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Helios por desire nemesis

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3-Deseos

 

Su merced yo…--dijo el hijo del doctor antes de verse impedido de hablar por unos labios que estaban sobre los suyos mientras unos brazos fuertes lo arrastraron de nuevo a aquel lugar en que zozobrara la noche anterior.

 

Su entrepierna rozaba de nuevo el muslo de aquel que se puso de nuevo sobre él. Sus manos contenían el mismo candor que provocara tantas nuevas sensaciones en él la noche anterior. Sus labios contenían algo… algo especial que le causaba que aunque supiera que no estuviera bien quería seguir disfrutando de ellos hasta que arribara un nuevo día. Sus manos estaban cercanas al cuello del ojos azules mientras su cuerpo medio paralizado sucumbía a los encantos del mayor.

 

Unos gemidos leves con esa voz que había deslumbrado al joven amo Kaiba escaparon de la boca del otro y Seto conmovido lo besó con más deseo antes de decir—¡No me importa que seais un hombre! No me imagino porque me pasa esto contigo. He tenido antes incontables mujeres y aún así esto—entonces algo se le ocurrió que le hizo estremecer de expectación—Tú tampoco has estado con un hombre. ¿Cierto?—

 

No, mi señor—respondió el rubio volteando su cara como siempre. Era demasiada la vergüenza que sentía.

 

Era tan delicado y su voz tan dulce, que sentirlo en sus brazos y avergonzado era demasiado para su libido. Aún así el castaño preguntó—¿Tampoco has estado con ninguna mujer?—Era casi una cosa que sabía pues pensando en su aspecto y timidez…

 

El otro trató de rehuir sus brazos diciendo—Esto es inapropiado—trataba de escapar, tanto de responderle como de lo que él mismo sentía con su cuerpo.

 

El otro lo llevó de nuevo a la posición de antes y forzándole allí para mantenerle quieto le ordenó rudamente--¡Respóndeme!—

 

Se quedaron mirando a los ojos unos minutos, azul y miel fundidos y luego los mieles rehuyeron para que la boca contestara lo que los oídos gentiles esperaban oír con ansias.

 

¡No, mi señor!—

 

Esa respuesta fue demasiada para la contención que podía tener Kaiba que arrojándose a sus labios se dispuso en todo a hacerlo suyo.

 

¡Mi señor!—gritó con voz suave de pronto Joseph sobresaltado—Mi padre espera—

 

Esperará lo que sea necesario—dijo Seto sin soltar del todo los labios de Wheeler.

 

Pero… pueden… alguien puede venir—Joey estaba visiblemente preocupado porque alguien ingresara a la habitación y les viera de improviso.

 

¡No entrarán! ¡Sé que tu cuerpo quiere esto tanto como el mío! No puedes engañarme ni engañarte. ¡Deja que esto pase! Te necesito. Aún no entiendo porqué pero te necesito—dijo el castaño urgido mientras con una mano lo forzaba a mantener su boca directamente en frente de la suya en la cálida habitación antes de acudir de nuevo a ella.

 

Joseph le entregó su espíritu y rodeando con sus brazos el cuello del gentil, sintió como este los despojaba a los dos de las prendas necesarias para que entrara en él.

 

Dolió. Si que dolió. Quizás porque ninguno de los dos tenía idea de la mecánica de tal acto entre dos varones lo hicieron de esa manera inapropiada víctimas de la premura pero Seto no se dio cuenta en todo este de que los gemidos que causaba eran tanto de placer como de dolor mientras con su frenético compás buscaba la auto-satisfacción.

 

Sus labios abandonaron los del otro mientras recorrían el hombro de Joseph que bajo él solo pensaba en el placer que sentía que le proporcionaba, en lo loco que todo era, en lo prohibido que estaba y que aún así no se arrepentía de lo que estaba ocurriendo porque como el otro dijera pues… él lo deseaba tanto como el joven amo de la mansión Pegasus.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando todo terminó Seto con respiración trabajosa se mantuvo sobre él. Joey se sentía avergonzado, más que nada porque aunque debiera… no se arrepentía de lo hecho mientras sentía el hálito del castaño en su oído y olía una mezcla de olor a cuerpos sudados y sexo que jamás sintiera antes y que sin embargo de alguna forma reconocía y le hacía sentirse más pleno.

