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El fantasma de White City por Angeline Victoria Schmid

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Notas del capitulo:

Tengo excusa para haber tardado tanto, pero es tan patética que mejor no os la digo. Espero que os guste este capítulo, no sé si es el más largo, porque el primero también fue más largo de lo que suelen ser los capítulos, pero me gusta. Lo malo es que el final del capítulo me da mucha sensación de final de fic, PERO NO ES EL FINAL, aún queda un poco, aunque nos acercamos al desenlace (creo).

A pesar del rato que había pasado desde que la tripulación lo había dejado solo y que él se había levantado y decidido a abandonar la enfermería, aún no había abierto la puerta que lo llevaría hasta el prisionero.


Sabía que, atado como estaba con kairouseki, no era rival para él. Podría vencerle incluso con un brazo. Qué triste era que necesitara que la otra persona estuviera aprisionada con cadenas de ese horrible mineral para que él pudiera hacerle algún daño.


Finalmente, abrió la escotilla que hacía de puerta. El escenario era tal y como esperaba: el prisionero, en el centro de la sala totalmente vacía, tirado en el suelo sin posibilidad de quitarse las ataduras. No lo saludó, pero una risa áspera y cargada de malicia sí lo hizo en cuanto llegó bajo la lámpara.


- Así que envían a un tullido a vigilarme… - Dijo el propietario de dicha risa con sorna -. Supongo que es lo único para lo que sirves.


Kid respiró profundamente y cerró los ojos, intentando controlar por una vez ese carácter suyo tan impulsivo. Lo querían vivo, eso lo recordaba.


- Oh, es cierto… Eso – Continuó el peliazul -, lo hice yo.


El silencio que siguió a esas palabras se rompió únicamente cuando el pelirrojo dio unos pasos hacia atrás, creyendo que así conseguiría ignorarle mejor.


- Y dime, chico… ¿Has conseguido que ese monstruo volviera contigo? – Se aventuró a preguntar, su risa volviendo a llenar la habitación.


El hombre tuvo suerte de no ver la expresión que cruzó la cara del pirata cuando le hizo esa pregunta. Esa pregunta se le había clavado como miles de agujas en el corazón, desgarrándoselo. Si le hubiera visto el rostro, habría dejado de reír, y habría sentido como todo el aire que los rodeaba y llenaba la estancia los abandonaba dejando nada más que vacío.


No le vio la cara hasta que no lo tuvo a escasos centímetros del rostro, por eso se sorprendió cuando el brazo de Kid tiró de su hombro, levantándole del suelo. Y aun así volvió a reírse.


Porque el brazo izquierdo del menor no le golpeó la cara.


Y como consecuencia, esa mano soltó ese agarre tan fuerte que tenía. Y los ojos ambarinos del joven capitán se clavaron en el muñón que ahora era su brazo, regresando repentinamente a la realidad.


Pero de alguna manera, esa risa consiguió que algo se moviera en el interior del pelirrojo. Aquello con lo que había pretendido hundirlo hirió gravemente su orgullo. Pero la herida era tan grande que le infundió el valor y la fuerza suficientes como para superarse a si mismo.


Law había dicho que un yonko también había perdido un brazo.


Era cierto, con un brazo aún podía hacer mucho daño.


Especialmente teniendo en cuenta el material del que estaban hechas las paredes.


Sin dudar, se valió de toda su fuerza para volver a agarrar al peliazul por el hombro y estamparlo contra la pared. Sabía que no moriría por ese golpe, pero no se conformaba sólo con uno, así que siguió golpeándolo hasta dejarlo inconsciente.


No le importó mancharse la mano de sangre.


***


Como siempre que tenían una misión, Buffalo volaba y Baby 5 viajaba sobre él. Ese viaje en concreto era muy importante, Doffy lo había dejado muy claro cuando había hablado con ella, y el hecho de que no hubiera rebelado todos los detalles lo confirmaba. Eso era, sin duda, la pieza de un rompecabezas mucho más grande. Además nadie sabía dónde iban. Era tan secreto como la misión de Vergo hacía más de 10 años.


