Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La promesa frente al mar por SholeSuperKawaii

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Wooolas..! :DD aqui yo reportandome con un one-shot de unas de mis parejas favoritas -3- bueno posss... antes de que comiencen a leer xdd... no se si haya gente que este leyendo el otro fic que estoy publicando... uno de Junjou Romantica que se llama "El principe y el Bufon" buebno posss... a aquellas personitas les pido una muy grande disculpa por no subir el ultimo capitulo de mi fic :cc resulta que me he quedado sin laptop y como soy una persona pobre y que tiene otras necesidades (? no he tenido nada en donde escribir u-u pero bueeh... aqui va lo otro... si quieren saber mas sobre este dic me cree una pagina en facebook :DD para que pasen a ver (? ahi subire noticias sobre otros fic's que subire, fanart's de mis escritos etc... asi que aqui les dejo el link https://www.facebook.com/SholeSuperKawaii?ref=hl

 

Ahora... a leer..! *-*

- ¡Haru! - se escucho la voz de cierto chico de cabellos rojizos y filosos dientes, el cual vestía una camisa a cuadros roja, unos jeans gastados negros y unas converse a juego con la camisa. Junto a él se encontraba lo que sería su versión femenina, luciendo una gradiente sonrisa y lo que seria el uniforme del establecimiento.
- ¡Haruka-sempai! - gritó esta también por encima de todo el bullicio que la gente provocaba, a la vez que agitaba su mano para atraer la atención del chico de cabellos azules, quien se encontraba junto a su amigo de infancia.
El peliazul al escuchar su nombre de aquellas vices tan conocidas, comenzó a buscarles con la mirada, hasta que por fin dio con ellos en medio de todo el tumulto.
Aquel día era uno de los más importantes para los estudiantes que se encontraban allí, ese día era nada mas ni nada menos que el día de su graduación, la fecha en la que terminaban un gran y largo ciclo, para entrar en otro, para dar el paso de la juventud a la adultez. Ese día, un grupo de jóvenes se separarían, tomando caminos diferentes, buscando o cumpliendo cada uno de sus propios sueños. Aquel momento era uno de los más nostálgicos y dolorosos para Haru, aunque en su apacible rostro no se puedan ver sus emociones claramente.
¿A quien no le dolería aquel instante si tu amigo de infancia se va a estudiar a otra ciudad? ¿si tu vida cambiará completamente? ¿si ya no podrás disfrutar de las pequeñeces que te entrega la adolecencia? ¿si ya no podrás hacer lo que más te gusta solo por disfrutar? Esas y más preguntas bombardeaban la intranquila mente del ojiazul mientras se acercaba con su castaño amigo al par de pelirrojos.
- ¡Haruka-sempai, felicidades por su graduación! - le deseó la chica, regalándole una sonrisa, para luego mirar al acompañante de este - ¡Makoto-sempai, también muchas felicidades!
- Gracias, Gou - le respondió el chico de nombre Makoto, mientras le ofrecía una sonrisa igual o más cálida que la de ella - Hola, Rin - saludó al dientes de tiburón.
- Hola, Makoto - le respondió el aludido - felicitaciones por tu graduación.
- Gracias - dijo el pelicastaño.
De un momento a otro apareció otra pareja, compuesta por un chico alto de cabellos azules. Lentes rojos, y otro de menor estatura, de cabellera rubia y ojos magenta, los dos vistiendo el mismo uniforme.
- ¡Haru-chan! ¡Mako-chan! ¡felicidades! - les gritó el más pequeño.
- Makoto-sempai, Haruka-sempai. Los felicito, todo ha sido perfectamente hermoso - habló el de lentes rojizos.
- Nagisa, Rei. Gracias por venir - el ojiverde fue el único que habló, haciendo su típica y cálida sonrisa.
- Mako-chan - le llamó en un susurró el rubio, acercándose sigilosamente junto a él - hay alguien buscándote - dijo tratando de que nadie escuchara.
- ¿A mi? - le preguntó extrañado, en el mismo tono que había empleado Nagisa.
- Ehh... sí.
- ¿Y quién? - cuestionó aún más confundido.
- Kisumi - soltó abruptamente provocando que los colores se le subieran a la cara de este
- ¡¿Kisumi?! - exclamó sonrojado.
- Si, yo - escuchó una voz a su espalda.
Todos igual o más extrañados que el ojiverde miraron hacia la dirección de donde provenía aquella voz, encontrándose con un chico de cabellos anaranjados y hermosos ojos morados, el cual se encontraba acompañado por un niño de aproximadamente ocho o nueve años, portando los mismos genes que el mayor.
- Makoto.. ¿podemos hablar? - le preguntó sonriendo.
- Cla-Claro - respondió el aludido aun sonrojado y con un poco de duda. Su corazón latía a todo dar.
Los dos se alejaron para hablar tranquilamente, no sin antes pedirle a Nagisa y Rei que quedaran al cuidado del pequeño Hayato, para que la conversación fuera más tranquila.
- ¿Vamos por helado? - le ofreció el ojirosa al pequeño, tratando de sacar una excusa para poder irse de aquel lugar sin levantar sospechas. Hayato solo se limitó a asentir con la cabeza levemente - ¿vamos Rei chan?
- Ehh... si, claro - aceptó este captando el mensaje.
- ¡Yo también voy! - les avisó Gou, al ver las intenciones de la joven pareja.
- Vamos - y se fueron dejando tanto a Haru como a Rin solos, quienes en todo momento se habían encontrado observándose el uno al otro en silencio.
- Haru - susurró el dientes de tiburón, a la vez que se acercaba más al peliazul y comenzaba a rozar su mano contra la mejilla de aquel, regalándole una de aquellas sonrisas cargadas de amor y cariño.
- Rin - se limitó a decir el aludido, a la vez que un brillo un tanto peculiar se apoderaba de sus ojos.
El pelirrojo, fascinado por las reacciones que causaba en el otro, comenzó a acercarse poco a poco, hasta que sus labios se encontraban a pocos milímetros de rozarse.
El de mayor estatura se detuvo para contemplar el rostro de la persona que se encontraba frente a él, a la vez que susurraba un "felicidades", provocando que su caliente aliento chocara en los labios de Haru, luego de el, los capturó en un dulce y gentil beso, recibiendo en ello todas las emociones y preocupaciones que estaba sintiendo el peliazul en aquellos momentos y transmitiéndole por su parte, todo el amor que sentía por él.
¿Cómo fue que aquellos dos rivales por naturaleza terminaron juntos? Pues lo que comenzó siendo rivalidad, las típicas peleas que tenían cada vez que se veían por ver quién era el mejor sobre algún aspecto, fue convirtiéndose en una necesidad de estar cerca del otro, de que aquella despertara emociones y sentimientos que ningún otro lograba crear en ellos, era una necesidad mutua, al ver a aquella persona frente a él para que lo guiara. Y todo eso terminó por consolidarse cuando viajaron al extranjero, en aquel momento Haru se dio por fin cuenta que gracias a Rin, podría lograr cosas que jamás imaginó y que era el único que podía ayudarle o guiarle.
- Eres todo un romántico - le susurró el pequeño delfín cuando sus labios se separaron. Rin solo se limitó a sonreír, adornando su rostro con leve sonrojo.
- ¿Vamos? - preguntó al cabo de un rato el pelirrojo.
- ¿Para dónde?
- ¿A donde más? - le contestó con otra pregunta y con un tono un tanto burlesco, como si la interrogante del más chico fuera de lo más absurda - ¡quiero ver a mis suegros! - dijo por fin, bastante emocionado.
El otro solo pudo desviar la mirada, apenado por lo que acababa de decir su pareja.
- ¿Están aquí? - cuestionó luego de un momento, aun apenado pero ilusionado de que sus padres hayan llegado para verlo el día de su graduación.
- Sí - confirmó el tiburón - los vi en la entrada. Con tanta gente que hay, dudo que me hayan visto en realidad - explicó mientras se llevaba una mano a la nuca.
- No sabía que ya habían llegado - murmuró bajando la vista. Todo quedó en silencio por unos momentos.
- ¿Vamos?
- Vamos - aceptó, para luego entrelazar sus dedos con los de su pareja y salir en busca de los auto proclamados suegros de Rin.


