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The end. por Lizama24

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Notas del capitulo:

Estaba muy a gusto pensando en la inmortalidad del cangrejo cuando recordé... es miércoles. 

 

Así que corrí y se lo conté a todo mundo, y luego me senté frente al computador para corregir el pequeño capítulo que tocaba.

 

Aquí está. 

Agradezco el rw.

 

Agradezco las lecturas.

 

Las primeras palabras son de una canción de Vocaloid pero no recuerdo de cuál, estaba por ahí escuchando lo que tenía en mi celular desde hace mucho y me gustó así que las puse.

 

 

Es la miel de la flor que sólo abre por las noches, ¿Demasiado amarga para ti?

El número de mentiras se fueron acumulando

Voy a mostrarte mis colmillos y mi mordida será en tu contra. Está bien, ya que a ti te gusta el dolor, ¿Cierto?

 

 

 

Le propuso salir ese día a cenar, no tenía nada de malo querer romper la rutina de vez en cuando para salir con tu pareja. La verdad era que empezaba a aterrarle el hecho de que sus citas fueran simplemente para verse en las noches, hacer el amor y después dormir ambos abrazados. Aunque eso no le molestaba en lo absoluto, la verdad era que no era como esperaba al tener un noviazgo con Akira.

 

Akira era el nombre de su pareja, ese hombre que le había gustado tanto tiempo atrás y al cual había conseguido seducir para que aceptara salir con él. Era guapo, tenía buen cuerpo y apariencia ruda, pero lo que más le gustaba de él era su personalidad tan divertida. Aunque para muchos se les hiciera tedioso el convivir con una persona que hace bromas estúpidas de todo, para Takanori era bastante agradable, era relajante el reírse cuanto pudiera en el día des estresándose un poco de todo aquello que le pesaba a mitad del día. Akira se había vuelto un gran amigo para él, alguien con quien convivir y también le tenía eterna confianza.

 

Aquella noche se había arreglado como de costumbre, él tenían un gran gusto por la moda y por lucir siempre bien, podría decirse que de las cosas que tenía el 80% era de ropa y accesorios, contándole también el maquillaje que usaba en sus ojos y labios. Quizás por su apariencia era que Akira no se pudo resistir ante él, era una gran arma.

Salió sin mucha prisa a fuera del edificio donde vivía para esperar a su pareja, por alguna razón no podía quitarse de la cabeza aquella plática que había tenido con su compañera de trabajo ese mismo día  «Akira te está mintiendo, Takanori»  recordó sus palabras y sintió un sabor amargo al hacerlo, Akira no podría.

 

—Hola, Taka. —el rubio interrumpió sus pensamientos con aquel saludo y besando casi de inmediato sus carmines labios, sacándole una sonrisa al más bajo y haciéndole olvidar absolutamente todo—. Te ves muy bien, como siempre. —aludió observando de pies a cabeza al otro, con ese traje negro brillante y guantes del mismo, su cabello rubio planchado, era obvio que le gustara.

 

Era obvio que quisiera cogérselo cada que tenía oportunidad.

 

—Hola. —sonrió y asintió ante su comentario—. Si íbamos a salir, tenía que verme muy bien.

 

 

—Pero si así te vistes siempre, aunque no salgamos a ningún lado. —rió ante sus propias palabras mientras seguía observando a detalle su vestimenta. Se preguntaba cómo podía tener tanto dinero para comprarse todo aquello, le era complicado recordar a Ruki vestido con la misma ropa una vez antes, quizás hasta desechaba lo que ya usaba.

 

 

—Deja de pensar en toda la ropa que tengo y vayámonos ya a cenar, ¿Te parece? —le adivinó el pensamiento. Tomó su mano y ambos comenzaron a caminar por aquellas calles hasta donde estaba el restaurante en el cual había hecho una reservación.

 

Ambos tenían automóviles pero el menor insistía en que siempre que salían fueran caminando y cogidos de la mano, quizás porque era rara la vez en que salía con Akira y si eso sucedía no estaba demás querer aprovecharlo cuanto pudiera.

