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The end. por Lizama24

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Notas del capitulo: Noche de paz, noche de amor, todo... ok ya.

Buenas tardes o noches, no estoy segura.
Aquí está el último capítulo tanto de éste fic como de lo que subiré.

Bonita noche.

Era como aquel día de cuando tenía tres años, quizás cuatro. Había esperado tanto aquella mañana con la emoción que sólo un niño poseía. Con esas ansias que se tiene cada vez que estás apunto de conseguir lo que tanto habías deseado y que tus padres te habían dicho miles de veces “Pronto”, aquel “pronto” había llegado.

 

¿Cuántas veces se desea tener algo, pero sabes que jamás lo tendrás?

¿Y qué se siente al saber que sí se tiene?

 

Por muchos años había dedicado su vida a una sola cosa, y no existía más que aquella cosa. Era su forma de vivir, ella se volvió su vida. De algún modo era egoísta, jamás le había preguntado a ella si quería seguir viviendo ¿Quién no quiere vivir? Quizás para aquella pregunta existían muchos que levantarían la mano. Y los seguiría habiendo después de muchos años.

 

Todo había seguido el ritmo que debería seguir, así como todos decidían a dónde mover sus pies. Los malos sucesos llegan, los buenos sucesos también. Cualquiera que recibiera una noticia como aquella miraría feliz al techo y diría “es un milagro”. ¿De verdad existen los milagros? Aquellos sucesos inexplicables que eran imposibles, ¿Cuándo algo es imposible?

 

Felicidad, dicha, alegría, quizás eran todas estas o una de ellas solamente. Aquella tranquilidad de sentir que todo lo que has hecho durante tanto tiempo valió la pena, porque es tu mayor premio, algo que te dice “bien hecho”.  Una clase de paz.

Shiroyama Yuu había vivido todos aquellos años luchando por algo que para muchos sería difícil, ¿Cómo mantener vivo a alguien cuando no puedes mantenerte vivo a ti? Sin duda era algo arriesgado contra la burbuja de todos. Muchas personas se habían alejado de los demás sin darse cuenta, ¿Acaso no podían sentir lo solos que se encontraban?, se supone que el ser humano fue hecho para vivir en sociedad pero esto estaba siendo desmentido por la gran masa de personas que no estaban juntas.

 

Yuu no creía que el resto eran simples sombras. Sombras que viene y que van arrastrándose por sí solas, y el resto parece que está ciego o simplemente no quiere verles. ¿Cuántas personas eran ayudadas en esos días? Al salir a la calle y alguien está siendo atacado, esta persona tiene que defenderse sola o dejarlo, nadie le ayuda. Cuando un conocido tiene fuertes problemas de los cuales no puede salir, al poco tiempo no saben de él. Cuando un familiar o un amigo tiene problemas, la mayoría de las veces se le ayuda ¿Existe la necesidad de que puedan tocar la burbuja para que les vean? Quizás no pueden ver a través de esta.

 

Y luego estaba aquel grupo más pequeño—desgraciadamente— que ayudaba sin saber por qué. Quizás ya no lo venían como una ayuda, era una acción más.

 

Y existía aquella felicidad cuando logras ver que tu esfuerzo valió la pena. Lamentablemente no era el caso de Aoi.

 

 

 

No estaba seguro de cuanto tiempo había pasado, la noción del tiempo le había abandonado así como ella lo hizo. Tal vez llevaba cerca de veinticuatro horas en esa  posición, a un lado de la cama recargando su cabeza sobre esta mientras sujetaba la mano de la niña. La cual ahora estaba fría ¿Siempre lo estuvo? No había tenido la suficiente valentía para poder mirarle a la cara cuando todo aquello sucedió.

 

Una falla hepática fulminante ocasionada por la bilirrubina, esa sustancia una vez más, y por ello su cerebro había recibido daños graves causando que muriera. Parecía mentira, deseaba que lo fuera. No fue de un día para otro… fueron tres semanas, tres semanas en las cuales no pudieron saber que estaba sufriendo eso. Los especialistas lucían como simples estudiantes ante los ojos del moreno en ese preciso instante.

