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El fantasma de White City por Angeline Victoria Schmid

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Notas del capitulo:

Sí, he tardado muchísimo (y muchísimo más de lo esperado, además). Sí, tengo excusas, pero creo que no vale la pena que llene este espacio con excusas y os aburra con ellas.

Al día siguiente, nada más despertarse Law empezó a besar los labios de su pareja. El pelirrojo aún dormía, pero él sabía como hacer que despertara con suavidad y contento, sin su mal humor habitual. Pronto, los labios de Kid empezaron a moverse junto los suyos, y sus brazos le rodearon con fuerza. El ojigrís podía sentir con claridad la cálida piel del mayor acariciándole la espalda, pero también el peso del metal frío sobre su cuerpo. Estaba claro que incluso medio adormilado y con las atenciones que recibía, al pelirrojo le era imposible olvidarse de su brazo.


Pero Law le regalaría el dulce sabor de la venganza y aunque no pudiera hacer que olvidara lo ocurrido, estaría siempre junto a él para darle su apoyo, demostrándole que era igual de valioso con ese brazo metálico que con ambos brazos de carne y hueso.


Cuando estuvo totalmente despierto, se fijó en el rostro del mayor. Como siempre, parecía no tener intenciones de explicarle como se sentía, lo de la tarde anterior había sido un milagro y seguramente se debía única y exclusivamente a la influencia de Cora-san, pero su cara decía claramente 'mímame'. Por su parte, quería tocarlo y ser tocado por él, pero entendía que eso no era lo que necesitaba su novio ahora mismo. Lo que debía hacer ahora era mostrarle su amor con palabras o hechos, ya tendrían tiempo para sexo una vez todo aquello terminara.


- Estás rojo - Comentó Law con una triste risa que le llenó los oídos -. ¿Por qué?


- Porqué - Se dio cuenta entonces de que aunque el moreno estaba de humor para reírse no se trataba de la suave risa de siempre -... Bueno, estaba pensando en lo mucho que te amo.


- Y-Yo también te amo - Respondió al cabo de unos segundos, sonrojándose él también.


- Sé que para ti es difícil decirlo - Le cogió la mano para dejarla sobre su mejilla -. Pero en las pocas ocasiones que oigo esas cuatro palabras me haces muy feliz. Quiero estar contigo siempre, Law. Quiero darte todo el amor y cariño que te mereces, estar contigo en las buenas y en las malas. Estar ahí cuando necesites reírte o cuando necesites llorar - Hizo una breve pausa -. Y sabes que no volveré a reírme si lloras. Ahora sé que tus lágrimas no te hacen débil, simplemente muestran a alguien que ha sufrido en silencio durante demasiado tiempo, y eso es porque eres fuerte.


- Eustass-ya - El mayor apartó la vista avergonzado -... Sabes lo difícil que es para mí hablar de estos temas - Volvió a mirarlo, y esta vez pudo ver su reflejo en los ojos ambarinos que lo observaban prácticamente con devoción -, pero esto no significa que no sienta lo mismo que tú. Simplemente... Es muy difícil para mí. Es como si hubiera encerrado mis propios sentimientos en un bote y después lo hubiera escondido en lo más hondo de mi corazón, lejos de todas las miradas.


- Lo sé - Respondió con una diminuta sonrisa -... Ojalá pudiera quedarme aquí para siempre, pero creo que ambos tenemos cosas que hacer.


***


Sentía el haber dejado a su pareja de esa forma, pero tenía prisa. Su sed de venganza era tan grande que no podía esperar a nada más. Pero aun así, por algún motivo, se quedó plantado frente a la puerta que le separaba del prisionero durante unos minutos que se le hicieron eternos. ¿Qué le diría? ¿Con qué palabras acusadoras se burlaría de él esta vez? Ya podía imaginar lo que le diría, que Law era un cobarde que le enviaba a él en su lugar. No debía ni podía dejarse llevar por el odio. No había hecho una promesa, pero era consciente de que aquella muerte pertenecía al moreno y debía respetarlo, de lo contrario nunca se lo perdonaría. Inspiró en gran profundidad y soltó todo el aire lentamente antes de abrir la puerta con fuerza.


La puerta chirrió haciendo que el peliazul levantara la vista. Seguramente no podía distinguir claramente la silueta que se recortaba contra la poca luz que entraba a través de la puerta. La celda era oscura, probablemente la más oscura de toda la mazmorra, y también la más aislada. Nadie oiría los gritos de horror del prisionero. Aquello era lo mejor del palacio de Dressrosa. Hacía sólo unos pocos años que Doflamingo había decidido volver a ocupar el trono de aquella isla, liberando a todos sus habitantes de la miseria y devolviéndoles la alegría a cambio de la vida de los Tontatta. Sus métodos no eran muy ortodoxos  pero ¿quién era él para discutirlos? Era un pirata. Si hubiera querido ser el rey de una isla probablemente sus métodos tampoco habrían sido honestos. Se aclaró la garganta para alejar esos pensamientos de su mente y centrarse en lo que había ido a hacer.