 

Su relación con el de la bandita era de lo más maravillosa—según él—, no existían discusiones a cada rato, cuando se veían siempre la pasaban muy bien, siempre se contaban todo, y si esto era algo que le desagrada del otro terminaban resolviéndolo con palabras. Era una relación sana, era una relación tan perfecta.

 

 

Después de la cena decidieron seguir recorriendo la transitada ciudad de Tokio juntos, aquel día habría fuegos artificiales como era de costumbre por aquellas fechas. Ninguno de los dos era fanático de ellos, pero si se podría decir que lo disfrutaban, más bien, disfrutaban de hacer cualquier cosa mientras el otro estuviera presente.

 

Llegando a lo que era un mirador, en lo alto de la colina, se detuvieron a esperar. Akira abrazaba con fuerza a Takanori mientras este correspondía disfrutando del silencio en aquel momento.

 Estando junto a él se podía olvidar absolutamente de todo, de todos sus miedos y errores, de todo su estrés y preocupación. Sólo existían ellos dos. Estaba convencido de que no había cometido ningún error en enamorarse de él, era ilógico que algo pudiera arruinar todo aquello, después de todo si dos personas se aman todo lo demás importa poco ¿Verdad?

 

El sólo hecho de poder ver sus ojos, de poder sentir la textura de su piel y sus labios, olfatear aquel aroma que provenía de su ropa y de sus poros, simplemente era grato. Literalmente, se olvidaba del resto que existiera más allá de las manos de Akira. Cuando los fuegos artificiales empezaron escuchó varias veces la voz de su novio decírselo, más no observó ninguno. Prefirió mil veces más quedarse con los ojos cerrados, pegando su oído contra el pecho del otro escuchando su corazón latir y los pirotécnicos elevarse en el cielo.

Después de mucho dejó de escuchar su voz y en su lugar pudo sentir un peso extra en su cabeza debido a que el otro se encontraba recargado sobre esta.

 

Podría jurar que si le pusieran a decidir entre Reita y miles de millones de prendas a su gusto, elegiría sin dudarlo a Reita, aquello era amor en el mundo del vanidoso Takanori.

 

No pudo resistir sus ganas de querer devorar aquellos labios a los que desde hace tanto tiempo era dependiente, quizás si dejaba de probarlos terminaría muriéndose en cualquier instante. Le encantaba que Akira tomara el control, que lo guiara en aquel acto que se volvía tan feroz y excitante, de aquella forma siempre terminaba cediendo ante sus deseos. Mientras que el más bajo intentaba llevarle el ritmo, el mayor no perdía su tiempo en tocar cada parte de su cuerpo con tal lujuria y sensualidad que lo hacía obedecer sin chistar ni una vez.

 

No tenía ningún problema con follar con Akira en ese momento, pero estaban en un lugar público si mal no recordaba, y aunque en ese momento se encontraba solo eso no quería decir que lo estuviera por un largo rato.

 

—Reita. —jadeó su nombre separándolo de su rostro. Su boca estaba roja, pero ya no era por el  pintalabios que había usado, este se había esfumado entre los labios del otro y la saliva que escapaba por entre ellos—. Aquí no. —declaró haciendo apretar la mandíbula del mayor por negarse.

 

 

— ¿Por qué no? —intentó no sonar brusco al decir aquello aunque la verdad era que sí se había molestado—. Taka. Cariño, nadie nos verá.—susurró llamándole de aquella forma tan cursi pues sabía que siendo cariñoso el menor “aflojaba” más fácil. Acercó su cuerpo más al del menor para acercarse hasta su oído y besarle hasta el cuello no dándose por vencido

 

 

—He dicho que no, Akira. Entiende. —volvió a decir algo más serio y molesto. No le gustaba para nada tener que repetirle las cosas y de alguna forma le gustaba que le obedeciera siempre. También se le hacía incómodo, no podía, simplemente no podría estar tranquilo haciéndolo en aquel lugar.

 

Reita le soltó de la cintura alejándose un poco de él, dejando un espacio entre ellos para poder verle directo a los ojos y observar que efectivamente no presentaba ningún punto débil por el cual atacar para que terminara cediendo, es decir; no había duda, no había deseo reprimido, no había nada más que la seguridad de que quería lo que decía. Para él, era imposible hacerle cambiar de opinión cada vez que este decidía hacer o no algo. Takanori no era alguien manipulable y aquello le complicaba mucho la vida.