 

Todas las palabras que Kouyou le había dicho alguna vez regresaron a su mente en esos minutos, “Es una perdida de tiempo” “No existe su futuro” “Sólo tienes esperanzas absurdas”.

¿Es que era tan patético creer en algo así? El tiempo pasaba y todo parecía mejorar, más no era cierto. Quería creer que Manami dio lo mejor de ella hasta el final, pero quizás ella se había rendido hace mucho tiempo. Todos parecían saber lo que iba a suceder excepto él.

 

Yuu sólo quería mantener su mano sujeta y jalarle hasta que pudiera ponerla a salvo, un escalón imposible de alcanzar. Y ahora mismo todo era tan bajo, tan poco importante en aquel lugar.

 

La pared frente a sus ojos, siendo la única testigo del llanto que intentaba reprimir una vez más. Su espalda comenzaba a gritarle que se levantara pero ya no tenía caso, sus pies habían dejado de servirle y tampoco es como si quisiera ponerse de pie una vez más ¿Qué caso tendría?

No tenía caso incorporarse de nuevo si estaba seguro que volvería a estar derrumbado sobre el suelo, en el concreto, en la tierra, en un abismo. Podía presenciar más detenidamente el silencio, ese silencio que siempre había existido y que nunca había querido notar.

 

Era demasiado para él, el poder disfrutar de aquellos ojos observándole y esa nariz jalando aire, era suficiente para él poder tocar su piel cálida por el bombeo de su corazón. Podía disfrutar con mucha gratitud de sentir su pulso. No quería que muriera, de verdad que su único propósito se había basado en mantenerla viva. Mostrarle la felicidad cada día, un nuevo amanecer. ¿No era suficiente con eso? Estaba seguro que era más que suficiente darte cuenta que habías abierto los ojos una vez más y poder escuchar.

 

— ¿No era hermoso escuchar, Manami? —susurró en medio de aquel silencio, haciéndole una herida para poder demandar un poco de espacio por última vez—. ¿No era hermoso el poder observar una vez más este lugar? Quizás para todos era algo básico, pensando que siempre lo harían. Pero tú estuviste siempre al margen de desaparecer, era más que un regalo ¿Verdad?

 

Tal vez se estaba dejando llevar sólo por lo que él pensaba. Había tomado alguna forma de control sobre qué pensar sobre los sentimientos de la joven, ¿Qué estaría pensando ella de verdad? Seguramente había sufrido más que él, había sentido la muerte entre su piel y hubiera entrado en desesperación internamente, más allá de lo que podía mostrar.

 

— ¿Alguna vez te agrade? Me hubiera encantado escuchar de tus labios alguna vez que te agradaba, que era importante para ti. ¿Sabes lo importante que eres para mí? Aún después de que tu cuerpo ya no tiene alma y que has desaparecido por completo, sigues siendo importante para mí. —poco a poco se fue levantado del suelo después de soltar su mano, para poder mirarle de frente. Aquel rostro que no quería apreciar en la agonía—. Aún cuando tú ya no puedes escucharme…. quiero decirle todo esto a tu cuerpo. Porque siento que nunca podré volver a dormir tranquilo. ¿Era tan difícil hacer algo por ti? ¿Estuve siempre equivocado?

 

Se sentó en la cama, pasando su mano por su mejilla pálida «Ya no es tan amarilla». Aquel cuerpo ante sus ojos ¿Cuánto valía para él? ¿Cuántas lágrimas había derramado por ella? El dolor que poco a poco sentía era una especie de anestesia que se juntaba para aquel día, quizás siempre supo que llegaría aquel día y ahora intentaba hacerse el sorprendido.

 

—Ahora puedo sentir realmente que estoy vivo, que todo esto de verdad está pasando. —suspiró cerrando sus ojos, no podía soportar más verla—. Justo ahora me gustaría seguir siendo un espectador.

 

Podía tocarle, podía percibir su aroma a muerte ¿Era tan delicioso en ella? Y mientras más le veía su corazón parecía despedazarse, quizás no era este, pero sentía aquello en su pecho. Había criticado miles de veces a las personas que decían desear su muerte antes que de la de alguien, ¿Podía retractarse y ofrecerse a sí mismo para traerla de vuelta?

