Sus grandes ojos tan azules como el océano, se abrieron ante el sonido de su celular. La luz del sol de ya pasado medio día, se colaba entre sus cortinas iluminando su habitación. Tomó el móvil que estaba en su velador para contestar -¿Aló?-
-Haru ¿Aun no te levantas?- la suave y conocida voz de su mejor amigo se escuchó por el celular -¡Vamos a llegar tarde! Estaré en tu casa en 30 minutos, así que levántate-
El pelinegro guardó silencio por unos segundos -… Está bien. Nos vemos Makoto- cortó la llamada y miró al costado vacio de su cama –Hoy es el día ¿Verdad?- acarició la blanca y mullida almohada junto a él, miró el cuarto lleno de recuerdos y después apretó los puños… era su rutina desde hace ya dos años.
La misma cama, pero se siente un poco más grande ahora
Nuestra canción está en la radio, pero no suena igual
Cuando nuestros amigos hablan de ti, lo único que hacen es destrozarme
Porque mi corazón se rompe un poco cuando escucho tu nombre
Todo suena como uh, uh, uh, uh, uh.
Se miró por última vez al espejo. Su cabello peinado hacia atrás, dejaba en evidencia, en su ya varonil rostro, la noche en vela que solo terminó hace un poco más de dos horas atrás. Vestía un traje azul marino, que delineaba perfectamente su figura. Salió de su casa al oír la bocina del taxi donde venía el castaño que vestía un traje gris.
Ambos iban sentados en el asiento trasero del auto. El silencio reinó entre ellos. El pelinegro perdido en sus pensamientos y el castaño mirándolo constantemente.
Después de unos largos minutos, llegaron a su destino. Un gran salón de eventos donde los esperaban sus amigos, también vestidos de trajes, entre varias personas más. Algunas conocidas y otras no. Alrededor del salón, había mesas con blancos manteles bordados y, sobre ellos, platos, servicios, copas, vasos y servilletas. En medio, había varias sillas en filas que se dividían en dos partes frente a un altar. Atrás del altar, estaba el juez del servicio civil conversando con un hombre peligris y uno pelinaranja.
Al escuchar el llamado, todos los presentes fueron a sus respectivos asientos. El pelinegro se sentó en la segunda fila del lado izquierdo, justo al lado del pasillo que se formaba en medio. Cuando comenzó una conocida pieza de música, la puerta se abrió. Todos miraron hacia el lugar y vieron entrar a un hombre de cabello y ojos color cereza junto a una mujer muy parecida a él que llevaba puesto un vestido largo blanco. El pelirojo vestía un smoking blanco invierno adornado con una rosa blanca con rojo en el lado derecho de su pecho. Su cabello medianamente largo, estaba peinado hacia el lado resaltando su maduro, pero fino rostro… al pelinegro le pareció más hermoso que nunca.
Demasiado joven, demasiado tarde para darme cuenta
Que debí de haberte comprado flores
Y tomado de la mano
Debí de haberte dado todas mis horas
Cuando tuve la oportunidad
Llevarte a cada fiesta porque todo lo que querías era bailar
Ahora mi nene está bailando
Pero esta bailando con otro hombre.
Lo ve caminar como si fuera en cámara lenta. Recordando cada momento que debió corregir. Cada error que cometió. Cada palabra que nunca dijo. Cada minuto que desperdició ¿Por qué no se dio cuenta antes? Aquel hermoso chico que conoció desde primaria, siempre fue el dueño de su corazón, pero él nunca fue capaz de demostrárselo.
El pelirojo pasó junto a él y sintió un dolor latente. Tenía el impulso de agarrarlo del brazo y llevarlo lejos de ese lugar, pero… ¿Con que derecho podía hacerlo si fue él el que lo dejó ir? Ahora solo podía ver como se acercaba a aquel hombre de cabello negro y ojos calipso, que vestía un elegante smoking negro adornado con una rosa igual a la del pelirojo y en el mismo lugar.
Aquel pelinegro le ofreció su mano y el pelirojo la aceptó mientras se paraba junto a él frente al altar y la peliroja sonreía parándose a un costado de ellos junto al castaño. Al otro lado de la pareja, también de pie, estaban el hombre peligris y el pelinaranja.