 

 

***

 

 

—Al menos me debes una explicación. —azotó la puerta principal del apartamento ajeno para dar a entender su rabia en ese momento, que sólo consiguió hacer rodar los ojos al otro mientras se quitaba los zapatos. «Bienvenida, primera pelea.»

 

 

—Ya la sabes—se dio la vuelta encarándolo mientras este intentaba intimidarlo o hacerle sentir culpable, intento muy fallido—, me incómoda, sería asqueroso y molesto hacerlo en un lugar público esperando a cualquier momento ser descubierto quizás por una familia entera caminando tranquilamente a esas horas.

 

 

— ¡Son las doce de la noche, Matsumoto! ¿Qué clase de familia tranquila y normal caminaría a esas horas en la calle? Y además ¡En un lugar tan solo como ese! —aunque fuera la primera vez, parecía  saber muy bien qué decir, seguro era por la práctica.

 

 

—Bueno, ¿Y por qué mierda estás tan enojado? No sería la primera ni la última vez que lo hiciéramos, podías simplemente esperar a que llegáramos a mi casa y yo no objetaría. —volvió a darle la espalda para caminar descalzo hasta su habitación y quitarse el saco de encima que comenzaba a molestarle por el calor, Reita no tardó en seguirle y cerrar la puerta de su cuarto después de entrar.

 

 

— ¿Es que no te es aburrido coger siempre en tu casa? En la misma cama, en el mismo cuarto, en el mismo lugar. Correrse siempre en el mismo lugar y de la misma forma. ¿No te es aburrido? —Ruki estalló en estruendosas carcajadas mostrando su perfecta dentadura mientras miraba a un costado pero frente a él.

 

 

— ¿En serio estamos discutiendo de esto? Ya va, que creo que estás volviéndote loco. Akira, el sexo será sexo siempre, en el lugar que sea, de la forma que sea, cuando sea. No dejará de sentirse lo mismo por practicarlo en un lugar distinto. —afirmó, mostrando orgulloso aún sus perlados dientes por aquella sonrisa—. Para mí siempre será igual de cálido y especial.

 

Akira frunció el ceño ante lo último y desvió la mirada. Había perdido… otra vez.

Ruki se acercó hasta él para estrecharlo entre sus brazos y comenzar a susurrarle cuán importante era para él y que no le gustaba discutir por cosas absurdas como era aquello. Se disculpó por no haber cedido pero le advirtió que nunca lo haría. Al final, el mal teñido también se disculpó y le dijo que no tenía importancia y que lo olvidara.

 

Y alguien alguna vez dijo que lo mejor de una pelea es la reconciliación, Akira estaba completamente de acuerdo con quien quiera que fuera.

 

 

Le encantaba en sobre manera sentir sus grandes manos pasearse entre su cuerpo, apretando y rosando cada pedazo de su piel mientras su boca demandaba a mordidas esta misma. No se cansaría, simplemente no se cansaría de ser embestido por el miembro del otro, no se cansaría de gozar aquellos golpes en su interior. Ambos jugaban con el cuerpo ajeno, erizando y haciéndole sentir tantas y tan diferentes sensaciones. Nada era mejor para él que disfrutar de ser sometido de aquella forma, en la única situación en la cual podría ceder frente a alguien, en la única situación en la cual gozaba de dejar que alguien manipulara sobre él.

 

Sentía cada caricia como un choque eléctrico, una deliciosa y excitante descarga que fluía con violencia por toda su sangre acabando en lo que era un gemido expulsado por sus esponjosos labios, casi como un gruñido. Akira se movía tan rápido y doloroso dentro haciéndole enloquecer, perdiendo cualquier contacto con el mundo y el espacio, perdiéndose sólo en aquellos estímulos, aquellos golpeteos y en la forma que sus esfínteres succionaban el pene del mayor, sintiendo cómo la punta de su lengua tocaba cada parte de él, siendo frotado con esa humedad, disfrutando de uno de los mayores placeres y tal vez pecados.