Su pulso seguía sintiéndose, sus pulmones seguían buscando oxigeno, y su mente moría de poco a poco. Su cara se arrugaba a cada momento y las lágrimas se atoraban, de verdad que le dolía, le dolía en algún lugar de su cuerpo y era peor que cualquier experimentado antes.

 

—No puedes estar muerta…—susurró recargando su frente en su pecho, casi encima de ella pero sin aplastar su cuerpo—. No puedo aceptar que estés muerta. No ahora, no antes que yo. —sus palabras eran lo suficientemente audibles para que él se escuchara y para que nadie más lo pudiera hacer fuera de esa habitación.

 

Estando de ese modo buscaba, torpemente, escuchar su corazón palpitar. Cubriendo su pecho con todos sus oscuros cabellos, ocultándose a sí mismo mientras las primeras lágrimas comenzaban a salir. 24 hrs reprimiendo aquella acción, fue todo lo que pudo aguantar. Esperaba ingenuamente ser levantado con dificultad por el subir y el bajar de su pecho, esperaba poder escuchar su nariz funcionando. Y en el mejor de los casos que le dijera “todo está bien”. Esperaba infinidad de cosas, las cuales estaba seguro que jamás llegarían.

 

Susurró su nombre buscando una respuesta. Su voz sonaba tranquila, pasiva y gentil, sonriendo en varias ocasiones como si eso fuera a mejorar algo, queriendo echarse a reír como todo un loco mientras las lágrimas salían de prisa y le abrazaba con fuerza. Pero no lo hizo, no tenía el mínimo caso más que desahogarse y eso no lo estaba buscando.

 

—Hoy es navidad…—volvió a hablar después de dejar de llorar aún en la misma posición imaginando que aquella mano tiesa acariciaba sus cabellos—. Feliz navidad, Manami. Espero te haya gustado el regalo que la vida te dio. —habló con tranquilidad, aquellas palabras de odio, aquellas palabras de rabia—. Feliz, feliz navidad, feliz. Feliz navidad.

 

Comenzó a decir una y otra vez, estaba enojado, en el fondo estaba enojado con todo el mundo.

Cantando una canción de aquellas fechas fue relajándose, relajando aquel dolor en su interior que intentaba romperle. Era navidad, había tenido un hermoso regalo por aquella fecha.

 

Claro, aquel día no dejaba de ser más que un día.

 

Aquello mostraba muchas cosas. Las festividades no traían cosas buenas siempre, los días y las noches seguían siendo sólo eso, los hospitales también eran ocupados en esas fechas. Y, si las bendiciones existían, Manami había recibido la mejor de ellas: la muerte. Aquel obsequio que se dignó  tanto a ofrecerle a una pequeña niña. Pero tal vez Yuu no había sido un buen niño ese año y no tenía derecho a un regalo. Quizás estaba recibiendo uno justo ahora, aquel que le demostraba que aún seguía viviendo.

 

 

Ruki había llegado luego de que pasara una hora de aquello. Le había dejado solo toda la noche por petición de Yuu. Entendía que quisiera privacidad para poder asimilar aquello aunque él jamás haya experimentado lo que es perder a alguien tan importante como debía serlo la joven para el moreno. Aún así, no podía seguir dejándole solo. Sentía la necesidad de consolarle y decirle que todo estaría bien aunque esto fuera mentira.

 

No se le negó la entrada pues las enfermeras sabían que aquel castaño era conocido de quien ahora se lamentaba dentro de la habitación. Para Ruki observar aquella escena le causaba una especie de sensación que le incitaba a volver el estomago. Quizás era alguna especie de lastima que jamás hubiera sentido, o algo más gentil.

Aoi se encontraba aún tirado a un lado del cuerpo muerto  « ¿Por qué no la han recogido ya?» quizás las enfermeras le habían tenido la misma lastima y por ello le dejaron seguir a su lado. Seguía con la misma mirada perdida y esos ojos parecían estar mucho más grandes de lo que recordaba. Muchas veces se había preguntado cómo se lo tomaría Yuu si Manami muriera, pues bien, no tenía por qué preguntárselo más.

