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El color del Cielo por Bluesky

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Cap. 2: Paranoia


                La misericordia de su Señor les permitió mantenerse junto a los hombres, quienes comenzaban a olvidar su naturaleza celestial, más con el tiempo un germen surgió del intelecto humano.


 


¡Nos destruirán! ¡¿Son superiores a nosotros, no lo ven?! – YoungMin se detuvo al escuchar a un hombre vociferar en la mitad del mercado. Se sintió sobrecogido, sabía de lo que hablaba, era de ellos, de los no humanos, y la sensación que invadió su cuerpo lo hizo apretar la bolsa de papel contra su pecho haciendo que una de las naranjas que contenía cayera y rodara por el piso.


 


                La fruta llegó a los pies del pelinegro, quien al sentirla chocar contra él reparó en su trayectoria hasta llegar a su hermano. Calmadamente la tomó entre sus dedos  y fue hasta él para volverla a dejar dentro de la bolsa. Fue entonces que supo que era lo que ocurría.


 


Se está poniendo peor… - Le susurró a su gemelo quien solo asintió sin quitar la vista de aquel hombre. Le tomó la mejilla y le giró el rostro para que le viera los ojos. – Solo tienen un poco de miedo, pronto pasará todo esto, sabes que ellos no tienen nada de qué temer en realidad. Esa  loca idea de la rebelión contra los humanos es solo eso: una loca idea.- Le sonrió al concluir la idea y luego le arrebató la bolsa que llevaba entre los brazos con un grácil movimiento y le tomó la mano para poder seguir por el camino hasta lo que era su hogar.-


 


Pero Kwang… - Susurró el mayor de ambos- Temo… - Él pelinegro se volvió para ponerle atención- ¿Qué pasará si el corazón de la humanidad se corrompe por la maldad y el miedo, y estas ideas siguen creciendo? – Era evidente la preocupación que teñía los ojos de su hermano.


 


Estrechó ligeramente la mano del trigueño y le sonrió- ¿Lo olvidas? Aquellos que ves ahí – hizo un gesto indicando a aquel que predicaba en contra de la convivencia y reunía algunos oyentes- son hijos de Dios, son seres de buen corazón, tú lo has visto en todo este tiempo ¿verdad?


 


Aquello terminó por tranquilizar  al ángel. Dios no dejaría que sus hijos, se perdieran, no a menos de que tuviera un plan mejor para ellos.


 


Los días, las semanas, los meses siguieron pasando, y la situación en el pueblo, que con el tiempo se había transformado en una ciudad relativamente grande, no parecía mejorar, al contrario. Hombres como el que había escuchado YoungMin en la plaza habían ganado adeptos durante ese tiempo, y ya no había un único cabecilla, sino que tenía cargos subordinados. Se agrupaban, discutían sobre qué hacer. Las cosas habían llegado al punto en que un toque de queda provisorio se había decretado, todo aquel que fuera visto durante la noche sería considerado una amenaza. 


 


Los hombres aprendían rápido, no solo sobre los nuevos saberes que les eran revelados por las otras criaturas, sino que también aprendían a destruirlas. La convivencia había llegado a ese difícil momento en que parece acabar sin vuelta atrás.


 


Habían pasado poco más de tres décadas desde la Gran Guerra, y los hombres no parecían recordar a sus salvadores, en sus corazones solo había desprecio para quienes no fueran como ellos, y en sus manos comenzaron a existir armas y aparatos capaces de detectar y cazar a quien no fuera humano, por mucho que se mezclaran entre ellos.


 


Una tarde una mujer anciana se acercó a los dos ángeles, ella recordaba la Gran Guerra, ella había estado el día en que los seres idénticos se presentaron ante los habitantes del poblado, y también recordaba que las razas no humanas no eran necesariamente malvadas, ni peligrosas. Pero en ese punto la mujer les dedicó sabias palabras, incluso para un ángel.


 


Váyanse de aquí… - Les comentó en voz baja, para no ser escuchada por alguien mal intencionado, una vez estuvieron en la casa que habitaban los gemelos cerca de la arboleda  donde se encontraba el pueblo original – No se pongan en peligro más tiempo y regresen con Dios.


 


La mujer parecía suplicarles con la mirada y entonces le tomó una mano al trigueño acunándola entre las suyas- Por favor, háganme caso, las cosas se están poniendo complicadas en el pueblo. Esta tarde llegaron una cajas extrañas a la estación – La mujer bajó la vista conmocionada por la actitud de los otros ciudadanos- según escuché comenzarán a cazar brujas y a los demonios que quedan vivos primero, pero estoy segura de que no se detendrán ahí.


 


El trigueño miró a su igual, su más grande temor se estaba llevando acabo, los humanos habían cedido al temor y comenzaban una persecución sin sentido para acabar con otros seres. El pelinegro se había dedicado a escuchar con atención lo que decía aquella mujer. Sabía que lo que decía era verdad, y aquello le destruía el corazón, mas luego de pensar por un momento se acercó a ella y la tomó de uno de los brazos para guiarla con tranquilidad hasta la mesa, en donde le ofreció asiento y luego un poco de té.


 


Sé que la situación no es la mejor, pero no puedo abandonarles- Miró al otro ángel luego de sentarse y se corrigió- No podemos. Comprendo su preocupación, pero nuestro deber es cuidar de los hombres ¿Cómo dejarlos solos estando tan perdidos como para pensar en dar muerte a alguien más? –Le sonrió entregando tranquilidad a aquella mujer llena de bondad.


 


La mujer bebió del líquido caliente con aroma a fresas que el ángel moreno había vertido en su taza, y ahora era el trigueño el que le sostenía la mano. Se había sentado a su lado y estirándose un poco le besó el cabello blanquecino por el tiempo.- Gracias por amarnos – Le susurró sonriendo y se quedó a su lado en silencio hasta que fue tiempo de que se marchara.


 


Efectivamente, tal y como fueron advertidos, la caza dio inicio y en menos de 2 años la ciudad estaba desprovista de las primeras dos razas elegidas, y según los rumores no faltaba mucho para que se abastecieran de nuevo armamento, al parecer sería el turno de vampiros y licántropos.


 


¿Cuánto tiempo más crees que podamos permanecer aquí? – Preguntó YoungMin a su hermano mientras miraba por la ventana de aquella humilde casa de madera que los había albergado todo ese tiempo.


 


En esos dos años las superficies se habían vuelto a llenar de sangre, el aire estaba colmado del humo negro que arrastraba las cenizas de los cuerpos incinerados. Era devastador. Durante esos dos años no solo los cazados habían sufrido terribles destinos, sino también aquellos opositores que trataban de protegerlos, y por más que habían intentado evitarlo, intervenir, detener aquello, les había sido imposible. La palabra de Dios ya no parecía tener peso para los humanos, es más, incluso ellos, ángeles que portaban luz, comenzaban a ser vistos como enemigos por sus extrañas cualidades.


 


No podemos abandonarlos… - Comentó mientras dejaba semillas en un plato de porcelana en el borde externo de la ventana por la que miraba su hermano, para que las aves pudieran alimentarse antes de que el clima las obligara a emprender  el vuelo hacia otros parajes.- Mientras pueda hacer algo, quiero quedarme con ellos. La tierra es un lugar maravilloso.- Una de las aves se había posado a comer y los miraba aparentemente atento a su conversación. – No tenemos la fuerza para detener esto, lo sé. Pero mientras haya esperanza no me rendiré – Miró a su gemelo y le sonrió yendo hasta él y tomando su mano antes de estrecharlo en un abrazo- Sé que crees igual que yo. 


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