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Forever Yours 2.0 por Shiello

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“Desde el principio de todo lo supe, fueron evidentes. Mas callar fue el error de todos, y lo pagamos todos igual de caro.”
Atte.:
Remus John Lupin


Ya habían pasado varios meses, en los cuales las clases se habían hecho notar pesadas, los castigos se habían hecho continuos; y ya no era sólo 
el líder, también su hermano era quien caía con el en los castigos. Pero jamás habían hecho algo tan grave como el día de hoy.

Jamás habían lastimado a alguien por una de sus bromas. Si bien había daños menores, como terminar todos mojados, apestando, o con el uniforme destrozado por alguna caída y unos cuantos raspones, sin contar las muchas vergüenzas que les hacían pasar a muchos.

Jamás habían lastimado a alguien hasta hoy. Tuvieron que mandar a Severus Snape, alias Snivellus, a la enfermería con heridas graves. Por arruinar su poción, que se volvió inestable.

El menor de ojos avellanas parecía abstraído de las palabras del mayor mientras que recordaba lo pasado. 

**Flashback**

Los chicos se encargaban de hacer una pócima levanta muertos que aunque era complicada muchos se esmeraban por hacerla, exceptuando dos merodeadores que no ponían mucho esfuerzo de su parte y se la pasaban conversando en voz baja sobre la broma que harían a continuación, aún cuando fingían hacer algo interesante.

— Bien, bien. Yo lo hago. — Suspiró para luego sonreír intensamente, de manera complaciente, ante su amigo el sex idol. — Después de todo, perdí 
la apuesta contigo.

— Hahaha… Anda, ve a hacerlo. — Le animó, esperando ver el desastre ante sus ojos.

El pelinegro le entregó en la mano una botella de jugo de escorgunto explosivo, el otro lo tomó apretándolo contra él y se acercó lentamente, abriendo la 
pequeña botella, y vació un poco del líquido dentro del caldero de su peor enemigo. Fue inestable inmediatamente, ocasionando una gran explosión.

**Fin del Flash Back**

El de ojos carmesí miró al otro molesto por lo que había pasado. A pesar de estar regañándolo, el alumno no ponía la más mínima atención; y por el contrario, aún con los vendajes y dolor del cuerpo, se disponía a dormir recargado en la espalda de su mejor amigo.

— Hágame el favor de separarse del joven Black. — Suspiró, mientras contaba mentalmente para no ponerse más fúrico de lo que estaba. Realmente era 
una parte celos lo que sentía, aunque se negara a aceptarlo como era debido, y otra al sentirse ignorado por su pupilo y dormirse encima del otro: 
esa era una imprudencia. Pero ya vería el castigo que le esperaba 

_______________________________________________________________


La clase terminó sin contratiempos, y los alumnos salieron disparados del salón como si no hubiera mañana, pues nadie tenía ganas de saber que es lo que vendría a continuación entre ambos seres tan diferentes. Hasta el sex simbol con sonrisa de marca de pasta se fue de ahí, dejando que el destino se apiadara de su hermano, pues también tenía miedo de salir metido en el castigo.

— Joven Potter, — sacó su varita, mirando al chico recostado completamente en la mesa. — Ennervate. — Pronunció siseando. - Joven Potter, acérquese.

— Humm… — El pelinegro despertó y se talló los ojos dejando las gafas a un lado. Aún estaba perezoso. — Ya terminaron las clases.

— Desde hace mucho. Y creí darle una orden. — Se encargó de observar cada detalle de la figura del menor.

“Pero qué buen cuerpo tenía, aunque éste era escondido entre las prendas que llevaba puestas, sonriendo como siempre”, pensaba en sus adentros. Se preguntó si sería posible quitar de él ese espíritu de león que poseía tan fuerte.


— Bien, dígame. ¿Qué es lo que más odia o teme? — Siseó, con ese fuerte carácter de temer.

— ¡Ha…! ¡Está loco! ¡¿Cree que le voy a decir?! – bufó en tono irónico, dando a entender que estaba loco si creía que iba a decirle.

— En verdad usted no sabe cómo comportarse. – uso el hechizo de legeremancia para ver cual sería el castigo más propio.

Muchas cosas se vieron en los recuerdos del más joven: primeramente era un niño consentido por sus padres y que no tenía la necesidad de batallar para conseguir lo que necesitaba o quería; después de eso vinieron muchos recuerdos de rechazos de parte de la persona que mas amaba y quería junto al odio profundo a la casa de Slytherin, que no soportaba ver para nada ni en lo mas mínimo, y que por lo mismo siempre terminaban jugándole las bromas a ellos. Además, el amor a sus amigos y una gran dependencia hacia ellos, que les consideraba lo más preciado del mundo, y que adoraba estar con ellos cada segundo.

Después de todo eso que vio decidió que era más que suficiente información para ponerle un castigo lo suficientemente bueno que quizás, después de eso, no volviera a hacer las cosas como solía hacerlas y madurara, que era lo que necesitaba.

— Bien, Joven Potter. Tal parece que sé un castigo perfecto para usted. — Sonrió con crueldad. —Y no creo que Dumbledore se niegue, ya que ayudara a la unión de las casas.

— ¿Y se puede saber que es? – Preguntó con intriga, aunque sabía que al final la respuesta no le gustaría. — Digo, ya que le produce tanto placer.

— Pues que usted pasará un mes lejos de todo lo que tenga que ver con Gryffindor. ¡Sea bienvenido a Slytherin! — Sonrió sarcástico, pues le produjo un gran placer al ver la cara del Gryffindor. — ¡Por cierto! No podrá verse con sus amigos, ni su novia.

El menor había entrado en shock después de lo que le habían dicho y aún no se creía lo que iba a pasar. Miraba a su profesor con los ojos más abiertos de lo normal y coordinaba ideas de lo que su profesor se proponía con eso. Él jamás cambiaría a pesar de los castigos y regaños de otros.

— ¡¿Pero dónde planea que duerma?! — Dijo el joven exaltado y con falta de aire. Aún no se reponía de la impresión. — Además, mis cosas están en Gryffindor.

— ¡Cierto! Dormirá en la habitación conmigo. — Sacó su varita y cambió el color del uniforme por uno verde. — ¡Oh! Le queda bien el color.

Sólo se retorció ante la idea de tener que soportar eso y de que tendría que entrar siempre a ese lugar solo, donde estaban la mayoría de sus enemigos que se había ganado a pulso; y luego sintió miedo de que existiera la posibilidad de que si estaba solo con ellos habría venganza de parte ellos. Se negaba rotundamente a ir, pero era un castigo. — ¡Maldición con esto! — Se repetía una y otra vez mentalmente mientras trataba de hallar una solución que veía vana.


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