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The end. por Lizama24

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Notas del capitulo:

 

Hola, he traído otro capitulo que con este van siete. No ha sido como creí que sería pero sin duda eso ahora mismo no me importa, me importará después.

 

 

La verdad era que trabajar en aquello no era para nada malo. Claro que era cansado y debías esforzarte, como en todo. Era la quinta vez que aceptaba ir con Takanori y ayudarle en lo que fuera que fueran a hacer. La paga dependía del bolsillo del castaño pero aún así Aoi se sentía mejor recibiéndola por algo que hacía que por sólo buena voluntad del otro.

 

Mientras se ocupaba las mañanas y tardes en aquello, las noches llegaba muy cansado a casa para sólo atender a su nueva inquilina—cual madre no parecía querer volver— para después irse directo a la cama. Kouyou ya hace unos días que se había ido de vuelta a su casa para no seguir molestándole, claro que al moreno no le molestaba en lo mínimo su presencia.

 

Había ganado el dinero suficiente para comenzar el primer mes de rehabilitación, todo parecía estar tranquilo, no se podía decir que mejor porque era de dudar que todo pudiera estar mejor de un momento a otro. Como si aquello simplemente no pudiera ser posible, como si no fuera más que un mito.

 

Las tareas que realizaba no eran para nada complicadas, no era de pensarse mucho. Ese día justamente debía pintar el interior de una de las tantas secciones del centro comercial, ya estaba pintado casi todo pero aún faltaba unas cuantas tiendas y él se encargaría de aquello.

 

—Asegúrate de que el color quede como se desea, si pones demasiada puede que se distorsione. —le dijo como si de su jefe se tratara, ahí su único jefe para él era Takanori. Aquel tipo de mechas rubias le molestaba tanto porque intentaba dársela de su superior.

 

 

—Claro. —fue lo único que dijo para seguir su tarea. No se digno ni a mirarle mientras seguía sobre la escalera y moviendo la brocha en una de las esquinas hasta dejarla en perfectas condiciones. El color que tenía la pintura era agradable para él, era un azul muy suave y discreto así que la luz llenaría el lugar.

 

 

— ¿Eres amigo de Taka? —se atrevió a despejar sus dudas de una vez por todas. Su amigo había llegado un día con ese hombre moreno diciéndoles que estaría trabajando con ellos, pero nada más que eso. Que él supiera su superior no sabía de él ni mucho menos le estaba pagando así que el hecho de que Ruki lo hubiera llevado era algo que atacaba su curiosidad.

 

 

—No. —se había hecho de pocas palabras desde que había llegado ahí, la verdad era que no quería socializar con ninguno de sus ahora compañeros y mucho menos con Takeru. Prefería sólo dedicarse a su trabajo e irse cuando podía.

 

Hubo un silencio entre ellos, uno que a Takeru le pareció incómodo, pero que por su lado a Yuu le vino totalmente igual y ni siquiera notó que el otro quería continuar con la conversación.

Al paso de los minutos el de cabellos claros ya se había marchado y en su lugar estaba otro tipo más bajito observándole atento desde el marco de la puerta. Observaba cada una de sus acciones, cada vez el cuarto comenzaba a cubrirse más de esa pintura y el ambiente iba cambiando. Al termino, Aoi dejó las cosas en su lugar para prestarle atención al castaño que desde hace rato había notado.

 

—Está listo. —dijo orgulloso de su trabajo con una sonrisa apenas notable, cosa que Ruki no tardó en reflejar y después caminar hacia él mientras se concentraba sólo en él sin importarle nada más de la habitación.

 

 

—Lo has hecho bien, es el último ¿Verdad? —Yuu asintió mientras se agachaba para recoger el bote vacio y caminar junto con el otro fuera de ahí—. Entonces hoy has terminado. Yo también lo he hecho. —suspiró con cansancio aparente mientras se quitaba los lentes oscuros y restregaba sus ojos con sus nudillos intentando quitarse la “pesadez” de estos.

 

 

—Hemos acabado temprano. —se sintió aliviado. Así podría ir más pronto con Manami y pasar más tiempo con ella.

 

 

— ¿Cómo está ella? —ya era una costumbre preguntar por la joven cada vez que se veían, después de todo él estaba dándole dinero y suponía que con este podría comprarle los medicamentos que necesitara—. ¿Te parece si vamos a algún lado?

 

 

—Ella está bien, las convulsiones de verdad que han disminuido y mañana mismo quiero llevarla a la primera cita para su tratamiento. —dudó aún más en responder la última pregunta, no era la primera vez que aquel le hacía una propuesta después del trabajo pero aún así no tenía la forma de aceptar, siempre terminaba negándose. Era obvio que no quisiera ningún tipo de relación con él—. No, debo ir a casa.

 

 

—Hoy salimos antes, la señora que cuida de Manami la cuidará por unas dos horas más ¿No? —se detuvo enfrentándole como siempre lo hacía: mostrándose seguro que lo que decía con sus ojos posados en los de él y esa intimidación de “a mí no me puedes decir que no”. Acciones que simplemente le hacían tener la mente completamente en blanco sin posibilidad de decir algo a su favor o salir huyendo de ahí, pero no es como si esto último lo quisiera—. Anda. —hizo un ademan con su cabeza para incitarle a seguirle.

 

Y como era de esperarse, Takanori terminó ganando, Yuu cediendo y todo siguió su normalidad.