Ha pasado cerca de un año desde aquel día en que Haru y Makoto se graduaron. Este último se fue a estudiar a Tokio, pero de vez en cuando volvía a su hogar de visita, para pasar tiempo con sus pequeños hermanos, para ver a Haru y sus amigos, o simplemente para ver a su ahora novio Kisumi, con el cual comparte una relación desde el día en que hablaron en lo que era el colegio del castaño.
Rei y Nagisa cursaban su último año de escolaridad, su relación no había cambiado mucho, lo que era bueno de cierto modo. El rubio había madurado, pero no lo suficiente como para dejar su esencia tan característica de lado. Por otro lado, Rei seguía siendo Rei.
Haru y Rin estaban mejor que nunca, así como hubieron varios cambios aquella tarde de graduación en las otras parejas, ésta no se quedaba atrás. Ese día, luego de haber ido a buscar a los padres de Haru y que estos invitaran a cenar al pelirrojo a su hogar, con la excusa de que "tenían que recuperar el tiempo perdido", estos aprovecharon la oportunidad para explicarles sobre su relación. Sabían, hasta vierto punto, que ellos no se opondrían, pero aquella situación por si sola ya era incómoda o embarazosa. Pero tal y como lo pensaron, ellos no se opusieron, si no que mas bien se alegraron de escuchar eso.
Ahora, estaban próximos para cumplir un año juntos y para celebrarlo, el pelirrojo había hecho un completo itinerario para aquel día. Buscó nombres de restaurantes que pudieran agradar al pequeño delfín. Pensó los posibles lugares que podrían visitar después y antes de la cena, y así sucesivamente, todo para que pudieran vivir una de las veladas más inolvidables juntos. Y bueno, sin olvidar la pequeña, o tal vez gran sorpresa, que le tenía preparado el pelirrojo, el responsable de tanto nerviosismo causado en su persona aquella tarde.
En la casa del peliazul, este se encontraba en su lugar favorito, la bañera, mientras que jugaba con su pequeño acompañante de baño, ese lindo delfín de juguete.
Sabía perfectamente lo que pasaba ese día y eso lo tenía completamente nervioso y pensativo. Le alegraba de sobremanera el hecho de haber cumplido ya un año junto a la persona que amaba, viviendo juntos un montón de experiencias, tanto buenas o malas. Han discutido, pero también se han reconciliado. Han pasado separados, pero también han vuelto junto a la otra persona. Pero todo eso es normal ¿no? Aunque el ojiazul tema que Rin lo vaya a dejar después de todo, o peor aún; lo deje de querer.
Ese último pensamiento hizo que Haru abierta abruptamente los ojos y se zambullera rápidamente en el agua, tratando de espantar cualquier mal pensamiento, pero la interrogante se quedó en su mente, ¿qué pasaba si Rin se cansaba de él? ¿si al final decía que solo confundió las cosas y ya no le quería? No podría soportar que lo dejase. Rin le había mostrado y hecho experimentar emociones que nunca nadie había provocado en su persona y eso, solo hacía que el miedo fuera más grande.
Tan absorto estaba en sus pensamientos, que no sintió que la puerta era tocada reiteradas veces, ni mucho menos de que ésta fuera abierta por su preocupada madre.
- Haru, cariño, ¿estás bien? - le preguntó esta un tanto preocupada a su hijo. Si bien, sabía que este se tomaba su tiempo a la hora del baño, no era muy normal que este no respondiera después de llamarle varias veces a la puerta - ¿hijo? - volvió a llamarle.
- ¿Mamá? - despabiló por fin el aludido, desviando la mirada su mirada hacia la mujer que se encontraba a su lado.
- Hijo, ¿estás bien? - le preguntó preocupada, sentándose en el borde de la tina, a la vez que le giraba dulcemente y posaba su mano en sus azulados cabellos.
- No pasa nada - dijo este restándole importancia.
- Haru, te llevé nueve meses dentro. No me puedes decir que "no te pasa nada" - le dijo, haciéndole entender que no se iba a mover de allí hasta saber que era lo que sucedía con su retoño.
Haru solo suspiró.
- Tengo miedo - le confesó por fin, desviando la mirada.
- ¿Miedo de qué?
- Miedo de que Rin se aburra de mi y me deje por alguien que pueda entregarle más cosas de las que yo puedo - susurró bajo, pero no lo suficiente como para que su madre no lo oyese. Sintió un escalofrío recorrer su espina y se sumergió mas en el agua, como intentando escapar de aquel miedo que lo aquejaba y tratando de encontrar la fuerza que le falta en ella.
- Hijo, no te preocupes por tonteras - comenzó diciendo su madre, mientras jugueteaba con algunos de sus cabellos - Rin te ama, lo se. Te ama desde que son pequeños, ¿o no te has dado cuenta de la forma en la que le brillan los ojos por el solo hecho de escuchar tu nombre? Y eso no es desde ahora. Como te digo, siempre te ha mirado de una forma especial, desde que lo conocí pude descifrar en su mirada aquel sentimiento, ¿crees que ahora te cambiaría, si básicamente así te conoció y se enamoró de ti?
Aquellas palabras provocaron que algo se removiera dentro del pequeño delfín, dentro suyo sabía que aquellas palabras no eran más que una simple verdad, si lo había conocido así ¿por qué aburrirse ahora?
- Gracias mamá - agradeció a la vez que la miraba dulcemente y sentía que un gran peso era sacado de su corazón.
- No es nada hijo - dijo la mujer mientras le acariciaba la mejilla - no olvides que eres lo más importante para mi y que siempre voy a querer lo mejor para ti - le dio un beso en la frente y se puso de pie - bueno joven citó, es hora de que vaya saliendo de la bañera o se le hará tarde y no quiero que dejes a mi yerno esperando mucho tiempo - bromeó cuando ya estaba cerca de la puerta, ganándose un leve sonrojo por parte de su hijo y que desviara la mirada apenado.

