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Panda Hero por Bellyster Christien

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Notas del capitulo:

Buenas a todos y todas!!! Siento haber tardado tanto en este capitulo. :C 

Que debo decir? Ah si, al final inclui una parte que dice ¡Extra!, no es necesarío que lo lean, pero realmente me diverti escribiendo esas pequeñas escenas. Quería hablar más sobre el niño, pero no hubo chance, así que bueno, porque no. 

Falta poco, juro que falta poco para el final. Por ahora, disfruten el cap! 

 

Una mañana como cualquier otra. Por su puesto, nadie sabía, nadie tenía una idea de cuánto había sucedido la noche anterior, y al igual que otras miles de veces, Kei sintió como si perteneciera a una burbuja que le mantenía a parte de este mundo.

A veces, incluso para él, sus actos carecían de sentido. Y ahora, se sentía demasiado adormecido para dar más vueltas al asunto, para dar más vueltas a porque había acudido finalmente a Sam, después de postergar tanto el momento. Un impulso le arrastró con fuerza y antes de darse cuenta estaba ante él.

Sam estaba tan confundido como él, pero a diferencia suya, el caos formaba tan intrínsecamente parte de la vida de Kei que apenas era consiente de él. Solo un día más, Y Kei se encontró sonriendo como si se encontrara ante un niño pequeño. Se acercó a Sam y cogió su mano. Las clases estaban a punto de comenzar, pero no para ellos. Un par de personas a su alrededor voltearon a mirarlos. Una chica que había estado inclinada sobre la mesa inclinó la cabeza observando descaradamente sus manos, y un espasmo débil sacudió su garganta, como si se atragantara con palabras contenidas.

-Vamos Sam. –Le dijo Kei.

No hubo margen para preguntas. Kei le arrastró hasta la ventana. Ágilmente levanto las piernas y las paso a través de la abertura para quedar sentado sobre el alfeizar, sonrió, como un niño pequeño a punto de hacer una travesura y saltó, pasando por el rectángulo con facilidad y dejándose caer como un gato sobre el césped. Estaban en un segundo piso, y aunque la altura era poca, Sam parecía reacio a saltar. 

Kei le observó palidecer y parpadear un par de veces, sin poder creer lo que veía, sin creer tampoco que le hubiera dicho implícitamente que hiciera lo mismo. “Saltar por ventanas no es algo que hacemos.” 

-¡Sam! -Gritó Kei, desafiante, levantándose. Se tambaleó un poco, inestable, como si hubiera bebido. Su sonrisa era feroz. –Ven conmigo Sam. –El nombre se escuchó como un suave ronroneó y de alguna forma llegó hasta los oídos de Sam haciéndole estremecerse.

-Espera ahí… ¡Espérame! –Respondió desapareciendo de la vista. Kei asintió, decepcionado, aunque el chico no podía verlo. –Aquí no se salta por las ventanas. –Susurró. Ciertamente no Sam.

Se recostó de espaldas sobre el césped y la brisa acarició su rostro, fría y agradable. La humedad del piso se colaba por su espalda. El olor amargo que había dejado la cortadora de césped aun podía olerse levemente, y aun podía escuchar las voces de los estudiantes, en el fondo, el sonido de la interferencia de cientos de minúsculas voces que no decían ni una sola palabra interesante. Kei sintió la presencia de Sam antes de escucharlo, antes de abrir los ojos. Simplemente supo que estaba ahí y alzó una mano, haciendo la mímica de intentar alcanzar algo, sus dedos dieron quedos zarpazos al aire antes de que la mano de Sam se acercara a la suya tímidamente, con un roce inocente y desconcertado. Kei entrelazó sus dedos inmediatamente con los suyos. Sin abrir los ojos, deslizó su pulgar por la palma de su mano y respiró profundamente.

-Tenías que saltar, tonto… -Masculló.

Sam no dijo nada, y por un momento, Kei pensó que no estaba seguro de que fuera Sam, y le invadió repentinamente la urgencia de abrir los ojos y observarle. Lo hiso, y lo que vio le desconcertó; Era Sam, por su puesto. Sostenía su mano, sus labios dibujaban una fina línea y sus ojos brillaran llenos de una emoción desbordante. Parecía feliz. Pensó Kei, pero también parecía contrariado, asustado, y pequeño.