- ¡Buffalo! ¡Baby 5! – Los llamó Doflamingo una vez Law y los demás hubieron partido -. Tenéis una misión de vital importancia para la Familia.


- ¿Me necesitas? – Preguntó Baby 5 con apariencia feliz, como siempre que se sentía necesitada por alguien.


- Claro, claro… - Contestó Doffy con su sonrisa habitual -. Veréis… Necesito que no habléis con nadie de esto, pero debéis viajar a la Tierra Sagrada de Mariejois y…


Baby 5 no cabía en si de alegría, el voto de confianza que le había dado el rubio era increíble y la llenaba de orgullo y satisfacción.


***


¡Eustass-ya! – Exclamó Law en cuanto lo vio.


El pelirrojo no pareció moverse, así que fue el moreno quien le apartó el brazo de la cara, comprobó que la sangre que lo cubría no era suya y empezó a limpiarlo metódicamente.


- ¡Penguin! ¡Comprueba que el prisionero sigue con vida! – Ordenó enseguida. Sabía que Kid era impulsivo, pero esperaba que al menos hubiera podido respetar esa petición.


Cuando estuvo limpio, el brazo de Kid se movió para agarrar el abrigo del cirujano y acercarlo a él, presionando los labios contra los suyos, abriéndolos para que su lengua pudiera adentrarse en la boca del moreno.


No le fue muy difícil, pues Law, sorprendido, había abierto la boca, dejando que el otro lo invadiera. No tardó mucho en reaccionar, cerrando los ojos y enredando ambas lenguas en una dura lucha para someter a la otra.


La mano blanquecina de Kid tiró un poco del abrigo del mayor, que no tardó en ayudarlo dejando caer el abrigo en el suelo y dejando su piel tostada a la vista.


El pelirrojo no necesitaba ver el tatuaje de su espalda para poder acariciar esas líneas negras, se lo sabía de memoria. Y también sabía que el tacto sobre esas marcas relajaba al mayor. Era algo que no había tardado mucho en descubrir.


Las manos del joven médico se enredaron en los cabellos del ambarino, tirando un poco mientras no dejaba de besarlo apasionadamente. Era evidente que, al no poder dejarlo marchar en cuanto estuvo recuperado, había mostrado que seguía albergando sentimientos hacia el menor, y quizá éste lo había notado. O quizás, como hacía siempre, éste sólo se había movido impulsivamente sin pararse a pensar en los resultados de sus acciones. No importaba cual de las dos opciones fuera la correcta, lo único que importaba era que se estaba dejando arrastrar por alguien que se había atrevido a llamarlo débil. Pero tenía un pequeño plan de venganza.


Una mano tostada empezó a descender por el níveo torso desnudo del otro sin pararse ni siquiera para pellizcar uno de sus pezones como realmente le apetecía hacer y no paró hasta que no llegó a la bragueta, que abrió rápidamente dejando caer los pantalones al suelo.


Se apartó un poco del ambarino, viéndolo desnudo por primera vez en demasiado tiempo, sintiendo como su miembro reaccionaba rápidamente ante esa visión. Como si los besos no hubieran empezado a despertarlo antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando.


Tiró de su mano y lo llevó hasta la camilla con su sonrisa ladina habitual, como si nada hubiera cambiado. Como si Kid no le hubiera dedicado aquellas palabras horribles hacía tan solo unas pocas semanas.


Como el pelirrojo no podía apoyarse bien, fue él el que se colocó debajo, dejando que el ojigrís se sentara a horcajadas sobre él. Eso seguía gustándole. Acercó la cara del mayor a la suya con su única mano, jadeando en sus labios cuando sintió que, ahora sí, le pellizcaba ambos pezones a la vez.


Desde su posición, vio perfectamente como el moreno se bajaba los pantalones y la ropa interior sensualmente y, sin dejar de mirarle a los ojos, dejaba caer la ropa por algún sitio.