 

Nada bien.

 

Intentaba buscar las palabras correctas en su cabeza para pronunciarlas. No le venía ninguna frase más que de esas de consuelo que todos se saben, pero sabía que aquellas no funcionarían con Aoi, no con él.  No parecía que le importara al otro que se le estuviera acercando, ni siquiera su presencia. Se sentó a su lado y le tocó el hombro en forma de consuelo, o para hacerle notar que estaba allí con él. Que tenía su apoyo.

 

El mayor desvió sus ojos por un momento de la niña para posarlos en las pupilas del otro, había aprendido a mirar a las personas a los ojos a diferencia que, cuando pequeño, no podía mantener su mirada en los ojos de otra persona que también le mirase, era una sensación que le causaba nerviosismo. Pero ahora podía ver a todos a los ojos, nada le avergonzaba, no se sentía inferior a nadie pero tampoco superior.

 

En ese momento mirarle a los ojos quizás era lo más sencillo que pudiera hacer.

 

—Yuu… —el castaño fue el primero en decir algo, Aoi sólo le había mirado sin siquiera girar su cabeza para dirigirse a él. Sus ojos volvieron a la niña después de unos segundos sin decirle nada.

 

 

— ¿Qué ocurre? —su voz sonó mucho más grave de lo que la recordaba, hasta a Aoi le sorprendió. No había hablado en casi una hora y al parecer el estar llorando le había afectado la garganta—. Estoy bien, sé que todo estará bien. Quisiera seguir llorando, gracias. —se apresuró a decir para no escuchar las típicas frases que quizás él otro le dijera, estaba cansado como para escuchar lo que el especialista, por lastima, ya le había dicho.

 

 

—No iba a decirte todo aquello, a ti no te importaría en lo mínimo. Lo que quería decirte era que… es tarde, deberías comer algo. —el moreno se reincorporó, sus músculos le dolían y no importaba cuánto tiempo ya hayan estado mal apoyados, seguían sin acostumbrarse.

 

 

—No tengo hambre. Si no has comido tú, deberías hacerlo. —se talló la nariz que lucía enrojecida y le cedió una pequeña sonrisa, o algo que se parecía a eso—. Takanori, necesito estar solo. No es que me moleste tu presencia pero de verdad no quiero que estés aquí. —Ruki no entendió muy bien a qué se refería pero de alguna forma no iba a enfadarse por ello.

 

 

—Entiendo. —suspiró pesado y se levantó de la cama para acercarse a él y darle un beso. Ingenuamente creía que aquello serviría de algo, que besar a la persona que quieres o te gusta te levantaría el ánimo al menos una milésima parte del que no tienes—. Vendré más tarde y…

 

 

—No. —le interrumpió de inmediato al escuchar aquello, no podía seguir fingiendo que le importaba tener una relación con él. La verdad era que no quería nada con él—. Escucha, Taka. —jaló más aire con su nariz llenando sus pulmones e intentado levantar nuevamente su cara y mirarle, de nuevo sentía aquella sensación de hace años—. No podemos seguirnos viendo.

 

 

— ¿De qué hablas? —le levantó el rostro empujándole del mentón hacia arriba para que le mirara. Había fruncido el ceño por molestia, o tal vez confusión—. ¿Cómo que ya no podemos seguirnos viendo? Yuu, entiendo que te sientas muy mal por haber perdido a Manami aún después de todo lo que hiciste… pero yo estaré contigo y saldremos adelante. Me importas de verdad.

 

Aoi sonrió, sonrió mientras ahogaba una risa y desviaba su mirada a un costado y sorbía su nariz que no le permitía respirar.

 

—Es que no lo entiendes, no es eso. No puedes entender absolutamente nada de lo que estoy pensando ni trato de decir por el simple hecho de que tú y yo no somos “tal para cual” como me habías dicho la otra vez. —ahora por su propia voluntad le encaró, mirándole de frente y con una sonrisa que luchaba por persistir en su rostro—. Takanori, tú no entiendes que yo no estoy así porque todo lo que he hecho se fue a la mierda. Tú no alcanzas a comprender lo que se siente perder a alguien por quien hiciste mucho. No es porque hice mucho, no es eso. Es porque no está, todo lo demás importa una mierda.

