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El Angel del Atico [KrisxLuhan E X O] por Cho SungHee

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Notas del fanfic:

Hola, esta es una adaptación de una pelicula así que la historia no me pertenece, tambien hay un FF de esta historia, el cual se puede hayar en HaTo family, con el mismo nombre, aviso por si ya lo han leído antes...sin más eso es todo...gracias 

 

ACLARACION :3 EL FANFIC NO ES DE MI AUTORIA

Notas del capitulo:

Bueno aqui les dejo un regalito de la vida

aunque debo de decir que 

ESTE FANFIC NO ES DE MI AUTORIA

 

 

PoV Kris 

 

 

Ha pasado ya mucho tiempo desde aquel entonces que viene a mis recuerdos, mezclados con el sabor agridulce de esos tiempos rodeados de privilegios, golosinas, juguetes de todo tipo, y el bello sonido de la cajita musical más hermosa del mundo. Ya son casi veinte años. Muchos dirían que es poco tiempo y que la vida es larga, pero, para mí, los últimos veinte años han durado más que toda una vida y han sido ya tan largos y preciosos que no me importaría partir ahora.

 


Escribo estas líneas a quien pueda interesarle, pues no tardarán en venir a por mí. Pero no les dejaré alcanzarme, no me quedaré aquí para que me metan a un calabozo por haber derramado la sangre de ése bastardo. Jamás pediré perdón ante nadie por tomar vida por vida y vengar el honor de Luhan. Luhan … Mi hermoso niño eterno, la criatura más pura y buena que pudo haber sido creada en este mundo cruel y frío. Todavía recuerdo el aroma a viejo y encierro que despidió su cuerpo durante los primeros años que convivió conmigo, la textura de su piel, el sonido de su voz, el perfume a chocolate y golosinas que le invadió luego, cuando huimos de casa.

 



Pero me estoy adelantando a los hechos. A estas alturas, desesperado y con la muerte persiguiéndome como un sabueso que ni la piedad de Eros, dios en el que llegué a creer, podía aplacar. Y ese sabueso persecutor era guiado por Némesis, cual si la diosa de la discordia hubiera desafiado a la muerte a encontrarme… Pero no tengo miedo, no le temo a la muerte, no le temo a la horda enardecida que busca hacerme pedazos ni a los demonios del infierno que me torturarán por ser vil pecador. No puedo temerle a nada de eso cuando el vivir ya no tiene significado, no sin Luhan.

 


Cuando lo conocí, él tenía nueve años y yo siete, Luhan iba vestido con unos harapos comparado con mis preciosas ropas diseñadas especialmente para mí y tenía la misma expresión que una muñeca de porcelana. Recuerdo que sus cabellos castaños caían como cortina, bordeándole su rostro redondo e infantil, y sus ojos grandes e inexpresivos tenían un color chocolate mezclado con marrón muy raro, llevaba el relicario de su difunta madre en el cuello y se abrazaba con fuerza a las únicos dos juguetes que su madre pudo dejarle, ambos herencia de su propia madre: Un alhajero redondo color rojo y un oso de peluche viejo.

 

Él estaba parado frente a nosotros con su carita inexpresiva manchada de tierra, mirándonos a mi padre, mi madre y yo, con esos ojazos. La única señal de miedo que logré vislumbrar era su forma de apretar los juguetes contra su pecho. Oh, ha pasado ya tanto tiempo y mi mente me devuelve apenas una imagen borrosa de lo que ocurrió ese día, apenas sí pudiendo recordar más detalles que éstos. No recuerdo el color de sus ropas, ni el aroma de su cuerpo, no recuerdo tampoco en qué habitación estábamos los cuatro o si él estaba de pie frente a nosotros, pero sí recuerdo la intensidad de sus ojos y aquella expresión de muñeca.

 

 

La madre de Luhan, con quien mi papá había tenido una aventura de varios años, había muerto por la peste. Por eso él había llegado a mi casa y, cuando me lo presentaron, me dijeron que sería mi nuevo hermanastro menor.

 


—Tu madre era una prostituta. –Dijo mi padre sin compasión, jugando con su monóculo— Por lo que, más allá de que te acepte en mi casa, eso no quiere decir que seas mi hijo.

