Love Me Harder
Habían transcurrido cuatro meses desde la última vez que estuvieron juntos. Pero esa tarde lo volvería a ver, había anhelado su regreso como ninguno otro incluso desde el día de su partida había comenzado a contar los meses, días, horas, minutos e incluso segundos para tan dichoso encuentro y ahí estaba, parado en la estación de trenes, esperando.
Y lo vio, no había cambiado nada, su cabello rojo como fuego estaba despeinado, su estilo seguía siendo el mismo, una playera manga larga a rayas, sus pantalones negros ligeramente entubados y sus botas, pero ahí, ahí estaba el cambio sus hermosos orbes verdes resplandecían como nunca.
Al verlo no pudo evitar que sus pies avanzaran más rápido. Después de unos momentos pudo notar que había comenzado a correr y cuando por fin lo tuvo enfrente no pudo evitar estrecharlo contra su pecho mientras algunas lágrimas caían por sus mejillas y aterrizaban en la cabellera rubia.
Se acerco a su oído y le susurro un “Te extrañe Mello” a lo que él le respondió con un “No más que yo”, le tomo del mentón y pudo ver que los ojos azules del rubio se encontraban brillando, intentando mantener las lagrimas en su lugar sin éxito alguno cuando el pelirrojo le beso, por inercia sus brazos se enredaron alrededor del cuello de este mientras que los brazos de él le tomaban de la cintura para acercarlo a su cuerpo.
Se separaron pero volvieron a unirse, esta vez, con un beso mucho más exigente.
El pelirrojo comenzó a tomar los muslos del rubio, a lo cual acepto subió sus piernas enredándolas en la cintura del mayor.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… una cuenta infinita que solo ellos llevaban.
Estuvieron así durante un largo rato ignorando las miradas de los pocos peatones que pasaban por ahí.
Cuando por fin decidieron irse ya eran alrededor de las siete con cuarenta y siete minutos, rumbo al departamento que ambos habían comprado antes de que el pelirrojo se marchara, y donde el rubio había tenido que estar viviendo pero eso no significaba que durmiera en su habitación, porque así era cada uno tenía su propia habitación; todo lo contrario durante los cuatro meses había estado durmiendo en la habitación del mayor, no lo hacía intencional, en ocasiones, pero las demás no lograba conciliar el sueño y sus pies le guiaban hasta esa habitación, donde se acurrucaba en la cama, la cara contra las almohadas, aspirando ese aroma tan característico de él y así era como lograba dormirse.
Pero jamás le diría su pequeño secreto.
Al llegar al departamento habían decidido comer pizza mientras veían algunas películas que el menor había retado, al ver que ya eran las once con quince minutos, el pelirrojo tomo el control y apago el televisor con algunos reproches y pucheros por parte de Mello.
Cada uno se dirigió a su habitación, despidiéndose con un casto beso.
“Uno de ellos tenía que dar el primer paso”, así que con esos pensamientos el pelirrojo se dirigió a la habitación de Mello, después de todo solo lo había hecho una vez y había sido cuando él había caído enfermo y lo tuvieron que llevar de urgencia al hospital, y Mello, preocupado había salido corriendo de su trabajo para llegar con él.
Al llegar le había prohibido la entrada a los que no eran familiares cercanos, pero él no hizo caso y salió corriendo directo a la habitación cuatrocientos diez, para entrar y atorar la puerta con una silla, después de todo no tenía autorización para entrar.
Le había gritado a más no poder para terminar acurrucado con él en la camilla, su cabeza recargada en el pecho del pelirrojo mientras lloraba para después besarlo apasionadamente y subirse encima del pelirrojo.
“¿Quieres hacerlo… aquí?” le había dicho. “No, como crees” Mello y sus constataciones sarcásticas y así había terminado durmiendo uno junto al otro.
Sonrió ante aquel recuerdo.
Su pasión siempre había sido tranquila, con algunos altibajos, pero eso pasaba en todas las relaciones, tenían recuerdos buenos y uno que otro malo, pero no importaba al final todo siempre salía bien, y por medio de ello se había dado cuenta que sin Mello, no podría vivir. Así de simple y sencillo.
Al entrar a la habitación del rubio se acerco sigilosamente a la cama para encontrarse con Mello, que se mantenía despierto mirando a la nada.
“Mello” Susurro el pelirrojo.
El mencionado lo volteo a ver y sonrió.
“Matt” Estiro sus brazos y el pelirrojo sonrió.
Lo cargo como un koala y así comenzaron a besarse.
“Te amo” Se decían entre besos.
Entonces al entrar a la habitación lo recostó sobre con delicadeza y comenzó a bajar sus besos al cuello de Mello…
Así fue como una vez más, fueron uno solo, se demostraron el amor que se habían guardado durante cuatro meses.
Al finalizar la noche, Matt saco la pequeña caja del buro y pregunto.
“¿Mello, te casarías conmigo?”