Y aquella salida de “improviso” parecía estar bastante bien planeado para sólo ser algo que surgió de repente. Dos boletos en la bolsa de la chamarra de cuero negro de Ruki para ir a ver a una banda que recién estaba iniciando. Por supuesto que se lo había planeado, así como también estaba seguro de que Yuu no se negaría, o más bien, no le dejaría negarse.

 

Dir en grey daba su presentación a las ocho de la noche para todo el público de aquel establecimiento para nada humilde. El dar un concierto allí era ya algo grande si eras alguien inicial. Bien, primero estaba lo famoso y después estaba lo concurrido de este. Cientos de personas iban ahí a diario. Lujoso, concurrido y con buena publicidad así era TIW.

 

Tras entrar después de dar las respectivas entradas—se entraba con boletos cuando la presentación los pedía— se acomodaron en lo que era una de las tantas mesas. Las luces no tardaron en desaparecer y el concierto en comenzar. La música estruendosa podría escucharse a miles de kilómetros de ahí, pero claro que no se sentiría tan bien como tenerla a metros de ti.

 

El lugar se volvió una fiesta por parte de todos, la música no sería nada sin el ambiente que formaban todos los ahí presentes. El disturbio era nada más que agradable en esos momentos cuando el licor se subía a tu cabeza y danzaba junto con la melodía en esta misma.

Al parecer aquel par no tardó en emborracharse como si no hubiera un mañana. La negación de parte del moreno se había esfumado y se encontraba gritando y bailando con todas sus energías que dudaba existieran. Por su parte el castaño también se encontraba muy pasado de copas y divirtiéndose como hace tanto no lo hacía.

 

Ni siquiera cuando hubo terminado el concierto sus ánimos bajaron, al contrario, se pusieron aún más ebrios junto con los integrantes de la banda que recién habían bajado del escenario.

Al parecer esos tipos eran también muy divertidos para esos momentos que los acompañaron en la perdición de sus conciencias; entre risas, bromas y tonterías.

 

Cuando se terminó todo aquello cada quien regresó a su camino correspondiente como pudo, sosteniéndose de las paredes y levantándose cuando caían al suelo.

Aoi y Ruki apenas y habían podido salir a rastras del lugar y ahora se encontraban fuera de este, pensando en qué hacer ahora y si de verdad podría alguno de ellos tomar el volante. El terco del moreno parecía querer conducir ahora él, seguramente se le hacía algo muy divertido en el estado que se encontraba.

 

—Ya te dije que no… ¡No! —balbuceaba negándose a su propuesta de conducir por él mientras ambos se encontraban tirados en la banqueta recargándose en la pared. Sentía unas nauseas horrendas, el estomago le estaba matando para convencerle de volver mientras que su cabeza parecía estar destruyéndole desde adentro—. Debo dejar de tomar.

 

 

— ¡No! —estalló en carcajadas estúpidas mientras se sujetaba el estomago con ambas manos—. Es de la única forma en que te he visto tan divertido. —admitió después de haber cesado su risa, con la misma dificultad para articular las palabras que Takanori— ¿Por qué eres tan amargado? Podrías comportarte como un ebrio y ser muy feliz.

 

 

—Si me comporto como un ebrio siempre terminaré en la cárcel. —al parecer la risa era mucho más contagiosa en esos momentos. Ambos se miraron después de terminar como buscando qué más decirse. Al contrario de palabras hubo acciones, juntaron sus labios como tantas veces lo habían hecho a diferencia de que ahora no había dinero de por medio. Aoi terminó casi encima de él después de aquello por el repentino cansancio que sintió a mitad del beso—. Quizás deba emborracharte más seguido para que hagas esto.

 

 

—Tú lo hiciste. —susurró adormilado en la mitad de su abdomen y sus piernas—. Debes dejar de provocar a las personas. —siguió delirando, abriendo su boca cuando no debía o cuando no quería.

 

 

— ¿Provocar a las personas? Si eso fuera así ¿Crees que yo estaría solo? —dibujo una sonrisa en sus labios levemente rosados, con aroma a alcohol y resecos. El maquillaje de sus ojos había terminado hecho un asco debido al sudor de toda la noche, sus ojeras se notaban ahora mucho más fácil y las gafas oscuras ya hace horas que las había perdido o se las habían robado.

 

 

— ¿Tu último novio fue Akira? —aquella pregunta le hizo despertarse un poco de su ensoñación haciéndole surgir una mueca de disgusto en su rostro mientras intentaba sacarse de la cabeza la imagen del mal teñido.

 

 

—Eso no te importa. —gruñó intentando olvidarse del tema por completo.

 

Akira no había sido su último novio, pero sí con el que más se había embalsamado, enganchado. Había tenido muchas más parejas después de él, algunas con quienes creía que en verdad podría tener un futuro con ella. En esos momentos tenía una bella chica con la que había salido varias veces, y aunque no era nada formal aquella mujer parecía estar realmente interesado en él, cosa que no podía decirse de parte de Takanori que se estaba acostando últimamente con el moreno cada que podía.

 

No era que el rubio hubiera dejado una marca en él, no, de hecho lo había olvidado por completo. La cosa era que aun así terminaba guardándole odio o asco, pues se había sentido humillado y le habían degradado el orgullo.

No era más que cuestión de orgullo.

 

Ruki había tenido un noviazgo de alrededor dos años con él. Dos años en los que las acciones y palabras bonitas no eran más que hipocresía, en las cuales sólo se buscaba el placer del mayor y el poder tenerle cuando quisiera. ¿Qué si no lo había sospechado? Bueno, la verdad era que no. Ese era otro motivo por el cuál odiarse tanto a sí mismo.