Una vez volvió a estar sobre él, el mayor volvió a besarle y, aprovechando que el ambarino tenía los ojos cerrados, le cogió la mano con suavidad y lo ató a la camilla con una cadena.


- ¡Hijo de puta! – Bramó Kid -. ¡Suéltame!


Ni siquiera era kairouseki, pero parecía que el pelirrojo no se había dado cuenta. Mejor para él. Estaba seguro de que no le costaría romper el cabezal de la camilla de un tirón, pero si creía que se trataba de kairouseki, quizás no lo intentaría y podría seguir con su propósito.


Ignorando sus quejas, sonrió ladino una vez más y dejó un casto beso sobre sus labios. Después, se dedicó a dejar un camino de besos hasta su cintura y, allí, dejó un lametón. Lo miró a los ojos con lujuria durante unos segundos: era hora de jugar. Su dedo índice trazó las líneas que delineaban el exterior de sus abdominales bajando cada vez más despacio mientras su boca se acercaba peligrosamente a su miembro. Podría haberlo rozado con los labios, pero no lo hizo, se limitó a respirar sobre él sólo para torturarle un poco. Sabía perfectamente qué estaba pasando por la mente de Kid en ese momento, y notaba su mirada de puro odio clavándose en su nuca. Obviamente, el pelirrojo dio un tirón de la cadena, y no rompió el cabezal de milagro, aunque eso significaba que ya se había dado cuenta de que no estaba tan cansado como se suponía que debía estar y, por lo tanto, ya había notado que no era kairouseki.


Eso significaba que debía darse un poco de prisa.


Mientras su mano se paseaba medio despistada por su ingle, sacó la lengua para lamerle la punta con suavidad. El movimiento de caderas del menor le decía a gritos que eso no era suficiente, que no tenía ni para empezar. Cedería un poco, pero sólo porque le convenía para lo que tenía en mente.


Sin dudar, se lo metió entero en la boca, mientras un ya no tan despistado dedo bajaba hasta la entrada del pelirrojo. Fue instantáneo, la tensión se hizo palpable de inmediatio, y un fuerte estruendo le anunció que, ahora sí, el menor había roto el cabezal de la camilla. Levantó la vista y lo que vio en los ojos del ambarino no le gustó en absoluto.


Era muy diferente a lo que había imaginado.


Esperaba verlo tenso, sí, pero esperaba convencerle de que le gustaría y que dejaría que se lo hiciera al menos una vez, para probarlo.


Pero lo que vio fue un atisbo de debilidad. Miedo. Inseguridad.


Y no quería que Kid sintiera esas cosas a su lado.


Gateó por la cama hasta que su cara estuvo a la altura de la del pelirrojo.


- Eustass-ya, no voy a obligarte a hacer algo que no quieres. – Le dio un corto beso en los labios -. Pero te prometo que haría que te gustara.


- Podrías hacerlo si quisieras. – Respondió el menor llevándose la mano al muñón -. Como ahora sólo tengo…


- No digas gilipolleces. – Lo cortó el ojigrís, acariciando el muñón con cuidado y dando un beso justo donde la cicatriz quirúrgica se cerraba -. No te das cuenta, ¿verdad?


El cirujano se quedó sentado unos segundos sobre él mientras lo miraba con expresión triste, ni rastro de la sonrisa ladina que hacía pocos minutos había tenido en la cara, pero enseguida se levantó y empezó a vestirse. Ya tenía los pantalones puestos cuando la calidez de un brazo lo abrazó desde atrás.


- Pues si no me doy cuenta, explícamelo para que pueda entenderlo. – Dijo el propietario del brazo.


- No me des órdenes. – Respondió Law, pero la sonrisa ladina ya había vuelto a su rostro.


Le gustaba así, orgulloso e impulsivo. El brazo del ambarino bajó por los abdominales del mayor hasta llegar a su bragueta, pero soltó un bufido de frustración cuando no fue capaz de abrirla con una sola mano.