 

De pronto sintió su mano aprisionada contra la almohada y la voz ronca del otro le dijo--¡No quiero dejarte ir!—

 

Su corazón se aceleró… pero no era posible. Iba a refutar cuando además oyó--¡Mañana al atardecer vendrás al establo! ¡Te quiero ahí! ¿Me entiendes?—

 

No podía ver el rostro del ojos azules pero todo su ser le indicaba lo serio que iba eso que subrayaron las siguientes palabras del joven señor—Si no vienes iré a esa miserable aldea tuya y te arrastraré aquí—

 

Esa amenaza dejaría a alguien temeroso o enojado por ese lenguaje después de lo que acababan de compartir pero el rubio pudo entender que esta era fruto de una urgencia que el mismo sentía, de un deseo irresistible que se negaba a apagarse—Si, mi señor—contestó tan feliz como si el otro le acabara de declarar su amor cosa que ambos sabían que jamás pasaría y que sin embargo estaba implícita en la urgencia de su orden y en la seriedad de sus palabras.

 

Joseph se levantó de manera callada y sin siquiera mirarle de nuevo se fue de ahí mientras sentado en la cama Seto se agarró la frente pensando en qué diablos le estaba pasando con ese chico cuando notó que la mano que apoyara a su lado había tocado algo mojado y al mirar a su lado vio la mancha de sangre que ahora también manchaba su mano. Se preguntó como se heriría el otro antes de darse cuenta de donde podía provenir esa sangre. Levantó algo sus sábanas y miró sus genitales hallándoles también sucios de líquido carmesí. Después de un momento miró la mancha en la sangre y recordó las veces que desflorara a una joven y sintió que eso había hecho con ese tímido joven por lo que se sintió de alguna manera bien porque esa era como un signo que adjudicaba veracidad a las palabras que se dijeran antes.

 

¡El era la primera persona que lo tenía en una cama!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿No quieres comer?—preguntó preocupado el doctor al hijo que desde que salieran de la casona Pegasus no había hablado casi nada y temía que el joven amo lo tratara mal y el otro se hallara deprimido.

 

No, gracias. No tengo hambre—dijo el joven arrollado en la cama. No sentía dolor, solo una molestia. Lo que lo tenía así era muy distinto a lo que su padre imaginaba. La espera, la anticipación por lo que sucedería el siguiente día lo estaba matando.

 

Quería que el día siguiente llegara pronto y volver a ver al joven castaño de ojos azules. Ni él entendía porque tantas ansias. No entendía porque su cuerpo lo necesitaba tanto si no estaba bien. Y con la esperanza de que el mañana llegara pronto se había acostado temprano.

 

 

 

 

 

 

 

Sintió mucho ruido fuera y miró por la ventana. Un carruaje había aparcado en la entrada como hacía cuatro días lo hiciera el suyo. Estaba rodeado por tres jinetes como aparcara el otro.

 

Sus ojos azules escrutaron la zona de entrada y vieron como Aramis acompañado de su hijo salía de la casa a recibir a un hombre de platinada y larga cabellera que se dio cuenta de que debía ser su tío.

 

Pegasus estaba siendo informado por su lugarteniente de la situación de su sobrino cuando este bajó de improviso por la escalera.

 

¡Sobrino! ¡Me han dicho que estáis enfermo! ¡No debisteis bajar!—le indicó Maximiliam abriendo sus brazos.

 

¡No os preocupéis tío! Me encuentro bien ahora—le dijo el castaño.

 

¿Sois serio?—preguntó el mayor.

 

¡Si tío!—respondió el otro.

 

Comieron y hablaron. Su tío contó cosas de su madre que el castaño no conocía. Al igual que cosas del noviazgo un poco accidentado de sus padres que hacía reír al pelilargo. La casa respiró un poco un aire relajado hasta que…

 

 

 

 

 

 

 

¡Bueno Aramís hacéis que arreglen tres habitaciones!—le dijo a su empleado—He arreglado vuestras nupcias con la mayor prontitud posible—le informó a Kaiba que se quedó alelado. ¿Sus nupcias?—Espero que recordéis que esto ya estaba acordado. Solo me permití avanzarlas ya que vos habéis quedado en esta posición y es lo más lógico. ¿No es así?—

 

Entonces Seto entendió. Alarmado por la posibilidad de tener en su casa a un pariente que no deseaba fue corriendo ni bien se enteró de la noticia fue corriendo a buscar la manera de deshacerse de él.