- ¡Rin! Mi pequeño, ¿cómo has estado? - saludó sonriente la madre de Haru al abrir la puerta y ver que era la pareja de su pequeño hijo quien llamaba.
- Hola suegrita - devolvió el saludo, dándole un pequeño beso en la mejilla.
- Pasa mi niño - le ofreció - Haru aun está en su habitación, si quieres puedes pasar a buscarlo.
- Gracias. Con permiso - dijo a la vez que entraba en el hogar del peliazul y se encaminaba a la habitación de su novio.
Una vez llegó afuera de esta, abrió lentamente la puerta y pudo divisarlo frente al closed, buscando algo que el pelirrojo no pudo descifrar.
Sigilosamente se adentro a su cuarto, intentando sorprender a su novio, quien aún no se percataba de la presencia del ojicarmín en su habitación. Se acercó unos pasos más hasta quedar a su espalda, para luego capturarlo en un fuerte abrazo, provocando que ojiazul pegara un salto.
- ¿Rin? - cuestionó el pequeño delfín, desviando un poco su mirada.
- ¡Vaya! Hasta que por fin te das cuenta de mi presencia - bromeó el aludido, haciéndose el herido.
Haru solo pudo desviar la mirada apenado.
El pelirrojo, aprovechando la condición en la que estaba el ojiazul, lo tomó de los hombros para darle la vuelta y poder apreciar su rostro, el cual estaba teñido levemente de un rojo carmesí en sus mejillas. Satisfecho por la siguiente reacción, se acercó unos centímetros a sus labios, como pidiendo permiso para completar la acción deseada. Haru al ver las intenciones de su pareja, se acercó aún más, para por fin sellar sus labios.
El beso era uno cargado de dulzura y amor, demostrándose en él lo mucho que se querían y necesitaban, pero todo eso cambió cuando Rin apegó el cuerpo de su pareja aún más al suyo, soltando un leve gemido al verse sorprendido y abriendo levemente la boca, dejando que la lengua del pelirrojo invadiera su cavidad, saboreando la de su dulce amante y comenzando una sensual y lujuriosa danza, friccionándolas y moviéndolas al compás del otro.
Al separarse por la falta de oxigeno, Haru lo único que pudo hacer fue analizar la dulce mirada que le entregaba su romántico novio, mientras que el otro hacía exactamente lo mismo aprovechando la cercanía de sus cuerpos y rostros. De un momento a otro, pasó sus brazos por la cintura del peliazul y volvió a acercar sus labios con los de él, regalándole otro beso, robándole el aliento.
- ¿Estás listo? - le preguntó Rin cuando se volvieron a separar.
- Sí - confirmó el ojiazul - solo busco mi chaqueta y nos vamos.
- Bien. Te espero en la cocina - le informó, para luego robarle otro beso y encaminarse hacia la puerta.
- ¿La cocina? - cuestionó el delfín.
- O donde se encuentre mi suegrita - afirmó el aludido.
- No le digas así - le reprochó, desviando la mirada. Si que su estúpido novio podía hacerlo cohibirse seguido.
Rin solo se limitó a reír y salir de la habitación.
Cuando este por fin quedó solo, se propuso a terminar la labor que quedó inconclusa gracias a la repentina visita al tiburón. Abrió la puerta de aquel mueble y sacó una chaqueta entre tantas, ya que de cierta forma, esa sería la unica que le ayudaría para completar su propósito; llevar el regalo de su novio de forma incógnita.
Se colocó la pieza de ropa y guardó el regalo que había comprado para la ocasión en un bolsillo interno de esta. Se acomodó bien y salió de su habitación, no sin antes lanzar un largo suspiro, tratando de reunir fuerzas y disipar el nerviosismo que crecía en su interior.
Tal y como Rin le había dicho, esta se encontraba en la cocina junto a la madre de su novio, quien estaba lavando los platos que habían ocupado a la hora de almuerzo y él a su lado, apoyado en el mueble dejando los trastes limpios que le iba pasando ella.
- ¿Ya estás listo? - le preguntó su madre al verlo en la entrada de la cocina. Rin también le miró.
- Sí - se limitó a responder, pasando de su madre al pelirrojo.
- ¿Nos vamos entonces? - fue el turno de hablar del ojicarmín.
Haru solo asintió.
- Los voy a dejar a la puerta - informó la mamá del peliazul, a la vez que tomaba un año de cocina para secarse las manos.
Los tres comenzaron a caminar hasta la puerta, la abrieron y la pareja salió de ella, despidiéndose de la mujer, sin antes recibir una pequeña advertencia de aquella, que era básicamente que no volvieran muy tarde, porque podía ser peligroso para los dos.

