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Acaricia mi alma por Doki Amare Peccavi

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Cap. 13: Singular 

 

(*) Se me ocurren tantas cosas

Empezar por juntarnos para no hacer nada

 

— Y las chicas tampoco. — Susurró Shaka y lamió sus labios los restos del té de cardamomo que acababa de terminar.

 

— Está bien, está bien, nos debes fidelidad eterna, Mu ¿Entendiste? Somos un bonito trío — Dijo sin pudor. — y por muy liberales que podamos parecer, no nos gusta compartirte con nadie.

 

— Oigan, bajen la voz. — Susurró Mu cuando notó que llamaban la atención de Alde.

 

— Calla Dita. — También Shaka silenció a su amigo al ofrecerle la porción extra de postre que Alde les había dejado…, no entendía como su amigo podía tenerle tan mala voluntad a ese chico, era como un pompón lleno de amabilidad. — Podemos molestar a alguien con todo este escándalo.

 

— ¡Uh, aburridos! — De un bocado terminó de comer el postre que Shaka le había dado y después limpió con sensualidad sus labios, ser sugestivo era lo suyo. — Mejor me voy… ¿Te quedas Shaka? —

 

— Está bien que vayas con Dita, Shaka, yo aún estaré un rato trabajando — Pidió Mu y al instante el rubio enarcó una ceja, no era de él molestarse por tan poco pero últimamente esos dos se estaban pasando con eso de ser “mayores de edad”.

 

— Ok, vayámonos pequeño… — Bromeó Dita a sabiendas que Shaka sería unos centímetros más alto que ambos.

 

— No, tengo que ir a un lado. — A ninguno en especial. — Los veo más tarde.

 

— Tú lo provocaste Mu. — Bromeó Dita y aprovechando la confusión de Mu y la mirada de Aldebarán, se inclinó para besar en los labios al corderito…, pero esas bromitas bien medias que las tenía Mu, así que entre sus manos atrapó el rostro de Dita y le sonrió con viveza. —

 

—  Te he dicho que no quiero que me corran. — Cómplice, Dita entendió el mensaje y se alejó después de soplarle en el rostro. — Pórtate bien, a f r o d i t a…

 

— Ok, ok… mi entender mensaje, mi ser amable.

 

— Gracias. —

 

La alarma del móvil de Mu empezó a sonar, que rápido se le iba el tiempo cuando sus amigos estaban cerca. En silencio apagó el móvil y miraba con tranquilidad como sus amigos se alejaban a lados contrarios, él terminó de recoger la mesa y caminó hacia el interior de la cafetería, pero la insistente mirada de Aldebarán le hizo pausar su camino.

 

— ¿Ocurre algo? — Preguntó curioso y con una sonrisa se acercó a su compañero, pues a pesar de su tamaño la voz de Alde a veces se volvía tan ligera que era difícil hilar lo que decía.

 

— Eh… no, es sólo que, tus amigos… son muy simpáticos. — Y cual madre orgullosa el corderito había asentido inmediatamente, no había encontrado jamás a nadie con quién hablar de sus amigos, así que apenas Alde le daba entrada al tema, él empezaba a hablar sin parar.

 

— Sí, sí lo son, Shaka y Afrodita son en verdad simpáticos, es muy divertido cuando pueden venir. — El moreno asintió y observó a detalle cada uno de los pequeños gestos que hacía Mu, el que más le encantaba era cuando arrugaba su pequeña nariz y entrecerraba los ojos. — Ya verás que cuando te tomen más confianza, te la pasarás bien con sus visitas.

 

— Bueno, ya me la paso bien contigo. — Le confesó, Alde; su corazón iba a explotar por la intensidad del momento, ni cuenta se había dado que había dejado de respirar y empezaba a ponerse rojo, pero es que la duda de lo que había escuchado le carcomía. Cada día se preguntaba si sería capaz de esconder sus sentimientos y aquello no le sentaba nada bien. — Es la primera vez que me pasa…

 

— A mí también. — Le aseguró Mu y agitó su cabeza de arriba abajo. — Más que mi compañero de trabajo, eres como un amigo…

 

.*.

                                         

Camus salió apresurado de la biblioteca, llevaba su portafolio lleno de notas que no había terminado de revisar, siempre ocurría así cuando Milo aparecía; sin embargo, a pesar de todas aquellas situaciones cuando se alejaba, el escorpión jamás iba detrás de él.

