Estaba siendo una mañana como cualquiera. Los platos seguían esperando por ser lavados en el fregadero, los pájaros le cantaban al sol por un nuevo día, los niños reían y salían hacia las escuelas, el periódico chocaba puntual contra la puerta y las botellas de leche vacías, eran cambiadas por nuevas, por completo llenas.
Nada daba indicios de ser diferente aquella mañana, ni mucho menos para el chico que dormía plácidamente entre cobijas azul cielo, esperaron por ser despertado por el estruendoso sonido del despertador. El cual comenzó a sonar, justo a las nueva, dando inicio al nuevo día del joven de piel acaramelada.
No pasaron ni diez minutos, cuando ya estaba levantado, luego de haber silenciado el molesto ruido del aparato que se encargaba de despertarlo. Se estiro cual felino, haciendo lo posible para que la pereza dejara en paz su “trabajador” ser. Desde ahí, la rutina siguió el ritmo de siempre.
Empezando por el aseo personal, apenas dándose una rápida ducha , no tardo más de media hora, para estar listo, vestido con unos jeans raídos por el tiempo, una simple franela negra, botines del mismo color y una gorra azul oscuro, cubriendo el desastre que tenia por cabello.
Entre el desorden de papeles que tenia en el escritorio en su habitación, tomo un marcador de tinta azul, tachando un nuevo cuadrito en el calendario en la pared: Era martes, lo que significaba que le tocaba clases en el turno de la tarde en el instituto. Por lo tanto, le quedaba gran parte del día libre, el cual no iba a desaprovechar.
Teniendo ya un plan en mente, fue en busca de su skate, las llaves de la casa y una tostada para salir. No tenia tiempo de prepararse un desayuno mejor, ni alguien que lo hiciera, ya desde hace un par de años que vivía solo y disfrutaba de eso, aun que a veces, el silencio era abrumador.
Al salir, agarro una de las botellas de leche, abriendo la misma con el borde la camisa, tomando un buen trago de la bebida, solo para pasar el trozo de pan que ya se había comido. Se limpio los gruesos labios con el dorso de la mano, antes de bajar los pocos escalones que habían en la entrada y dejar la tabla en el piso, montándose en esta, no tardando demasiado en comenzar a andar, permitiéndose disfrutar de la brisa marina. Una de las tantas ventajas de vivir en Jeju.
No podía quejarse de nada, tenia una vida tranquila, por demás relajada, aun que algo solitaria, pero eso esa soportable, al no tener a nadie que le diera ordenes, podía hacer lo que deseara, pero al mismo tiempo, esto no era emocionante al no sentir la adrenalina de ser descubierto.
Resoplo algo somnoliento, dando ligeras patadas al piso para impulsarse, sumergido en banales pensamientos, que iban desde “¿Qué debería cenar?” a “Hoy van a dar un maratón de Friends, debería pedirle a la señora Han que me permita ver su televisión..”, no estaba de más, decir que JongIn no era poseedor de ningún aparato novedoso, que no fuera lo básico en una casa.
Y pudo seguir sumergido en tales dudas existenciales, pero fue interrumpido por el maullido de algún felino. Alzando la vista, se encontró con que un gatito, estaba atrapado en las ramas de un árbol y parecía no saber bajar. Ladeo el rostro hacia los lados, verificando que no estuviera nadie en los alrededores, a pesar de que estaba cerca de uno de los pueblos cercanos a su hogar, la calle se encontraba vacía o eso creía.
En un chasquido, desapareció en una pantalla de humo negro, materializándose en la misma rama que estaba el pequeño felino, para rescatarlo y volver a teletransportarse hacia donde estaba segundos antes.
Sin percatarse que era observado por dos pares de ojos, que mas que atemorizados, parecían divertidos y felices, del descubrimiento que habían hecho.
—Parece que hemos encontrado la pieza que nos faltaba.
Desde ese momento, la agujas del reloj ya estaba comenzando a andar hacia un nuevo tiempo, uno que JongIn apenas iba a descubrir y quizás a disfrutar.