 

En ese momento todo por lo que tuvo que pasar, no era nada. Todo había terminado en el pasado, enterrado en el “pasó”. No le dolía para nada que haya tenido que abandonar sus sueños,  su dignidad, ni que tuviera que sacrificarse por ella. Porque él no lo veía de esa forma, él simplemente sabía algo: Manami no vivía más. Y aquello era por lo que sufría, y aquello no lo comprendía Takanori.

 

—Claro que lo entiendo. Yo sólo quería decir eso… pero…—tenía claro que estaba triste por ella, pero también creyó que debería sentir rabia porque, después de todo lo que sufrió, no había conseguido salvarle la vida a esa niña. Pero no entendía nuevamente que él no había sufrido, y que no intentaba salvarle la vida a nadie, sino, hacerle vivir.

 

 

—Takanori, no te quiero. No me gustas. Me atraes, eres atractivo a mis ojos y tener sexo contigo es bastante bueno, pero no es más que eso para mí. —quería terminar con eso de una vez por todas ¿En qué momento le había dado tanto derecho al menor sobre él, para que dejara a su mente volar y creer que sentía algo romántico hacia su persona? —. Takanori, entre nosotros dos no puede existir una relación, es más, dudo que la exista justo ahora.

 

 

— ¿Quieres decir que para ti, todo esto nunca significo nada? —le había dejado la mente en blanco, incapaz de decirle algo que pudiera ¿Retractarlo?, ¿En verdad quería retractarlo? Simplemente para él nunca le pareció que sólo estuviera con él por sexo. De verdad creía que podían quererse, llegar a amarse algún día. Quizás estaba soñando de nuevo, pero no era su culpa.

 

 

— ¿Qué es “todo esto”? —preguntó realmente interesado en la respuesta, ¿A qué se refería con “todo esto”? —, ¿Las noches de sexo? ¿Las cenas? ¿Las veces que las pasamos juntos en este cuarto de hospital? De verdad no lo sé. Siempre te estaré agradecido por todos los favores que me hiciste, por todas las veces en que me llenaste el estomago cuando yo no tenía dinero para comprarme ni algo congelado, y por todas las veces en que pude vaciar mi estrés siendo embestido por ti. Pero aquello no causa que te ame.

 

No era la respuesta que se esperaba, de verdad que no era. Sería menos doloroso que le dijera un simple “No” a todo aquello.

 

— ¿Y las veces en que me confiaste todo aquello? Esas noches en las que lloraste abrazado a mí y me decías que era importante para ti ¿Tampoco significan nada? ¿Era otra forma de vaciar tu estrés o llenarte de algo? —aquella vez, sus ojos no parecían que fueran a tirar agua. Cuando descubrió las mentiras de Akira sus ojos fueron los primeros en delatarle, en mostrar todo el dolor que llevaba por dentro. Pero ahora era diferente, no tenía ni la mínima noticia de que fuera a llorar en algún momento. Pero algo volvía a estar roto en su interior.

 

 

—Me sorprende que te hayas tomado en serio todo aquello…—musitó recordando a duras penas todas aquellas noches o tardes, después del sexo. En las que le había dicho miles de cosas que ni siquiera tenían justificación—. Deberías ser un poco más consciente, de que todas esas veces yo estaba en un tipo de “ensoñación” ¿No lo entendiste desde la primera vez, verdad? No es sinceridad, es necesidad de soltar toda esa pesadez que cargo y que me gusta soltarla en palabras cursis. Se siente bien ser querido, supongo que estás de acuerdo conmigo.

 

Fue suficiente. Fue suficiente con que Yuu le dijera aquellas últimas palabras para que comprendiera de una vez por todas que todo aquello había sido una farsa. Ya no sentía pena por tenerle lastima, al parecer el mayor le tenía aún más. De alguna forma… lo sabía. Comenzaba a creer en las palabras de Reita: a él le gustaba que le mintieran, que jugaran con él. Porque al final, quizás siempre lo supo.

