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Vínculos por LoboAzul

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Notas del fanfic:

Los personajes representados a continuación no son de mi autoría. Naruto es propiedad y creación del mangaka Masashi Kishimoto.


La historia si me pertenece y es creada sin fines de lucro.

Notas del capitulo:

Hola mundo!!

Bueno, ¿qué decir? Éste es el segundo fic que escribo y subo. Sincereamente el escribir y narrar es nuevo para mi por lo que les digo que soy una completa novata en esto xP

Me atreví a subir una historia porque a partie del otro año no podré, asi que mi cabeza me dijo: "¿si no es ahora, cuando?" y decidí hacerle caso xD

El resumen intenté que se acoplara de lo que tratará.

Bien, con respecto a la historia, el desarrollo lo tengo vagamante claro. Eso si, las cosas irán lentas, dándose poco a poco.

¿Drama? ¿Humor? ¿Romanticismo? Espero poder darle esos toques, ya que jajaja no sé si me dará bien ^^U 

Amh... no sé que más decir...

No les quito más de su tiempo ¡A leer! :)

°~ Prólogo ~°

 

Dicen que cada persona tiene un complemento en cada una de sus vidas, un ser único que los llena en vida y alma.

 

Sin embargo, muchas veces aquel destinado amor, a pasar de estar cerca el uno del otro, no son capaces de interpretar sus sentimientos, ya sea por negación, por la época, por las circunstancias e incluso guerras.

 

Aunque sus cuerpos no lleguen a unirse en vida, el lazo siempre se mantendrá vivo. Es por eso que, cuando los destinados llegan al fin de sus días, sus almas siguen avanzando, esperando por una siguiente reencarnación. Una donde por fin puedan entenderse y unirse.

 

Porque no importa por cuanto tiempo deban pasar, el hilo rojo del destino jamás desaparecerá...

 

 

°~°~°~°~°~°~°

 

Se encontraba caminando por las desoladas calles un joven azabache de doce años. Tranquilo e inmutable –como se le fue enseñando– se dirigía sin rumbo fijo.

En cierto punto del camino, cerca de un poste, presenció lo que parecía ser una pelea. Sin parar de caminar pudo distinguir que, en efecto, era una riña en donde dos muchachos que no distaban mucha diferencia de edad con la suya propia, acorralaban a otro chico menor de cabello rubio.

 

--¿Qué pasa niño-zorro? –Se burló uno de los matones– ¿No dijiste que nos darías una lección?

--Hahaha –rio el otro– Este enclenque no nos haría ni un rasguño.

--¡Cállense! –Gritó el niño incorporándose con ayuda  de la muralla luego del golpe que le habían propinado en el estómago– ¡Ya verán! ¡Me encargaré de ustedes aunque sea lo último que haga dattebayo!

--¿Aún ladras niño-zorro? –Con una señal el rubio fue inmovilizado por la espalda por el otro sujeto, dándole vía libre al mayor para agarrarlo del cabello– Deberías darte cuenta de lo débil que eres –sin mucha oportunidad de librarse y lleno de rabia y frustración, sólo pudo dirigirle una mirada llena de odio.

--Tal vez el niño sea débil, pero es evidente que está en clara desventaja.

--¿Qué-? –fue interrumpido.

--Lo que te hace un completo cobarde –terminó la oración.

 

El joven azabache, en el momento en que pasó junto a la escena protagonizada por esos tres y escuchar esa última frase, su cuerpo involuntariamente se detuvo y giró dispuesto a encarar al fulano que se atrevió a hablar de debilidad.  

 

--¡¿Quién te crees, eh?! ¡¿También crees que puedes conmigo?!

--Por supuesto – afirmó sonriendo ladino, sin una pizca de duda en su rostro– Suelta al niño. Con la situación igualada ten por seguro que hasta él te daría una paliza –terminado de hablar, dirigió  su vista al arrodillado rubio que lo observaba atónito, con unos ojos azules fijos en él.

