Tú x Yo x Él
“Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al que muere de sed”
Ovidio
Sobre las oscuras aguas del nuevo mundo, se podía apreciar un navío muy particular, este profanaba y a la vez dejaba su estela en ese mar infinito. Se trataba de un barco con diseño llamativo, algo excéntrico para cualquier persona que llegase a verlo, uno diría, que era una imagen algo infantil, ridícula para muchos, una nave que no era motivo de preocupación; pero a lo alto del mástil principal se podía apreciar el emblema de una de las bandas pirata más conocida en esos mares, tratándose nada menos que: “La tripulación de los Mugiwara”
Habiendo partido de Punk Hazard, los Mugiwara viajaban con un nuevo destino en mente, “Dressrosa”. El clima ya no era invernal, cambiando violentamente a uno veraniego, siendo un cambio demasiado drástico para ellos; pero estaban en el nuevo mundo y sabían que cualquier fenómeno extraño podía esperarse de este.
A pesar de todo, se sentía la alegría en el ambiente y un aire de camaradería; esto era debido al ingreso temporal de nuevos miembros a la tripulación, aunque uno de ellos fuera un simple y perturbante rehén. Sin marinos alrededor y el clima estable, podían sentirse en paz y relajarse, por el momento.
Cuando las manecillas del reloj iban a marcar la hora más alta de la noche, en la cocina aún se podía apreciar la silueta de un hombre de cabellera amarilla, moviéndose de un lado a otro de forma exhaustiva para poder culminar con sus labores diarias.
Kuroashi no Sanji, el cocinero del navío, apretaba los dientes mientras recogía un montón de platos sucios apilados unos sobre otros desde la mesa, trasladándolos al lavado para el respectivo aseo. De reojo su iris azul inspeccionaba su alrededor, terminando por refunfuñar entre dientes varias groserías y palabras inentendibles, al percatarse que su trabajo no parecía tener fin. Con más gente en el barco, su cocina había quedado por completo destruida —por así decirlo—, Sanji esperaba que los modales de los invitados fueran diferentes a los de sus desorganizados amigos, daban esa impresión cuando los vio, pero, al final terminaron por actuar como su hiperactivo capitán, la glotonería y el bullicio no hacen buena combinación en la cocina; y debido a aquello su trabajo se hizo más exuberante y difícil.
Todas las noches un miembro de la tripulación tenía el deber de ayudar al cocinero con la limpieza, así lo decreto la voz de mando de la bellísima navegante de la tripulación, y esa noche en particular, el que tenía que colaborar con él, era nada menos que cierto espadachín de cabellera verde antinatural; el cual hasta el momento no se hacía presente para dicho trabajo y su ausencia fue tal, que el cocinero rubio podía afirmar haber visto uno de esos arbustos rodantes que aparecían en esas proyecciones cinematográficas de “Den Den Mushis” que trataban de regiones baldías del reino de Arabasta.
— ¡Maldito marimo! Esta si me la pagaras —protestaba el cocinero en voz alta, quien sin perder más tiempo se puso a recoger todo ese desorden tan rápido, que cualquiera que lo viera podría afirmar que el muchacho se había multiplicado por seis— ese espadachín de mierda, ni siquiera pronuncio palabra alguna durante toda la cena y desapareció tan rápido que apenas me percate de su ausencia—Sanji se detuvo un instante para meditar sobre el actuar inexplicable de su compañero—. Por otro lado, talvez eso solo signifique una cosa —Sanji sonrió ampliamente, como su imaginación lo llevo a crear una situación extraña y perturbadora para la gente común. Presentando una repentina felicidad, comenzó a frotar y secar con suma energía y a una velocidad impresionante, todos aquellos platos, vasos y demás utensilios de cocina. Con movimientos sónicos, el tiempo no era nada para Kuroashi no Sanji.
Después de haber finalizado su trabajo, se dirigió firme a la pileta y enjuago sus manos, tomando luego una toalla limpia para secarlas con cuidado. El rubio continuaba con una sonrisa en el rostro —aunque esta fue mutando a medida que corría el tiempo— y su mirada era tan brillosa y lasciva que podría ser motivo de envidia para el mayor pervertido de todos los mares.
—Con que esta noche quieres un poco del cocinero del amor, marimillo mío — decía Sanji el rey pervertido, que de un momento a otro, se puso a girar de puntilla en una sola pierna, cambiando ese rostro envilecido a un rostro de chiquilla enamorada que piensa en su ser amado— Pues hoy me cobrare todo el trabajo extra que me causaste al no presentarte, maldito. Hoy será el día, si, el día que espere por tantas noches en estos últimos meses.
