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Érase una vez… por Doki Amare Peccavi

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Cap. 5: Un príncipe que lloró.

 

Había besado al hijo de aquel ser tan despreciable, le besó sin motivo, sin titubear, con esos labios intranquilos que tantas veces habían maldecido al anterior Rey, pero es que… le había enganchado de manera impactante, como un hechizo. Cuando Lohann cayó en cuenta de sus acciones, y del intrusivo movimiento de sus labios, se separó inmediatamente y a pesar de eso había lamido la saliva restante.

 

— ¡¿Pero qué se supone que haces?! — Lohann pensó que jamás en su vida había tenido alguien temblando de aquella manera, no mientras era besado. Su cabeza de pronto empezaba a dolerle, frunció el ceño mirando a Zéphy y éste, con su sonrisa de cabecera pero con un ceño fruncido, seguía reclamando.

 

— ¡Calla! — Tenían una deuda pendiente, ¿No? él le había salvado de la furia de Brynt, no tenía ningún momento de hablarle de aquella forma. Soltó una fuerte bofetada sobre la mejilla del rey, todo se le revolvía, sentía una tibieza extraña recorrer sus labios, un hormigueo que bajaba por su garganta y en sus manos, en la punta de sus dedos, el frío empezaba a desesperarle. — Tú la tienes.

 

— Déjame… — Iba a alejarse del eremita cuando éste le tomó del brazo. Se sonrojaba el albino ante el contacto con Zéphy y sentía también su mirada mucho más aguda.  –

 

— Puedo sentirlo, tienes tú la copa dorada. ¡Dámela!

 

— ¡No sé de qué me hablas! — Chilló colérico, su grito dejaba al aire algunos tonos infantiles que aún existían en su voz, Zéphy estaba rojo de furia… y apenado. Tendría que estar el eremita tirado al suelo, con algunos cuantos golpes de por medio, mientras esperaba al guardia para echarlo fuera de su palacio. —

 

—  Mentiroso, lo sentí cuando te he besado. — La mirada iluminada del eremita hizo temblar a Zéphy, era una extraña locura reflejada la suya; una aterradora imagen, lo era, la forma en la que todo se oscurecía; viró sus ojos para ambos lados, todo estaba en completo desorden la bandeja con alimento aún permanecía intacta, el alfombrado rojo, las sabanas blancas regadas en el suelo, cortinas con bordes dorados y un hermoso ropero de madera tallada finamente se adhería a la pared. Era su hogar, no tenía porqué huir, no lo haría, tenía mucho miedo pero tenía que enfrentar a ese eremita furioso, ese que había asesinado a su madre y su padre.

 

Con coraje y valor enfrentó al Albino; iba a decir algo, apenas si comenzaba a tomar valor, cuando el eremita se lanzó sobre él.

 

 Soltó un grito ahogado, y el eremita colocó la mano derecha sobre los labios del Rey mientras presionaban su cabeza en el suelo para reducir movimientos. Era odio puro el sentimiento en su mirada y con su mano libre el eremita empezó a hurgar entre las telas que cubrían el pecho blanco del Rey.

 

Un aroma que desprendía la piel de Zéphy ante esas caricias extrañas, la poca seguridad que tenía se quebró en ese preciso momento.

 

— Déjame. — Pero aquello no era una orden, el Rey no tenía ni una pizca de valor para ordenar algo en ese momento, con fuerza Zéphy sostenía la mano que le impedía hablar.

 

— ¿Dejarte dices? — Sonrió de medio lado. Las arrugas en su frente le parecieron al Rey extrañas y esos gestos, incluso su voz se escuchaba más fuerte, gruesa… muy áspera y resonaba en sus oídos como el sonido de las enormes campanas de la catedral. — ¿Por qué? — Lohann Presionó de nuevo esos labios bajo la palma de su mano.

 

«Tu cordura dormitaba en ese momento»

Zéphy intentó decir algo que no salió jamás de su garganta,

 

—  Te contaré una historia linda para ti; tu padre y tu madre me quitaron algo que ahora tú te empeñas en ocultarme. No soy tan idiota como lo fui en aquel entonces, ahora sé que tú lo tienes y no me iré de aquí hasta obtener lo que es mío. — Sus uñas se enterraron en el hombro del rey, por debajo de sus prendas y éste sólo levantó tanto como pudo su cuerpo, el eremita sobre él empezaba a impedirle más movimientos. — ¿Sabes que va después de una caricia? Estoy seguro que a ti también te lo enseñó tu padre.

