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Helios por desire nemesis

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7 Adioses que nunca se dieron

 

El doctor estaba cambiando las vendas cuando al separar el último vendaje se detuvo.

 

¿Qué sucede?—preguntó su hijo al ver la expresión del mayor.

 

Debemos irnos—dijo para su sorpresa el médico.

 

Joey lo miró un momento y luego se fijó en lo que el estaba mirando este, su brazo. Sus ojos quedaron prendidos de cuatro pequeñas protuberancias que salían del muñón.

 

¿Qué esta…?—preguntó el ojos mieles.

 

Debemos irnos Joseph—le dijo tajante su padre—Confía en mí—

 

¡Está bien! Después de todo no tengo nada que me ate aquí—dijo con desesperanza en la voz el joven Wheeler. El mayor pensó que hablaba solo de todos esos malos recuerdos de los ataques sufridos pero el rubio también pensaba en su decepción amorosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando Seto llegó a la casa presintió algo raro. Tocó a la puerta pero nadie salió a su encuentro.

 

¡El doctor se ha ido!—le dijo un vecino que salió de su casa para hablarle.

 

¿Cuándo vuelve?—preguntó el castaño.

 

No, no entiende. Se han marchado. Se mudaron. No se a donde, pero se han ido—esas palabras fueron un balde de agua fría para el ojos azules.

 

Lo había perdido. De seguro convenció a su padre de irse una vez que descubrió que el estaba prometido.

 

Jamás pudo explicarle que estaba comprometido desde niño. Sus padres lo comprometieron con la hija recién nacida de una familia amiga que tenían muchos negocios con su padre. El solo la había visto en fiestas y ni siquiera se acordaba de ella después de aquel día pues se había tenido que encargar de su padre enfermo.

 

Todo eso no pudo contar a Wheeler y todo eso los había separado. Se enojó consigo mismo por su dilación. Si no hubiera evitado el tema quizás…

 

Wheeler debía estar sufriendo y lo peor es que en parte la culpa era suya y además no podía consolarle.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Era un apartado lugar, lejos de la gente. Una cabaña en la ladera de una montaña. El rubio estaba aquejado de una terrible fiebre. Pensaba todos los días que eso de un día a otro lo mataría y el doctor solo le animaba y le ponía paños fríos en su cabeza. Un día en la mañana despertó y llamó a voces a su padre pero él no respondía.

 

Sentía sed, una terrible sed que necesitaba calmar en seguida y lleno de autocompasión y urgencia volteó en la cama mientras gritaba para que el otro acudiera pues el agua estaba en su mesita de luz, solo era necesario que alguien se la acercara a los labios.

 

Entonces midió mal y al voltear se vio fuera de ella, cayendo con estruendo. Entonces se dio cuenta de algo espectacular…

 

Tenía brazos de nuevo.

 

Los miró ya meramente despabilado con el asombro que da ver algo sobrenatural.

 

¿Cómo era posible?

 

Miró las manos que asomaban debajo de los vendajes. Su padre debía haberse dado cuenta hace tiempo. ¿Por qué…? Y entonces supo que el aliento del otro no solo era algo que hace por un ser querido aunque esté sin remedio. Su padre no tenía dudas de que estaría bien. De alguna manera él siempre lo había sabido.

 

Y de pronto se dio cuenta de algo más.

 

Por ello la premura para salir de la aldea y llevarlo a un lejano lugar. Si los demás vieran eso cundiría el pánico. Si en el futuro lo veía alguien quien no le conociera de antes no notaría nada. El doctor había pensado en todo.

 

Entonces una idea cruzó su cabeza y con un miedo atroz volvió la cabeza despacio encontrándose con un par de piernas vendadas.

 

Impulsándose con sus manos logró quedar arrodillado admirado de lo que le sucedía y entonces oyó pasos que se acercaban a la puerta abierta de su alcoba.

 

¡Hijo, he traído algo especial para el des…!—el médico se detuvo en el vano de la puerta y miró a su hijo sonriendo como si su hijo hubiera aprendido a dar sus primeros pasos.

 

¿Cómo es posible?—preguntó Joseph extendiendo sus brazos—Esto no es natural—sentenció luego lleno de reverenciable temor.

 

¿Por qué no? Está pasando. ¿No es así?—preguntó el doctor.

 

¿Cómo puede ser que estés tan tranquilo?—preguntó admirado el ojos mieles.