Hoy me toca cogerte marimo y no aceptare un “no” por respuesta.
Se arregló un poco aquel chaleco a rallas que llevaba, reviso su pantalón negro observando que no presentara arruga alguna, sus zapatos estaban algo empolvados, pero los pulió en un instante. Cuando no noto imperfecciones en su porte de galán seductor, salió de la cocina cargando una botella de su más fino vino y dos copas de cristal. Bajo por las escaleras y se dirigió a paso alegre hasta la bodega, lugar donde se reunió con el espadachín durante los dos últimos meses de viaje.
Primero ingreso la cabeza lentamente, y al percatarse que Zoro se encontraba en el interior, sentado sobre algunos costales llevando los brazos cruzados sobre su pecho, la cara del cocinero se iluminó al instante. Decidido, entro con calma y cerró la puerta detrás de él, colocando el seguro para guardar su privacidad.
—Bueno cabeza de alga, eres muy escurridizo, pero ni creas que hoy te la dejare fácil, tengo que castigarte por dejarme con todo el trabajo allá arriba, así que esta noche tendré que mostrarte lo “profundo e intenso” que puedo llegar a ser —comento Sanji entre risillas burlonas por el ingenioso chascarrillo repentino. Esperando como reaccionaria su compañero ante sus palabras, , este dejaba el vino y las copas sobre la superficie plana de un barril vacío. Se sentía de buen humor, porque esperaba una sesión de sexo salvaje con su compañero, en compensación del poco interés que mostraba hacia él últimamente, recordando el incidente cuando estuvo en el cuerpo de Nami su compañera y el mal rato que paso cuando encontró a la comandante Tashigi entre sus brazos.
Pero el silencio continuaba, y las palabras esperadas no llegaban.
Sanji al percatarse de que Zoro no hizo ningún comentario, ni siquiera uno ofensivo —y este no tendría la intención de hacerlo—, dirigió su mirada para encontrarse con la mirada del espadachín, quedando congelado en el instante mismo en que la hayo.
Borrando la sonrisa que tenía en su ahora pálido rostro, trago audiblemente; ya, que estando frente a frente con ese hombre, pudo ver con claridad, un rostro tieso e inexpresivo, y una mirada tan vacía que asustaría a la misma muerte si se encontrara con ella. Para Sanji esa mirada era aterradora, solo la había visto dos veces en dos personas en toda su vida. Cuando su madre veía a su padre y cuando su padre lo vio a él, el día que murió. Aquellos ojos no mostraban sentimientos ni transmitían emociones, esa mirada no decía nada.
Nada.
Tras recibir la oleada de una brisa helada atravesándolo y recorriéndolo por completo, de inmediato, un rincón de su psique comenzó a atar los cabos sueltos de la cadena de los sucesos recientes, y analizo más minuciosamente la actitud del espadachín, concluyendo que, esa noche el chico de cabello verde le diría aquellos que él ya sabía, solo que creyó y espero no oírla tan pronto.
Desvió su cabeza a un extremo, al mismo tiempo saco un cigarrillo del bolsillo de su chaleco. Al lograr encenderlo le dio una profunda calada, esperando que la nicotina penetre en su sistema y logre relajarlo y a la vez templar su cuerpo de la helada invisible que lo cubrió.
Expulsando el humo, Sanji hablo nuevamente.
— Bueno marimo, todo parece indicar que no estás de humor para esto y a decir verdad, yo tampoco. Me siento algo cansado, el día fue largo, así que mejor me retirare —mintió. La verdad es que no quería oír la mierda que el espadachín llegara a decirle, ya que no sabría cómo actuar si su presentimiento se hacía realidad, así que a una rauda velocidad se dirigió a la puerta y cuando estuvo a punto de abrirla, La voz fuerte de su amigo lo detuvo.
—Esto se acabó —Zoro por fin había hablado— Cocinero, esto se acabó, ya no nos encontraremos más en este lugar ni en ningún otro, tengo que priorizar mi objetivo inicial y estar contigo solo dificultara mis planes —declaro el espadachín de cabello verde con solidez, sin esforzarse en lo mínimo para oírse un poco gentil.
Sanji se reprendió internamente por no haber sido mas veloz. Solo fueron unas cuantas palabras, pero las suficientes como para pisar su orgullo y quebrar su corazón.
— ¿Acabar? ¿Qué tratas de decir, marimo? —Sanji dio vuelta con lentitud, mostrando su frente fruncida y su mirada filosa.