 

El hecho de que Reita fuera una persona tan interesante para él, le hizo “caer” casi de inmediato. De atracción a amor, pero este último sólo por parte de uno.

Para Akira siempre y solamente fue atracción. 

Y el hecho de que Takanori no fuera de los que se enamoran de cualquiera fue por lo cual le interesó aún más tener un futuro con aquel tipo.

Futuro que simplemente no existía.

 

 

Una noche de las tantas en las que habían acordado en verse, Reita llegó tan temprano como siempre lo hacía, tan puntual. Con esa sonrisa que tanto había cautivado al menor y que sin duda era una de las mejores cosas que podía darle una persona.

Sin embargo esa noche ni siquiera la notó por estar en sus pensamientos.

Tras una platica sobre el día que habían tenido y ponerse de acuerdo de a dónde irían de vacaciones ahora que se aproximaba una semana en la cual ninguno de los dos debía trabajar, volvieron a entregarse “mutuamente”. De esas tantas veces en las cuales Ruki terminaba dándole el derecho de profanarlo y demandarlo como suyo, como si se tratase de un objeto.

Pero esa noche fue diferente.

 

Aunque Akira fuera un imbécil en muchas ocasiones, no fue motivo para que no notara el semblante serio, seco y hasta mosqueado de su pareja durante el sexo, ni siquiera había logrado excitarle. Y es que cuando Takanori se proponía hacer notar algo lo hacía.

Después de terminar y tener la suficiente curiosidad—lejos de la preocupación o indignación— el mayor le preguntó qué le sucedía.

 

— ¿Me vas a decir qué ocurre? —se acomodó a su costado sentándose en la cama mientras removía los cabellos sudorosos de su frente permitiéndole ver. Ruki tenía la mirada clavada en sus pupilas pero le era incapaz de adivinar en qué mierda estaba pensando y por qué de un momento a otro la amabilidad y melosidad de su novio había desaparecido así como así.

 

 

—Creí que tendrías los pantalones para decirme que estabas casado. Creí que quizás si hoy te preguntaba sobre tu familia captarías un poco mi indirecta para que te entrara en la cabeza que lo sabía. —las palabras no sólo eran duras por lo grave de su voz, si no también por cómo lo decía. Aquellas palabras lograron erizarle la piel—. ¿A qué has estado jugando, Suzuki?

 

La cara del mayor era todo un poema, ingenuamente creyó que aquello no era más que una broma de parte del en ese entonces rubio.

Claro que Takanori lo sabía, desde hace unos días que lo sabía pero no le había visto en esos días como para reclamarle. Aún así no creyó que el rubio fuera tan idiota como para no notar que su comportamiento era distinto, hasta cuando hablaban por teléfono pudo haberlo notado. Más que una pregunta aquello era una petición para que dejara de comportarse de aquella forma tan falsa.

 

Akira llevaba alrededor de tres años casado, un año más de lo que llevaba de relación con Ruki.

Bueno, era muy fácil darse cuenta entonces de que todo ese tiempo Takanori había sido el amante con el cual Reita se des estresaba cuanto quisiera. Aquello lejos de entristecerle le molestó, le hizo sentirse asqueado y al mismo tiempo desarrolló ese tan preciado odio hacia ese tipo que sólo le había utilizado.

 

Después de que este lo aceptara vinieron las disculpas, disculpas que realmente Takanori no deseaba ni quería, era muy poco para él que simplemente le dijera “Lo siento” pero era de esperarse de una persona que jamás confiaba en la palabra de nadie. El castaño simplemente no podía valerse de sus palabras en las cuales le decía que estaba arrepentido y que de verdad le quería. Para él aquello no valía nada, si las palabras fueran importantes entonces todo el mundo podría vivir de poemas, aquella frase la había escuchado de boca de alguien que poco a poco fue olvidando pero sin duda fue algo que recordaría por siempre. Habían sido palabras, pero palabras que significaban algo.

 

Takanori no le creyó y le gritó cuanto pudo, en ese momento era lo único que podía hacer. Su venganza vendría después, en la cual demostraría que las acciones son mucho más fuertes que mil gritos. Se tenía la certeza que aún después de tanto tiempo de  haber perdido su trabajo y reputación por el juego sucio de Takanori, seguía causándole pesadillas en las noches.

Dando a conocer una vez más que con Ruki no se jugaba.

 

Debió haberse quedado mucho tiempo sumido en sus pensamientos, pues cuando salió de aquel mar se encontró con los ronquidos molestos del moreno sobre sus piernas, sus parpados cerrados y su boca entre abierta expulsando aquel sonido. Se mantuvo en silencio observándole con suma atención, intentando descifrar si soñaba, hasta que recordó que se encontraba en plena calle sin forma de regresar a sus casas por su estado. Aún más, no sabía cómo haría para cargarse al pelinegro y llevarlo consigo, pues era claro que no lo dejaría ahí solo. Como pudo se levantó del suelo después de quitárselo de encima, optó por hacer la única acción que podía más o menos hacer en esos momentos: llamar a alguien.

 

 

***

 

 

Sólo podía distinguir el sonido de las sabanas moverse de un lado a otro; mientras que sentía el malestar en su estomago y garganta, las ganas de vomitar se hacían cada vez más fuertes por lo que tuvo que levantarse de golpe para soltar todo lo que su estomago contenía, por suerte para el castaño el vomito no cayó en las sabanas recién lavadas el día anterior sino en el suelo a un lado de la cama. El ruido de las arcadas le hizo levantarse para poder averiguar qué sucedía.