Tiró de su mano sin previo aviso haciéndole perder el equilibrio y caer sobre él. Inmediatamente le rodeó con los brazos para impedir que se levantara y ambos quedaron tendidos, sus cuerpos tocándose todo a lo largo, las piernas convertidas en un revoltijo. Sam medio intentaba incorporarse y poner algo de distancia apoyándose sobre sus codos a ambos lados del torso de Kei.

-¡Demonios! –Su exclamación se escuchó muy claramente. -¿Que estás haciendo?

-…Estoy jugando. –Dijo. Arriba, en su salón, una cabeza anónima se asomó a la ventana y sus ojos se cruzaron por un momento. En ese mismo instante, la figura pareció aterrada y se ocultó nuevamente. Los chicos curiosos no podrían ignorar una escena tan inusual. Seguían asomándose cada pocos segundos. Kei ocultó su cabeza en el cuello de Sam, sintiéndole sobresaltarse, y murmuró, asegurándose de que su aliento se deslizara por su piel como una caricia;

-Necesito hablar contigo.

 

Sam escuchó las palabras con claridad. Lo que antes solía ser pura rabia y desafió se había convertido en pura sensualidad. Kei le miraba y  sus ojos ardían con tanta intensidad, de tantas maneras, que se sentía ahogado en la necesidad, y sin embargo, Sam comprendía que solo estaba  jugando. 

Aunque en un principio le costó adaptarse al escenario comprendió que tenía que aprovechar de cualquier modo esa oportunidad.

-Hablemos entonces. –Respondió, intentando que su voz sonara tranquila. –Vamos a…

-Sí. –Asintió Kei, sin dejarle terminar, su aliento caliente erizando su nuca. –A donde quieras.  

Sam se levantó y le tendió la mano a Kei para ayudarlo. Él lo observó con una sonrisa socarrona y se levantó de un salto, como si no requiriera el más mínimo esfuerzo, Sin embargo, inmediatamente después, le guiño un ojo y tomo la mano que le ofrecía. Sam se decidió rápidamente por el cobertizo, y comenzó a caminar en esa dirección. Kei le seguía sonriente, y comenzó a parlotear de inmediato, como si no se sintiera cómodo con el silencio.

-Falta muy poco para mi cumpleaños, tres semanas, ¿Sabías? –Sam asintió.  –Voy a hacer una fiesta. –Prosiguió Kei. –Una fiesta grande, y regalaremos drogas a todos los que vayan, toda la que quieran, y creo que voy a cantar, solo porque si, será un show asombroso, todos irán, por su puesto, pero quiero que vayas tú, Sam.

El aludido alzó las cejas.

-¿Quieres que vaya? ¿Me nombraras reina y me arrojaras encima una cubeta de sangre de puerco?

Kei rio entre dientes.

-Oh, no, tú no eres la hermosa Carrie… -Negó. –Pasaron muchas cosas entre nosotros, con eso de la tortura y tu cosa de creerte Dios… Y eso de culparme por matar a Rick… Pero  ha quedado en el pasado.

-¿Ah, sí? –Preguntó presionando su mano. Nada de eso había quedado en el pasado, ni lo haría nunca. 

-Sí. –Dijo Kei categórico. –Las cosas han cambiado. Ahora necesito que me des una mano… Y necesito que pares.

-¿Parar?