--Tú… –el ofendido buscapleitos soltó las hebras doradas y, seguido por el otro, se acercó al azabache con toda la intención de callarlo a golpes, pero repentinamente fue detenido por su propio compañero– ¡¿Ahora qué?!

--Mira –apuntó al intruso– ¿El emblema de su polera no es de los…?

--Sí –confirmó antes que el otro terminara– Será mejor no meternos con él –tomada la decisión, se dirigió a la que fue su víctima– Es tu día de suerte, niño-zorro.

--Jé, más de lo que crees –le respondió desafiante.

 

Sin más palabras el uno para el otro, el chico rubio se dedicó a seguirlos con la mirada mientras se marchaban, y una vez fuera de su campo de visión, se levantó sacudiendo su sucia ropa anaranjada y le regaló una gran sonrisa al joven azabache.

 

--¡Hey! ¡Gracias amigo! Yo solo podía con él, pero el muy cobarde me atacó con su compañero dattebayo.

--No soy tu amigo –dijo serio con toda la intención de no inmiscuirse más con aquel chico y seguir su camino.

--¡Maldito, no me ignores! ¡Te estaba agradeciendo-ttebayo!

--Ya lo hiciste. Ahora vete a casa, se hace de noche y los niños no deberían estar en las calles –habló como si echara a un perro.

--¡¿A quién le llamas niño?! ¡¿Qué edad piensas que tengo?! –saltó de inmediato. El chico tenía su carácter, era obvio que no era débil.

--¿No sé? ¿Diez? –en realidad puede que tuvieran la misma edad, pero con esa cara de idiota no podía asegurarlo.

--¡No! –Gritó ofendido– ¡Tengo doce-dattebayo! ¡Doce!

--Lo que digas –dijo desinteresado, metiendo las manos a sus bolsillos reanudando su marcha.

--¡O-oye! Espera-ttebayo.

--¿Ahora qué quieres? –preguntó mirándolo por encima de su hombro. Él sólo quería seguir con sus propios asuntos, se estaba arrepintiendo de haberle ayudado. Además, ¿qué es esa estúpida muletilla con la que termina cada oración?

--Bueno, ¿sabes dónde queda…? Am… –llevó una mano a su chaqueta sacando de adentro un trozo de papel– ¿sabes llegar a aquí?

 

Sin mucho interés leyó el papel que indicaba una dirección. ¿El muy idiota no sabía llegar a su casa? ¿O sería otro sitio? Ya, sea lo que sea, no era de su incumbencia.

 

--Sube cuatro cuadras, luego dobla a la derecha, sigue caminando otras 6 cuadras, continúa otras tres a la izquierda y a la tercera calle ve a la derecha. Sólo te quedaría ver el número de casa y listo –le brindó la información necesaria para que dejara de fastidiarlo.

--… –y con la cara que puso el otro notó que su esfuerzo fue en vano, ¿acaso no podía recordar indicaciones tan sencillas?–  ¿eh...? –al parecer no. La cara de idiota tenía justificación.

--Usuratonkachi.

--¡¿Cómo me llamaste?!

--Ven, te llevaré, PERO –resaltó la palabra ya que el rubio abrió la boca dispuesto a hablar– ten en presente que: primero, no soy guía turístico ni tu amigo, así que no te tomes confianza conmigo; y segundo, sólo lo hago porque curiosamente voy a un lugar cercano a esa dirección. –en verdad lo último no era cierto, sólo era una excusa para alargar su recorrido y no regresar aún a casa. Pero el otro no tenía por qué saberlo.

--¿En serio? –Sus azules ojos brillaron en ilusión– ¡Gracias dattebayo! ¿Sabes? No eres tan desagradable como aparentas. –sonrió zorrunamente mostrando una impecable dentadura.