Al parecer el milagro de que el moreno no volviera el estomago era mucho pedir después de que se ahogara en alcohol. Lo miró por varios minutos con su cara soñolienta sin estar totalmente despierto, para cuando lo estuvo Aoi ya se había ido al baño como si se tratara de su casa. Retiró la sabana descubriendo su cuerpo por completo para levantarse. La resaca era lo único que le molestaba en ese momento pero sabía lidiar con ella así que no le apuraba.

 

Para cuando regresó con una taza de café en sus manos, Yuu ya estaba nuevamente recostado entre las sabanas blancas, cubierto por completo en busca de descansar del dolor de su cabeza al menos un rato. Ni siquiera se había preocupado por el darse cuenta de que no se encontraba en su casa y que había dejado a Manami toda la noche sola, seguramente su cabeza no daba más que para recordar respirar.

 

Sin considerar su molestia se acercó hasta él para zarandearlo hasta que despertara. Recibiendo por respuesta uno de los tantos gruñidos que le conocía y que clavara sus ojos molestos en los suyos buscando darle a entender que le dejara dormir.

 

—Llevas medio día dormido, ¿No tenías que llevar hoy a Manami al hospital? —fue suficiente con eso para que se levantara más rápido que cuando corrió al baño a seguir vomitando. Claro era que se había olvidado por completo de todo lo demás que no se tratara de dormir la siesta.

 

El moreno comenzó a correr de un lado a otro para después salir por la puerta de su habitación y perderse de su vista a pasos torpes. Ruki le siguió hasta que se encontraron fuera del edificio. Le había seguido pues no le parecía justo dejarle irse con lo atontado que se encontraba, hasta podría ser arrollado cuando cruzara las calles. Era mejor seguirle y asegurarse de que estuviera bien.

 

— ¿Me llevas? —preguntó suplicante mientras rebuscaba en sus bolsillos su teléfono celular, al sacarlo se dio cuenta de la gran lista de llamadas perdidas de su amigo teñido y uno que otro mensaje recordándole lo bastardo que era—. Por favor. —volvió a suplicar.

 

 

—Lo haría, aún más porque me lo estás suplicando—sonrió por escasos segundos para que esta pasara a ser una mueca que estaba lejos de la burla—, pero mi auto se quedó afuera de ese lugar y no he ido por él. —Aoi gritó con frustración mientras se rascaba con frenesí la cabeza—. Toma un taxi, fácil.

 

Para cuando se subieron a este, Uruha volvió a comunicarse con él. Esperaba que le regañara y gritara por teléfono en ese preciso instante. Pero en su lugar su voz sonaba seria, tanto que asustó al moreno. Uruha no usaba esa voz más que cuando estaba preocupado, y para que él se preocupara debía ser algo realmente grave.

 

— ¿Qué pasa? —se apresuró a decir cuando el menor se quedó callado después de pronunciar su nombre como si no tuviera la frase indicada para decirle en ese momento.

 

 

—Manami está mal, ella… bueno, está internada justo ahora. —a mitad de lo que dijo tuvo que aclararse la garganta, no tenía claro cómo reaccionaría su amigo ante tal cosa. Esperó impaciente a que del otro lado le contestara, cosa que nunca pasó—. Joder, Yuu. —gruñó por lo bajo después de que el mayor le hubiese colgado.

 

 

***

 

 

Tras haber dejado al moreno solo en aquel lugar junto con el doctor que estaba tratando a la joven pretendió salir y despejarse un poco. La había pasado muy mal cuando llegó a la casa del otro y se encontró con la vecina horrorizada y a Manami convulsionándose, aún cuando aquello era muy probable que le sucediera esta no parecía ser una de todas. La llevó lo más pronto que pudo al hospital para que le dijeran que su estado estaba empeorando, que de no darle los tratamientos terminaría muriendo en pocas semanas.

«Ya era tiempo» había pensado con frustración y pesimismo. Es que la verdad era que esa joven ya había vivido mucho más de que cualquiera pudiera creerlo, o era suerte o no estaba tan enferma, y no creía en ninguna de las dos opciones.

 

Takanori también le había acompañado hasta la salida del hospital, no parecía tener intenciones de marcharse, adivinó que el hecho de que Aoi no estuviera cuando se le necesitaba fue por su culpa. Ahora que si lo pensaba más la culpa era del mayor por haberse ido toda la noche como si no tuviera cosas importantes qué tratar, o más bien, a alguien importante qué cuidar.

 

Sentándose en lo que era una pequeña barda alrededor de un árbol dejó volver a su mente a la última vez que estuvo en un hospital cuando estaba en su ciudad natal. Vestido con nada más que una remera y pantalones cuando estaba comenzando a nevar, el frío no tardaría por congelarle hasta los huesos mientras que esperaba impaciente afuera de aquel lugar. Además del frio se sentía mareado porque al parecer las enfermeras no sabían hasta dónde debían sacarle sangre. Sus castaños cabellos le picaban los ojos más no pretendía hacer nada para evitarlo.