 

Zéphy negó con lágrimas en los ojos.

 

— Vaya… pensé que lo habría hecho. — El eremita tenía recuerdos que en ese momento distorsionaron la realidad. — porque a mí sí que me lo enseñó. Su majestad me enseñó tantas cosas que yo nunca pedí pero… ahora que tengo a su hijo y que éste se niega a darme lo que me pertenece, me parece que tengo la obligación de pagar con la misma moneda. Lo que tu padre me dio, es tu una pesadilla su majestad.

 

Zéphy perdió las prendas en aquel suelo frío, pero las manos del eremita sobre su cuerpo era lo que congeló su cuerpo. El peso de Lohann le aprisionó, pero fueron sus caricias las que le convirtieron de Rey a esclavo.

 

Que patético rey.

 

Que infantil carita triste.

 

Qué pena que jamás se hubiese imaginado esos actos.

 

Después de perder toda prenda en su cuerpo, el eremita le hizo virar su cuerpo, rasguño con saña la espalda blanca de Zéphy, fue salvaje y malvado y con un golpe pegó la frente del rey al suelo, en una reverencia que doblegó su dignidad.

 

Un eremita sodomizando al rey resultaba algo bastante bizarro. Si se lo hubiesen dicho en algún tiempo antes, Zéphy con esa eterna sonrisa, hubiese refunfuñado sin comprender lo que realmente significaban esas palabras.

 

Lohann embistió con fuerza, poseído por el aroma que Zéphy desprendía, por aquel halo brilloso que le acompañaba, a cada embestida sentía el eremita que estaba más cerca de aquel tesoro buscado. Los trastornos del pasado, la sed de venganza y su orgullo roto fueron los guías para derramarse en el interior del Rey y después…

 

 

«Podría prometer tantas cosas»

 

Un fuerte dolor de cabeza le hizo abrir los ojos, sentía sus ojos irritados y llorosos, con la vista nublada apenas si pudo enfocar el rostro de quién estaba a su lado, comenzó a parpadear y palpó todo a su alrededor, cuanta calidez debajo de él, pequeño y suave, tembloroso y frágil… y unas manos delgadas que al instante intentaron atraparle… observó fijamente sin reconocer la imagen frente a él. ¿Era el rey? El aroma dulce se lo recordó, restregó la palma de las manos en sus propios ojos y ese instante lo aprovechó muy bien Zéphy para apartarse del eremita, se cubrió apenas con su capa terciopelo.

 

— ¿Qué has hecho?

 

El eremita resintió ese acto, empezaba a ponerse de pie para dar alcance a Zéphy cuando sintió una punzada en su cabeza, el tremendo dolor en su nuca y el golpe de la caída le hizo caer desmayado.

 

.*.

 

Nadie ha mirado, ningún comentario ajeno.

 

Todo hecho nada, será el destino.

 

Denso, oscuro, feo...

 

 

Caminó por las escaleras, el vestido grande dificulto subir con agilidad, pero pavoneándose Brynt subía y lo disfrutaba. Ser el centro de todo, la atención siempre le venía bien.

 

 

— La llave, olvidé poner llave y — Entró sin avisar, observó en el suelo al rey lloroso,  sin prendas y con esa sonrisa de siempre. No era necesario le explicaran nada. Lo dedujo todo en cuestión de segundos. — ¿Qué has hecho? — Preguntó dando un tremendo golpe a Lohann que terminó dejándolo inconsciente.

 

Pero Brynt estaba furioso

Como si de una traición se tratase, era similar pero más desgarrador. ¿De qué iba ese estúpido eremita? ¿No eran otros los objetivos por los cuales habían hecho un pacto?

 

Caminó hasta el Rey, su esposo, y con una fuerte bofetada silenció el sollozo de Zéphy, el rey levantó la mirada. Con esos ojos hinchados que le dejaron un mal sabor de boca. Su lengua seca.

 

— Llévate todo… todo si tú quieres, ya no quiero verlos más en este lugar, jamás voy a perdonarlos Brynt… jamás voy a perdonarlos.