 

Por única vez te pido que entiendas

 

Milo era como un petardo arrojado al enemigo, si te quedabas ahí todo era destructivo, pero hacía falta sólo alejarte un poco para que su impacto no le hiciera sucumbir. Eso lo había aprendido de la peor forma posible:  Meses atrás… 

 

…después de su reencuentro llegaron más visitas; al tiempo del invierno Milo tiritaba por el frío, pero Camus se cobijaba con su presencia y aunque las mejillas se le congelaran, no hacía gesto alguno de incomodidad, aquellas visitas esporádicas de Milo eran su dosis de analgésico, pero “todo abuso en la dosis genera resistencia”

 

— Deberíamos ir a algún lado, un café…

 

—Sí. Como tú digas. —

 

Después de su primer encuentro, continuaban sin hablar demasiado, pero de vez en cuando Milo lograba retenerlo toda la tarde. Salían a comer, a caminar en el parque, hacían cualquier cosa menos hablar y eso al escorpión empezaba a volverle loco.

 

¿Cuándo hablarían de todo lo que había ocurrido?

 

— Camus, mis padres no están en casa ¿Y si compramos algo para comer y lo llevamos allá? — El francés abrió los ojos sorprendido por aquella invitación, ¿En verdad estaban listos para romper aquellas barreras? No sabía por qué se aferraba tanto a la idea de estar con Milo, y aunque no le salían las palabras, de regreso a casa repetía una y otra vez todo lo que había escuchado, los gestos del escorpión se le grababan en la mente y es que Camus era un “romantique” herido y Milo cubría a la perfección el perfil para darle mucho más drama a su vida.

 

— Sí…, como tú digas.

 

— Ok…, espera aquí. —

 

— Vale… no tardes. — Y Milo corrió bastante motivado, compró el menú más rápido de preparar y regresó con Camus, tomaron el bus y llegaron a casa del escorpión, cruzaron la puerta y pudieron cerciorarse que en verdad estaban solos.

 

 — Durante todo este tiempo he ha costado mucho sacarte de mi cabeza, he pensado en todas las cosas que hice, yo y mis amigos y sé que te complicamos las cosas, quería pedirte disculpas por eso. — A Milo le gustaba ser directo, Camus era cobarde para hablar de lo que sentía.

 

— No quiero hablar de eso. — Camus ingresaba a casa de Milo, era tan cálido ahí adentro y no le extrañaba en lo absoluto, aquel lugar coincidía mucho con lo que sentía al tenerle cerca. — ¿Podemos comer?

 

— Camus… — Milo detuvo el paso de su “amigo”, el corazón se le salía y las hamburguesas recién compradas no era para nada algo que le quitaría su atención. — ¿No te has dado cuenta todo este tiempo? No sé cómo pasó, pero desde el hospital que no puedo sacarte de mi cabeza, me gustas mucho y sé que yo a ti también, pero eres tan serio a veces que no encontraba la forma de decírtelo.

 

Te llamé para vernos

Se me ocurren tantas cosas…

 

— ¿Me trajiste aquí para decirme eso? — Milo asintió, Camus titubeó un poco pero lejos de alejarse levantó la mirada, por primera vez estaba temblando y no era el frío lo que le ponía así. Milo revolvía todo en él y para acallar el nerviosismo que sentía, terminó por colgar los brazos al cuello del escorpión y unir sus labios.

 

La experiencia de uno era visible sobre otro; Milo introdujo su lengua entre los labios del francés hasta profundizar el beso y para ese momento ya sus manos se habían aferrado también a las caderas de Camus.

 

— También te gusto ¿Cierto? — Milo había dejado sin aliento a Camus, tanto por el beso, como por la pregunta. De forma boba ambos habían sonreído dispuestos a no parar. Esta vez fue Camus quién asintió a la pregunta de Milo y entonces fue arrastrado.

 

El sillón fue lo más cercano a lo que alcanzaron a llevar, ahí donde Milo jugaba videojuegos con su padre, terminó tumbando a Camus de espaldas y enseguida se puso sobre él.

 

Para Camus, Milo era el experto; se dejaba guiar, estaba tan excitado que todo lo que Milo dijera, estaba bien para él, se abrió de piernas cuando se lo pidió y recibió el cuerpo del escorpión con completa idolatría.

 

— Milo…. — Camus arqueó la espalda por el simple hecho de sentir la erección, de su “amigo”, sobre la suya. El placer lo volvía loco y dejaba de pensar, se enfocaba en sentir y por eso estiró una de sus manos, quiso tocar el bulto sobre los pantalones de Milo y el escorpión no dudo en dejarlo, es más…, con todo el ego del mundo desabrochó sus pantalones y tras bajar la tela de su bóxer dejó saltar su erección completa. Camus lo admiró; con su dedo índice rozó el glande del escorpión y humedeció la punta con el líquido pre seminal que Milo ya botaba… — ¿Lo has hecho? — Preguntó curioso.

 

— Dos veces… — Camus mordió su labio inferior y soltó de golpe el miembro de Milo, después preguntaría con quién habían sido esas “dos veces”, ahora la respuesta le tranquilizaba.