Aquella tarde no había estado más que en ese sitio y una vez que tuvo que ir a comprar unas cosas, su hermana seguía ahí al igual que su padre pero ninguno parecía querer dejarle marchar. Tampoco quería estar adentro, todo ese lugar infestado de enfermos no le agradaba, así como el aroma y ruido en ese mismo. Desde temprana edad había sentido gran asco hacía las personas “diferentes”, no soportaba el tener que pasar siquiera a un costado de alguien incapacitado, se había educado él solo de una manera odiosa, más tampoco alguien le dijo que aquello estaba mal.

 

Luego de que su padre saliera a donde se encontraba él, recibió la noticia de que esa noche debía volver solo a casa porque su padre no podría acompañarlo. Molesto comenzó su camino directo a casa sin siquiera preguntar por su hermana, quizás simplemente no le interesaba. A sus dieciséis años nunca le había preocupado nada respecto a su familia, mucho menos sobre sus hermanas que las consideraba unas brujas más allá de sólo una broma entre hermanos.

La infancia de Kouyou no tenía absolutamente nada que ver respecto a su comportamiento, él simplemente era así. Educándose por sí mismo como le convenía en gana y juzgando a todo ser como él quisiera. Tampoco es que se considerara superior,  para él todos—incluyéndose— eran iguales: igual de estúpidos.

 

— ¿Dónde estuvieron toda la noche? —Ruki se había sentado a su lado sin tener intención de conversar con él, más Uruha sí quería hacerle preguntas.

 

 

“No te importa”, fue lo primero que llegó a su mente para responderle, más se sentía culpable por lo que había sucedido y que él se hubiera llevado a Yuu toda la noche y posteriormente medio día. Medio día en el que seguramente Kouyou le había estado buscando como desesperado y loco.

 

—En un concierto. —susurró, avergonzado como si se tratase de una confesión sobre dónde estaba oculto el cuerpo.

 

 

— ¿Te das cuenta de lo que has provocado? Ah, pero no te preocupes. No sólo tú lo has hecho, ya le reclamaré a Aoi después de que salga. —juntó su espalda con el tronco del árbol haciendo inclinar su cuerpo en exceso mientras el castaño mantenía su cabeza hacia arriba observando los ventanales de las habitaciones que ahí se encontraban—. Deja de seguirle.

 

 

—Yo no le estoy siguiendo, le estoy dando empleo. —cierto era que aquello podría parecer un acosamiento, que estaba rebajándose demasiado hacia el gusto que sentía por aquel hombre. Pero también era verdad que aquello no le importaba en lo absoluto, quizás al fin había sentido eso que se llama “preocuparse por los demás y querer ayudarlos” de cierta forma se podía decir que sentía que le estaba haciendo un favor, un favor buscando algo a cambio.

 

 

— ¿Piensas que con tu dinero podrá sacar a esa niña adelante? Lo único que estás haciendo es darle falsas esperanzas. —su voz adquirió un tonó burlesco, desagradable para el más bajo.

 

 

—Se supone que eres su amigo, ¿Qué clase de persona no quiere que su amigo siga teniendo esperanzas? Se está esforzando demasiado por ella. Creí que eso te conmovía. —bajó su mirada y junto con su cabeza fueron a dar a la dirección en donde estaba el rubio. Casi acostado mientras mantenía esa sonrisa que parecía pintada y no fuera a borrarse nunca.

 

 

— ¿Conmoverme? —impulsándose con sus brazos volvió a incorporarse, teniéndole frente a frente mientras permanecían sentados el uno al lado del otro—. Lejos de conmoverme me produce lastima. Takanori, te diré algo que no le dije a Yuu porque seguro su pequeño corazoncito no lo soportaría—aquella voz comenzaba a ser más molesta que ningún ruido que Ruki hubiera escuchado jamás, era más que burla, era algo odioso—, a Manami le quedan pocas semas de vida ¿Entiendes? Cualquiera que tuviera cerebro y haya hablado con un especialista se daría cuenta de aquello. Manami no tiene ese futuro que Yuu tanto pelea, y tú lo único que haces es darle ilusiones y esperanzas, hacerle levantar cada vez más. Y cuando caiga sin dudad le dolerá mucho.

 

La primera reacción que tuvo fue fruncir el ceño y boquear, después sentir asco. Asco hacía esa persona frente a él que parecía estar disfrutando de todo aquello que decía. Al mismo tiempo sentía pena porque Aoi le considerara amigo a aquella persona. Pensó erróneamente que si este le conociera de verdad no le querría como lo hace, pero lo que no sabía era que Yuu sí que le conocía.

Le conocía mejor que nadie y no era por presuntuoso, la verdad era que para que Uruha te mostrara todas sus caras era verdaderamente difícil. Kouyou te mostraba la cara que él quería mostrarte, no más. Era bastante bueno controlándose a sí mismo, bastante bueno siendo tan hipócrita en ocasiones.

 

—No puedo creer que te consideres su amigo. —comenzaba a hervirle la sangre, comenzaba a sentirse más que molesto.

 

 

—Y vas de nuevo con eso, dime ¿Cuándo te he dicho yo que él es mi amigo? Yuu es un tipo más, Yuu es alguien más a quien…

 

 

—A quien controlar. —terminó la frase mientras caminaba hasta ellos, acortando la poca distancia que le faltaba para tenerlos enfrente—. Se ve que no cambias, Shima. —suspiró totalmente decaído mientras tomaba asiento a lado del rubio, recargando su cabeza en el hombro ajeno y cerrando sus parpados. Relajándose por al menos unos segundos en los que aquel no pronunciaba palabra.