El cielo era teñido por un leve color naranja matizado con rojo y algunos toques de morado, la clara demostración que la noche estaba por caer.
El par de novios caminaban por el mirador que se encontraba allí, básicamente haciendo tiempo hasta que llegara la hora de la cena, la cual irían a un restoran escogido por el más alto.
- Haru - le llamó el pelirrojo en un susurro, ganándose la completa atención de este, quien anteriormente estaba perdido en el movimiento de las olas del mar.
- ¿Qué sucede? - le preguntó este.
Rin no contestó nada, solo se limitó a tomar una de las manos del ojiazul, estrechándola fuertemente y mirándole con un brillo peculiar en los ojos, provocando que algo en el interior de su novio se removiera.
- Te amo - le dijo - lo sabes ¿cierto? - sonrió.
- ¿A qué se debe eso? - intentó ignorar la pregunta del pelirrojo. El era el único que podía lograr cambiar de semblante.
- ¿Tu también me amas? - preguntó ilusionado e ignorando olímpicamente la interrogante de su peliazul.
Haru desvió la mirada hacia el mar. Sentía sus mejillas arder horriblemente.
- Por... Por supuesto que te amo, idiota - le respondió este en un murmullo, lo suficientemente alto para que el de dientes afilados lo lograra escuchar.
Rin, quien aun tenía la mano de su novio entre las suyas, se la llevo hasta sus labios, depositando un dulce beso en ella. Haru sintió que su corazón se detuvo por la dulzura del acto que acababa de hacer el pelirrojo.
- Te amo, no lo olvides - le volvió a decir, teniendo aquella mano a centímetros de sus labios - Nunca dudes de lo que puedes provocar en mi. Eres el primero y único.
De un momento a otro, con a la ayuda de aquella mano, tiró hacia su lado, atrayendo el cuerpo del ojiazul hasta el suyo. Cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, paso uno de sus brazos por la cintura de este y con la otra mano le regalo una caricia en su mejilla.
¿Cómo no poder enamorarse de aquel tiburón, si te llevaba a las estrellas con un simple roce de su mano contra tu mejilla, si con los más simples detalles te sentías en el cielo? Lo amaba, lo amaba de la forma que nunca había amado a nadie en su corta vida.
El cielo ya estaba cada vez más oscuro, anunciando ya la hora encaminarse hacia el establecimiento.
-¿Ya nos vamos? - le preguntó Rin, al ver que ya se asomaban unas cuantas estrellas en el firmamento y dándole un corto beso en la punta de la nariz.
Haru asintió con la cabeza y, tomados de la mano, comenzaron a caminar hacia su nuevo destino.

- ¿Cuánto dinero gastaste en todo esto? - fue lo primero que le preguntó el pequeño delfín cuando estuvieron ya instalados en la mesa que había reservado el pelirrojo.
- ¿Eso importa? - trató de restarle importancia el aludido.
El camarero hizo su aparición, entregándoles la carta de platillos, licores y postres. Luego de terminar su cometido, se retiró para seguir con sus deberes.
- No tienen caballa - dijo en un suspiro Haru, luego de que terminó de ojear la carta.
- Estas de broma ¿cierto? - le contestó Rin al escuchar su comentario - Si fuera por cenar caballa habríamos comido en tu casa.
Haru bufo.
El camarero volvió y tomó la orden. Al momento e el que ya se iba a retirar, Rin le llamó para que se acercara y pode decirle algo de forma confidencial, sin que el peliazul escuchara. Este vio que solo asentía y se alejaba, luego de eso, el pelirrojo se excusó diciendo que iba al baño. El peliazul solo pudo mirarlo de forma extraña y un poco desconfiado por el repentino cambio de su novio, mientras que este se levantaba de su lugar, en dirección al supuesto baño.
Al dar la vuelta por una esquina y entrar en un pasillo que había en el lugar, pudo divisar al reciente camarero que los había atendido.
- Lo siento por pedirte esto, pero es importante - se excusó frente al muchacho.
- Descuide, no es una molestia - le contestó este, dándole una amable sonrisa.
- Bueno,a lo que venía - fue directo al grano - necesito que cuando nos traigan la chamagne, coloques esto dentro de la copa de mi pareja - dijo a la vez que sacaba de su chaqueta una pequeña cajita de terciopelo rojo, para luego abrirla y dejar al descubierto un hermoso anillo de oro blanco.
El chico solo pudo abrir los ojo asombrado.
- Ahora lo entiendo todo - comentó sonriendo y mirando al pelirrojo, a la vez que este le entregaba la cajita.
- Por favor, no se te vaya a perder - le advirtió.
- Confíe en mi - le aseguró, mientras se guardaba la cajita carmesí en el bolsillo delantero de su mandil.
- Gracias - agradeció Rin, para luego devolverse hasta la mesa que compartía con su pequeño delfín, la cual se encontraba aislada en un pequeño pero acogedor balcón.