 

No le quedaron más ganas para decirle algo, ¿Qué caso tenía, al fin de cuentas? Cualquier cosa que saliera de su boca no haría que el moreno cambiara de opinión y mucho menos el pasado. Le conocía más de lo que hubiera creído. Luego de despedirse, de lo que ambos consideraban un adiós para siempre, salió por la puerta para no verle nunca más. No es que quisiera volver a hacerlo. Tal vez ya habían hecho perderse mucho tiempo mutuamente en algo que no tenía el mínimo sentido. Sin embargo, él sí le extrañaría. Porque él sí le quería.

 

 

***

 

 

Era, tal vez, una de las cosas más tontas que hubiera hecho en su vida. Pero le alegraba que el mal teñido no se hubiera encontrado en su casa. La mujer que le abrió la puerta era muy bonita, no tenía idea de qué edad tenía pero no parecía que tuviera más de veinticinco años aunque quizás tuviera más. Había sido muy amable con él al decirle que Akira se había ido de aquella casa hace unos días y que quizás nunca regresara, amabilidad que no hubiera existido si aquella supiera que él era Aoi.

Venía preguntándose mientras caminaba por qué Akira no quería a esa jovencita. No era fea, se veía que era muy alegre y aunque fuera muy joven parecía ser bastante madura al no estar moqueando por ser abandonada después de que su esposo supiera que estaba esperando el hijo de otro. Tal vez simplemente no podía existir el amor donde no podía. Así como él no pudo interesarse en Takanori, en aquel hombre que ni era feo ni le molestaba.

 

Existían cuatro personas a las cuales hubiera recurrido cuando aquello sucediera—la muerte de Manami—, una de ellas le había llamado violador y había escapado cuando pudo, a la otra la acababa de rechazar y decirle que no quería volver a verle, Akira no estaba en casa y por último, Uruha no se encontraba en el país. Ahora conocía perfectamente aquello que llamaban todos “soledad”. Los lugares para ir a desahogarse se le habían acabado.

 

El velorio de la niña sería en dos días si lograba arreglar todo, pero aún no estaba seguro el por qué lo hacía. Nadie le conocía, su madre se había desaparecido y él no tenía ganas de verla en un ataúd. Vino a su mente la idea de mejor mandar su cuerpo incinerar y luego recoger las cenizas, tampoco quería ver cómo le cremaban. Era una idea mucho más práctica y menos costosa. Sí, seguía sufriendo de dinero aún después de todo eso.

 

 

Luego de permanecer alrededor de cuarenta minutos sentado en una banca, espantando a todos los que le vieran por su apariencia de zombie, se levantó sabiendo a dónde ir. El alcohol era, desde hace muchos años, la solución a los problemas de muchos. Una anestesia.

 

Llegó a aquel bar sin tener idea de la hora, realmente no le importaba, sólo sabía que el sol iba a ponerse en cualquier momento. Entonces era lógico que estuvieran tan sólo unas veinte personas en el bar, la fiesta comenzaba más tarde. No le fue difícil llegar hasta la barra y encontrarse con Kai acomodando las copas luego de lavarlas.

Yutaka pareció dudar antes de regalarle una sonrisa, y luego de tenerle enfrente salieron ambos después de que este le invitara a caminar un rato fuera de ahí.

 

Yutaka tenía un don, Yuu lo supo de inmediato. Había visto miles de veces cómo les adivinaba sus “males” a sus compañeros, esas cosas que les afligían, hasta al mismo Uruha le adivinaba cuando este tenía algún problema. Quizás por eso había ido con él, necesitaba a alguien que supiera que se encontraba mal y no tener que explicarle las cosas a detalle esperando a que se pusiera en sus zapatos.

 

— ¿Ella está bien? —le dijo cuando ya se encontraban a una cuadra del lugar en donde ahora sólo uno de ellos trabajaba. Se preguntaba si no lo metería en problemas por haberle sacado de su jornada de trabajo, pero como Yutaka era quien le había invitado supuso que estaba todo bien.

 

 

—Ella murió. —confesó de inmediato luego de posar sus ojos en los de él. Al parecer a este no le sorprendió en lo absoluto, quizás porque ya se lo imaginaba al verle el rostro. Pero había preferido preguntar antes de decir algo imprudente.