 

Mi padre, un fino caballero alto y delgado de la alta sociedad, nacido en una casta noble, nunca le dirigió una palabra a Luhan. Solía burlarse de su nombre por ser chino, cuando él no estaba cerca pero, de todos modos, Luhan siempre estaba con la mirada fija en su oso y nunca le hablaba a nadie. Mi madre, que era también de clase noble y se casó con mi padre a los dieciséis años por amor, era una mujer pálida y de expresión sumamente dura. Ambos ignoraban y odiaban en secreto a Luhan, pues exponía el horrible secreto de no ser la familia de ensueño. Ella especialmente odiaba a mi nuevo hermanastro por ser la confirmación de sus sospechas de toda la vida.

 

Así comenzó nuestra relación.

 

No fue la mejor manera de comunicarme con mi nuevo hermanastro. Yo no sentía el mismo odio que mi madre hacía él, tampoco ignoraba su existencia aunque no le hablara, pero no estaba seguro de qué debería de sentir. Algo en él me llamaba mucho la atención… Ahora, de sólo recordar los años que vivimos juntos, me doy cuenta de que quizás estaba sintiendo el amor que ahora me embarga ya desde ese entonces.

 

 

Me encantaba observarle en silencio mientras él se sentaba en un rincón y le murmuraba cosas a su osito de felpa o hacía girar el alhajero entre sus dedos. Luhan, si supiera el mundo cuánto te extraño, cuánto te he amado, quizás y solo quizás nos perdonen el pecado que cometimos. Corrijo, el pecado que te hice cometer.

 

Mi padre falleció unas semanas después de la llegada de mi hermanastro menor. Sufría de extraños sueños que no le permitían dormir, su piel se volvió amarillenta y seca como mueble rústico; pronto perdió el apetito al punto de no querer comer nada, convirtiéndose en un palo de escoba, pues todo lo que comía para él tenía sabor amargo. Todo se sucedió tan rápido, ningún doctor pudo explicar sus síntomas ni encontrarles una cura, tampoco entendieron cuando empezó a sufrir ataques en los que gritaba y se retorcía, hasta que dejó de reconocer a la gente. Tuvo esos ataques por dos meses, al tercero, dejó de moverse, una semana más tarde fue al otro lado.

 

 

Como la madre de Luhan había muerto de una forma similar mi madre lo mandó a encerrar en el viejo ático, que, antiguamente, había sido un aula donde maestros particulares dictaban clases a los hijos de la familia, como si Luhan fuera un leproso y lo dejó para que viviera ahí.

 

 

 

Nadie se le acercaba, todos en el pueblo sabían ya del niño demoníaco cuya maldición había matado a mi padre. No les creí, aunque me sentí tentado. Mas como la llave del ático estaba enganchada en un clavo contra la pared del lado de afuera, yo solía ir y meterme sólo para molestarlo. Recuerdo aquel día en que, cazando mariposas y luciérnagas como siempre hacía, encontré un escarabajo de colores muy raros en una planta. Enseguida pensé en Luhan, la pequeña muñeca sin emociones que habitaba el ático de mi casa lleno de antigüedades, moría de ganas de hacerle llorar o enojar, ver a su rostro blanco cual porcelana demostrar alguna emoción y, por eso, no dudé en correr al ático. Entré en silencio, sin embargo él ya estaba mirando hacia la puerta aunque su mirada reflejaba que no se esperaba mi visita.

 

 

Estaba comiendo un plato de sopa sentado en la cama. Me detuve acontemplarle por unos instantes: Su cuerpo, más pequeño que el mío, estaba cubierto de polvo y seguramente sin bañar, ya que el baño que había en el ático pocas veces recibía agua, el pelo que no le habían cortado ya le llegaba hasta los hombros y su ropa, que consistía en una camisa vieja y amarilla que le quedaba holgada, se parecía mucho a un vestido. No me costó nada imaginarle como a una niñita, una niñita sucia y perdida, pero una niñita al fin. Sus pestañas eran demasiado largas, sus labios rosados y finos, su nariz muy pequeñita pese a que su mamá había tenido una más prominente. Por un instante que recuerdo con suma claridad, pensé que un ser tan bonito no podía ser hijo del diablo como se comentaba en el pueblo, ni que pudiera matar a nadie… Y de nuevo me invadió esa presión en mi pecho al contemplar sus ojos que, pese a estar vivos, no daban signos de sentir absolutamente nada. Tenía la necesidad de verle expresar algo, sólo para confirmar que en realidad era humano y que así no creciera el pequeño monstruo dentro de mí que gritaba las mismas acusaciones que los pueblerinos.

