron que esperar tanto, espero que al menos el cap haya cumplido sus espectativas. Que tal esto de que los niños tengan ahora una nueva mascota? xD 

Evidentemente el pequeño Kei recibira pronto un nuevo nombre. Cual? Tendran que esperar. 

Nos vemos, espero que más pronto esta vez. besos! y felices fiestas!


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