 

 

—Ya veo. —al parecer los suspiros estaban muy de moda en esos últimos días, pues acababa de escuchar a otra persona suspira por quinta vez en el día—. Supongo que debes sentirte horrible, pero el alcohol sólo lo empeorará. Sé lo que te digo, he visto a miles de personas irse a emborrachar y terminar inconscientes y no creo que eso sea mejor. —Aoi sonrió con debilidad y asintió.

 

 

—Ya lo sé, quizás no venía a emborracharme. Sino a hablar contigo. Me siento solo. —fue sincero, no tenía caso pensar en ese momento en algo como el orgullo para hacerse el fuerte. Se consideraba la persona menos fuerte que existiera, la más fuerte para él era Kouyou, pero ahora le veía como un cobarde. Quizás se equivocaba.

 

 

—Escucha, Yuu. —colocó sus manos en su nuca y se estiró mientras pensaba en algo para decirle, hasta a él se le complicaba tener que decir algo que les hiciera elevar el ánimo. Así que optó por ser sincero—. Puedo decirte miles de cosas si así lo quieres. Comenzaría con: lo siento mucho. Y quizás terminaría con algo como: se reunirán en el cielo. Pero no esto muy seguro de que seas creyente así que aquella queda completamente descartada. Luego, la de “lo siento”, bueno, creo que en verdad sí lo siento. No es fácil perder a alguien ¿Cierto? Pero aquello no te ayudará en nada.

 

 

— ¿Y crees que sonreír me ayude en algo? Porque llevo intentándolo mucho tiempo en este día, recordé todo aquello que me dijiste pero me es imposible curvear al menos un poco mis labios. Cuando lo hago siento que me miento a mí mismo, y también duele hacerlo. —observó cómo Tanabe se cruzaba de brazos y le miraba con seriedad, era cierto, no estaba sonriendo. ¿Dónde había quedado la sonrisa permanente de Kai? Había llegado a creer que la tenía tatuada.

 

 

—Es obvio que no funcionará, Shiroyama. —aquello sonó como un regaño y no se equivocaba—. No puedes manipularte a ti mismo como si fueras un muñeco, eso déjamelo a mí. ¡No!... digo, ni siquiera yo podría sonreír cuando alguien importante para mí se fuera o muriera ¡No soy un robot! —lucía ofendido, y Aoi se preguntaba si realmente estaban tratando un problema suyo y no de él.

 

 

—No quería ofenderte, de verdad. —Kai pareció darse cuenta de su exageración sobre aquello y se relajó. Le miró atentamente por unos minutos al igual que el otro a él. Pero Yuu terminó desviando la mirada al sentirse incómodo y confundido ¿Acaso estaban jugando a algo sin que él lo supiera?

 

No estaban jugando a nada, Kai sólo estaba pensando y analizando las cosas. Conocía muy bien lo que era perder a alguien así que debía existir algo bueno qué decirle para que quitara aquella cara de pesadez y de zombie que se cargaba. Pero entonces sonrió con sinceridad al momento en que su mente le gritó la respuesta: no debía decirle nada “bueno” ni algo que lo consolara, aquello era totalmente patético. Las palabras muchas veces eran olvidadas, pero para eso existía la memoria de la mente la cual aceptaba ilimitadamente qué se quedaba y qué no.

 

—Hiciste bien, Yuu. —el aludido volvió sus ojos con el ceño levemente fruncido por confusión, quizás no le había escuchado bien—. Le diste una buena vida ¿No lo has notado?, Manami tuvo junto a ella a un hombre sensacional que se preocupó por ella hasta el final, no por lastima, sino por cariño. —su entrecejo se relajó, pero la confusión fue más notoria, pero de confusión se fue convirtiendo en algo más—. Tuvo a Yuu Shiroyama con ella. Y ella pudo hacer muchas cosas que todos decían que no podría…. vivir.

 

Yutaka estaba abriendo su mente, había dejado de pensar tontamente en alguna frase que le hiciera sonreír. Era mejor enseñarle, enseñarle lo que siempre debió saber.