 

Sus cuerpos ardían y poco a poco se consumían al mismo tiempo por el placer. Reita no perdía el tiempo en saborear su pecho, en rasguñar sus muslos y manosear cuanto pudiera, así como tampoco de disfrutar con su miembro siendo atendido como sólo Takanori sabía hacerlo.

Al final no importaba si terminaba siendo en el mismo lugar, su cuerpo seguía reaccionando de la misma manera desde que pudo poseer aquel cuerpo que tanto le seducía, todo ese cuerpo; desde sus exquisitas piernas hasta el más pequeño de sus cabellos le pertenecía, así de simple. Podía perforar su cuerpo cuanto quisiera pues este nunca se negaría, su cuerpo, literalmente, nunca se negaría a tenerle dentro escarbando entre sus entrañas y explorando cada vez más a fondo. Así como Ruki también estaba totalmente a sus pies para cada ocasión que quisiera disfrutar de su entrada a placer.

 

Existía una razón por la cual Reita era tan obediente. Ese mareo que le bloqueaba los sentidos, esas veces en que sólo podía escuchar la respiración entre cortada de sus bocas y sus narices chocar incluso contra su oído, esas punzadas que le enloquecían en cualquier momento. Aquello era mejor que cualquier droga, aquello era el cielo, un cielo cubierto de estimulantes que le hacían sentir cómo su cuerpo era tragado por un dios o incluso un demonio. Podía—y estaba dispuesto— aguantar cualquier regla, con tal de poder experimentar una vez más aquello.

 

Al final de la noche, esta terminaba como todas las anteriores: disfrutando del placer que el clímax les regalaba. Acabando como siempre aquel día, acabando como siempre sudorosos, manchados de semen y con las energías terminadas y uno de ellos con su interior completamente feliz por haber compartido de nuevo con la persona amada algo tan especial para él, como lo era entregarse.

 

 

***

 

 

Siendo la quinta vez que llamaba a su número, decidió, por fin, darse por vencido por comunicarse con él. No tenía sentido seguir gastándose el crédito de su móvil si este no iba a contestar nunca. Se sentía extraño, Akira nunca se había desaparecido por tanto tiempo sin decirle nada, cuando tenía cosas que hacer lejos se lo contaba, no entendía por qué ahora era diferente. Y si fuera que no le había podido avisar, al menos no tendría su celular en quién sabe dónde y sin cogerlo ni una sola vez. No quería pensar en que algo le había sucedido, las malas noticias llegaban rápido así que era totalmente seguro que estaba bien. La pregunta del millón era dónde estaba Akira Suzuki y por qué él no lo sabía.

 

El no saber absolutamente nada de él era tedioso, era irritante, sabía que estaba exagerando o más bien lo creería si la chismosa de su compañera de trabajo no hubiera seguido diciéndole cosas absurdas, cosas que comenzaban a encajar lo negara o no.

 

Que Akira no iba a los lugares que decía cuando no le veía por varios días.

Que Akira había estado yendo constantemente con alguien.

Que Akira era un mentiroso en todos los aspectos.

 

Sus ojeras delataban la falta de horas de sueño que había tenido últimamente. Era totalmente dependiente a una persona, ese hombre era su adicción. Podía esperar el tiempo que fuera con tal de poder verlo de nuevo.

Desde que se conocían sabía perfectamente que él era una persona que viajaba mucho, que no estaba mucho en Tokio debido a su trabajo. Las horas que podía pasar a su lado eran algo sagrado, algo que esperaba por mucho tiempo para poder tenerlas. Aún así, no había sido obstáculo aquello para que pudieran tener una relación plena y perfecta—según él—.

¿Cuál era el problema entonces? Quizás era que sentía una mayor necesidad, ya no le era suficiente con verle una vez a la semana y tenerlo en su cama.

 

Se levantó de su asiento para ocuparse de sus obligaciones de una buena vez. Estando tan poco tiempo trabajando en ese lugar no se podía dar el lujo de descuidar su trabajo por sólo un hombre  »Pero no es sólo un hombre«  pensó para después gruñir molesto por interrumpirse nuevamente, aunque, la verdad era que para él no era simplemente un hombre.