 

Y del temor inicial, Brynt tuvo un arranque de valentía o… estupidez.

 

— ¿Te harás la victima a partir de ahora? — Tomó a Zéphy de los cabellos y el Rey involuntariamente levantó las manos, para evitar que le jalará de aquella forma, se levantó a pesar del dolor entre sus piernas. — Si nos hubieses dado lo que pedimos desde un inicio, las cosas hubiesen sido diferentes, te hubiésemos dejado tranquilos en tu decadente reino.

 

 

¿Una pesadilla?

Impensable, inadecuado, intranquilo, inquieto, inspirador.

El mundo tiembla y la duda que matara la tranquilidad.

 

Brynt se abalanzó a golpes de odio. ¿En dónde quedaban todas las clases que había recibido Zéphy para cuando fuese rey? Con aquel pomposo vestido Brynt tuvo que hacer el doble de esfuerzo para abalanzarse sobre «Su esposo» Y le tiró al suelo, le amenazó varias veces y dejó las marcas de sus golpes en el cuerpo.

 

¿Pero que más daban unos cuantos moretones cuando ya le habían marcado de otra forma?

 

 

Y cuando Brynt estuvo lo suficientemente agotado, se alejó lo más posible de Zéphy a la distancia, en un rincón de la habitación espero con la respiración agitada. El rey poco a poco fue tomando sus prendas y en la esquina contraria a Brynt empezó a recoger los trocitos pequeños de su dignidad corrompida.

 

Y fue bastante tiempo.

Sintió como su corazón palpitaba fuerte el rey, sentía que el tiempo le asfixiaba y era incapaz de ponerse de pie. La temperatura de su cuerpo aumentaba. Brynt miró indiferente.

 

Y todo se mantuvo en silencio hasta que el eremita se revolcó suavemente en el suelo, y murmuró algunas cosas sin obtener respuesta. Algo de tiempo le demoró poder levantarse y como un Déjà-vu buscó algún tipo de calidez a su lado pero no había nada.

 

—    Me duele la cabeza…— Se quejó, para que la presencia a su lado escuchara. Brynt negó con la cabeza y cuando su mirada se encontró con la de Lohann le sonrió, ofreció su mano para ayudar a levantarse, el eremita la rechazó. Tenía una sensación extraña y rehuyó al contacto con su amigo.

 

 

Buscó una presencia diferente en la habitación.

Buscó al rey con desespero y le encontró en una esquina de la habitación, el rey trató de pasar desapercibido, porque ahí todo su corazón se aceleraba.

 

 

 

— Brynt, él lo tiene. — Llevó una mano a su nuca, dolía demasiado… recordaba muy poco, asumió que las heridas de Zéphy las había ocasionado él y que el mismo dolor en su nuca se debía a que el Rey había intentado huir. — Maldito…

 

— Te dije que sólo fingía, te lo dije porque le conozco bien, es un gusanito que se va metiendo por todos lados fingiendo una inocencia que ya no posee. — Zéphy presionó sus puños con fuerza al escuchar aquellas palabras. Negó con la cabeza...

 

— Lárguense de aquí…

 

— Eres el menos indicado para pedirme eso. — Lohann hubiese caminado hasta Zéphy si el dolor de su cabeza no se hubiese intensificado, entonces a regañadientes aceptó que Brynt le guiara hasta la cama. — Ay, me dele tremendamente Brynt, ese maldito me las pagará en cuanto pueda levantarme. — Se quejó el eremita y señaló al Rey que de pie, con la espalda recargada en la pared, permanecía desafiante.

 

— Voy a enseñarle que… no puede quitarnos lo que es nuestro Lohann. — Brynt miró a Zéphy, no le impresionaba nada aquella mirada.

 

 

¿Cómo puedes ser tan torpe?

 

Cambiar lo ocurrido de aquella forma.

 

El rey sintió pena por sí mismo por unos segundos, después empuñó sus manos y lanzó un tremendo grito de auxilio desde el rincón en el que estaba, ordenando a los guardias que entraran a la habitación.

 

 

¡Tonto!

 

 

 

♥ ¤°.¸¸. ·´¯`» D’Amare Peccavi «´¯`·.¸¸. °¤ ♥

 

 

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«.·°·.*.' Lo perdido, el temor, las lágrimas... ‘.*.·°·. »
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