 

 

—Asqueroso –le dije, arrojándole el escarabajo que había llevado en mi mano a la sopa— Cómetelo. ¡Ahora!

 

Salí del cuarto riéndome a carcajadas, apenas si mirando la forma en que Luhan observaba al bichito que nadaba en su plato. Cuando cerré la puerta y espié por el cerrojo, esperando verle gritando y llorando, me encontré con una imagen diferente. En vez de llorar o lamentarse, Luhan  se quedó mirando al insecto solo unos instantes más antes de tomar la cuchara y llenarla de la sopa con el escarabajo dentro, llevándoselo a la boca para masticarlo sin piedad.

 

 

Me había salido el tiro por la culata, imaginarán cómo me puse.

 

Unos días más tarde tomé unas cuantas cosas de la despensa donde guardábamos comida que no íbamos a usar y corrí escaleras arriba hasta el ático, abriendo la puerta de golpe y con estruendo. Luhan, que estaba acostado en el piso en posición fetal, no se movió sino que se quedó ahí quieto, tratando de matar el calor del verano contra el piso frío. Me sorprendió verle tan vulnerable, abrazado al osito de felpa con una mano y apoyando la otra debajo de la cabeza como un bebé, respirando tan despacio que podía pasar por una estatuilla de limosh cubierta de polvo. Me obligué a mi mismo a despertar de la bruma en la que su figura dormida me había sometido, arrojándole la comida cerca de la cara para hacerle despertar. Él se irguió enseguida, mirando a los alimentos y a mí sin comprender. Le había dado dos manzanas maduras, dos panes, un chocolate, unos cuantos caramelos y un salchichón, más comida de lo que había visto nunca desde que estaba encerrado en el ático.

 

—Come. –le ordené, poniendo los brazos en jarras en un intento de intimidarle. No hubo que hacer mucho, Luhan se arrojó sobre la comida como un perro muerto de hambre y comenzó a comerse uno de los panes con el salchichón al mismo tiempo— ¡Jah! Ésa era comida que teníamos guardada para los cerdos, ¿te gustó?

 

Él me ignoró por completo y siguió comiendo para asombro mío. Mirándole, me di cuenta de que, cuando comía, se le veía muy contento y complacido. Esbozaba algo muy parecido a una sonrisa cada que tragaba, dejaba oír ruiditos de satisfacción entre mordida y mordida, y hasta sus mejillas se coloreaban. Me molestó terriblemente que se pusiera tan feliz sólo por un poco de comida, que ninguno de mis intentos fallidos por molestarle jamás surtieran el efecto que esperaba y, sin embargo, consiguiera lo más cercano a una emoción con un poco de alimento. Tan enojado estaba que, cuando Luhan  intentó tomar el chocolate, puse mi pie sobre éste impidiéndole que lo agarrara.

 

—¿Sabes lo que dice la gente de ti, Luhan? –Ah, sí. Ése día mi voz fue tan gélida, deseaba tanto asustarle— Que no eres hijo de nuestro papá, sino que eres hijo del diablo. Un niño maldito con una mamá por ramera.

 

 

Por primera vez pude ver una emoción verdadera en su rostro, pero no era la que esperé.

 

 

Contemplé asombrado cómo su boca se fruncía hacía abajo en un gesto despectivo e iba arrugando la frente cada vez más, llenándosele de ira la mirada. La furia que manaba su ser era tan potente, tan palpable, que el aire a mí alrededor se volvió pesado y sentí miedo.