 

Después de terminar su jornada se dispuso a irse a su casa y dormir, estaba muy cansado y estresado así que lo mejor sería tirarse en la cama y no hacerle más caso a su cabeza por ese día. Pero sus planes de “no estrés” se vinieron abajo cuando aquella chica de cabellos oscuros y personalidad irritante se le unió mientras caminaba al último piso del edificio. Sacaba temas de cualquier cosa, haciéndole preguntas que se le venían a la cabeza e intentando hacerle reír de cualquier cosa como si esta fuera un payaso, cosas que irritaban aún más al rubio.

 

—Yo me voy a mi casa, nos vemos mañana. —hizo un ademan con su cabeza pues sus manos estaban muy a gusto en sus bolsillos como para sacar alguna de ellas, se dio la vuelta para irse al estacionamiento donde estaba su automóvil sintiéndose más ligero de no tener que seguir la conversación con ella, mas esta no estuvo dispuesta a dejarle marchar.

 

 

— ¡Espera, Takanori! —se apresuró a alcanzarle para tomarle de la muñeca  y que no siguiera caminando—. ¿Tienes tiempo? Quiero… quiero saber si te gustaría ir a cenar conmigo, vamos, no es tan tarde y será divertido.

 

 

—No puedo, estoy muy cansado y todavía debo llegar a limpiar mi casa. —mintió con aquello tan estúpido puesto que Takanori era lo primero que hacía al despertar, no podría soportar irse a trabajar sin antes dejar todo en su lugar. Pero sería más tonto si aceptara salir con alguien a quien no soportaba—. Otro día será.

 

 

—Entonces te acompaño a tu casa y te ayudo a limpiar. Después podemos comer algo en tu casa. —caminó para poder verle de frente ya que este no se había volteado en  ningún momento. Sonreía de forma muy amplia intentado convencer al rubio, Ruki sintió que explotaría en cualquier momento o la asesinaría, sí, la segunda opción era aún mejor—. Prometo cocinar rico para ti.

 

No entendía de qué forma había accedido, no entendía cómo Catherine le había convencido de dejarla entrar a su casa y ayudarle a preparar su cena, pues claro que no existía ningún desastre en su residencia pero lo que sí era cierto es que no había nada de comer. Así, ambos se ocuparon de cocinar mientras que la chica intentaba hacerse la simpática con él en cualquier momento, cosa que no lograba en todo momento pero que varias veces sí logró hacerle reír, Ruki no era un zombie después de todo.

 

Cenaron juntos mientras seguían sus conversaciones sobre cualquier cosa, habían tenido ya alrededor de diez temas de los cuales hablaron. Pero la joven no iba ahí sólo a cenar y a platicar de sus recuerdos más frescos de antes de que entraran a trabajar donde ahora lo hacían. A ella le gustaba Takanori, y si ahora él estaba desesperado porque Akira no le había dicho nada de a dónde iba, bueno, era su oportunidad.

 

— ¿Y dónde está Akira? Creí que hoy era su día de verse. —la sonrisa que había aflorado todo ese tiempo el rostro del rubio se desboronó en un segundo, se había auto convencido a sí mismo de no pensar más en él. Era claro que había sido mala idea dejarla ir a su casa.

 

 

— ¿A qué viene tu pregunta, Catherine? No creo que aquello lo menciones por mera curiosidad o porque te importe. —su voz sonó serio, soltó los cubiertos a un costado y su cabeza volvió a sentirse cansada—. Ya te he dicho que no te metas en mi vida.

 

 

— ¿Sabes por qué lo hago, Ruki? —esbozó una sonrisa aún más amplia de la que había mantenido haciendo notar sus hoyuelos en cada una de sus mejillas—. Porque me gustas, y no puedo permitir que el bastardo de Akira te esté engañando mientras tú le crees a ojos cerrados. Cuando te conocí jamás creí que te dejarías manipular por alguien tan bruto. 

 

 

— ¿Alguien tan bruto? —estalló en carcajadas sínicamente, aquello era demasiado para él, no iba a dejarse agredir de aquella forma. Para él eso era una agresión, un insulto—, la bruta eres tú, ¿Qué te hace creer que “cuidándome” de esa forma yo me interesaré en ti? ¡Ahora entiendo por qué tu necesidad de contarme tantas mentiras!