 

—Manami comió, escuchó, miró, sintió. Le mostraste a esa niña lo que es el amor. Le mostraste a esa niña lo que es luchar día a día hasta el cansancio, hasta el fin. Porque ella, junto contigo, peleó con todo lo que tenía para vivir. ¡No es sobrevivir! No es buscar un futuro, el futuro no existe, Yuu. El fin del trayecto era exactamente este, el que muriera. Quizás pudiste darle un poco más de tiempo y hacerla vivir más, pero no fue así. —se acercó hasta él para tomarle con una mano del hombro y con la otra levantar su cara, mostrándole las gruesas lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Mostrándole su dolor—. Pero no lo necesitaba, porque ella vivió ¿Cierto? Desde que nació vivió, cuando le diagnosticaron esa enfermedad estaba viviendo. Y cuando tú le ayudaste y te uniste a ella, seguía viviendo.

 

A eso venimos a este mundo, Aoi. A vivir.

 

Todas las palabras que alguna vez había aprendido las había olvidado en ese preciso momento. Todas las palabras se podían ir a la mierda. Sólo ocupaba sus cuerdas bucales para sollozar, para gemir mientras lloraba abrazado a lo que era el cuerpo del barman. ¿Era realmente eso lo que había ansiado que alguien le dijera? Quizás, o quizás no. Nunca podría saber si quería que le dijeran algo o simplemente le abrazaran mientras se desahogaba. Pero jamás hubiera pensado en todo aquello, al escuchar todo aquello sentía que Manami había tenido una muerte feliz, si es que eso existía. Nunca podría saber si ella sufrió o se sintió tranquila al momento en que su corazón dejó de latir. Pero podía estar casi seguro que había tenido una buena vida. Porque si él hubiera estado en su lugar, también habría disfrutado el día a día mientras podía. Mientras se acercaba al fin, que era inevitable nunca conocer.

 

Aoi también había vivido junto con ella. El moreno había vivido miles de cosas que jamás hubiera imaginado vivir. Yuu le debía mucho a esa joven, quizás más de lo que ella pudo deberle.

 

 

El sol se había marchado por ese día, estaba casi seguro de que volvería mañana, así como desearía que también lo hiciera ella. Pero por ese momento, el tener a las primeras estrellas sobre su cabeza era más que suficiente. Kai no parecía estar ansioso por volver al bar a trabajar y él tampoco iba a decirle que se marchara.

 

— ¿Puedo venir a visitarte siempre que quiera? —el hipo se había esfumado, así como el llanto. Estaba mucho más tranquilo ahora aunque continuara triste.

 

 

—Al menos estas dos semanas que estaré aquí, sí. —volteó a verle sin sonreír pues aquello no le tenía nada contento: el irse—. Tengo que irme en dos semanas a trabajar a otro lugar lejos de Tokio, aunque no sé si de Japón. Son cosas de mi familia. —admitió haciendo una mueca de disgusto, se iba sin llevarse ni siquiera a ningún integrante de su familia y aquello le molestaba aún más. No era de las personas que les gustara iniciar una vida lejos de todos sus conocidos y familiares.

 

Aoi le respondió con un simple “Ah” un poco prolongado. No quería admitirlo—su orgullo había regresado— pero le ponía un peso más encima, el saber que se iba. Alguien más se le iba. Y aunque no considerara a Tanabe su amigo, le consideraba un conocido, una persona muy agradable con la cual pasar el tiempo y socializar, y por qué no, contarle sus pesares.

 

—Y… ¿Yo podría acompañarte? —su orgullo se había ido una vez más. ¿Qué importaba el orgullo cuando tú quieres sentirte mejor en ese momento? No le serviría luego de que el de coleta alta se marchara y no volviera a saber nada de él. Aún peor, cuando terminara completamente solo en aquel lugar en donde se le habían acabado las personas con quienes socializar—. ¿Podría irme contigo a donde sea que vayas? —terminó de decir…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y Kai sonrió.

 

 

Notas finales: Gracias por las lecturas, como siempre yo empecé con expectativas diferentes sobre lo que era una historia. Al final todo terminó como de costumbre.

Gracias por su tiempo, bonita noche buena y navidad.

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