—Lo que oíste —respondió Zoro— y estoy más que seguro de que me entendiste. Desde el principio te dije que estos encuentros no debían significar nada para ti, ni para mí. Entre tú y yo no hay más que un… “desahogo” mutuo, espero no se te haya olvidado el trato que hicimos —el espadachín decía todo aquello sin perder de vista las expresiones que podría mostrar el cocinero ante sus palabras.
—Tsk — Sanji bufo a un lado e introdujo sus manos en los bolsillos holgados de su pantalón de casimir, como si lo que Zoro le decía le importara una mierda. Al fin y al cabo él lo sabía, sabía que esto era un juego para Zoro, pero para él… para él era una oportunidad, la única tal vez para tratar de conquistarlo y significar algo más en la vida del despistado espadachín.
— ¿Por qué decidiste eso de repente? Acaso ¿cambio algo? —Sanji retiro el cigarrillo de sus labios, sosteniéndolo entre sus dedos—O me dirás que te acobardaste por el comentario que dije, eso de ser el activo por hoy, pues siendo así, no puedo creer que al gran cazador de piratas le de miedo un poco de dolor en el culo —replico Sanji con tono engreído, ocultando por completo la ira que sentía en aquel momento— pero, si eso es lo que quieres, me quitas un peso de encima, yo también estaba aburrido de esto, se estaba convirtiendo en algo tedioso, además…
— Eso no te lo crees ni tú, cocinero — el espadachín se levantó con brusquedad y se acercó a Sanji a pasos lentos. Estando frente a frente, inéditamente Zoro acaricio la mejilla del cocinero con suavidad, recorriendo la piel de su rostro bajando hasta llegar a su cuello, en donde lo sujeto de la camisa con fuerza, acercándolo hacia él para confrontarlo— Eso no te lo crees ni tú… —advirtió el espadachín con una intensidad terrorífica. Sanji por un segundo sintió indefenso, nervioso y acorralado.
— ¡Sera mejor que no me provoques, marimo de mierda! —Amenazo Sanji sujetando de igual manera al espadachín desde sus ropajes— ¿Por qué te crees tan importante? Crees que esto significo algo para mí, ¡yo también iba a acabar con este estúpido juego! —exclamaba el rubio sin poder evitar que su cuerpo tiemble por la frustración.
—Eso no es verdad — las manos de Zoro aplicaron más fuerza en el agarre— logre verlo en tus ojos, incluso ahora; noto como me miras, como actúas cuando estás conmigo, tu cuerpo y tus palabras dirán una cosa pero… tus ojos no pueden mentir, esto se volvió más que un juego para ti, y esa es una de las razones ¡para que quiera acabar con esto! —el rubio fue lanzado cual muñeco de trapo lejos del espadachín.
Zoro lo había descubierto, sus sentimientos, su corazón. ¡El espadachín se dio cuenta! Y pese a ello ¿él quiere acabar con su relación?
Mierda
Sanji quedo desconcertado, no sabía si caer en el abismo de la confusión o aferrarse a las espinas del rencor.
Maldito hijo de puta
Ahora ¿Qué se supone debía hacer? No podía admitir así de simple las palabras de Zoro, ya que el espadachín no lo ama, admitir su amor hacia él, sería como la peor humillación que podría sufrir y no le daría la satisfacción de saber que, el corazón del mayor mujeriego de la historia haya caído a los pies de un neandertal como Roronoa Zoro; el que da amor siempre es el perdedor. Tenía que negarlo, si, ¡negarlo! Con firmeza y rotundidad.
— ¡Ya cállate maldito bastardo! No hables como si me conocieras, te tienes tanta estima ¡imbécil! ¿Yo enamorado de ti? Escúchate, suenas ridículo de seguro te diste cuenta de que ya no me satisfacías y sabias que te lo iba a echar en cara uno de estos días ¡no es así! — Palabras llenas de odio, eso era lo que debía expulsar el cocinero para no sentirse tan miserable y con eso evitar la completa humillación de tener un amor no correspondido — ¡Eso me paso por estar haciéndote favores! — eso último Sanji lo escupió cual veneno, llegando a alterar al chico de cabello verde.
— ¡¿Favores a mí?! Tú solo fuiste alguien más del montón, yo ya había hecho esto con varias personas antes que tú. El favor del que hablas te lo hice yo. Lanzándote a todas las faldas y que ninguna te tomé ni de broma, esa actitud tuya solo da vergüenza y lastima.
¿Lastima?
Sanji tenía los ojos abiertos de par en par y de igual manera la boca. Era una guerra verbal y él la estaba perdiendo.