Kei asintió gravemente. Alzó la voz para soñar con más convicción y dijo:

-Necesito que dejes de golpear a mis chicos. Han quedado mal heridos y no puedo tolerarlo… En realidad  creí que Panda y yo haríamos lo de siempre, pero no pudo ser, y se supone que llegué a un acuerdo contigo, así que quiero que me escuches, que hagamos un trato. –Agitó su cabeza y sus ojos se abrieron más; una conmovedora expresión de entusiasmo. –Sera una fiesta grandiosa. –Dijo. –Es como si mi vida se hubiera reducido a este momento, como si todas las señales se reunieran y se desbordaran y tú tienes que ser parte de esto, necesito que seas parte de esto, porque es gracias a ti Sam. Tú eres el único que merece el crédito, ¿Qué habría sido de mi sin ti? ¿Te lo imaginas? –Kei era realmente hermoso cuando sonreía, una pequeña marca en su labio inferior se dejaba ver cuando sus labios estaban tensados al máximo, la huella de una herida reciente que se borraría en pocos días. Sam casi pudo imaginar a Panda mordiendo la suave carne y tirando de ella salvajemente, ansioso, pero ni la mitad de ansioso de lo que estaría él si pudiera hacer lo mismo en ese instante.

-Sin ti –Dijo Kei –Probablemente habría tenido una vida escolar agradable. Y sin ti, no habría tenido que ser abusado sexualmente por un perro enfermo. Y sin ti, No habría tenido que vender mi cuerpo y alma por estar desesperado. Sin ti, no habría visto morir a mi familia hace un par de noches, no hubiera encontrado a mi hermano, no hubiera podido salvarlo. Y sin ti, Sam, ¿Cómo hubiera sabido lo perdido que estaba? Cuan simple, cuan frágil era toda la realidad en la creía, cuan tonto era vivir según las reglas de otro…

-No habría podido sin ti. –Dijo Kei. –Si hubiera sido feliz nunca hubiera descubierto la fuerza que puede tener el odio, el poder que puede acarrear el miedo, o lo que una persona es capaz de hacer cuando está desesperada. Sin ti seguiría creyendo que existen motivos, que la gente es buena, que no quiere herir porque si, sin ti no hubiera creído nunca que al momento de la verdad, entre la guerra y la paz, escogerán la guerra…

Se detuvo a tomar aire, sus mejillas estaban teñidas de color rojo, la excitación, el calor de sus propias palabras le había embriagado en tan solo un momento.

Perturbado, desquiciado, Insano. Cualquiera de esos adjetivos le iba bien a Kei. En ese momento Sam no sabía que esperar y que no; Cada palabra que salía de su boca era una oda al pesimismo, pero por su expresión, cualquiera diría que había descubierto a la gallina de los huevos de oro.  No estaba molesto, ni triste, menos aun con signos de depresión. Todo lo contrario.

Sam no terminaba de entender lo que pasaba por su cabeza.

Sin embargo, sabía lo que pasaba por la suya. Colocó la mano en torno a la cintura del muchacho y entro arrastrándole consigo al interior. En la esquina se amontonaban montones de utensilios de aseo  y cajas, pero más cerca, solo había algunas viejas colchonetas. En el piso, alrededor, una serie de colillas de cigarro, restos de snacks de comida chatarra, y un condón usado en una esquina, intentando pasar desapercibido.

Kei por fin había guardado silencio, su sonrisa se había borrado y le observaba fijamente, aguardando, casi inocente. La mano derecha de Sam subió desde la cintura a la nuca, rozando levemente la piel a su paso, hasta encontrarse con su cabello y enredarse en él, tomándolo en su puño con fuera, de un tirón, hiso que la cabeza de Kei se inclinara hacía atrás y un jadeó de sorpresa abandonara su boca. No se quejó porque de pronto estuviera tirando a si su cabello, al contrario, una sonrisa bailoteo en sus comisuras.

Los ojos curiosos de Kei, y los suyos, demandantes, permanecieron suspendidos los unos en los otros durante una eternidad, una pequeña pausa en el vertiginoso flujo del tiempo, antes de que todo se precipitara. Sam se inclinó, forzando el contacto. Su mano izquierda se unió a la derecha, y sosteniendo su cabeza con ambas, le dirigió, marcando el ritmo. Kei sintió su contacto, tomo aire, y abrió los labios, permitiéndole recorrerlos libremente. Kei sonreía en medio del beso, y contraatacaba con su propia lengua, intentando abatir a la de su enemigo. Sam tiraba de su cabello, mordía de sus labios, tiraba sin medirse, y sabía que probablemente quedarían marcas, pero no importaba, estaba hambriento, sediento y desesperado.