Había pasado cerca de media hora desde que el pelirrojo había hablado con aquel simpático camarero. Los minutos pasaban y este se sentía cada vez más nervioso, como si tuviera un gran nudo en la boca del estómago.
Todo ese tiempo, Haru había estado observando las acciones que hacía su pelirrojo novio. Como golpeaba con los dedos la mesa, como mientras conversaban le temblaba la voz, y que reiteradas veces veía hacia la entrada del balcón, como si esperase algo, o peor aún; a alguien.
- Rin - le llamó este, capturando la atención del aludido.
- ¿Si? - le tembló un poco la voz.
- ¿Se puede saber que te sucede?
El pelirrojo dio un respingo.
- Nada, ¿por qué lo preguntas? - contestó soltando una risa nerviosa y fingía, mientras rascaba la nuca.
En ese momento, apareció por la entrada el camarero, trayendo consigo una bandeja con los platos que pidieron y junto a él, venía una muchacha un poco más baja, manejando un carrito, en la cual traía la champagne y las copas de flauta.
Rin soltó un suspiro aliviado.
El joven colocó los platos correspondientes frente a cada uno, para que luego, la joven que lo acompañaba destapara la botella de alcohol y la vertiera en las copas, dejando sigilosamente el anillo en la copa que seria del ojiazul. Lo sirvieron todo, hicieron una pequeña reverencia y abandonaron el lugar, dejando a la pareja sola.
- Un brindis por el año juntos - propuso Rin al tomar la copa.
Haru tomó la suya y juntos las chocaron suavemente, para luego llevársela a los labios.
Al momento en el que el ojiazul vertió el líquido burbujeante y ambarino en su boca, sintió algo metálico caer dentro, por lo que extrañado, se llevó unos dedos dentro de su cavidad para sacar aquel extraño objeto.
Sorpresa, era la mejor palabra que podría describir la expresión que tenía el peliazul en ese momento.
- ¿Qué es...? - su interrogante quedó a la deriva, al ver que el pelirrojo se colocaba de pie y le quitaba el anillo de las manos.
Una sonrisa se asomó en los labios de este.
- La verdad es que tengo el corazón latiendo a full - confesó Rin a la vez que lo miraba y un brillito se asomaba en sus carmines ojos.
Aunque Haru no lo dijera, se encontraba exactamente igual que él.
- Haruka Nanase - le llamó a la vez que se agachaba frente a él - después de todo este tiempo juntos, de las peleas, de las reconciliaciones, después de todas las experiencias vividas, he decidido dar el paso más importante de mi vida. Más importante que mi sueño de ser nadador olímpico profesional, más importantes que todas las propuestas de reclutamiento del mundo. Y quiero dar ese paso contigo - tomó una gran bocana de aire, para poder al fin decir lo más importante - Haru, ¿aceptarías pasar el resto de tu vida a mi lado?
El pequeño delfín sintió las lágrimas acumularse en sus ojos a la vez que sentía un uso en su garganta, impidiéndole el habla.
- Y bien Haru, ¿aceptas? - volvió a preguntar Rin.
- Acepto.