 

Bueno, yo no diría tanto. Me preocupé pero cuando vi que salían esos dígitos de tu brazo supe que lo lograrías—dijo el mayor.

 

¿De que hablas? ¿Por qué diablos no eres un padre normal?—preguntó el rubio repentinamente enojado con la falta de capacidad de su padre de asombrarse con ese hecho. El otro solo sonreía como si él fuera un niño pequeño que descubría que el cielo era azul y que pretendía tercamente que su padre se maravillara tanto como él de que fuera así.

 

¿Y tú? ¿Eres un hijo normal?—preguntó el médico dejándole algo avergonzado.

 

Era muy cierto. A los hijos normales no le nacen brazos y piernas nuevas como a las plantas.

 

¿Tienes alguna queja de cómo te he cuidado?—preguntó el mayor. El otro bajó los ojos que permanecían enfocados en él y negó con la cabeza--¡Bien! Entonces vayamos a tomar un buen desayuno a la cocina para festejar que ya puedes moverte por tus propios medios. ¿Vale?—agregó e hizo que se levantara apoyándose en su hombro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Padre! No entiendo lo que me pasa. ¡Por favor dime!—le pidió su hijo mientras este le retiraba las vendas.

 

Es mejor que lo descubras por ti mismo—dijo el mayor.

 

¿Por qué?—preguntó el menor.

 

Es mejor así porque tal vez cuando lo descubras ya no desees verme más—le respondió su padre y el ojos mieles sorprendido se preguntó cómo podía ser eso así pero cayó porque había descubierto que su padre tenía razones para todo lo que hacía y que era más sabio que muchos hombres. Además se notaba cuanto afecto sentía por él porque pese a lo anormal que era su hijo para él no había diferencias.

 

Las vendas del primer brazo develaron una nívea piel que llevaba una cicatriz como la de su cara, lo que le sorprendió pues las de los anteriores brazos eran irregulares formas pero esta era una bien definida F. ¿Qué estaba pasando?

 

Las otras extremidades develaron el mismo enigma.

 

¿Qué significa esto?—preguntó azorado.

 

¡Quizás lo mejor sea no saber!—dijo su padre pensativo mientras iba a la estufa para cocinar lo traído.

 

¡Como lo del fuego! ¡Explica eso!—le gritó su hijo.

 

No es necesario que lo haga—dijo muy tranquilo el mayor.

 

¿Huh?—expresó Joey impresionado.

 

Las cosas por algo suceden y a veces solo hay que dejarlas ser—dijo el enigmático médico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Joseph fijó su vista en el montón de paja por unos segundos antes de llevar su mano desde el costado opuesto hacia delante, la palma hacia arriba, como en un saludo de baile la giró justo cuando llegó en frente suyo y entonces tocó el montón que empezó a quemarse desde donde hacía contacto con él.

 

En su mente estaba una cara acompañada de greñas marrones. Sus risotadas en sus oídos. Y su odio en el corazón.

 

Debía encontrarlos.

 

Era algo imperioso que rondaba su mente desde casi el día en que se despertó con todas sus extremidades amputadas. Nunca hubiera pensado que sería así. Esa extraña forma de pensar siempre había estado muy fuera de él. Siempre había temido dañar a alguien por más que este le dañara como en el caso de Athos.

 

Siempre hallaba una forma de excusarlos. Antes niños con piedras se habían divertido tirándoselas desde detrás de una verja. Gente mala había herido sus sentimientos riéndose abiertamente de él por sus defectos. Lo que le llevó a aislarse.

 

Pero esta vez había algo muy diferente. No sabría definirlo pero era como la sensación de que si no los encontraba y destruía no podría estar en paz. Era como si un cansancio hubiera invadido su alma y otra parte de él hubiera tomado el control. Una parte que no sabía que albergaba.

 

Era algo así.

 

Su padre le llamó para cenar y él apagó la fogata con un cubo de agua.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Habían pasado tres semanas allí cuando lo decidió. Esperó paciente a que su padre fuera requerido como médico por la aldea cercana como sucedía cada vez más a menudo después de que supieran que un médico se alojaba allí. Entonces sacó de un cajón la carta que tenía escondida y dejándola en la mesa de la cocina partió.

Notas finales:

Espero me perdonen pero era necesario pasarpor todo eso

ja ne

^^


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