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El color del Cielo por Bluesky

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Cap 3: Persecución

 

 

 

                ¡No me sueltes, YoungMin!- Había sido la orden dada a su hermano mientras corrían raudos por los tejados del centro de la ciudad- ¡Ya falta poco!

 

                Las respiraciones agitadas y los pasos dados con firmeza para poder avanzar eran la clara señal de su huida, y las voces que gritaban bajo y tras ellos eran las que confirmaban la situación en la que estaban metidos. Debían escapar, no tenían otra alternativa. Lo sabían, si no lo lograban, sería el fin.

 

 

 

 

                Hacían cinco años desde que había comenzado la cacería, casi ninguna criatura no humana habitaba la ciudad. En ese tiempo los ángeles habían pasado a ser la última de las razas perseguidas, considerados una amenaza por su fuerza y habilidades de manipulación, pero también considerados un objeto de mucho valor debido a sus habilidades curativas. En definitiva, eran seres que portaban grandes beneficios cuando se encontraba al espécimen indicado. Sus cabezas tenían precio, uno muy alto.

 

 

                Los últimos meses en lo que sentían como su hogar habían sido algo caóticos. Vivian allí de paso, cuando la hostilidad de los pobladores y las miradas se centraron en ellos, habían  comenzado a pasar cada vez menos tiempo en aquel sitio, hasta que se vieron en la obligación de no volver. No era necesario para ellos un lugar como aquel para resguardarse, por lo que simplemente se adentraron en el bosque para poder protegerse, ya que los humanos temían a la espesura de aquel lugar, y a las criaturas inexistentes que aun pudieran habitar allí.

 

 

                Sin embargo, de vez en cuando solían  dar una ronda por el pueblo, sabían de enfermos que necesitaban de su ayuda, de niños desconsolados, de heridos emocionales que no lograban ver la luz. En aquella ciudad cundía nuevamente la desesperanza, y peor aún, la indiferencia, el egoísmo y la soberbia se parecían asentar con fuerzas en aquel lugar invadiendo las almas de los que alguna vez fueron seres humildes, agradecidos y llenos de bondad.

 

 

                El invierno se acercaba  con fuerzas, hacía frío y cada vez oscurecía más tarde, las hojas cubrían el piso con varios colores. La vida mermaba, no solo en la vegetación, también en los hombres y mujeres, especialmente los de más edad.

 

 

               Aquella mujer, Ilse, la anciana de cabello blanco que los había advertido tiempo atrás estaba dando sus últimos suspiros, suspiros de partida que  fueron percibidos por ambos ángeles. Sin dudarlo salieron del bosque, cubiertos con ropas oscuras y que ocultaban sus rostros. Se movieron por la penumbra y con sigilo llegaron hasta el hogar de la mujer. Sabían que solo vivía con su nieta, una joven de quince años, que había cuidado de ella desde que su salud empeoró. Era una aliada en aquella situación.

 

 

                La muchacha les dejó entrar como lo había hecho varias veces antes, pero esta vez ella también sabía que su visita era por una razón diferente. En silencio fueron conducidos hasta la habitación que era iluminada tenuemente por una lamparilla de luz cálida y amarilla. Ambos se descubrieron al ver a la mujer mientras la joven se volvía a sentar en el banco que ocupaba a su lado para sostenerle la mano. Se veía frágil y tranquila.

 

  

 

                El ángel de cabello negro se acercó a ella por el otro lado de la cama y le sostuvo la mano libre mientras le ponía una mano ligeramente sobre el cabello aliviando cualquier dolor que pudiera sentir en aquel momento. El ambiente se mantenía en silencio, solo inundado de las respiraciones profundas de Ilse.

 

 

 

No tengas miedo… no hay nada que temer...- Le susurró a la mujer mientras se inclinaba y remplazaba el toque de su mano al besarle el cabello en una última caricia entregada a ese cuerpo.