- Hijo, ¿no quieres pasar la noche aquí? - le preguntó la madre de Haru al pelirrojo - ya se está haciendo tarde y puede ser peligroso.
- Gracias, pero no quiero ser una molestia - le dijo este.
- Para nada mi niño - le contestó, invitándolo a pasar - yo llamaré a tu madre y le diré que te quedarás aquí.
- ¿Y donde dormirá? - le preguntó el delfín a su madre.
- Contigo - se limitó a responder.
- ¿Qué? - intentó protestar este apenado.
- ¿Y de qué te preocupas? Ni que fueras a quedar embarazado - bromeó, soltando una pequeña risa y provocando que el par se sonrojara de golpe. Esto le provocó aun más gracia.
- No comeremos nada - le avisó el peliazul, mientras comenzaba a caminar hacia su cuarto.
- Vaya que están apurados - volvió a bromear.
- ¡Mamá! - le reprochó Haru, entrando a su cuarto junto a Rin y cerrándola fuertemente.
En cuanto cerró la puerta, sintió un par de musculosos brazos rodearle la cintura y unos labios tocarle la oreja, mientras sentía un aliento cálido en ella.
- Deberíamos cobrarle el favor a tu madre ¿no? - susurró de forma sensual, a la vez que lamía el lóbulo de este.
Haru soltó un leve gemido.
El pelirrojo no perdió el tiempo, lo lo que rápidamente lo volteó para quedar frente a frente, y capturando los labios del contario, comenzó a encaminarlo hacia la cama del ojiazul, para luego depositarlo delicadamente en esta.
- ¿Estás seguro de esto? - le cuestionó el ojicarmín, después de colocarse encima de su novio - después aunque me rogues, no me detendré - le advirtió.
- Nadie te detendrá - afirmó el peliazul, mientras se acercaba hasta los labios de contrario.
El beso fue tornándose cada vez más intenso cuando la lengua del ojicarmín comenzó a explorar la lengua de su amante. Sus lenguas rozaban y danzaban, la una con la otra, robándose mutuamente el aliento, inhundando la habitación de ese excitante sonido húmedo.
Mientras sus bocas se exploraban la una con la otra y sus respiraciones se aceleraban cada vez más, las manos del pelirrojo se aventuraron hasta la chaqueta de su novio, desabrochándola y corriendola por sus hombro, para luego lanzarla por alguna parte del cuarto.
La boca del mayor fue viajando desde la boca del peliazul hasta su cuello, donde comenzó a dar pequeñas lamidas y a succionar la piel, ganándose uno que otro suspiro de su novio.
- Rin... - dijo en un suspiro el delfín.
Las manos del aludido viajaron hacia la camiseta del menor, subiéndola de un tirón, dejando al descubierto los semi erectos pezones de este.
Antes de cumplir su cometido, se alejó unos centímetros de aquel delicioso cuerpo, para poder sacarse tanto su chaqueta, como su polera. Su calor corporal comenzaba a ascender, y la ropa no ayudaba micho en estos momentos.
Acercó su boca hasta uno de los pezones de su pareja, comenzando a lamer el contorno de este y luego morderlo levemente, tirando de él y luego succionando.
- ¡Ah! Rin... - gimió el ojiazul, curvando un poco la espalda, provocando que su abdomen chocara con el de su amante, juntando piel con el piel, compartiendo un calor deliciosamente excitante.
Rin solo pudo soltar un gruñido.
Volvió a subir su boca hasta la del ojiazul, dándole otro excitante beso, mientras que sus manos bajaban hasta la pretina del pantalón de aquel. Con su mano extendida comenzó a frotar la parte íntima de este por encima de la tela, notando como este se ponía cada vez más erecto y duro. Lo apretó y Haru soltó un gemido más alto que los anteriores, separándose de aquel beso húmedo.
El pelirrojo comenzó a repartir besos y lamidas desde el cuello del peliazul hasta su pecho, de ida y vuelta, deteniéndose unos momentos en los pezones de este, los cuales ya estaban enrojecidos y erectos, además de un poco hinchados, por la reiterada estimulacion por parte de su novio en aquella zona.
Comenzó a desabrochar los pantalones de este, para luego sacárselos junto a su ropa interior, dejando completamente expuesto a su delfín.
Su mirada se centro en el erecto y húmedo miembro de su amante, mientras que acercaba su mano hasta la base de este y le regalaba unas cuantas caricias. El pelirrojo solo pudo relamerse las labios al ver la escena que le estaba regalando su novio.
- Ngh... Rin... Por favor... - le llamó Haru dificultosamente por la acelerada respiración y mirándole con los ojos aguados de tanto placer.
- ¿Por favor qué? - le respondió el aludido, haciéndose el desentendido, mirándole socarronamente.
- Quiero... Quiero que... - no pudo término la oración, ya que sintió las manos de su novio nuevamente en su miembro - ¡Ah!
- ¿Quieres esto? - le preguntó nuevamente, mientras masajeaba desde la base hasta la punta de su virilidad. Haru volvió a gemir.
- Sí... Ngh... Ah...
- ¿Qué? No te oigo.
- Sí... Quiero... Ngh... Rin... Sí quiero...
- Así me gusta - comentó, para luego acercar su boca hasta la punta de esta, dándole un corto beso, para luego lamer toda la extensión, desde la punta a la base, para luego engullirlo completamente.
- ¡Rin! - exclamó curvando la espalda, provocando que su miembro entrara aun más en la boca de su amante.
- ¿Se siente bien? - preguntó un tanto dificultoso el aludido, por tener la boca un tanto ocupada.
- Sí... Se siente... Muy bien... - respondió el pequeño delfín.
Lamida, mordida, lamida. Era el patrón que repetía el pelirrojo, para luego succionarlo completamente, haciendo que el peliazul soltara más gemidos y suspiros.
- Ngh... Más... Más rápido... ¡Ah! ¡más rápido! - empezó a pedir entre balbuceos el peliazul, moviendo su cadera al compás de la boca de Rin.
Este no dudo en darle en el gusto, y comenzó a mover su cabeza más rápido, succionando aún más su miembro, comenzando a sentir un líquido en la punta de este.
- Rin... Me... Me voy a... - trató de advertirle este, mientras que sus manos viajaron hasta la cabellera rojiza de su novio, tratando de detenerle.
- Vente en mi boca - le ordenó este, succionando aún más.
A los pocos segundos Haru soltó su semilla, llenando la boca de su pareja y manchando un poco su rostro.
Rin lo tragó todo.
- ¿Preparado para lo que viene? - cuestionó a un más jadeante peliazul. Este solo pudo asentir, mirándole completamente sonrojado y agitado, mientras que un hilito de baba corría por la camisura de su boca.
El tiburón acercó tres de sus dedos hasta la jadeante boca de su novio, para que este comenzará a lamerlos de forma erótica y excitante, provocando que este se colocara aun más duro de lo que ya estaba. Tener a Haru a su completa merced, lamiendo sus dedos, y todo jadeante y sonrojado, hacía que se excitara aún más.
Cuando notó que sus dedos estaban lo suficientemente húmedos, los retiró de la boca de la boca de su amante, para luego darle un beso en sus labios y llevar uno de sus dedos hasta la entrada del menor.
- Si te duele me avisas - le comentó mientras sumergía uno de sus dedos dentro de él.
El ojiazul soltó un leve quejido.
- ¿Te duele?
- No - le calmó este - Solo... Se siente... Raro - comentó removiéndose un poco.
Rin comenzó a mover su dedo dentro de él, tratando de dilatar el lugar, para luego meter su segundo dedo, ganándose un suspiro de su novio. Hacía movimientos de tijeras y circulo, expandiendo mucho más el ano de su amante. Finalmente entró un tercero.
- ¿Estás listo? - le preguntó retirando los dedos de su cavidad.
- Sí - confirmó este.
El pelirrojo abrió las piernas del delfín, acomodándose entre ellas y levantando un poco la cadera de este. Se desabrochó sus propios pantalones y bajó un poco sus bóxer, lo suficiente como para dejar expuesto su enorme y erecto miembro. De un momento a otro comenzó a entrar en la cavidad del ojiazul.
- Ahh... Haru - suspiró el ojicarmín, mientras se sumergía aún más adentro.
- Ngh... Rin... ¡Ah! - le seguía el ojiazul, suspirando el nombre de su novio.
Cuando entró completamente, se quedó unos minutos quieto, esperando a que su dulce amante se acostumbrara a la intromisión y disfrutando de la estrechez que este le entregaba.
- Haru... Mm... Eres tan estrecho... - gruñó Rin - ¿Puedo... Puedo moverme ya?
- Ahh... Ngh... Sí... - le concedió el aludido.
Sin perder el tiempo, el pelirrojo comenzó a mover sus caderas lentamente, entrenado aún más en él.
- Ohh... Haru... Mm... Dios... - balbuceaba el pelirrojo al oído de su amante.
- Rin... ¡Ah! Rin... Ngh... oh sí... - le seguía el peliazul - más rápido... Rin ¡más!
El aludido empezó a mover sus caderas aún más rápido, provocando que el roce y choque de piel contra piel fuera aún más excitante y provocador.
En un rápido movimiento, Rin tomó a Haru por las caderas dándose la vuelta, quedándo él recostado y el peliazul sentado sobre él, provocando que su miembro entrará más profundo en su novio.
Una estocada, dos, tres. Se escuchó un fuerte gemido por parte del peliazul. Encontró el punto de mayor excitación de su amante.
- ¡Ahí! - gimió Haru - Rin... Ahí... De nuevo... Ahh...
Las caderas del mayor empezaron a moverse con mayor velocidad, tocando aquel punto reiteradas veces, sacando el mismo resultado.
- Rin... Voy... Me voy a... A venir... - avisó Haru.
El aludido siguió golpeando aquel lugar, mientras acercó su diestra al miembro de su amante, masturbandolo lenta y deliciosamente, provocando que el placer aumentara aún más.
Acercó sus labios junto a los de su tiburón, y en medio de su último beso húmedo, los dos se corrieron, vertiendo sus semillas.
Se separaron jadeantes.
Haru cayó de espaldas hacia la cama y Rin encima suyo. Se taparon con las frazadas y juntos se acomodaron para dormir.
- Te amo - susurró el tiburón.
- Y yo a ti - le respondió el pequeño delfín.