 

 

Casi trastabillando, alejé el pie, entonces él volvió a su semblante anterior y siguió comiendo como si nada. Me había humillado tanto… Eh intenté esconder eso, junto con mi miedo, sacándole la lengua antes de salir corriendo e ir a encerrarme en mi cuarto con el corazón acelerado. Esa noche soñé con él. Soñé conmigo recostado en la cama y de golpe él entraba por la ventana flotando sobre mí, me miraba con una gran sonrisa, se reía, y me saludaba desde donde estaba como si yo fuera importante para él; aunque fue un mero sueño, el ver su rostro tan feliz me llenó de alegría.

 

Decidí que lo haría sonreír. Comencé a ir al ático cada vez más seguido, sin que lo supiera mi madre, y escapándome de las lecciones de violín o piano. Iba a verle dos o tres veces todos los días, aunque mas no fueran cinco minutos pues la necesidad de ver a Luhan era cada vez más fuerte. Le llevaba comida, por la cual me agradecía con una sonrisa, ya que él nunca hablaba, y me quedaba leyéndole cuentos de los hermanos Grimm, lo observaba jugar con el oso de peluche, con los maniquíes, darle pedacitos de pan a los ratones que habitaban el ático, y mecerse en un viejo caballo de madera ajada que, de milagro, sobrevivió los maltratos del padre tiempo.

 


Cuando le hacía sonreír, mi corazón latía más fuerte. Eso empeoraba cuando escuchaba su risa, que era tan melodiosa, cuando tomaba mis manos lavadas con jabón con sus manitas sucias y me llevaba a recorrer los escondrijos formados por el amontonamiento de cosas en el ático, cuando me mostraba cosas cuyo nombre no sabía o que le parecían sorprendentes. Su cara el día en que encontró una vieja estatuilla de un hombre y una mujer desnudos, abrazándose y besándose, sigue grabada a fuego en mi mente.

 


Decidí darle mis juguetes viejos para que dejara ya ese oso y el alhajero, pero él no los soltaba aunque jugaba con mis cosas. A medida que íbamos creciendo empezó a gustarme la idea de que él jugara y durmiera con los objetos con los que yo había hecho exactamente lo mismo antes, era casi como si él me estuviera tocando a mí.

 

 

Me recriminaba mentalmente el tener esos pensamientos, pero ésta culpa desaparecía en cuanto entraba al ático y lo veía allí sentado frente a la puerta, esperándome con una gran sonrisa. Luhan, pese a que todos le creían mudo, sabía hablar aunque no lo hacía del todo bien, por lo que siempre estaba corrigiéndole y tratando de enseñarle. Le di mis libros de cuentos, mis autos, mis robots, mis animalitos de juguete, y le llevaba comida fresca y golosinas cada vez que iba, incluso comencé a darle mis ropas viejas haciéndole jurar que las escondería de mi madre a lo que él me respondió asintiendo con la cabeza.

 

 


Uno de ésos días de verano, ya teniendo yo doce años y él catorce, le hablé de las mariposas que yo cazaba y que él apenas sí podía ver surcar el cielo por uno de los agujeros de la madera que tapaba la ventana. Era la época del año en que las mariposas llegaban al pueblo para aparearse.

 

—Las mariposas vienen a buscar una pareja para tener crías, pero para eso tienen que venir hasta aquí. ¿Nunca las has visto, verdad? Yo ya las vi un centenar de veces –él negó con la cabeza— ¿Te gustaría verlas?

 

Movió la cabeza para decir que sí, abriendo mucho los ojos que le brillaban de emoción, dando saltitos. Reí al verle tan contento ante la idea, al ver su cabello, que nunca era cortado, moverse a la par de sus saltitos.



—Bien, bien. Ven, súbete a mis hombros.



Me arrodillé para que Luhan pudiera subirse, pero me miró como si no supiera qué hacer. Volví a reírme, indicándole cómo se hacía y me lo subí a los hombros.



—A ver… —me enderecé como pude, acercándome a la ventana cuyas tablas de madera estaban rotas por la parte superior— ¿Las ves? Dímelo, no puedo ver si asientes por la cabeza. ¿Puedes verlas?