 

 

—Iba a decir “a quien tratar”. Pero me alegra que me veas como un monstruo. —no pudo adivinar si aquello era sarcasmo, no pudo adivinar a qué iba todo aquello.

 

 

—Estoy más que aturdido. De verdad que no entiendo cómo ustedes pueden llevarse tan bien. —bufó mientras el otro par se reía, uno más fuerte que el otro.

 

 

—Supongo que porque de alguna forma… Shima es el único que me aguantaría. No importa qué tanto odie lo que está pasado o viviendo conmigo, él siempre va a estar ahí.

 

Había experimentado su mal genio, había experimentado sus prejuicios, acciones y comentarios que no eran agradables para él. Pero no podías encontrar a una persona que fuera de tu agrado, y si le ponían a elegir con quedarse solo o tener a ese tipo muchas veces molesto, bueno, la respuesta era bastante obvia. La soledad era devastadora en ocasiones.

 

Regresaron a casa después de aquello, Takanori por fin desistió de seguirle y entonces sólo se fue con Kouyou. No podía negar que se sentía muy decaído y el hecho de que Uruha dijera aquello le había decaído aún más, se sentía completamente solo. No tenía a nadie y lo sabía, y aún así seguía sin buscar tenerle.

 

Uruha le había platicado todo lo que había sucedido para que supiera cada detalle, no sabía si el especialista le había dicho lo grave que estaba Manami pero tampoco quería preguntar, si lo hacía sospecharía y terminaría cediendo a decirle.

Decidió evadir el tema por completo.

 

—Las últimas dos semanas no has ido al bar ni una vez, ¿Lo has dejado ya? —aquello le tranquilizaba un poco, sentía un peso menos sabiendo que Aoi ya no se estaba prostituyendo pero también era cierto que le molestaba que lo hubiera dejado por estar trabajando con Ruki, no había dejado aquello porque él se lo pidiera.

 

 

—No. Sólo es en lo que termino de sacarle la plata al enano, no puedo dejarlo sólo así. No es como si ganara muy poco en ello. —tenía pensado ir allá cuando no tuviera que trabajar ya con Takanori, aunque no iba a diario con él, los días restantes tampoco había estado yendo. Y es que la verdad el no ir a acostarse con cuanto hombre y mujer te encontraras esa noche era bastante grato, tranquilo. Pero sin duda seguía necesitando el dinero y ahora más.

 

 

—Ya veo… ¿Sabes?, tengo que ir a Francia el próximo mes. Había estado mucho tiempo pensándolo pero no sabía cómo decírtelo. —Yuu dejó de hacer lo que estaba haciendo cuando iba a la mitad de lo que decía, por lo que optó por detenerse, quería que no se lo tomara tan en serio debido a que no quería que le hiciera preguntas.

 

 

— ¿Por qué te vas? —al parecer no era algo que pudiera evitar, el moreno siempre iba a preguntar hasta saberlo todo, cosa a la que muchas veces no cedía con facilidad y terminaba el otro por hartarse y dejarle de cuestionar.

 

 

—Tengo que ir… porque nos están buscando. —confesó mostrándose despreocupado pero ansioso, si no se lo decía seguramente terminaría sabiéndolo de todos modos. Y entre más pronto se fueran mejor, pero debían esperar un mes hasta acabar con los pendientes que tenían, eso intentó hacerle entender.

 

 

— ¿Por las drogas? ¿Los secuestros, o las extorciones? —era una queja disfrazada de pregunta, el momento perfecto para recordarle lo perro que era—. Creí que les buscaban desde hace mucho ¿Por qué de repente deciden irse?

 

 

—Porque… bueno, metieron a más investigadores y agentes porque llevan mucho tiempo tratando de pillarnos, ya sabes.

 

No era la primera vez que huía de algún lugar por ser buscado, de hecho, era la razón por la cual había viajado a tantos países tan alejados los unos de los otros. Después de salir de su lugar de origen, Tokio era el quinto lugar al que había viajado para instalarse ahí, Francia sería el sexto y también pretendía ir allá para quedarse, cosa que no pensaba decírsela a Aoi.

Ahora estaba huyendo de ahí porque se habían descuidado mucho al momento de recibir su mercancía, estaba furioso porque sabía muy bien que era culpa de la estupidez de Tsuzuku pero no tenía forma de reclamarle.

 

También era la primera vez que no quería marcharse, estaba muy a gusto donde se encontraba. Yuu, aunque no pudiera considerarlo su amigo enfrente de otras personas, la verdad era que sí lo era, o al menos era lo más cercano. No sabía si podría irse y dejarle así como así, seguramente le extrañaría y la nueva rutina en la cual no estaba el moreno le cansaría, sentía que debía quedarse. Quería quedarse. Aún más porque no quería dejarle solo cuando más le necesitara, pues estaba casi seguro de que aquella joven moriría tarde o temprano, sí, era pesimista en ese caso. Ya no pretendía seguir alentándolo, estaba cansado, estaba cansado de decirle a alguien que todo saldría bien cuando él no lo creía.

 

—Pues, que te vaya bien entonces. —volvió a lo suyo sin mostrar emoción, claro que él tampoco se lo esperaba pero al final nunca tuvo la seguridad de que Uruha fuera a estar siempre ahí, mucho menos era algo que esperaba. Desde el principio en que lo conoció sabía que era un tipo que sólo podría hacerle compañía un segundo, pero al parecer había durado más que eso.