Seis meses después de la propuesta de matrimonio por parte de Rin a su pareja, fijaron la fecha de la boda para ese día. Como en Japón, aun no era legal el matrimonio entre las personas del mismo sexo, tuvieron que viajar a un país extranjero para poder llevar a cabo la boda.
La pequeña capilla en la que se celebraría la ceremonía, estaba adornado con jarrones blancos, los cuales tenían rosas rojas y azules. Los asientos, tenían grandes rosones hechos de cinta blanca con bordes dorados. El lugar estaba repleto de invitados, por parte de la familia Matsuoka como la Nanase y nos amigos de la pareja.
Frente al altar se encontraba el galante novio, vestido con un traje negro, camisa blanca y corbata negra, completamente impecable, sin ningun defecto a la vista.
Nerviosismo, es la palabra perfecta para describir lo que sentía en ese momento Rin, mientras su hermana menor Gou intentaba calmarle.
- ¿Y si se arrepiente? - preguntó nuevamente, siendo esta la décima vez en menos de cinco minutos que preguntaba lo mismo.
- Calmate hermano - le repitió de nuevo la pelirroja, soltándo un suspiro. Nunca en su vida había visto a su hermano mayor tan nervioso e inseguro como en aquel momento.
- Pero, ¿y si se da cuenta que en verdad no quiere pasar toda su vida junto a mí? - dijo asustado, moviendo sus manos nerviosamente y mirando hacia todos lados, mientras se mordía leve mente el labio.
Gou volvió a suspirar.
- Hermano - le llamó esta fuertemente, agarrando su rostro fuerte menta para que el pelirrojo la mirara - Haru te ama, y si no estuviera seguro seguro de su amor, te habría dejado hace mucho tiempo. Así que por favor, ¡saca ese hombre que tienes dentro y deja de pensar estupideces! - le reprochó de forma severa, haciendo que el aludido se quedara sin palabras.
- Gracias Gou - le sonrió, dándole un beso en la frente a su pequeña hermana.
- No hay de que - le respondió sonriendo, volviendo a su típica sonrisa.
Antes de que pudieran seguir hablando, las puertas de la capilla fueron abiertas y la música comenzó a sonar. Gou miró a su hermano y le sonrió, a la vez que le levantaba su dedo pulgar dándole fuerzas y llenado a su lugar, junto a su madre y los hermanos Mikoshiba.
En la entrada se pudo divisar la silueta de Haru, quien venia vestido con un traje completamente blanco, camisa blanca y corbata del mismo color que el traje. En su mano derecha traía un ramo de dos rosas, una roja y otra azul, envueltas en papel crêpe blanco y celofán transparente.
A su lado, venía su madre, vestida con un traje de dos piezas color crema, luciendo una gran sonrisa.
Junto comenzaron a caminar hasta el novio. Los corazones de Rin y Haru latían en sincronía, ambos nerviosos por el gran paso que iban a dar. Sabían que iba a ser difícil, pero no imposible.
Cuando los tres se encontraron, la madre del delfín le entregó su hijo a Rin.
- Mi niño, por favor cuida de él - habló ella - te estoy confiando mi vida. Que sean muy felices juntos - terminó de decir, para luego darles un beso en la frente a cada uno. Luego de eso, se fue a lo que sería su lugar junto a su futuro esposo.
La pareja se miró y juntos caminaron hasta el altar, donde se encontraba el sacerdote.
La boda había comenzado.