 

Hacía tiempo que no pensaba en su prometida.

 

 

 

 

Estaba en la puerta de calle cuando su padre le llamó--¿A dónde vas Joseph? Pronto será de noche—

 

El muchacho se volvió para mirarlo desde la puerta—Tengo que hacer algo. Vuelvo luego—le dijo.

 

Su padre vio cerrarse la puerta y después de un momento sonrió. Algo le decía que su hijo había hecho un amigo. ¡Quizás el hijo de Aramis!

 

Entró por una fisura en la valla norte y llegó a los establos con paso precavido. Dentro miró en derredor como un gato en casa nueva. De pronto un tirón y estaba contra la pared y de frente al joven amo que le miraba tan intensamente como en la tarde anterior.

 

Despacio sus labios se unieron y Joey sintió esa misma sensación de querer permanecer así por años—¡Te tardaste! Ya casi es de noche—dijo el mayor agarrando una de las manos del otro y colocándola contra la pared.

 

Lo siento, mi señor—se disculpó Wheeler con la cara escondida en su pecho.

 

El otro lo obligó a levantar la vista y le ordenó--¡Dímelo de nuevo!—

 

Lo s…--trató de articular el rubio.

 

¡Eso no! ¡Llámame como lo hiciste antes!—dijo el castaño antes de atacar su cuello y el ojos mieles se dio cuenta de lo que deseaba.

 

¡Mi se…ñor!—dijo con duda el rubio.

 

¡Quiero oír que lo repitas mil veces hoy con esa voz tuya!—le ordenó el otro sin apartar su cara del cuello que besaba mientras sus manos aflojaban la chaqueta del más bajo y después lo hacía deslizar con él al suelo de paja.

 

Sus manos recorrieron la ropa del hijo del doctor desvistiendo a quien hoy tendría solo para él, desnudo y dócil. La imagen que se hacía de eso lo estaban volviendo loco y cuando se separó para terminar su obra y admiró el cuerpo níveo y unas tallas más pequeño que él se extasió.

 

Después de recorrer un poco el cuerpo del otro con su mirada, haciendo que Joseph se sintiera tan expuesto que su ruborizada mejilla dicto como se sentía, sus ojos azules repararon en el vendaje en su brazo derecho. Con la mano acarició el antebrazo antes de preguntar--¿Te duele?—El otro negó--¿Es reciente?—otra duda y el otro volvió a negar por lo que pudo presuponer que se trataba de otra herida de hace dos años. Eso le recordó algo y sintiéndose algo incómodo se interesó--¿Y lo que te hice ayer?—

 

Joseph se sonrojó porque no esperaba eso--¡Estoy bien!—dijo tan solo.

 

¿Por qué no dijiste nada?—preguntó Seto.

 

No era importante—le dijo el ojos mieles.

 

El otro se puso en cuatro sobre él y con una mano acarició los vendajes de la cara del rubio, despacio empezó a quitarlos pero la mano del otro lo detuvo.

 

Se miraron unos segundos antes de que Wheeler soltara la mano del castaño para permitirle ver sus cicatrices. Era una gran concesión. Seto retiró los vendajes y pudo ver una cicatriz que adornaba su mejilla derecha, tenía forma de F con el palo mas alto sobre la ceja y el otro justo debajo del ojo. Era sonrosada pero para nada tenebrosa sino que parecía un floreo. Despacio el mayor recorrió con los labios toda ella mientras el menor sentía que se ahogaba gracias a la sensación de su piel más sensible siendo tocada de tal forma.

 

Lo seducía. Lo seducía mucho más que cualquier cosa que el otro pudiera hacer. Su mano se enrolló en los cabellos de la nuca de Kaiba mientras su cuerpo todo sentía la sensación del otro sobre él.

 

Sus labios se deslizaron por la mejilla del otro hacia sus labios mientras su cuerpo se distendía bajo ese calor conocido y querido.

Notas finales:

^^

yupi

les gusto

gracias por los revs que me animan

ja ne

 


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