 

Aquella noche en la cual le había logrado dar más de diez puñetazos en el rostro hasta que ambos terminaran con morenotes e hinchazón en todos lados, ambos terminaron carcajeándose de la apariencia de cada uno. Mientras que Uruha se limpiaba la sangre que escurría de su nariz Yuu recogía las cosas que antes había traído en las manos. Nunca se disculparon, nunca se dijeron ni una palabra de arrepentimiento por tal comportamiento violento de tan de repente, la verdad era que ninguno de ellos lo esperaba. Comenzaron a platicar como si se conocieran desde hace mucho tiempo. Esa noche Yuu le contó que había sido despedido de otra empresa y que ya se había cansado de aquello, esa noche Uruha le había dado un consejo que jamás le hubiera dado a nadie y que el moreno jamás habría esperado de los labios de un completo desconocido:

 

No debes darte por vencido, eso es lo que ellos quieren que hagas. Si no te sigues levantando se darán cuenta que pudieron cortarte las metas, serás más fracasado que todos aquellos que se dedican a pisotear a los demás. Es una guerra entre el fracaso y el éxito, Yuu.

 

Le había asegurado que podría conseguir lo que quería si se esforzaba, algo que era completamente desconocido para él mismo, eran palabras en las que ni siquiera creía. Estaba de acuerdo con que las demás personas siempre te harían menos, pero no estaba tan de acuerdo en que se podía salir del hoyo. Pesimista, eso era. 

 

Aquella noche se habían emocionado tanto en contarse cosas de su vida que lógicamente a la otra mañana sabían tanto el uno del otro como si fueran conocidos de toda la vida, bueno, la mayor parte de lo que le dijo Uruha era mentiras pero eso lo supo tiempo después.

El que le conocía enteramente era Kouyou, y a Kouyou, Akira. Era difícil aceptar que aquella persona se fuera.

 

Una hora después de ducharse y comer, Yuu fue nuevamente al hospital donde pasaría la noche cuidando a Manami. Por su parte Uruha se quedó en su casa a dormir, no se había ido después de que el moreno se fue y no le desagradaría quedarse a dormir en la cama del otro. Quería disfrutar de estar en esa casa por última vez, hubiera preferido estar con Aoi esa última vez pero la idea de ir a un hospital infestado de enfermos y pasar la noche con él no le sonaba tan buena, mejor prefería quedarse ahí. Al final había podido conversar con él y verle con el cabello mojada después de la ducha, era suficiente.

 

 

≈≈≈

 

 

Se había pasado la tarde en ese lugar, sentado en aquel pequeño sillón que comenzaba a romperse por lo desgastado que estaba, observando a los maestros y secretarias pasar de un lado a otro, cuchicheando o simplemente sin nada interesante como para notar. No fue suficiente con la sanción que le habían puesto, además querían hablar con sus padres para seguramente le pusieran un segundo castigo.

 

—Sigues comportándote como un niño, ¡¿Cuándo piensas comportarte como el adulto que eres?!

 

Era complicado que un día le dijeran que debía comportarse como un adulto y luego le dijeran que aún era muy pequeño para ciertas cosas, entendía perfectamente que para ellos el defenderse de los más grandes y abusadores era algo considerado como infantil. Pero era distinto para él, simplemente no podía quedarse con la boca callada ni tampoco detener su impulso por romperles la cara a todos esos gorilas que querían hacerle menos.

 

—Tienes cara de nena, ¿Por qué no usas faldas?

 

Aquello era uno de los tantos insultos que recibía por parte de todos aquellos tipos en su preparatoria. Sabía perfectamente que tenía rasgos más finos que la mayoría de los hombres pero no era como si fuera su culpa, sus labios eran más carnosos y de una forma llamativa, su rostro tenía miles de facciones parecidas a las de sus hermanas.  Recordaba que una vez cuando era pequeño, la mayor de ellas le había maquillado como ella solía hacerlo, “Que linda niña” le había dicho con una sonrisa burlona y él se había reído junto con ella. Ese recuerdo era algo que lo hacía entender mucho más su semejanza con una mujer

 

Entonces se encargaba de golpearles cuantas veces era necesario, de esa forma les demostraba que aún siendo “afeminado” podía seguir siendo más hombre que todos esos juntos. Con el tiempo su cara fue tomando rasgos más masculinos, sus labios no cambiaron pero sus pómulos y demás cosas eran de una forma más masculina. Sin embargo los insultos continuaron hacia su persona.

 

Faltaron unos minutos más para que por aquella puerta que era de la dirección saliera su madre, casi rogándole al director de la institución que le diera una última oportunidad a su hijo, que ella se encargaría de hacerle entender y comportarse como debía. Al final ese hombre aceptó una vez más, como tantas veces lo había hecho ya, y salieron juntos de aquel sitio.

 

—Estoy muy decepcionada de ti, Kouyou. Le has roto la nariz a uno de ellos y al otro le has dejado inconsciente, ¿No te das cuenta de la imagen que estás dando de la familia? ¡De ti! Principalmente. —reprendía a su hijo mientras ambos caminaba en dirección a donde estaba el automóvil aparcado, Kouyou distinguió a uno de los esos brabucones del otro lado de la calle, este le hizo una seña con el dedo de en medio haciéndole apretar la mandíbula más no le dijo ni hizo nada.

 

 

—Me da igual la imagen que dé frente a esos vejetes, tú sabes que yo no me voy a dejar de nadie. —su madre le miró con enojo y seriedad, esa mirada que le erizaba la piel cada vez que la hacía como si se tratara de un laser rojo que salía de algún franco tirador para matarlo en cualquier momento—. No te prometo nada.