Al principio no me respondió, pero no le culpé. El espectáculo de las centenares de mariposas, volando en parvada a una velocidad vertiginosa por el cielo azul, era impresionante la primera vez. Esa mata viva de colores que me gustaba comparar con el terciopelo húmedo, podía quitarle el aliento a cualquiera.

 

— ¿Las ves, Luhan?

 

—Sí. 

 

La primera palabra completa que le saqué en mucho tiempo. Jamás un “sí” me hizo sentir mariposas en el estómago. Iba a explicarle algo más de las mariposas pero una rata que pasó por entre mis piernas me asustó tanto que pegué el grito en el cielo y ambos terminamos cayendo de bruces al piso. Luhan estaba debajo y yo arriba, tirados cuan largos éramos sobre aquel piso lleno de polvo y mugre. Cuando él se echó a reír a carcajadas me ruboricé por mi torpeza, poniéndome de rodillas para mirarle con la cara roja de vergüenza.

 



—¿Qué te parece tan divertido, eh? ¡Deja de reírte! – para horror de mi orgullo herido, mis gritos le hicieron reírse más fuerte.

 

 


Estaba tan frustrado, quería hacerle callar y dejarle en una posición similar a la mía por lo que hice lo primero que me vino en mente. Tomé sus pequeños hombros y posé mis labios sobre los suyos, callándole con un beso.

 


Fue mi primer beso, apenas un suave roce entre nuestros labios, pero bastó para callar sus risas. Luhan abrió bien grandes los ojos, mirándome sin comprender nada mientras que mi corazón se aceleraba al punto de hacerme arder las mejillas. Me separé al cabo de un instante, todavía con la sensación de sus suaves labios contra los míos, y carraspeé para pasar el silencio incómodo.

 


—Bien… Ése es tu castigo por molestarme. No me vuelvas a hacerme enojar.

 


Me fui sin mirar atrás. Algo en mi interior me dijo que Luhan me siguió mirando hasta que cerré la puerta. No sabía por qué había hecho tal cosa, se supone que los chicos besan a las chicas que les gustan. ¿Verdad? Y no besan a chicas que pueden ser sus hermanas por parte de padre. Lo que había hecho estaba mal, muy mal… Pero no me importaba volverlo a hacer. Sentir otra vez el calor de su cuerpo debajo del mío, la suavidad de su boca, el aroma a viejo de su cuerpo que, cosa rara, me gustaba mucho… Sentía un deseo enfermo de volver a besarle.

 



Todo hubiera ido bien si yo no lo hubiese arruinado. Cuando le llevé mi colección de mariposas para que él las viera y, en un momento de distracción, una de ellas se le rompió entre las manos por querer tocarla, exploté en furia. Le pegué fuerte, gritándole que era un estúpido, un idiota, y demás cosas hirientes sin notar el ruido seco que hizo su cuerpo al chocar contra el piso. Al levantarse, Luhan sangraba por la boca. Sus ojos me observaban con tanto terror, tanto miedo, que para mí fue como si me clavaran un cuchillo en el pecho y lo retorcieran con fuerza.

 

 


— Luhan, yo… Lo siento, no quise.

 



Intenté compensárselo, quise ir a ayudarle y pedirle perdón. No podía soportar su mirada llena de terror. Aún así, él se alejó de mi cual gato herido y me gritó.

 

— ¡No! –estaba asustado. Tan, tan asustado que se acurrucó en un rincón temblando, echándose a llorar y gritar con fuerza. Yo apreté los puños, sufriendo el dolor más grande de mis trece años de vida. Abandoné la habitación otra vez sin mirar atrás… Finalmente lo había echo llorar, mas no era tan divertido como cuando era niño.

 

No si la causa era yo.

 

No tuve el coraje de ir a verlo por un buen tiempo, un mes quizás. Los días pasaron lentos sin su presencia, agobiantes cada hora en la que no podía estar con él, los minutos pasaban demasiado lentos en el reloj y mi corazón estaba tan apesadumbrado que me dolía hasta respirar. Yo sabía que mi deber como hombre era pedirle perdón, pero no se me ocurrió otra forma que el mismo método con el que me acerqué a él Comida. Llené una charola con caldo de carne, jugo, pan, frutas y golosinas que llevé con suma precaución al ático. Luhan estaba en la cama, quizás esperándome como siempre pese a no levantarse para recibirme con un abrazo, y caminé hacia el lo más lento que fui capaz dejándole la charola cerca.