 

— Yo… no… nunca. — Lo confesó como quien confiesa un crimen y enseguida se salió de la posición que tenía con Milo, para poder avanzar hacia el lado contrario del sofá, se arrastró de nalgas y apenas pudo virar su cuerpo, lo hizo, quedando de espalda completa al escorpión.

 

— Acomódate bien.

 

— Acomódame tú…— Milo le hizo parar las nalgas y bajar la cabeza, ver a Camus en aquella posición era algo que no se hubiese imaginado al despertar; sabía que sus padres no estarían y hoy era el día que “por casualidad” se encontraba con Camus en el bus, pero de eso a estar a nada de hacerlo suyo, había un mundo de diferencia.  

 

Te propuse mi casa, nada neutro.

 

Apresurado bajó los pantalones de Camus y sus manos se aferraron a las nalgas suaves del pelirrojo, las estrujó con suavidad y los gemidos del francés no tardaron el salir de su garganta. Milo estaba tan lleno de deseo, coordinaba poco, le entraron ganas de pegarse al trasero de Camus y lo hizo, sobó entre ellas su miembro con bastante torpeza.

 

— Ah…Camus… me gusta…

 

Lo de ellos había sido todo menos un noviazgo, eran dos adolescentes que se sentían atraídos, pero jamás habían hablado de amor. Camus encontró en Milo la seguridad que nadie le brindaba y Milo se dejó hechizar por el misterio que Camus escondía. Caminaban en una cuerda floja, pensando que en algún momento podrían caminar de la mano, pero lo cierto es que al primer error que uno cometiera, caerían los dos.

 

Camus se había confiado de Milo que había dicho que sus padres no llegarían, pero ellos llegaron mientras tenía al escorpión inyectándole su veneno.

 

— Mis padres llegaron, mierda. — Se quejó el escorpión saliendo de golpe de Camus, se acomodó la ropa mientras corría por la comida para simular que aquello no era más que una reunión casual con algún amigo.  

 

Corro espantado alejándome de todos

Perdiéndome en la piel de un paria perseguido

 

Aquella primera vez para Camus estuvo llena de amargura, porque Milo no había tenido ni puta idea de cómo dilatarlo, porque todo el placer sentido antes de ser penetrado se le había escapado en un gemido de dolor y porque nunca había llegado al punto de sentirse uno con el… por si eso no fuera todo; Camus había tenido que simular comer hamburguesa frente a los padres de su amigo, mientras sentía el escozor de su trasero como la mayor pérdida de su orgullo…

 

.*.

 

— Dohko ¿Me vas a prestar tu auto este fin de semana?

 

— ¿Vas a cuidarlo? —

 

— Una pregunta no se responde con otra pregunta. — Corrigió, de la misma forma que su tutor lo hacía, pero aquella no era la respuesta que Dohko esperaba escuchar.

 

— Bueno, entonces la respuesta es “No”. — DM desde el sofá se removió decepcionado, Kanon le había dicho que ya tenía el auto asegurado, pero había sido engañado y ahora estaba ahí en casa de su amigo siendo muro de contención con su tutor.

 

— ¡Pero Dohko!

 

— Nada de Dohko, en primer lugar, la última vez que fueron a un sitio tuve que ir a abogar por ustedes porque chocaron la camioneta de DM, en segundo lugar; no estás asegurando que cuidarás el auto y aunque sé que te has tomado ciertas libertades cuando no estoy, nada se compara con el hecho de ir a otra ciudad, de noche, a un bar y sin un adulto que los cuide.

 

— ¿Es en serio? —

 

— Es muy en serio Kanon, si no tengo la seguridad de que van a ir con alguien, no sé DM y Milo, pero por lo menos tú no vas.

 

Dejaba atrás un circo rey con oropel

Quería contarte y que me seas todo oídos

 

— Mierda… ¿Eso a qué va? Esto se trataba de tener tu coche, no tu permiso para salir…, ese no lo necesito — Kanon se levantó furioso y golpeó el hombro de DM para que su amigo caminara detrás de él, Dohko los vio alejarse sin decir nada más. Aquellos dos eran “cabezota” y “cabezota 2”, era una suerte que no se les hubiese sumado Milo, porque ahí sí que no se los hubiese podido sacar de encima.

 

Para Dohko lidiar con esos “berrinches” fue algo nuevo, antes Saga se había encargado de todo lo relacionado al control de su hermano, antes “cuando” hacía de hermano y no de trotamundos. Aquella situación se le había escapado de las manos y el remordimiento había sido tanto que aprovechando las heridas de Kanon, había decidido instalarse en casa con él, aunque de vez en cuando tenía que salir de viaje, el tiempo a solas era menos. La convivencia de ambos era difícil, pero comprendía que el menor de los gemelos era una bomba y él…, no resultaba el mejor ejemplo para un adolescente solo.