- Podías hacer eso sólo con la boca, Eustass-ya, no sé porqué no ibas a poder con una sola mano. – Dijo el ojigrís apretando su mano en un gesto de confortación para que no retirara la suya.


Le costó un poco, pero al final lo consiguió. Totalmente desnudo, el moreno se agachó ante él y le besó el glande, obligándole a soltar un jadeo. Kid quería más, por lo que le cogió el pelo para acercarle la cara a su polla, pero enseguida abandonó el agarre para acariciarle la mejilla con suavidad. Sabía lo que el mayor pensaba sobre arrodillarse, y no quería alimentar esa opinión. No se le había pasado por alto que tras tantas veces que habían tenido sexo, aquella era la primera vez que se ponía de rodillas en el suelo. Vio el sonrojo en su rostro, fruto de la excitación y de los más que probables pensamientos que le rondaban la cabeza acerca de lo vergonzoso que era su posición en ese momento.


Su mano abandonó la mejilla para cogerle una mano en señal de cariño, no queriendo presionarlo. Le era muy difícil controlar sus caderas mientras los labios y la lengua de Law recorrían su miembro de arriba abajo, pero debía ser paciente y dejar el impulso de lado por una vez. Pero fue imposible cuando, al igual que tan solo unos minutos atrás, el cirujano se metió la polla entera en la boca sin dejar de mover la lengua sobre la punta. Excitado como estaba, no iba a aguantar mucho, y los incesantes gemidos lo demostraban. Pero no era allí dónde quería acabar.


Fue a protestar cuando el mayor agarró con fuerza la base de su miembro y se lo sacó de la boca, pero cambió de opinión enseguida, porque el moreno, con los vaqueros en los tobillos, se dobló sobre la camilla dejando su trasero totalmente expuesto a la vista. El ronroneo del  menor le hizo sonreír.


Kid se acercó a él y estiró la mano hacia su cadera, acariciándola con lentitud antes de pellizcarle la nalga con fuerza, probablemente dejando una pequeña marca rojiza. El cirujano había empezado a echar de menos ese tipo de marcas, pero no tanto como las que el carmín dejaba sobre sus labios, cuello, hombros y clavículas. Un dedo empezó a rodear su entrada en círculos como había hecho tantas veces haciéndole jadear de anticipación. Su cuerpo se movió buscando que ese dedo entrara en su cuerpo de una vez, sabiendo que, tras tantas semanas, sería horrible si dejaba que le metiera la polla sin preparación.


Por una vez, el pelirrojo decidió comportarse reflexivamente y dejar sus impulsos a un lado, pues lo que menos le apetecía era fastidiar el polvo por ir con prisas. Haría las cosas bien, y la espera valdría la pena. Además, le encantaba verle retorcerse de placer bajo sus atenciones, fueran cuales fueran.


El moreno gimió en cuanto notó la invasión que suponía aquel dedo, pero se movió contra él intentando profundizar esa intrusión, facilitando así que el menor encontrara la próstata. Eso lo hizo gemir.


- No puedo más, lo siento… - Le susurró el pelirrojo al oído, y entonces ese dedo salió de su cuerpo para dejar paso a su polla.


- ¡K-Kid! – Gimió el médico en respuesta, moviéndose a mayor velocidad, siguiendo el ritmo de las certeras embestidas del ambarino.


Era incómodo hacerlo en esa postura, pero en el fondo el pelirrojo sabía porqué el mayor se había colocado de esa forma: era de las pocas posturas en las que podía acariciarle y a la vez estar sobre él, porque no tenía que estar usando el brazo para apoyarse.


Se recostó un poco para besarle el cuello y el hombro, pero no hubo marcas de carmín. Ahora tenía que elegir si seguir besándole o si masturbarle, pero con un solo brazo no podía hacer las dos cosas a la vez. Se sintió patético por un momento y eso le hizo aminorar el ritmo de las embestidas, pero enseguida encontró una solución. Cogió la propia mano del moreno y la llevó hasta su miembro, acompañándola mientras se masturbaba al mismo ritmo que el de sus caderas durante unos momentos hasta que volvió a usar el brazo para apoyarse y seguir besándolo.