 

 

                YoungMin que hasta entonces se había mantenido cerca de la joven observando la escena se acercó a su gemelo, quien le dio espacio y fue hasta donde Odeth, la nieta de Ilse, y apoyó una mano sobre su hombro para poder transmitirle su apoyo y consuelo. El gemelo trigueño se acercó a ella dejando su mano sobre los arrugados dedos de la mujer y le sonrió suavemente, le acarició la mejilla y pronto se acercó a su oído para que pudiera escucharle.- Nos veremos en el Cielo – Le susurró, y entonces la respiración de la mujer se tornó más trabajosa, aunque su semblante seguía denotando paz.

 

 

 

               Odeth contenía las lágrimas en silencio. Antes de la llegada de los ángeles, ya se había despedido de su abuela, mas aquello no impedía que sintiera su partida. Sabía que pronto partiría y al escuchar las palabras de trigueño se había adelantado hasta la cama sosteniendo con mayor firmeza su mano. KwangMin se ubicó a su lado y la mantenía abrazada por los hombros frotando suavemente sus brazos- Tranquila… - Le susurró y le besó el cabello- Ella estará bien, te lo prometo… - Le hablaba solo a ella calmado su dolor a pesar de que las lágrimas ya habían desbordado de los ojos de la muchacha- Debes dejarla partir – Le besó el cabello y miró a su igual que se encontraba elevando una plegaria en nombre de la anciana.

 

 

                 Al terminar la súplica por el alma de la mujer le dibujó una cruz sobre la frente con el pulgar y entonces le besó la piel pálida sobre las cejas- Buen viaje Ilse…  gracias por todo  – Y dicho aquello se separó al tiempo que KwangMin soltaba a la muchacha para que se terminara de acercar a quien la cuidó de pequeña y la acompañara en sus últimos instantes.

 

 

                    No pasaron más que unos pocos segundos hasta que la respiración cesó y solo quedó el sonido del llanto de Odeth, a quien le convulsionaban los hombros ligeramente. La sensación en aquellos momentos era de profundo dolor, sin embargo, la expresión de la anciana les hacía comprender, en especial a la joven mujer, que su ciclo en aquella vida había llegado a su fin de buena manera, y de que su muerte solo la llevaría a un nuevo estado para el que se encontraba preparada luego de vivido todo lo que Dios había preparado para ella.

 

 

               Había pasado casi una hora desde el deceso, y rodeando la cama reposaban cuatro velones bendecidos por los ángeles, sus restos mortales estaban protegidos, su cuerpo, purificado con agua y libre de cualquier impureza, solo aguardaba el entierro que debería llevarse a cabo luego de los protocolos correspondientes. KwangMin acompañaba el cuerpo sin vida mientras oraba por el alma.  Odeth, ya más tranquila se encontraba sentada en silencio en la cocina con una taza de té de manzana y canela entre sus manos acompañada de YoungMin.

 

 

                    El silencio reinaba en aquel momento, no un silencio incómodo, sino más bien del tipo que queda luego de que todo lo que debía ser dicho fuera pronunciado por parte del ángel, por lo que era la joven, quien había dejado de llorar, la que conectó la mirada con el trigueño antes de dirigirse a él. – Sé que los están buscando… - Murmuró- Mi madre me habló de ustedes, de su llegada antes de que yo naciera… - Pronunció con cierta inquietud. El ángel la miraba calmo desde su silla junto a ella. Sabía que aquella muchacha no le temía y aquello le hizo sonreír suavemente. La joven prosiguió ya más segura – Gracias por venir a despedir a mi abuela, por acompañarme… pero no quiero que se metan en problemas, hace solo un par de días se llevaron a un… ser… igual que ustedes. Deben tener cuidado- Concluyó luego de aquel momento incómodo en que no supo cómo nombrarles, ya que para ella la identidad de ambos  hermanos había sido  una especie de secreto que no debía ser mencionado. 

 

 

                  En aquel instante KwangMin se asomó por la puerta de la cocina y se acercó a ellos. Comprendía lo dicho por Odeth, debían partir, los ánimos en la ciudad estaban demasiado agitados como para tentar a su suerte.

