El deseo, el cariño, la amistad, el amor, el odio… estos son sentimientos que nacen mientras conoces a las personas. A veces con el tiempo y otras veces a primera vista, pero… ¿Qué haces cuando los sentimientos cambian? ¿Se puede volver al anterior? ¿Puedes olvidar las sensaciones y los pensamientos? O simplemente… ¿Es mejor olvidarlos?
Aquellas dos chicas se encontraban sentadas juntas frente al computador de la sala. Una era de cabellos y ojos negros y la otra era castaña con ojos cafés. Se conocían hace muchos años, pero solo hace seis meses empezaron a conversar de verdad.
La pelinegra la comenzó a visitar regularmente. Solían pasar las tardes conversando, riendo y descubriendo una gran variedad de cosas en común. Cada día su amistad se fortalecía, así que aquella escena no era extraña. Pero hoy, era muy distinta…
-¡Ah!... mgh…- la castaña tapó su boca con ambas manos al emitir un torpe gemido cuando sintió la húmeda lengua resbalar por su hombro. El rubor subió a sus mejillas cuando aquellos finos labios se curvaron en una burlona sonrisa -… Te… te odio…-
-¿Por qué?- la pelinegra volvió a lamer desde su hombro hasta su oreja donde le mordió el lóbulo suavemente –Yo no he hecho nada malo- esa aterciopelada voz susurrando un su oído y el aliento tibio sobre el mismo, la estaban volviendo loca.
¿Cómo era posible que aquella hermosa pelinegra tuviera tanto control sobre ella? Esta y muchas otras preguntas, desaparecían de su mente al sentir los delgados y suaves dedos viajar desde su vientre, hasta el contorno de sus senos –Mmmmgh… ma… mghh… mala…- cada vez que escuchaba la burlona y seductora risa salir de esos finos labios color cereza, sentía más vergüenza y toda su autoconfianza se desvanecía.
Acariciaba sobre sus costillas quemando su piel. Cada vez que llegaba al relieve de sus senos, la castaña aguantaba la respiración esperando el tan anhelado contacto, pero la pelinegra volvía a bajar las manos –Shhh… Si haces mucho ruido te van a escuchar-
Sus grandes ojos cafés, miraron hacia el pasillo. La castaña había olvidado que sus dos pequeños hijos también estaban en la casa. Solo que estaban en el dormitorio matrimonial -¡Mmmmghh!...- volvió a ahogar un gemido mientras tiraba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos. Aquellos dedos índices delineando el contorno de sus hinchados pechos, mandó la poca racionalidad que le quedaba, al infierno.
La pelinegra volvió a reír en su oído –Nee, nee… ¿Puedo subir?- la castaña asintió repetidas veces apretando mas sus manos sobre su boca. La pelinegra satisfecha con la respuesta, besó su hombro y subió las manos.
-¡Aaaahh!... mggh…- aunque tenía la boca tapada, aquel placentero gemido se deslizo sin dificultad por sus palmas. Por fin podía sentir aquellos habilidosos y delicados dedos apretando sus erguidos pezones. El jugueteó duró algunos minutos que para la castaña se hicieron eternos.
La pelinegra deslizó la mano derecha por el vientre de la castaña llegando a sus piernas. Acariciaba el interior de su muslo derecho mientras apretaba su pezón izquierdo –Nee, nee… ¿Puedo continuar?- la castaña no contestó –No lo haré si no quieres y me detendré aquí si es lo que deseas- la pelinegra iba a quitar sus manos, pero la castaña destapo su boca y le afirmó las muñecas para impedirlo.
-No… no te detengas…- la pelinegra miró el perfil ruborizado del rostro que estaba un poco volteado hacia el otro lado y su mano derecha fue guiada por la castaña entre sus piernas -… mghh…- volvió a mirar hacia el frente mientras la pelinegra seguía en su labor. La risa burlona, volvió a sus finos labios.
Apretaba con la yema de los dedos de su mano izquierda, el tostado pezón mientras los dedos de su mano derecha, se colaban dentro de la ropa interior de la castaña, sintiendo la humedad en aquel delicado lugar –Wow… estas muy mojada- sacó la mano para levantarla y ponerla frente al rostro de la castaña -Mira- separó dos de sus dedos y quedaron unidos con un hilo del viscoso liquido.
La castaña se ruborizó hasta las orejas –I… idiota…- volteó la cabeza hacia el lado contrario donde estaba el rostro de la pelinegra que rió y volvió a meter la mano dentro de la ropa interior -… mmmnggh…- arqueó la espalda momento en que su cuerpo completo sintió una corriente eléctrica. Aquellos dedos eran la gloria.
Rozaba aquel delicado botón en su sexo que la hacía estremecer moviendo sus dedos en círculos, mientras seguía acariciando su pecho y lamiendo su hombro. La castaña comenzó a jadear más fuerte y a nombrarla repetidamente. Su mente se puso en blanco y el éxtasis la poseyó alcanzando el orgasmo mientras gemía eróticamente el nombre de la pelinegra.
La pelinegra quitó sus manos y le arreglo la ropa. La castaña solo se tiró hacia atrás para recargarse en el hombro y pecho de la pelinegra que la abrazaba desde atrás. Sus miradas se encontraron y la pelinegra volvió a sonreír.
Ambas sabían que su amistad había cambiado a algo más intenso y, aunque para aquel nuevo sentimiento no existía algún futuro, se rindieron ante el palpitar de sus corazones. Cerraron sus ojos con lentitud y acercaron sus bocas para sellarlas en un tierno beso.
Fin.