Mi orgullo, mi ego, mis necesidades y mis modos egoístas
Causaron que un hombre bueno y fuerte como tú se fuera de mi vida
Ahora ya nunca, nunca logro limpiar el desastre que hice
Y me atormenta cada vez que cierro mis ojos
Todo suena como uh, uh, uh, uh, uh.
La fiesta ya había comenzado. Todos brindaron y la música no se hizo esperar. Los presentes comían y celebraban por la felicidad de los dos hombres que ya llevaban puestas argollas gemelas en el mismo dedo. Solo dos personas se mantenían en silencio en una mesa algo apartada.
El castaño observaba al pelinegro que jugaba sin ánimo con la comida en el plato. No sabía que decir. No encontraba alguna palabra para su amigo. Simplemente, lo acompañaba.
El pelinegro miró hacía el medio del salón. Donde ya no estaban ni las sillas ni el altar, ahora estaba la pareja entre la multitud que los animaba.
-Vamos Rin. Tienes que bailar conmigo- el pelinegro de ojos Calipso, le ofrecía su mano mientras sonreía –El primer baile debe ser el vals entre los novios-
-¿Eres tonto?- hablaba ruborizado el pelirojo.
El de ojos Calipso lo agarró del brazo para pegarlo a su cuerpo –Vamos Rin…- le sonrió dulcemente mientras le tomaba una mano y ponía la otra en su cintura obligando al pelirojo a que pusiera la mano libre en su hombro -… baila conmigo- el vals comenzó a sonar y ambos dieron una vuelta marcando el ritmo que guiaba el de ojos calipso.
Demasiado joven, demasiado tonto para darme cuenta
Que debí de haberte comprado flores
Y tomado de la mano
Debí de haberte dado mis horas
Cuando tuve oportunidad
Llevarte a cada fiesta porque todo lo que querías era bailar
Ahora mi nene está bailando
Pero esta bailando con otro hombre.
Entre aplausos terminó el baile entre los novios y los invitados también se pusieron a bailar.
El pelinegro se levantó de su asiento y caminó hasta ellos seguido del castaño. Se paró frente al pelirojo y lo abrazó sorprendiéndolo –Rin…- le habló suavemente al oído -… felicidades por tu matrimonio-
El pelirojo salió de su asombro y le devolvió el abrazo –Muchas gracias, Haru- le habló igual de suave al oído. Después de unos segundos se separaron. El pelinegro se sintió ahogado al ver la bella y plena sonrisa en el rostro ruborizado del pelirojo. Su felicidad le dolía, pero también lo reconfortaba.
Le dio la un apretón de manos al hombre de ojos Calipso a modo de felicitación y, después de excusarse porque se sentía un poco cansado, salió del lugar.
Aunque duela, seré el primero en decir que estaba equivocado
Oh, se que probablemente es muy tarde
Para intentar disculparme por mis errores
Pero solo quiero que sepas que
Espero que él te compre flores
Espero que él te tome de la mano
Dedicándote todas las horas cuando tenga oportunidad
Te lleve a cada fiesta porque recuerdo cuanto amabas bailar
Haciendo toda las cosas que debí haber hecho
Cuando era tu hombre.
Cuando salió a la calle, la luna ya estaba en lo más lato del cielo. Suspiró fuertemente mientras apretaba los puños. El castaño de le dio alcance después de despedirse de sus amigo, se le acercó –Haru…- el pelinegro lo miró -… ¿Quieres que vallamos a beber?-
El pelinegro dejó salir unas pocas lágrimas y asintió. El castaño lo abrazó. Emprendieron rumbo hacia el bar donde habitualmente se reunían.
Haciendo todas las cosas que debí haber hecho
Cuando era tu hombre.
El pelinegro sabía que ni el alcohol, ni nadar, ni el tiempo podrían borrar ese sentimiento instaurado en su corazón, pero al menos, lo ayudarían a aceptar que la única persona que siempre amó, ahora era feliz junto a otro hombre. A otro hombre que le daba, lo que él nunca le dio.
Fin.