Kei rodeó su torso con sus manos y juntó sus caderas buscando algo más de contacto, sus manos se escurrieron por debajo de su camisa, levantándola y deslizándose sobre la piel hirviente. Gimió dentro de su boca rozándose contra él y sintió su miembro endureciéndose a través de la tela de sus pantalones.  

Y cuando Sam estaba seguro de que en cualquier momento perdería la razón, Kei le mordió. Mordió su lengua con fuerza y el dolor estalló dentro de su boca haciendo agitarse todo su cuerpo. Se apartaron, Kei retrocedió un poco, para poner distancia entre ambos, agitado, pero  triunfante.

-Lo siento Sam, tengo novio. –Ronroneó, alzando la mano para secar un poco de saliva que humedecía sus labios hinchados y húmedos, con más de una marca que pertenecía a Sam.

La excitación dio pasó a la furia tan fácilmente que parecía mentira. Se arrojó sobre Kei y alcanzó a sujetarlo a penas para lanzar un puñetazo a su estómago, pero no tuvo el efecto que esperaba. Su puño impacto con su él como si fuera algo sólido, y Kei apenas pareció enterarse de ello.

-Si haces suficientes abdominales un caballo podría pisotear tu estomago sin lastimarte. –Le informó Kei en tono suave y paciente. –He estado practicando mucho y te aseguro que puedo partirte la cara Sam…

Sam rechinó los dientes.

-Basta niño estúpido, todo este show es patético. 

Kei alzó las cejas incrédulo.

-Sam, tu eres el único patético, ¿A qué te has visto reducido? Persigues chicos más pequeños y los golpeas hasta hartarte porque no puedes tener al que quieres, te dejas llevar tan fácilmente por tus emociones, ¿Adónde se fue todo tu autocontrol? Solo mírate…

De pronto Sam no tenía idea de que decir. Se sentía completamente ridículo.

Entonces Kei volvió a sonreír, dulcemente.

-Vale, no quise hacerte sentir mal, pero esto es necesario Sam, he estado pensando mucho, en muchas cosas…

-¡Deja de parlotear! –Exigió Sam.

-Vale. –Un suave cabeceó, Kei volvió a acercarse, como si no tuviera nada que temer, e inmediatamente las manos de Sam lo tomaron y le estamparon contra la pared. Kei se relamió los labios. –Me gustaría ser tuyo Sam. Ha pasado tiempo, pero si tu trato aún está abierto, me gustaría… -Una de las manos de Sam se cerró entorno a su cuello y apretó, Kei se mantuvo sin intentar luchar.

-No soy estúpido. –Dijo Sam, recordando la charla que había oído e intentando ignorar el palpitar frenético de su corazón. –No sé qué están tramando panda y tú, pero no voy a caer entre tu juego pequeña rata…

-Sam –Jadeó Kei, y fue difícil, las palabras rasgaron su garganta para abrirse paso. – Puedes golpearme si quieres.

Como un choque, Sam sintió que todo su cuerpo se remecía. Retrocedió un poco, soltando a Kei.

El chico masajeó su garganta, donde las visibles marcas rojas de Sam se desvanecían lentamente, tornándose blancas. Kei se arrodillo lentamente sobre el pisó, con las piernas ligeramente separadas, y la espalda recta, su cabello desordenado, su camisa medio abierta. Se veía tan simplemente hermoso que Sam hubiera pagado cualquier montó por esa fotografía.

-Te propongo este trato. –Dijo Kei suavemente. –Por favor Sam escúchame… Hace un par de días el padre de Sam y otras personas me secuestraron, me arrastraron hasta mi antigua casa, y me obligaron a matar a mi familia. Los vi morir, ante mis ojos… Los mate. Sam, no quiero ser un asesino. –Kei empuño las manos, y trató de serenarse, agito su cabeza para aclarar sus ideas, librarse del tono muerto de su voz. –Tengo miedo de ser el próximo, creí que Panda me ayudaría pero solo se quedó ahí, mirando, como un perro faldero, asustado, con la cola entre las piernas… Eso es lo que es. –Alzó la vista hacía Sam. –Quiero terminar con eso antes de que sea tarde. Por eso, esto es importante, Sam, es muy importante.