 

 

—No son mentiras, Takanori. —soltó un suspiro después de deshacer su sonrisa, se sentía enojada al no poder hacerle entrar en razón—. Pero bueno, si tú no quieres creerme me da lo mismo. Pero cuando te enteres, te vas a acordar de mí, Taka. —le miró con seriedad por última vez antes de desaparecer por la puerta sin recibir respuesta alguna del otro.

 

Ruki se llevó las manos a la cabeza haciendo presión, intentado quitarse esa frustración y molestia de encima que le estaba matando de forma tan tortuosa. Sentía su estomago gruñirle pero no era por hambre, no, se sentía tonto pero al mismo tiempo quería creer que aquella mujer sólo le estaba mintiendo. ¿A quién se le haría tan fácil desconfiar de quien ama? ¿Quién pondría primero a una persona a la cual odias antes de a quien amas?

Aún así, existía la posibilidad de que fuera cierto, tampoco había aprendido a confiar enteramente en alguien. Sentía una horrible desesperación, quería salir y correr a cualquier dirección para encontrarle pero no sabía dónde estaba su casa » ¡¿Por qué no sé donde vives?!« ni siquiera algo tan básico como aquello sabía.

 

Estaba seguro de que hubiera empezado a llorar de rabia si no fuera porque alguien llegó hasta él para tomarlo entre sus brazos y abrazarle de forma tan protectora y reconfortante, como sólo él sabía hacerlo, como sólo Akira podría tomarle entre sus brazos para preguntarle qué sucedía con ese tono de voz de preocupación. Akira era el único que podría lograr que de inmediato se abalanzara sobre él y se hundiera en su pecho, su respiración se acelerara y se obligara a dejar atrás aquellas dudas. Sólo Reita podía hacerle estar tan ansioso.

 

—Aki… Aki…—susurraba su nombre aún escondido en su pecho, no quería saber nada, no quería saber dónde había estado. Sólo quería que no volviera a irse. Reita le hizo levantar el rostro con delicadeza para poder besarlo, para poder hacerle sentir más de él, cosa que tanto necesitaba en ese momento el menor.

 

 

—Discúlpame por no poder decirte que salía. Se me presentó un problema y así que tuve que correr allá, y de las llamadas… bueno, realmente no pude ni tomarme un respiro para tomar el celular. —intentó explicarle todo, sabía que había estado buscándole todo ese tiempo, intentó disculparse por no haberle podido avisar ni contestar.

 

Takanori no le dijo nada, ni él mismo sabía qué pensar así que mucho menos decir. Sólo quería estar seguro de que no le ocultaba nada, sólo quería estar seguro de que Akira no era tan maldito como lo describía su compañera de trabajo.

 

Dejarle pasar aquello a Akira fue su perdición literalmente. Aquella relación que pensó orgulloso Takanori haber estado manipulando a su perfección no era más que una mentira, Ruki creía que manejaba a Reita pero este era quien tenía todo bajo control.

Le dejó pasar todos esos días en los cuales no sabía dónde estaba, le creyó todas esas veces que le decía que tenía que ir a arreglar unos asuntos muy lejos. No dudó de él cuando este no le dejaba contestar sus llamadas cuando se estaba bañando.

 

Hasta que una vez se dio cuenta lo idiota que había sido. Se dejó manipular en todos los aspectos hasta que una vez Catherine le había hecho abrir los ojos, no sólo hablando, mostrándole hechos.

 

—Y aquella es su casa, ¿La ves? ¿No es linda? —le dijo mientras que el más bajo se mordía el labio inferior y miraba por la ventana del automóvil de la mujer, queriendo quedarse ciego de una vez, sentía que ya había visto suficiente  y ya no quería hacerlo por el resto de su vida—. Me siento aliviada de que ahora lo entiendas. —se aseguró después de ver cómo los ojos del otro se humedecían, de verdad que ansiaba llorar en ese momento.

 

Aquella mujer, aquella mujer con la que le vio caminar… ¿Era su esposa? ¿De verdad? Aquella niña no parecía tener la menor vergüenza de besarle en las calles mientras que Akira le sonreía tomando su mano, caminando juntos como la pareja que eran. ¿Cuánto tiempo tuvo que insistirle para que aceptara cogerle la mano en la calle? ¿Cuántas veces Akira se había negado?