 

Así que de vez en cuando intentaba dárselas de tutor responsable, pero al final… iba a dejar las llaves del auto mal puestas y el móvil encendido, por si Kanon necesitaba algo.

 

.*.

 

— Necesito tomarme mi tiempo, así que no me apures. — Bromeó Dita, Mu se había tumbado a dormitar, después de regresar de la cafetería, pero aun así podía adivinar que su amigo se miraba en el espejo, a veces Dita recargaba los codos en el tocador y con la barbilla entre sus manos, pasaba incontables minutos observando su reflejo.

 

— Vas a gastarte de tanto verte. — Murmuró recostándose de lado y después sonrió. — Eres muy lindo Dita..., lo digo en serio.

 

— Lo sé. — Dita cerró los ojos, inhaló profundo y sostuvo el aliento por unos segundos antes de abrir los ojos y encontrarse nuevamente con su desastrosa imagen. El cabello se le revolvía no importaba cuando lo peinara, con el ceño fruncido se encargó de atarlo fuerte en una coleta, pero a diferencia de lo que Mu lograba con su cabello, a él en un dos por tres se le reventaban las ligas de su cabeza y dejaban de nuevo el cabello revuelto y alborotado, apenas si cubría el flequillo su nariz respingona e incluso con todo ese desorden de cabello en su cara, la mirada de Dita sobresalía, sus ojos tan turquesa, tan sugestivos, tan tupidos de pestañas que profundizaban más el tono de su mirada.

 

No había imperfección alguna en todo el tumulto de rasgos, pero Dita bastante harto de lo que el espejo le dio, terminó por morder con nerviosismo sus labios rosados.

 

— Qué haces? — Preguntó Shaka que salía del baño. — Acabas de salir de una guerra?

 

— Creo que debería cortarme el cabello.

 

— Yo te veo bastante lindo así. — Arrebató el cepillo a Dita y empezó a cepillarlo con mayor cuidado del que su amigo lo hacía. Shaka era delicado y adormecía los demonios en la cabeza de cualquiera con apenas un toque.

 

Shaka terminó de peinar a Dita y éste un poco más confirme con el resultado sonrió a su reflejo.

 

— Gracias. — Dejó el lugar frente al tocador para que fuese Shaka quien se sentara ahí y fue de regreso a la cama, para acurrucarse con Mu, pero con sumo cuidado para no despeinarse ni un poco. — ¿Con qué te ayudo yo? ¿Te visto?

 

—No tienes ni ropa para prestarme Dita ¿No tenías que lavar desde la semana pasada —

 

— Odio lavar… esperaré a que la ropa de Mu se acabe para que se él quien lave la mía. — Shaka negó con su cabeza. — Yo ya no tengo nada de nada de ropa limpia.

 

— ¡Estás tomando también mi ropa interior! — Ya Mu se sospechaba algo, pero había esperado aquella confesión para encarar de frente a su amigo. — ¡Por dios Dita! Déjame ver…

 

—Shaka ayúdame…

 

— No, no, yo estoy ocupado. —

 

Mu por supuesto que no descansó hasta asegurarse que la ropa interior que Dita llevaba no era suya y por suerte, no era así. El sueño se le había ido con todo ese rollo así que simplemente esperó a que Shaka terminara de alistarse.

 

Estando los tres listos y después de comer algo ligero, salieron de casa antes del anochecer, tenían que llegar a los bordes de la ciudad antes del anochecer para que Shaka no tuviese ningún problema para ingresar al bar, bar por llamarlo de alguna forma. Dita se había vuelto amigo del primer cadenero así que antes de que lo movieran hacia la entrada principal se colaban en el interior y no salían hasta la madrugada.

 

Por única vez te pido que entiendas

Que este no es un cuento que lo invento yo

 

 

Los fines de semana llevaban tripi y xtc a manos llenas, encontraban un grupo al cual unirse y así lograban encontrar un after. Estaba de más decir que ellos no necesitaban gran esfuerzo para encontrar una invitación.

 

Dita les habría camino seduciendo con el movimiento de sus caderas al ritmo de la música, Mu sugestivo e inalcanzable atraía a los más osado y Shaka era el centinela, su trabajo consistía en aparentar verse bonito mientras vigilaba a cualquiera que quisiera pasarse de listo.

 

¿Y que por qué nuestro empeño en regresar a ese mundo?

Aún teníamos toda la inversión de “nuestro dinero” en la mercancía que había escondido Dita antes de huir, pero pretendíamos terminarla toda antes del cumpleaños de Shaka.

 

 

|¤°.¸¸. ·´¯`» D’amare Peccavi «´¯`·.¸¸. °¤|

 

 

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«.·°·~*~' continuará ‘~*~·°·. »
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(*) Pijamas — Babasónicos


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