Law debió cambiar de mano en algún momento, porque de repente sintió la mano con la que había estado masturbándose sobre la suya, pero a la vez podía sentir como el ritmo de los movimientos de las caderas del moreno se volvía cada vez más errático y como el calor de sus paredes se estrechaba a su alrededor, arrastrándolo a él mismo hasta el orgasmo.


Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no dejar caer todo el peso sobre él, saliendo de su interior con cuidado y apoyando la frente sobre sus manos unidas. Las piernas le temblaban como un flan. No podía negar lo mucho que le había echado de menos.


Se alejó un par de pasos cuando vio como bajo su frente unos dedos tostados tamboriteaban sobre su mano, lo vio subirse a la camilla y después dar unos golpecitos sobre ella para que subiera él también. Se tumbaron juntos abrazándose en silencio.


- Sobre… Sobre tus padres… - El ambarino tragó saliva, no sabía ni como sacar el tema y no le había quedado más remedio que ir al grano -. No creo que seas débil.


- ¿Entonces por qué lo dijiste? – Preguntó el mayor dándole la espalda, no quería mirarle a la cara mientras hablaban sobre esa discusión.


- Yo no… - Empezó a decir, pero terminó callando.


- ¿Tú no qué? – El moreno se incorporó un poco, apoyando la espalda en los restos del cabezal de la camilla, mirándole fijamente.


- No creo que… - Suspiró una vez más, eso era más difícil de lo que había creído, y más con esos ojos grises escrutándolo como si pudieran ver a través de su alma -. No creo que pueda entender el dolor de alguien que ha perdido a sus padres.


Hizo una pausa esperando que el mayor le respondiera, pero al no hacerlo decidió tomárselo como que esperaba que siguiera hablando.


- La persona de quién mi madre se quedó embarazada… - Hizo una pausa en la que se rió un poco de si mismo, era increíble que tras tantos años siguiera sin ser capaz de referirse a ese hombre como su padre, pero nunca le había visto como tal, ni siquiera lo conocía, pero cuando volvió a hablar no pudo parar -. No sé que aspecto tenía, porque nunca le vi. Era un violador. Por supuesto yo no era un niño deseado, mi madre se volvió loca y tuvieron que encerrarla en un manicomio. A veces iba a verla con mis abuelos, pero eso la perturbaba porque… Bueno, me parezco a él. Al final se volvió loca del todo y se suicidó cuando yo tenía 3 años, pero a mí me dijeron que se había marchado a vivir fuera. Era muy pequeño, no era muy consciente de lo que pasaba.


Law siguió sin hablar, pero esta vez lo abrazó con mucha más fuerza que antes, estrechándolo contra él y no dejando que se moviera hasta que decidió colocarse sobre él y empezar a besarle tirando de sus labios con los dientes, intentando distraerle de esos pensamientos, aunque no tuvo mucho éxito. Era la primera vez que el menor no mostraba ese tipo de interés por él, por lo que se deja caer sobre su cuerpo y se distrae acariciándole el pelo, colocando un mechón aquí y allá, intentando que la tensión creciente entre ellos no aumente aun más,


- Al menos el brazo ya no me molesta cuando me tumbo de lado. – Dijo el pelirrojo en un intento de romper el hielo


- Sobre eso… Tengo algo que podría irte bien. - Hizo amago de levantarse, pero el menor se lo impidió.


- No te vayas. – Le pidió ocultándose la cara con su brazo -. No me dejes otra vez.


- No, no lo haré. – Respondió el moreno, con los ojos muy abiertos por la sorpresa pero abrazándole incluso con más fuerza que antes -. ¿Me amas?


- Te amo.

Notas finales:

¿Me merezco algún review? :D


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