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Memoria por Iori Yagami CCH

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Notas del capitulo:

Capítulo final

Aquellos recuerdos, cuando mi felicidad era absoluta llegaron a mi mente, cuando recién ingrese a una de las preparatorias, él estaba en aquella mesa, yo me senté a su lado y él empezó a platicar conmigo.

Así seguimos durante los tres años de preparatoria, juntos e inseparables,  incluso después de la preparatoria, cuando cada quién se fue a estudiar lo que más amaba, prometimos estar juntos por siempre…

Ahora podía ver sus ojos negros fijos en mí, despidiéndose rápidamente, un francotirador estaba arriba del edificio Chihuahua y me había apuntado a mí, sin embargo él tuvo que interponerse entre aquella bala y yo, las lágrimas resbalaron inevitables por mis mejillas, ¿Por qué lo hizo?

-Víctor… ¿estas bien?-.

Su voz entrecortada me dolía, sus ojos se mantenían cerrados, trate de quitármelo de encima, tenía que hacer algo, buscar ayuda, algo…

-No te muevas…-me dijo- Finge que nos ha dado a ambos, así no te harán daño… quédate así hasta que se vayan, por favor.

-¿Pero qué dices?-protesté- No te dejaré herido aquí mismo, debo buscar ayuda, debo llevarte a un hospital, debo…

-No, ya no importa. De todas formas, todo acabará pronto, no es conveniente que te muevas. Háblame, háblame un poco para distraerme del dolor, Víctor.

Se aferró a mi mano fuertemente, las lágrimas no dejaban de recorrer mi mejilla, pero empecé a hablar.

-¿Recuerdas la primera vez que charlamos? ¡Vaya lio! Recuerdo, que me dijiste que te gustaba el futbol ¿lo recuerdas? Yo lo recuerdo bastante bien, como si fuera ayer, también recuerdo que eras muy bueno en ciencias biológicas y químicas, siempre fuiste muy bueno y me explicabas, recuerdo cuando nos reuníamos en mi casa a estudiar ¿lo recuerdas, Gerardo?, recuerdas cuando, íbamos al cine a ver películas francesas y tu solías imitar aquellos diálogos de una manera tan graciosa… Recuerdo tantas cosas, Gerardo. Tantas cosas bonitas y sé que pronto tendremos más recuerdos, cuando trabajes en el hospital y yo te veré triunfando… Como todos esos días en los que siempre supimos salir adelante, juntos…

Salió una risita dulce de los labios de Gerardo, una risa pequeña y apenas audible, sentí tibias lagrimas caer en mi ropa hasta sentir la humedad en mi piel.

-Nunca lo olvidaré, Víctor. Te quiero, amigo.

En ese instante, sentí como aquella mano perdió la fuerza con la que se sujetaba a la mía, recuerdo también que el aliento cálido y rápido que chocaba contra mi cuello también despareció,  quería gritarle que no fuera un cobarde, que siguiera conmigo, que si se iba jamás se lo iba a perdonar.

Iba a hacerlo, iba a gritarle eso y mil cosas más… pero en vez de gritarle, lloré. Lloré como nunca antes había llorado, giré mi cabeza un poco, ahí estaban, muchísimos muertos, niños, mujeres, varones e inclusive soldados que habían sido carne fresca de sus propios compañeros, abrace a Gerardo mientras lloraba en aquel cementerio de inocentes, de aquellos que sólo querían un cambio. Maldije miles de veces a aquel imbécil de Díaz Ordaz… ¿Por qué?

Dieron las 7:00 de la tarde, sentía mi ropa manchada de la fragancia carmesí de Gerardo, el olor a muerte se percibía en el ambiente, yo no paraba llorar, a pesar de que las lágrimas habían cesado, el llanto seguía, pero decidí levantarme, pronto los guantes blancos saldrían con los presos, me quite a Gerardo de encima.

Lo mire, su rostro estaba tranquilo, no mostraba dolor a pesar de todo, sus ojos estaban cerrados y lo abrace con más fuerza, recuerdo también que me maldije a mí mismo por  haberlo expuesto de tal manera, “Si tan sólo nos hubiésemos quedado en casa” Después pensé en que debía llevármelo de ahí, lo subí a mi espalda con trabajos, pues él era más alto y más fuerte que yo, en pocas palabras yo era un debilucho.

Miré a mí alrededor, había tantos muertos que inevitablemente empecé a llorar “Sólo queríamos más derechos y menos autoritarismo ¿es tan malo? No dañábamos a nadie” pensaba y camine a paso rápido esquivando de vez en cuando a aquellos que estaban tendidos en el suelo, a veces me resbalaba entre charcos carmesí, pero me levantaba, tenía que llevar a Gerardo a un lugar seguro.

Llegamos al apartamento que solíamos usar cerca de Ciudad Universitaria, escondí nuestras credenciales por si me habían visto y me habían seguido.

De inmediato comencé mis labores para darle un sepelio decente, no quería saber más de lo que pasaba allá afuera, ya sabía de más lo que había pasado… en ese momento una imagen… una imagen se hizo presente.

Cuando llegamos a la Plaza de las Tres Culturas, había un tanque de guerra, Gerardo había hecho uno de sus típicos comentarios, sobre “Vaya necesitan un tanque para estudiantes que no llevan armas” yo recordé que me reí e ignoré el hecho de ese tanque ahí.

Todo tenía lógica ahora, esos malditos… ¡eran unos malditos!

Al otro día, un amanecer sin Sol a pesar de que brillaba, miré a Gerardo que “dormía” tranquilo, toda la noche me quedé así, observándolo, encendí el televisor pequeño que teníamos, apenas una caja, quería ver que esos malditos hubiesen recibido su merecido, cambie de canal…. Nada.

Todo seguía normalmente, los programas habituales seguían ahí, no había noticias sobre la noche pasada, encendí la radio y nada, la música de The Beatles sonaba como normalmente lo hacía. Era imposible ¡Todo era imposible!

Salí de ahí lo más rápido que pude, me dirigí a la Plaza… todo estaba tan limpio que parecía que nadie había estado matando a simples estudiantes la noche anterior, las lágrimas resbalaron… ¿Dónde estaban todas esas personas muertas? ¿Dónde estaban todos esos heridos que gritaban “auxilio”? ¿Dónde?

Las cifras de aquel día salieron después, lo recuerdo con claridad… 20 muertos, 40 heridos 200 en prisión.

La cólera invadió mi ser, esos malditos habían manipulado la información, ¡había tantos muertos como heridos y esa cifra estaba mal!

¿Y saben que fue lo peor? Que todo siguió normal.

A nadie le importó que muchos jóvenes y niños murieran ese día a manos del ejército.

A nadie le importo cuantos niños se quedaron sin padres.

¿Y saben que es lo peor? Que en la actualidad se ha olvidado el motivo por el cual peleamos “2 de Octubre, no se olvida” Pero muchos lo hacen, y sólo van a romper reglas, a destruir cosas, a dañar a terceros ¿y saben? Pasando los años, ni a Díaz Ordaz ni al Jefe de Seguridad les dieron cárcel incluso después de que aceptaron toda la responsabilidad.

O peor aún… nadie sabe qué pasó con todos los muertos de aquel día… Unos dicen que los arrojaron al mar, otros que los escondieron, hay miles de historias, y quizá si yo me hubiese quedado a ver, podría decirles que pasó…

Extraño a Gerardo, extraño a muchos de mis amigos que murieron ese día en especial a él…

Pero, aquel octubre del 68… a nadie le importó.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer :)


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