Tal y como le habían recomendado, llevaba una vela y una caja de cerillas en el bolsillo. Además de usarla para iluminar la estancia y encontrar el candelabro se le ocurrían unas cuantas cosas que podía hacer con aquellos objetos.


Una vez hubo encontrado el candelabro en cuestión y dispuso de algo de luz, se apoyó en la pared. ¿Por dónde podría empezar? Era una decisión difícil, sobretodo teniendo en cuenta que no podía permitir que se le fuera la mano y Ren muriera. Lo observó detenidamente, al igual que hacía el otro hombre. Llevaba tantas horas atado con kairouseki que ni siquiera era capaz de hablar. Mejor.


Si tuviera hijos, se los haría comer. Pero por desgracia, hasta donde él sabía, el hombre era soltero. Se fijó entonces en las mesas que había pegadas a las 4 paredes. Estaba claro que esa sala se había utilizado con ese fin más de una vez, porque en las mesas había distintos artilugios que Kid no sabía para que servían, pero decían claramente que eran objetos a los que temer. En una vitrina, de hecho, podían reconocerse algunas herramientas usadas muchos siglos atrás, seguramente en los inicios del Gobierno Mundial o incluso antes.


Cogió un cuchillo y se acercó lentamente al hombre, en silencio. No tenía intención de romper la tensión del ambiente con sus palabras. Quería que, si el prisionero era capaz de gritar, lo hiciera, que rompiera aquel silencio aterrador que les envolvía con sus gritos de horror.


De haber tenido perros hambrientos, los habría soltado para que devoraran el último recuerdo del pasado de su pareja. Pero el capitán no tenía perros. Tenía que conformarse con aquel cuchillo que ahora sujetaba con su mano metálica. El peliazul iba a ser su sujeto de pruebas. Antes de volver a navegar por el Nuevo Mundo, debía asegurarse de que el brazo que él mismo había diseñado era tan bueno o incluso mejor que el de verdad. No dudaba de su fuerza, aunque se moría por comprobar que ocurriría si colocaba algo de kairouseki sobre el metal. Estaba atrayendo el metal constantemente gracias a su Akuma no Mi pero, ¿dejaría ésta de funcionar si había algo de kairouseki pegado al hierro? Era un misterio, pues el metal no estaba tocando realmente su cuerpo. Sólo para comprobarlo, cogió el cuchillo con la otra mano y rozó aquel odioso metal marino con uno de sus dedos metálicos. No notó el cansancio habitual, así que sólo le quedaba comprobarlo con un mayor contacto.


Pero ahora debía ocuparse del prisionero, sino su moreno podría hartarse de esperar e ir a ver qué ocurría. Empuñando el cuchillo con el brazo metálico una vez más, acercó la hoja a la mano del hombre leopardo con cuidado, como si pretendiera acariciarle con el filo, salvo que no fue una caricia lo que el hombre recibió, sino que cortó la piel como si de un filete se tratara, dejando expuesta la carne viva. Era una lástima que la luz no fuera suficiente como para distinguir todos los colores: el rojo del músculo, las gotitas de sangre que escapaban de los capilares que Kid había cortado, el blanco de los tendones, las venas flexibles y las arterias aun latiendo. A pesar de que Ren no gritó, el pelirrojo era consciente que no tardaría mucho en estar suplicando que le matara. Ese pensamiento le hizo sonreír y, aunque en parte le apenaba pensar que el peliazul no moriría en sus manos, saber que ese momento tardaría aún unas horas en llegar le proporcionaba cierto placer.


***


Cuando Law entró en la habitación, su primera reacción fue maldecir a su pareja. Era cierto que el pelirrojo no le había prometido que encontraría a su tío vivo, pero había esperado que fuera algo más cuidadoso. Al menos lo suficiente como para que la actuación del cirujano fuera necesaria para que el hombre muriera. Con las heridas que tenía, si se hubiera entretenido sólo media hora, lo que habría encontrado habría sido un cadáver.


- Verás, lo cierto es que pretendía matarte yo mismo..., pero es evidente que eso no será necesario - Sonrió tétricamente -. Podría terminar con tu sufrimiento aquí y ahora, pero - Se puso en cuclillas frente a él, acercándole el candelabro a la cara para verle bien -... Resulta que quiero verte sufrir, así que sólo esperaré mientras disfruto de tu dulce agonía...


El prisionero no respondió, estaba en demasiado mal estado. Parte de la lengua reposaba inmóvil en el suelo, junto a más de la mitad de los dientes y algunos tirones de piel que Kid le había arrancado. Le observó el brazo, lleno de cortes y, a juzgar por el ritmo pulsátil al que salía la sangre, uno había dado de lleno en la arteria. Era una lástima que no fuera a tener tiempo suficiente como para que la herida se infectara, al moreno le habría encantado amputarle el brazo en carne viva para que pudiera sentir con creces el dolor de Kid.


 


FIN

Notas finales:

Sé que ha sido muy breve, y de echo había pensado publicar también las vacaciones de Kid y Law, pero como al final decidí que esto iba a ser una serie, tanto ese fragmento como todo aquello que queda por resolver en el fic saldrá en la próxima parte.


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