 

 

               Ambos seres alados se despidieron de la joven como corresponde a una situación de aquella índole, volviendo luego a ocultarse en sus ropajes oscuros, y de aquella forma dejar atrás aquel hogar. La noche ya había caído hace varias horas, ya iban a ser cerca de las tres de la madrugada, por lo que debían tener cautela al volver, más por la seguridad puesta durante el toque de queda.

 

 

                Se encontraban a mitad del trayecto avanzando por las cornisas y tejados para evitar ser vistos, cuando el trigueño se percató de que era observado insistentemente por un reflejo en una de las ventanas. Se mantuvo quieto un segundo, y entonces escuchó el accionar de un arma. No lo dudó y comenzó a correr hasta alcanzar a su gemelo pelinegro que iba un poco más adelante que él.

 

 

               Nos encontraron – Declaró con seguridad mientras miraba a sus costados y era seguido de inmediato por el otro ángel para verificar su situación, bajaron en un callejón y cuando fueron a doblar por una de las esquinas fue tomado fuertemente de la muñeca por KwangMin deteniendo su avance. En aquel instante un proyectil rebotó en la esquina de la pared cerca de su rostro. Sus ojos se abrieron enormemente. Aquello no era solo una bala, podía sentirlo, aquello era oscuro, un proyectil impregnado en maldad pura.

 

 

                Cambiaron el curso de la carrera y ayudados por una escalera  llegaron hasta un tejado que les permitiría avanzar rápidamente por encima de las casas. Lo que había comenzado como una cacería silenciosa ahora se había convertido en una ruidosa persecución, y cada vez que se volvían a mirar podían ver a más gente saliendo a las calles, algunos animando a los cazadores y otros con expresiones de espanto al reconocerlo como cazados.

 

 

¡No me sueltes, YoungMin!- Había sido la orden dada a su hermano mientras corrían raudos por los tejados del centro de la ciudad mientras aferraba con fuerza a su hermano- ¡Ya falta poco!- Debían escapar, no tenían otra alternativa. Lo sabían, si no lo lograban, sería el fin, ¿pero, a dónde huir?

 

 

                  La larga hilera de casas frente a ellos comenzaban a acabarse, y el trecho entre la próxima hilera era demasiado grande, y peor aún, habían más personas  esperando por ellos del otro lado. No tenían alternativa, ambos lo sabían,  por lo que al llegar al borde del tejado de la última casa bajo sus pies alzaron el vuelo intentando alejarse de ellos lo más posible, dejando en evidencia su naturaleza. Sin embargo, el filo metálico de algún elemento lanzado por los hombres impactó en la base de una de las alas del menor seguido por varios proyectiles. Se inmediato el dolor causado por la oscuridad de la que estaban impregnadas aquellas armas se propagó por su cuerpo impidiéndole mantener el vuelo y haciéndolo caer. YoungMin, desesperado solo se aferró a su mano como le había ordenado antes e intentó alzarlo para que no cayera justo en medio de quienes los cazaban.

 

 

              Un, dos, tres disparos. Los proyectiles dieron en el cuerpo del trigueño mientras se alejaba con su hermano colgando de una muñeca. La visión borrosa, el dolor que corroía todo su ser le hicieron caer a las afueras de la ciudad a pocos metros de los árboles del bosque. Su cuerpo se sentía entumecido,  pesado y extremadamente cansado. Su hermano se encontraba frente a él en el suelo- Kwang… - Susurró y la única respuesta que obtuvo fue la de sus ojos al encontrarse y la presión en la mano que había vuelto a sostener con mucha dificultad. –Kwang… - Volvió a susurrar al ver que los ojos ajenos se cerraban antes de perderse en su propia inconciencia mientras aun podía escuchar los pasos estrepitosos de quienes venían por ellos.

 

 

 

 

 

 

Que Dios nos ampare…

Notas finales:

Gracias~ 

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