Kei bajo la cabeza, meditando un momento sobre sus siguientes palabras.

-Quiero desenmascarar a Panda, ver a mi querido novio enfrentarse con la misma mierda con la que insiste en cubrir a otros, quiero verlo, más que a nada en el mundo, cuando su mundo se desmorone en un segundo, en mi fiesta de cumpleaños. –Dijo. –Si me ayudas, entonces, hare lo que quieras. Te doy mi palabra… Ayúdame Sam.

Era estúpido. Sam no quería creerle, no podría creerle. Sin embargo, sabía que la historia era cierta. Se les había informado a todos sobre la curiosa muerte del padre y la madrastra de Kei, y de la desaparición de su hermano pequeño. Había corrido la voz de que habían sido los amigos de Panda, aunque nadie pudo comprobar nada. Sam medió había unido las piezas para rearmar la historia que el chico acababa de contarle.

-Panda quería que hablara contigo. –Prosiguió Kei, en tono confidencial, apresurado. –Estamos teniendo problemas porque se supone que defendemos a los chicos, pero no nos metimos contigo… Panda me dijo que te diera lo que quisieras para que los dejaras en paz. A veces de verdad me pregunto si me ve como algo más que una puta gratis. –Sonrió, recuperando su alegría. Por arte de magia todo rastro de tristeza se había esfumado. –Estoy cansado de mentir, de sonreír todo el tiempo, y de nadar contra la corriente…

Sam negó con la cabeza.

-No te creo. –Dijo.

Kei no esperaba menos.

-Solo estás jugando, intentando manipularme. – Dijo Sam.

Kei inclinó la cabeza desvaneciendo su sonrisa.

-¿Y qué tengo que hacer para que me creas? –Preguntó. –No estoy asustado, Sam. Soy capaz de cualquier cosa.

Sam lo observo por un momento, y luego las palabras abandonaron su boca antes de que su cerebro tuviera tiempo de censurarlas.

-¿Mataste a Rick?

Tras eso, ambos guardaron silencio. Por último, Kei asintió lentamente con la cabeza.

-Sí. Tenías razón. –Declaró en voz plana, sin atisbo de culpa. –No pude evitarlo… Hablé con Panda y le pedí un arma para matarlo así sin más, pero no quiso dármela. Le pedí el arma antes de que Rick me violara. Y después de eso… Si antes tenía poco autocontrol después de eso no tenía ninguno.

Sam se agachó frente a él, y apartó el cabello de su rostro, suavemente. Kei  sonrió juguetón inmediatamente.

-¿Qué planeas para tu cumpleaños? ¿Qué harás con Panda?  

La voz de Kei salió a borbotones, un vomito de información.

-Es realmente simple, Panda ha estado robando drogas, son las que repartimos aquí, pero ha sido mucho, cuando los peces gordos se enteren se armara una buena, una muy buena, y entonces les daré el chivatazo de la fiesta, llegaran y descubrirán que fue el responsable de todo. Franco es muy estricto con él, no se lo perdonara, lo sacaran de la escuela y estará por siempre perdido. Ya quiero ver la cara de la hiena, cuando lo vea con las manos en la masa, la hiena será la más feliz porque se muere por tirárselo. Sera estupendo, la mejor conclusión para una fiesta.

Sam suspiró, pensativo.

-Déjame pensarlo… Te daré mi respuesta pronto.

-Si aceptas solo te pediré que dejes de golpear a los niños… Pero si quieres, si lo necesitas, puedes golpearme a mí. –Dijo Kei. –Por favor Sam.  Acepta y ayúdame con mi fiesta.

 

****

-Lo siento, sé que no debí. –Dijo Kei –Pero lo de morderlo fue un impulso.

Panda, pacientemente, deslizaba un trozo de gaza humedecida en alcohol para limpiar las heridas en sus labios, dentro del mismo cobertizo vacío. Había sido testigo prácticamente de toda la escena.

