Introducción.
— ¡Baekkie, te ha llegado un paquete! —medio gritó su madre desde la cocina al escuchar la puerta. Él suspiró, sintiéndose notablemente molesto, aunque no exactamente por ella.
“Un saludo, al menos... “
— Hola, mamá —dijo algo agotado, asomándose y viéndola desde el marco.
— ¿Cómo ha sido tu día, hijo?
— Agotador —respondió, encaminándose a las escaleras—. ¿Te molesta si tomo una siesta?
— Claro que no. Ve —le sonrió—. Te he dejado la correspondencia en tu habitación. Deberías echarle un vistazo. Parece ser algo importante.
— ¿Es así? —contestó, restándole importancia—. Lo revisaré mas tarde. No debe ser algo grave.
— Yo no estoy muy segura —hizo una mueca, limpiándose las manos con un trapo—. En el frente del paquete dice “Con urgencia”, y parece escrito a las apuradas —dijo—. Hijo, deberías ver lo que contiene. Solo digo. Es algo inquietante.
Baekhyun suspiró.
— Bien, lo haré —cedió finalmente y se alejó—. Despiértame si me necesitas.
Subió las escaleras arrastrando los pies, y, al llegar a su habitación, se dejó caer en la cama, exhalando fuertemente. En verdad estaba agotado.
El Día de San Valentín jamás había sido fácil, y mucho menos para los miembros del comité escolar, como él.
Todo el día se la pasaba de un lado a otro, haciendo encargos, tareas, entre otras cosas en contra de su voluntad, que lo dejaban cansado e histérico. Porque él odiaba aquello, odiaba ese día tan repugnante, lleno de chocolates y rosas, de corazones y enamorados.
Sí, él odiaba San Valentín, y todo lo que tenía que ver con ello. Y había una razón válida, al menos, para él.
Y es que, en ese día, todos se veían realmente felices de la vida, con la persona que aman y reservas de chocolate para todo el mes, mientras que los pobres solteros como él y Kyungsoo, su amigo, debían hacer encargos y entregar regalos a gente que ni siquiera conocían, sin obtener nada a cambio, salvo las felicitaciones de los profesores.
A él también le gustaría si tuviera la oportunidad de pasarlo con la persona que ama.
— Esto apesta... —murmuró, volteándose hacia la derecha. Estaba muy claro: él, y teniendo en cuenta el horrible día y la cantidad de trabajo que tuvieron para hacer, mas el dolor de espalda, pies y cuello, se iba a dormir. No aguantaría mas de aquello.
Sin embargo, apunto de cerrar los ojos, algo llamó su atención.
Allí, encima de la mesita de luz, descansaba el paquete del que le había hablado minutos atrás su madre. A simple vista, se veía enorme, al parecer, por un objeto notablemente grueso dentro. Aquello había intrigado al chico, así que decidió levantarse y echar un vistazo rápido. A lo mejor era un regalo o algo así.
En cuanto lo sostuvo entre sus manos, ahogó una exclamación, puesto a que, si bien el objeto parecía ser grande, no era para nada pesado. Al contrario, aquello se sentía suave y era liviano, demasiado para lo que aparentaba. Y el chico se sintió aun mas curioso, e inquieto, de algún modo, así que metió la mano en aquel paquete y sacó lo que fuera que estuviese dentro. Ésto, para su sorpresa —y decepción, sinceramente—, crujió bajo sus dedos, y supo que había sido envuelto muy firmemente por la persona que lo mandó.
Baekhyun se sintió extrañado. No era su cumpleaños o algo por el estilo, por lo que no podía adivinar el por qué de éste regalo.
Decidiendo que no le prestaría atención por el momento, dejó el objeto aun lado de su cama y tomó la caja que, en un principio, contenía aquello. Lo volteó de todas las maneras posibles, tratando de ignorar el “Con urgencia” que estaba escrito en el frente con rotulador rojo, buscando remitente, o alguna postal, o algo que le diera a entender de quién se trataba, pero su búsqueda fracasó. La caja no tenía nada, salvo su nombre y dirección, y un post-it en la parte inferior.
— ¿Qué es ésto? —musitó y despegó el papel amarillo.
¡Hola Baek!
— ¿Qué demonios... ? Llamándome Baek... —se quejó.
No abras aún el regalo. Debes leer las cartas primero, y seguir las indicaciones que te doy, ¿bien?
Como una especie de juego entre nosotros.
¿Te gustaría comenzar?
Baekhyun parpadeó repetidas veces, sin comprender lo que estaba leyendo.
“¿Cartas? ¿De qué cartas está hablando? ¿Es que hay alguna dentro del... ?”
El chico se apresuró a hurgar dentro de la caja, y, al sentir montones de ese algo, la abrió por completo y la volteó, dejándo caer todo encima de su cama.
Y abrió los ojos al notar que no era solo una, o dos, sino quince cartas color celeste, enumeradas extrañamente del 1 al 15, cada una de ellas con dos números y algo escrito entre paréntesis en la esquina superior derecha.
— Por Dios... —soltó sorprendido, tomando una de las tantas cartas que emanaban un delicioso perfume, de esos que eran sus favoritos.
1-2 (razones)
— ¿Razones? ¿Razones de qué? —dijo.
Dejó la carta a un lado y tomó otra, observando en las esquinas, tratando de comprender. Y, como se había imaginado, todas ellas tenían distintos números. La palabra, no obstante, era la misma que estaba escrita en la primera carta.
Salvo la última; la numero 15.
— Ésta es distinta —musitó y la tomó entre manos, observándola cuidadosamente.
Cada carta estaba dividida por dos números, y tenían la misma palabra escrita. Cada carta, se suponía, debía tener la misma cantidad de divisiones, o eso era lo que había entendido, y creyó que era así.
Al llegar a la última se sintió confundido, e intrigado en extremo. Porque era diferente.
Ésta carta tenía un solo numero, y algo escrito, totalmente distinto a las otras...
15 (sonrisa / último acertijo).