Les había visto tan felices a ambos, tan amorosos llegar a donde era su casa, ver al mal teñido meter su auto a la cochera porque era su casa, porque ahí vivía, porque ahí era donde se la pasaba el resto de la semana que no sabía de él. No existían los viajes, Akira no iba a ningún lado más que a su hogar donde no podía tomar el celular para hablar con su amante.

 

Takanori no era más que su amante, una zorra que se estaba metiendo con un hombre casado, ese día había sentido asco por sí mismo por primera vez.

 

Cuando llegó el viernes le recibió como de costumbre—a ojos de Reita— pero la verdad era que él no pretendía actuar de forma hipócrita, no con él. Todo ese amor que sentía por ese sujeto se podía ir a la mismísima mierda, si se había engañado a sí mismo todo ese tiempo también podía hacerse odiarle. Porque estaba dispuesto a manipularse a sí mismo a su placer, tal como Akira lo había hecho. Y si otra persona podía ¿Por qué él no?

 

Cenaron juntos, conversaron juntos contándose cómo había sido su día. Aquella platica fue de las que Takanori más recordaría, podía detectar cada cosa falsa como si se tratara de una maquina detectora de mentiras, riéndose internamente de Akira y su estupidez y al mismo tiempo de la suya. No era difícil saber que todo ese tiempo había sido engañado.

 

Todas esas noches en las cuales se había convencido de que aquello era amor, esos días en los cuales se había convencido de que aquel hombre era el indicado para él. Había creído que las personas perfectas existían, que las relaciones con amor eran perfectas, pues quizás eso era cierto, no podía saberlo porque Reita nunca le había amado.

 

Se le hacía muy triste ver que las personas podían decir cosas tan importantes como “Te amo” sin antes saber su significado, las usaban para cosas tan horribles como lo era la traición, hablaban para lastimar. El ser humano tenía la capacidad de comunicarse, y se estaban aprovechando mucho de aquello. Se convenció aquella noche, de que debía haber una ley donde te obligaran a sólo decir lo que sentías, seguro la hipocresía descendería

 

Aquella noche sintió que las manos de Akira estaban frías, no existía esa calidez en ellas, aquellos labios no le hicieron gemir en ningún momento. Sentía repulsión, sentía odio, sentía la traición en cada embestida y en cada caricia. En ese momento podía sentirse el muñeco de trapo en el que se había convertido, dejándose hacer y deshacer a voluntad, sintiéndose peor que un títere al cual le ordenaban cómo moverse y cómo pensar. No existía, simplemente el amor de Akira no existía, no podía cubrirse con ese manto de gemidos y deseos que le mostraba. El sexo no le mostraba que le amaba.

 

Aquello era lo más asqueroso y repugnante que podría seguir en su memoria, porque aunque no quisiera, lo recordaría hasta que se muriera.

 

Y luego de decirle lo enojado que estaba, luego de gritarle sus verdades y quejarse, luego de escuchar los ruegos absurdos de Akira por seguir conservando a su puta. Después de todo eso vino el momento de que Takanori escuchara lo pendejo que había sido todo ese tiempo, el momento de que le dijeran quién había sido por tantos meses.

 

»Y yo que creía que te gustaba todo este juego, creía que te gustaba tanto ser sumiso de esa forma. ¿Es que acaso no te gusta sufrir como creí? Vaya, pensé que nos divertíamos juntos. Actuando de esta forma, Taka. «

 

 Sintió vergüenza de sí mismo, ¿Es que acaso él nunca lo había imaginado? Claro que sí, el problema era que él simplemente… quería seguir jugando hasta que no hubiera forma de negarlo. Todo ese tiempo, Ruki le había dado aquella imagen, dándole el derecho de pensar en él como una persona tan débil. Pues bien, lo había pagado. Pero ahora quería que Akira pagara su parte.

Notas finales:

Reituki para quienes les gusta.

A mí me gusta pero no soy su fan.

 

Mmmm creo que es todo.

 

Pd para Jekyll: Ya tienes que decirme de qué. ¿Entendiste? 

 


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