-Aun así, ¿Quién en su sano juicio te da una mordida de escándalo y luego te promete sumisión? Inconsistente.  

-¿Cómo que inconsistente? Me merezco un Grammy, un Pulitzer, un puto premio nobel.

Panda presionó la gaza con más fuerza y le arrancó un grito.

-Quédate callado Kei, no puedo curarte si estás hablando. –Panda torció su boca en una mueca burlesca. –Hace un rato parecía que te mojabas en los pantalones por Sam.

Kei chasqueó la lengua, sujetó la mano de Panda y la puso sobre su entrepierna. Panda sintió el tacto de la tela suelta, y el pequeño tesoro dentro de sus pantalones completamente desanimado y muerto.

-A ese paso no iba a mojarme ni en un siglo. –Gruño, recordando. La boca de Sam ese día tenía un curioso sabor, dulce y mentolado, como si hubiera estado comiendo un caramelo. Apartó el algodón de un manotazo, se inclinó, y beso suavemente a Panda. Encontró el regusto de algunas patatas fritas, gaseosa, y el inconfundible sabor del alcohol.

-Iugh. –Dijo Panda cuando se apartó. –Sabor a niño rico.

Un sabor mucho menos agradable, mucho menos delicado. Kei adoraba el sabor de Panda. Y sobre Sam, no sabía que pensar. 

** ** **

Un único informe sobre el escritorio, y un silencio sepulcral. Franco observaba fijamente mientras disfrutaba de un cigarrillo. A simple vista, podría parecer que estaba tranquilo, pero los tres hombres ante él lo conocían lo suficiente para vislumbrar la verdad a través de su fachada; Estaba furioso.

-¿Así que hemos perdido 5 millones por arte de magia? –Les preguntó con suavidad. 

Los tres hombres alineados frente al escritorio eran Hiena, Cuervo y Cobra.

-No sabemos en qué momento o como sucedió. Las cajas estaban en su lugar, en la misma posición, no había nada que indicara… -Cuervo comenzó a explicar, pero la mirada oscura de Franco le detuvo.

-Creo recordar que ordené que se revisara la mercadería semanalmente.

-¡Lo hicimos! –Intervino Cobra. –Las puertas nunca fueron forzadas, nada estaba fuera de lugar, no creímos que fuera necesario abrir las cajas. No había ningún signo de que nadie hubiera entrado al lugar.

-¿Revisaron las cámaras de seguridad?

Los tres hombres asintieron lentamente con la cabeza.

-No había nada fuera de lo normal. –Dijo el cuervo.

Una vez más guardaron silencio.

-Bueno –Dijo Franco –Las drogas no simplemente desaparecieron del depósito, alguien de nuestra familia ha estado sacándola a escondidas. –Todos lo sabían, pero ninguno había querido decirlo. –Quiero que averigüen quien es el responsable. Tienen un mes, y si para entonces no hay resultados ustedes asumirán las consecuencias. – Asumir las consecuencias por algo como eso significaba la muerte en el mejor de los casos -Por ahora mantendremos esto en secreto. Tal vez nuestro intruso nos haga otra visita pronto, espero que estén atentos, por su propio bien.

La hiena recorría la escena con ojos calculadores, pensando que hacer al respecto. Por supuesto, cubrir al niño no era una opción, pero aun había bastante tiempo. Dejaría las cosas seguir su curso un poco más.

Franco, con toda su superioridad, no le había ganado en esta partida. No sabía que el ladrón había sido su propio hijo malcriado, no sabía nada. Todas las cartas estaban en su mano.

Los tres hombres se despidieron con una reverencia.

 

 

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EXTRA (?)

 -1-

En la cama, el chico dormía plácidamente. Al menos durante su sueño parecía como si todos los fantasmas lo hubieran abandonado por fin, y no hubiera nada el mundo que le causara dolor. Kei le había dado una ducha mientras Panda preparaba una modesta cena y  le contó al niño lo que había sucedido, y él parecía entenderlo. Aún los observaba con reticencia, pero antes de dormirse se acercó a Panda y le dio las gracias, no había resentimiento ni falsedad en sus palabras, y ambos se sintieron muy aliviados al descubrirlo.