 

 

—Ya basta, Kouyou. —cerró de golpe la puerta del automóvil que hace escasos segundos había abierto para dejarle entrar, pero antes de que lo hiciera la había azotado con tal violencia y tan rápido que hizo temblar al otro del susto—. Te lo voy a dejar muy claro, tienes que comportarte. Si vuelvo a recibir una queja de que te has vuelto a pelear con alguien te juro que te saco de la institución y te pones a trabajar ese mismo día. Me interesa muy poco cuánto hayamos gastado en todos estos años para tus estudios, te irás directo a trabajar y te olvidarás de lo que es estar de mantenido.

 

Takashima se había quedado quieto ese tiempo con la cabeza gacha, incapaz de mirarle a los ojos mientras terminaba de decir todo aquello. Claro que al final tiró de sus cabellos para que le levantara la mirada, mantenía su ceño fruncido mientras que su madre también, tenían la misma forma de demostrar por medio de sus expresiones su enojo: el ceño, los ojos y la boca, como si estuvieran apunto de gruñir.

 

— ¡Sólo te importa qué haga yo! ¡¿Por qué no te has preguntado el motivo de mis peleas?! ¡¿Eh?! ¡Jamás has intentado enterarte si es culpa mía o de ellos! —gritó eufórico mientras la cara de su madre se volvía cada vez más cruda, por dentro estaba temblando de que lo siguiente por parte de ella fuera golpearlo, aquello sería doloroso porque esa mujer tenía la mano más pesada que su propio padre pero también sería humillante por estar en plena calle y con muchos de los gorilas enfrente.

 

Aquello había terminado tal como se lo esperaba: su madre había terminado golpeándole y zarandeándolo sin piedad, había tirado de sus cabellos largos tantas veces mientras le gritaba “¿Cómo no quieres que te digan nena con estas greñas?” le había insultado, su propia madre se había puesto de parte de esos tipos antes que de él. Esa mujer tenía el “don” de preferir la imagen antes que el bienestar propio, claro que en ese momento no dio la mejor imagen posible. Había intentado zafarse de sus uñas en vano, aquello era peor de lo que hubiera imaginado, pronto estaba él sobre el pavimento y ella enfurecida golpeándole de pie. Cualquiera que los hubiera visto pensaría  que aquella señora estaba más que enferma, y cualquier adolescente pensaría que Shima era más marica de lo que ya se veía.

 

Esa noche había cogido todas sus pertenencias fáciles de llevar, su ropa,  su dinero y de sus hermanas, y su preciada guitarra eran más que suficientes. Aquella noche su padre no se encontraba en casa y todas esas mujeres tenían el sueño pesado así que podría salir sin problemas. No tenía muy claro lo que estaba haciendo, sólo sabía que no tenía las ganas de volver a ver la cara de su madre ni tampoco tenía la paciencia para aguantar las futuras bromas e insultos en el colegio. Nunca le había gustado ir así que no existía problema, sus estudios podrían esperas porque la verdad era que sí quería tener una carrera, pero aquello lo dejaría para el futuro.

 

Después de salir de casa sin dejar ni una nota ni explicación, comenzó su trayecto a la estación de trenes de aquella ciudad, quería largarse lejos, no le importaba si moría en el intento y mucho menos le importaba dejar todo aquello que tenía en ese lugar.

 

 

≈≈≈

 

 

El estar recogiendo esa mañana todas sus pertenencias de lo que sería su antigua casa, le había hecho recordar aquel suceso en su vida. Se giró sobre sus talones para contemplar su rostro en el reflejo de la ventana a un costado de la puerta principal observándolo con detenimiento, el maquillaje le había hecho volver a remarcar esas facciones finas en su rostro, se había acostumbrado desde hace tanto a verse de esa forma. De tras de toda esa base, sombra y demás estaba el rostro varonil que tenía desde el último año de preparatoria, al cual le había agradecido mucho por ya no verse como una mujer pero que cuando se volvió sexoservidor lo obligó a desaparecer para llamar la atención al sexo masculino.

 

Sonrió para sí mismo al recordar todo aquello, dejando las maletas a un lado sacó de su mochila varias toallas húmedas de una bolsita para luego regresar a el reflejo de la ventana y comenzar a deteriorar todo ese maquillaje, empezando por la sombra de sus ojos y el delineador para terminar con el rosa pálido de sus labios dando por terminada su tarea.

 

En efecto, aquella apariencia seguía en él. Suspiró casi aliviado y volvió a sonreír.  Se colgó la mochila nuevamente y tomó sus maletas nuevamente para caminar con todo aquello.

Nuevamente no había dejado nota, no había dejado explicaciones del por qué se había ido el mismo día y no en un mes como le había dicho.

 

Se fue directo al aeropuerto, sin importarle si lo descubrían en el intento o incluso moría, sin importarle dejar todo aquello que tenía en Tokio.

Notas finales:

Les agradesco por leer, y lo haría más si me dejaran un rw. Mmm Uruha ya no volverá a aparecer.

 

Y quiero dedicar este capitulo a Momo que es una admin de una página en facebook que no sé si lea esto, lo dudo, pero el hecho de que fuera a "irse" quizás para siempre de la página o más bien que la página ya no la fuera a administrar pues... no se me hizo algo bonito jaja. Pero sin duda es comprensible y le deseo ánimos. 

 

Gracias. 


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