— ¿Me escogiste para este juego, solo porque te di lastima? —más indignado no podía estar, y el silencio que guardo el espadachín ante su pregunta, solo avivaron su ira, perdiendo su autocontrol. Con un brazo sujeto la botella de vino fino y añejo, lanzándola en contra del espadachín, mismo quien la esquivo sin esfuerzo — ¡Respóndeme estúpido marimo! —Grito, pero solo silencio fue lo que encontró— ¡Qué hables, maldito idiota!
— ¡¿Qué quieres que te diga?! Que sí, me diste lastima, que no te amo, que ni siquiera te considero un gran amigo, que el único que llega a ocupar un lugar en mi corazón junto con mis sueños y metas es…
—No— balbuceo el cocinero encontrando una respuesta que no deseaba oír.
— ¡Luffy! Solo el, porque hagas lo que hagas, digas lo que digas, nunca te parecerás a él, nunca podre sentir por ti, lo que Luffy crea en mí.
El silencio de un mundo destruido era triste, y la oscuridad a pesar de la luz, era abrumadora; desde ese momento la soledad tenia nombre, y su nombre se convirtió en sinónimo de soledad.
Después de las duras palabras del espadachín el mutismo reino en la habitación, Sanji se quedó sin habla, sintió como el universo se quebraba a su alrededor, el frio y dolor se apoderaron de él, atravesando cada célula de su cuerpo, como si hubiera caído y se estuviera sumergiendo en las aguas heladas del lugar más frígido de North Blue.
Sanji simplemente se quedó callado y las fuerzas de su cuerpo poco a poco se fueron esfumando. Él sabía que era a Luffy a quien en realidad amaba el espadachín, siempre lo supo; no creía que tener algo de esperanza sea malo, y como siempre al parecer estaba equivocado. Sin embargo ¿era necesario compararlos? Luffy es Luffy y él, ¿Quién es él?
Dicho todo eso, Zoro cayó en cuenta de que la ira lo poseyó, llegando a expresar palabras crueles, nada propias de él. Sanji era su amigo, pero ya no podía mantener por más tiempo esta farsa, ese juego. podría perder el amor verdadero por actuar como un adolecente calenturiento y aunque posiblemente la relación de confianza que tenía con Sanji nunca regresaría a ser la que era; debía poner un límite, un alto, antes de que sea muy tarde para siquiera intentar ir atrás. Tomo aire para relajarse, y llevándose una mano en la nuca comenzó a frotarse la cabellera mientras hablaba.
—Escúchame cocinero, perdón, no quise decir eso, mira somos Nakamas, no dejemos que “esto” arruine la amistad que tenemos, por eso y por los demás, te pido que dejemos este asunto zanjado, hasta aquí ¿de acuerdo?
Sanji elevo la cabeza cuando un pensamiento floto en su mente ahogada; realmente Zoro era tan ingenuo al pensar que con una disculpa bastaría para borrar todo lo mencionado, las palabras duelen, haberlas dicho significaba que eso es lo que pensaba de él en ese momento y eso era algo muy agobiante y desolador.
—Nakamas —susurro Sanji.
Zoro observando a su compañero evidentemente afectado, se mordió la lengua por su impertinencia —Cocinero… ¡mierda!, olvida todo lo que dije, realmente lo siento, discúlpame dejemos esto en el olvido —Zoro recogió las tres katanas que había dejado en el suelo el momento que se internó en la bodega— además, no tengo tiempo que perder aquí, “él” debe estar con Luffy en estos momentos —Sanji sentía un nudo en la garganta y sus ojos estaban al borde de la traición. La sensación inequívoca de la perdición y la extinción de la conciencia, golpeaba en todo su ser, pero para su fortunio algo de lo expuesto por su compañero le había llamado la atención y antes de que la desesperación se apoderase de él, decidió concentrarse en ese dato.
— ¿Él? ¿A quién te refieres? —Pregunto Sanji en tono casi inaudible, intentando seguir cada uno de los movimientos de Zoro por el rabillo de su ojo.
Zoro mostrando completa apatía, camino hacia la puerta de la bodega, lo suficiente para cruzar al cocinero y estar a espaldas de él.
—El verdadero causante para que acabara con esto y me concentrara en demostrar mis sentimientos a Luffy —respondió Zoro con la ira plasmada en el semblante, la cual el rubio no pudo ver por su posición actual— Estoy casi seguro que quiere algo de él, cada vez que lo veo, está muy cerca suyo y si me descuido siquiera un poco, puedo llegar a perderlo —Sanji comprendiendo e imaginando de quien se trataba, hablo.
—Acaso te refieres a…
—Sí —interrumpió el espadachín —, ese maldito bastardo que no sé cómo se ganó la confianza de mi capitán, ese shichibukai al cual despedazare si pone una sola de sus manos encima de él, ese idiota de:
Trafalgar Law