Ahora lo observaban desde el marco de la puerta con idénticas expresiones de desconcierto.

Kei fue el primero en romper el silencio.

-Bueno, entonces ¿Quién será la mamá?

Con fastidio, Panda le dio un manotazo. Kei soltó una carcajada ahogada, intentando no despertar al muchacho. Parecía auténticamente contento y la expresión de Panda se suavizó. Sostuvo su brazo y le condujo fuera del cuarto, hacía la sala.

-Me gustaría llamarlo Ethan. –Añadió Kei pensativamente.

-Bueno, es un buen nombre. –Aceptó Panda. –No creo que importe mucho… -Kei giró entonces y rodeó su cuello con sus brazos, dándole un suave beso en los labios.  Panda apoyó una mano en su espalda y con la otra acarició su cabello. -¿Estas bien?

-Por supuesto. –Kei asintió. –No ha sido la mejor noche, pero…

Panda bufó.

-Me tuvieron atado tres horas, creo que mis hombros dolerán una semana.

Rieron. Luego se dejaron caer sobre el sofá.

-Allá atrás, en la casa… -Dijo entonces Panda, un poco más enserio. –Fuiste tan tonto.

-Gracias. –Aceptó Kei, mirándole con atención.

-Me recordó cuando te encontré en ese baño. Tenías la misma mirada, diciendo que no tan altaneramente…  -Apretó los dientes. – No es la primera vez que hacen esto. A mi padre le gusta demostrarme que no puedo confiar en nadie, que al final, cualquiera me entregara si está acorralado… Y tú te negaste. Fuiste tan tonto, ¿Por qué hiciste eso?

Kei inclinó la cabeza un poco confuso.

-No entiendo porque sigues diciendo que fui…

-¡Porque quiero que vivas! –Respondió Panda. –Aunque tengas que venderme, si alguien más te captura alguna vez y tú única manera de escapar es entregarme, hazlo.

Panda no apartó la vista cuando dijo esas palabras, pero Kei sintió como si virtualmente se hubiera quedado sin aliento. Recordaba claramente las veces que Panda le había dicho que si algo ocurría simplemente lo dejaría atrás, pero ahora, estaba regañándole por no haber sido cuidadoso, estaba protegiéndole.

-¿Eso harías tú? –Preguntó casi en un susurró.

-Sí. –Dijo Panda sin dudarlo un solo segundo.

Kei sonrió.

-Mentiroso. –Escupió. –Si quieres que sea honesto contigo podrías empezar con el ejemplo.

-No estoy mintiendo. –Dijo Panda –Lo siento si eso hiere tú ego, pero…

-Estoy bien. No me lastimaron Panda, estoy bien.  No tienes que preocuparte por mí.

Panda resopló.

-Eres imposible. –Dijo. –Me alegra poder pasar el tiempo contigo y todo, Kei, eres un gran compañero, pero no te necesito. Y si tengo que escoger, voy a salvarme a mí mismo, aunque tenga que matarte con mis propias manos.

-No. –Dijo Kei. –No voy a abandonarte.

-Te estoy diciendo que…

-¡Y yo te estoy diciendo que no me importa! ¡Que no importa lo que pase voy a serte leal! Porque eres mi compañero, y quiero que vivas. – Explicó, y luego dejó escapar un suspiro. –No es tan difícil de entender.

-Pero…

-Aunque quisiera, es demasiado tarde. –Dijo Kei bajando la vista.

En un impulsó Panda rodeó a Kei con sus brazos, acunándolo. –Tienes razón… Es demasiado tarde.

Después de un tiempo de permaneces así, en silenció, Kei volvió a hablar, mucho más tranquilo que antes.

-¿Qué vamos a hacer con Ethan?

-¿Entonces será Ethan?