- Ahora es el momento de los votos - habló el sacerdote.
Gou, quien era la encargada de los anillos, se acercó a ellos llevando la almohadita entre sus manos.
Rin sacó el anillo de Haru tomándolo entre sus dedos, para luego tomar la mano derecha de su prometido.
- Desde que te conocí sentí una especie de atracción hacia ti - comenzó halando - tu mirada y tu actitud indiferente me hacían desear cada vez mas compartir experiencias contigo. Aun siendo tan solo un niño, quería compartir un montón de momentos juntos, mostrarte y hacerte experimentar cosas que nadie había provocado en ti. Al principio fue difícil. Ponías una muralla frente a mi, que me hacia imposible poder acercarme, pero creo haber destruido aquella fortaleza - rió dulcemente - a pesar de irme al extranjero, de estar a un mar de distancia, no podía olvidarme de ti, en cambio, todos los días que veía el mar me acordaba de ti, y sacaba fuerzas para seguir, porque sabia que tu estabas al otro lado. Aun siendo un niño, me enamoré de ti. Por eso yo, Rin Matsuoka, frente a todos nuestros seres queridos, te profeso mi amor, aceptando cuidarte, protegerte y amarte por toda la eternidad - finalizó colocando el anillo en el dedo de Haru y dándole un corto beso en este.
Era el turno de Nanase.
- Bueno, tu sabes que no soy de muchas palabras, pero veremos que sale - le advirtió este, tomándo el anillo que quedaba en la almohada - no te voy a negar que al principio me resultabas un chico demaciado cargante - dijo, para luego mirarlo - pero después de todo, había confundido mis sentimientos. Te conocí y me di cuenta que eras una persona que luchaba y disfrutaba de las cosas que le gustaban, que la meta que te imponías la cumplías, y eso hizo que mi mundo diera un giro. Tu, un completo desconocido, llegaste para mostrarme cosas que nunca me imaginé ver. Me enseñaste a ver el agua con otros ojos. Me hiciste querer y necesitar nadar contigo, me hiciste dar cuenta en realidad que en realidad para quien nado es para ti. Por eso yo, Haruka Nanase, te juro que estaré por siempre contigo, te cuidare y amaré por sobre todas las cosas - terminó, colocando el anillo en su lugar y regalandole una pequeña sonrisa a su pelirrojo.
- Tu, Rin Matsuoka, ¿aceptas a Haruka Nanase como tu esposo? - habló el sacerdote.
- Acepto - dijo el aludido, sonriendo dulcemente.
- Y tu Haruka Nanase, ¿aceptas a Rin Matsuoka como tu esposo? - repitió esta vez mirando al peliazul.
- Acepto - confirmó este.
- Con el poder que me confiere la Iglesia, los declaro recién casados. Pueden besarse - terminó de decir, cerrando la pequeña biblia que tenía entre sus manos y mirando dulcemente al par de recién casados.
Rin tomó de la cintura a su ahora esposo, lo acercó a su cuerpo y le regaló un beso cargado de amor y cariño, el cual fue correspondido por el otro.
La capilla estalló en aplausos y felicitaciones para la pareja. Los cuales después del beso, se tomaron de las manos y salieron del lugar, seguidos por sus familiares y amigos.
- ¡El ramo! - gritó Nagisa, quien se encontraba junto a su pareja Rei y sus amigos Makoto y Kisumi.
- ¿Es necesario hacer esto? - preguntó avergonzado el ojiazul.
- Por supuesto, amor - le respondió el tiburón.
Haru se puso de espaldas a la muchedumbre, que se había reunido para el lanzamiento del ramo y comenzaron a contar.
- ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! - y el ramo salió volando por los aires, cayendo en las manos menos esperadas.
- ¡¿Gou?! - gritó sorprendido Rin, viendo como su hermana pequeña tenía el ramo entre sus manos.
- ¡Gou-chan! - gritaron también el par de hermanos Mikoshiba, provocando que un aura oscura envolviera al pelirrojo y que instintivamente quisiera salir corriendo hacia el par de hermanos.
Si no fuera porque su esposo lo tomó de la mano, aquel matrimonio se habría convertido en un funeral doble,
Se subieron al auto descapotable negro que se encontraba en las afueras de la Iglesia y se despidieron de todo mundo.
Su vida de casados recién comenzaba.


- ¿Te acuerdas de la última vez que estuvimos aquí? - se escuchó preguntar el pelirrojo a su esposo. Ambos estaban en el tirados, el ismo que visitaron la tarde que Rin le propuso matrimonio.
- A pesar de que ya han pasado cinco años, yo ha cambiado nada - comentó el ojiazul, mientras miraba el pequeño bultito que tenía entre sus manos.
- Ese día te propuse matrimonio y te hice el amor por primera vez - le susurró Rin, mientras pasaba uno de sus brazos por la cintura de su esposo, atrayendolo a su cuerpo.
- Callate. Lo que dijo mi madre no fue muy alentador que digamos - desvió la mirada apenado.
- Eso fue un visto bueno para lo que te hice esa noche - comentó burlón - igual que se equivocó con eso de que no podías quedar embarazado. Después de cinco años, me diste un hermoso regalo - le besó las frente, mientras que bajaba la mirada hacia la pequeña criatura que se encontraba en los brazos de su esposo.
Aquella criatura que se encontraba dormida entre los brazos de Haru, fue nacida gracias a un milagro, el mejor milagro que le pudieron haber dado a esta pareja, tenía los cabellos rojizos y los ojos azulados. La combinación de sus dos padres.
- ¿Te acuerdas de la promesa del día de nuestra boda? - volvió a interrogar Rin.
- ¿La de querer matar a los Mikoshiba? - bromeó Haru.
- Ni me lo recuerdes - le advirtió el pelirrojo, desviando la mirada - te hablo de lo de la de mis votos...
- La de amarme...
- Por toda la eternidad.
Completó, mirándole amorosamente, para luego acercarse a él y darle un dulce beso, siendo correspondido por el menor.
El beso fue interrumpido por el leve gimoteo de la pequeña que se encontraba entre sus brazos. Sonrientes, miraron a la emisora de aquel sonido y vieron que esta había despertado, mostrando sus hermosos ojos zafiro.
Esta es la historia de como una pareja que, a pesar de todas las dificultades que vivieron en un principio, de las confusiones que habían al comienzo respecto a sus sentimientos, pudieron finalmente terminar juntos, viviendo su propia historia de amor, jurándose el uno al otro...
Amarse por toda la eternidad.

Notas finales:

Si les gusto dejen un comentario :DD sus opiniones me dan animos para vivir y seguir escribiendo (? kasjdkasjdkasdj 

Los hamo..! *-* gracias por leer :33

 

*y pasen a darle mg a la pag plz .3. <3*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).