 


—Lo siento mucho –dije esa vez, lo recuerdo bien. Estaba muy arrepentido y no quería que me siguiera temiendo— No fue mi intención golpearte. Me enojé por la mariposa, me había costado tanto atraparla que… —dudé, no sabía qué decirle— Te traje esto a modo de disculpas. Esto, si quieres, puedes pegarme a mí también para estar a mano.

 



Me miró fijamente, abrazado al oso que le regaló su mamá, ya sucio y feo, antes de hacerlo a un costado y caminar hacia a mi. Yo esperaba una cachetada, una patada, lo que fuera menos lo que hizo él; Luhan fue a mí y me abrazó por propia voluntad, enterrando la cara en mi pecho.

 



— ¿Luhan?

 



— Kris–murmuró mi nombre por primera vez desde que le conocí, parándome el corazón. Su voz era tan suave, tan dulce. Rodeé su cuerpo con mis brazos, creyendo que soñaba hasta sentir humedad sobre mi chaleco y escucharlo llorar— Kris… Extrañé a Kris.

 



—Perdóname por pegarte, Luhan. Te juro que no volverá a pasar –suavemente, alcé su cara tomándosela con ambas manos.

 

 

 Lágrimas surcaban su rostro marcando un camino desde sus ojos a su mentón, barriendo con el polvo que le cubría su linda carita ahora empapada. Lloraba desconsoladamente, estremeciéndose todo su cuerpo por los hipidos mientras se fregaba los ojos con las manos, pero parecía no parar de llorar. En ese momento me di cuenta de lo que me pasaba con él era algo que no podía controlar, que me superaba a montones e iba más allá de mi comprensión, una fuerza que me llevaba hacía él en la cual yo me dejaba arrastrar. Lo quería. Quería ser su protector y su dueño, el único que pudiera abrazarle y consolarle, el único con quien Luhan quisiera jugar, el único que conociera la suavidad de sus labios… Y más, mucho más— No se dice así. Tienes que decirme. “Te extrañé mucho, Kris”

 

Todavía llorando, Luhan asintió sonándose la nariz.

 


—Te… Te extrañé mucho, Kris



—Muy bien. Buen chico –sonreí, enjugándole las lágrimas con los dedos— Mira, se te enrojecieron los ojos. Vayamos a lavarte la cara, ¿sí?



—No. Yo… —se mordió el labio, mirándome muy solícito.



— ¿Qué ocurre?



—Yo quiero a Kris–pronunció esas palabras muy lento, le costaba tanto expresarse con palabras. Unos años más tarde, cuando finalmente fue capaz de hablar como una persona normal, me sorprendí mucho con la cantidad de palabras que podía pronunciar en un minuto.

 

 

 

Pero me estoy adelantando a los hechos y mi memoria falla por todo el alcohol y el opio que he ingerido estos últimos tiempos, tengo que llamar a todas mis musas para poder recordar, y me cuesta horrores. Acabo de recordarlo, Luhan volvió a abrazarme con fuerza, sin deseos de alejarse de mí, y repitió— Quiero a Kris. Lo extrañé.

 



—Tonto. No se dice así, tienes que decirme: “Te quiero mucho, Kris. Y te extrañé”

 


—Te quiero mucho, Kris. Y te extrañé.

 



—Yo también te quiero, Luhan. Y también te extrañé.

 



Entonces me incliné sobre él, besándole la frente. Ahora no tenía forma de regresar, yo era una mariposa adicta a una flor y esa flor estaba encerrada en el ático. Él era mi flor del ático, la flor que yo desesperadamente buscaba, cuyo néctar deseaba sólo para mí. Me habían hechizado.

 

Notas finales:

Gracias por leer ;; ayyy espero que les haya gstado si no :c

 

me voy a poner triste [?] JAJAJAJ ok no :c

 

ademas de todo, fue duro escribir este cap pensando en la partida de Luhan de EXO :C no se estoy deprimida, actualizo pronto si?

Dejen un lindo RW C:


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