-Bueno, podría ponerle Harry Potter pero tal vez no le agrade mucho. O tal vez Ariel, como la sirenita…

-Déjalo en Ethan. –Aconsejó Panda inmediatamente. –Hem… No lo sé, cuidarlo, supongo ¿Tienen familia que pueda hacerse cargo de él?

-Nada. –Resopló Kei. –Ah, tal vez la mamá tuviera familia, pero ni siquiera sé cómo se llamaba.  

-Da igual, no importa, lo cuidaremos. –Dijo Panda.

-Así que tenemos un cachorro. –Kei rio. –Gracias.

 

-2-

Ethan llego saltando hasta donde estaba Panda mirando televisión tranquilamente.

-¡Panda! ¡Panda! ¡Panda! Juguemos, Panda juguemos -Sus pequeños ojos brillaban como dos joyas.  Extendiendo sus manos hacía él.

–Estoy ocupado. Ve a jugar con tu hermano. –Gruño, intentando escuchar el monumental dialogo que Nick Cage estaba diciendo, fuera lo que fuera.

-Pero se escapó. –Gruñó.

-¿Cómo?

-Pues eso.

Panda siguió mirando el televisor. El niño se subió en el sofá junto a él, y de la nada, le plantó un beso en los labios. Un contacto apenas.  Panda lo miró atónito y el niño tenía una sonrisa más brillante que nunca.

-¡¿Qué haces?! –Preguntó.

-Pero eso hace Kei cuando no le haces caso. –Explicó el niño con voz de listillo. –Y siempre funciona.

Y Panda, que había olvidado completamente la película en un segundo, tuvo que admitir que, de hecho, funcionaba.

-No vuelvas a hacer eso o voy a castigarte. –Regañó.

El niño le saco la lengua.

-No eres mi papá.

-¡Ya no tienes Papá! –Exclamó Panda irritado.

En ese momento Kei entro en el cuarto y le miró fijamente, apretando  con fuerza la bolsa de compra que sostenía en la mano derecha. Muy molesto.

-¿Cómo puedes ser tan cruel? –Le preguntó.  

Al niño, por otra parte, no parecía importarle la aseveración sobre su padre. Seguía sonriendo de autosatisfacción. Panda decidió ignorar a los dos hermanos, e hiso una nota mental de prestarles atención inmediatamente la próxima vez que le hablaran.

-3-

Kei sostenía un dibujo de un monigote muerto en un charco de sangre, y otro monigote con una pistola, y observaba al niño.

-¿De verdad no quieres dibujar otra cosa?

-No. –Dijo Ethan.

En ese momento trabajaba en una obra de arte que parecía representar a él y Kei besándose.

-Niño. –Dijo Kei. –Eso no va a volver a pasar.

-Ese no eres tú. –Le escupió Ethan.

-Eh?

-Es Panda. –Respondió. –Me voy a casar con él.

Inmediatamente Kei le quito el crayón.

-No puedes casarte con él. Es mío.

Ethan tomo tranquilamente otro crayón y siguió dibujando. Lo que parecía ser un cilindro y un monigote asomando la cabeza.

-Ese es Kei en la basura. –Dijo, lanzándole el crayón y corriendo a esconderse en el baño.

 

Dos horas después Ethan se paró frente a Kei con la cabeza baja, como si estuviera avergonzado.

-Hermano, lo siento. –Dijo. –No me odies.

Kei le aseguro que absolutamente no lo odiaba y estaba más que perdonado. Ethan le entrego entonces una nueva hoja de papel y Kei observo atónito. Nuevamente el monigote Panda, con sus orejas sobre la cabeza y otros dos monigotes,  uno de cada lado, besándole en las mejillas.

-¿Podemos casarnos con Panda los dos? –Preguntó como si su vida dependiera de ello.  

-Sé que lo superaras. –Suspiró Kei. –o eso espero. 

Notas finales:

:) 

Sobre la escena de Sam y Kei, creo que por más que Kei se haga el inocente hay algo de quimica, o no? Estoy inventando cosas para engañar a mis lectores? Me gustaría saber sus opiniones sobre ello! 

Y que les ha parecido Ethan?

Eso es todo. Nos vemos en el proximo cápitulo. 


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