 

Ahora que lo veía mejor entendía por qué lo molestaron con “niño-zorro”. El chico tenía unas peculiares marcas en sus mejillas: tres líneas horizontales en cada lado aparentando bigotes ¿cómo se las habrá hecho? Y sumando esa sonrisa, sí parecía un zorro.

 

--Cállate. Ya te dije que no te tomaras confianzas.

--Hehehe –rio pasando sus brazos cruzados tras la nuca– Pero si te lo decía enserio-ttebayo.

--No me hables.

 

Y ayudarlo fue la peor buena acción que alguna vez decidió hacer en su corta vida. En todo el trayecto el muy idiota lo único que hizo fue hablar, hablar, hablar y… seguir hablando. Por suerte, centró su mente con el objetivo de llegar a la maldita dirección y deshacerse del loro parlanchín en el que el rubio se transformó, por lo que ignoró todo lo demás y con eso, lo que sea que el otro dijera.

 

--Bla bla bla bla bla –era lo único que oía.

--Llegamos –dijo finalmente sin mucho interés, nada comparado con el alivio que en realidad sentía de alejarse de él.

--¿Ya? –preguntó animado adelantándose y viendo la casa, se encaminó pasando el pequeño jardín y golpeando la puerta.

--¡Naruto! –Salió a su encuentro una mujer de roja y larga cabellera, abrazándolo protectoramente para luego…– ¡Niño tonto! ¿Dónde te habías metido? ¡Me tenías muy preocupada! –regañarlo.

--Yo…

--Pero cielo, mírate, ¿qué te ocurrió? –Y volvió a preocuparse tocándolo por todos lados– ¿Te hiciste daño? ¿Te duele algo?

 --Ma’… –intentaba hablar pero la pelirroja seguía inundándolo de preguntas– ¡Mamá ya! Estoy bien dattebayo –sonrió conciliador.

--Hijo, ¿qué pasó? –le dedicó una mirada maternal controlándose un poco, era su derecho de estarlo, después de todo el pensamiento de que su retoño estuviera por allí perdido… la devastaba.

--Salí a recorrer y… me perdí hehe–explicó rascándose la nuca– unos chicos me encontraron y se metieron conmigo, pero ese niño me ayudó y me trajo aquí –apuntó hacia atrás sin quitarle los ojos de encima a su madre mientras le explicaba.

--¿Niño? –Elevó la vista en cuanto fue señalado, sin embargo ahí no se encontraba nadie– ¿qué niño?

--Pues él-ttebayo –se giró y efectivamente brillaba su ausencia– ¡¿Se fue?! –Sin creerlo corrió a la calle viendo a todos lados en busca del muchacho– ¡Argh! –Gritó frustrado– ¡El maldito teme no me dejó darle las gracias y tampoco me dijo su nombre-ttebayo!

 

Estaba indignado ¡y se sentía idiota! ¿Y dijo que no era tan desagradable como aparentaba? ¡Sus calzones! Se arrepentía totalmente de sus palabras, y él que creía que podían ser amigos aunque sea por ese día. Era un bastardo.

 

Ya está, la próxima vez que lo vea le aclarará una que otra cosa, entre ellas, que no puede abandonarlo así como así aparentando que no lo conoce o que jamás lo ayudó.

 

--Si vuelvo a verlo le enseñaré que no puede ignorarme tan fácilmente. Lo juro dattebayo –se dijo a sí mismo.

 

Más que serio, lo dijo como rabieta del momento, sin saber cuán cierta sería, porque él siempre cumple sus promesas. Él era hombre de palabra.

 

Y Naruto Uzumaki jamás se retracta de sus palabras.

 

°~°~°~°~°~°~°

 

Continuará...

Notas finales:

¡Y ese fue el prólogo!

Espero que les gustara y le den una oportunidad.

Cualquier crítica constructiva es siempre bien recibida. La próxima semana actualizaré el primer capítulo, puede ser viernes o sábados.

¡Hasta la próxima semana!

¡Gracias por leer!


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