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Acaricia mi alma por Doki Amare Peccavi

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(*) Quiero llevarte a algún lugar

 

— Shaka, no dejes que haga una tontería —  Apenas Shaka salió detrás de Afrodita, supo que presentarse ante ellos, no había sido la mejor opción.  Presionaba sus puños de forma nerviosa sin saber qué más hacer.

 

Sus ojos se movían de un lado a otro, intentando encontrar una solución, no sabía cómo, pero iba a evitar que Saga encontrara a sus amigos. Tal vez ganando algo de tiempo.

 

Para no preocuparlos escribió una nota y la dejó atorada en el espejo que miraban todas las mañanas, aunque esperaba llegar antes de eso.

 

Gran error, ni mirarían al espejo y no volvería tan pronto.

 

Tomó la mercancía que tenían, dividió el dinero y dejó el suficiente para que sus amigos pasaran algunos días, para que pagaran la renta y por supuesto que para que comieran, con todo lo demás en maleta salió.

 

Tomó el bus, conocía las rutas y a un trasborde estuvo de nuevo fuera de la casa de Saga, el portero seguía siendo el mismo y de todas formas dudó en dejarlo pasar, anunció a Saga que había llegado, dio su nombre y enseguida aquel sujeto había bajado a recepción.

 

— Ya sabía yo que ibas, pero aun así me ha sorprendido que haya sido así de rápido.

 

— Tú lo sabes todo ¿no? —

 

Para que sepas que me importas

 

— No me provoques Mu. — Y no quería hacerlo, aquello se le escapaba de las manos. Escuchó a Saga soltar un suspiro. — Ven, sígueme, vamos arriba.

 

Mu había aprendido aquel camino, así que siguió a Saga por pura cortesía. Nuevamente ingresaron juntos al departamento y sin decir nada, el mayor de los gemelos tomó asiento en una de las sillas del viejo comedor.

 

Mu hizo lo mismo, frente a él, colocó la mochila negra en sus piernas y empezó a sacar:

 

Paquetes de Xtc y tripis y un fajo de dinero.

 

— ¿Y esto qué significa Mu?

 

— Quiero hacer un trato, no tengo el dinero que me pides y tampoco puedo conseguirlo en diez días. Estoy solo y… esto es todo lo que tengo, con el dinero y la droga seguro cubro más de la mitad de lo que te debo… y el resto, te lo iré pagando, dame un mes.

 

— ¿Qué no habíamos tenido ya esta conversación? — Tomó entre sus manos ambos paquetes de droga y los botó enseguida. — Sigues en lo mismo, no has cambiado nada…, eres más mierda de lo que pensé es por eso que no mereces ni una pequeña oportunidad, un trato... a mí me traes mi dinero en nueve días o te juro que vas a arrepentirte.

 

— Te estoy dando esto como garantía.

 

— ¿Garantía de qué? ¿Y esta mierda para que la quiero yo? ¿Crees que voy a pararme en una esquina a ofrecer esto a alguien? No creo que seas tan estúpido para sugerirme esto.

 

— Tú bien sabe que no puedo pagarlo, por eso sabías que iba a regresar.

 

— Lo sé, pero no es problema mío. Además, no te estoy pidiendo que me regales algo, te estoy exigiendo que devuelvas mi dinero, no sólo has tenido estos diez días para juntarlo, desde el día uno que lo sacaron de mi cuenta debieron de haber pensado en devolverlo. 

 

— Yo sé que cometí un error y no me estoy negando a pagarlo. — No había forma de negociar con Saga y aquello sólo se estaba volviendo — Sabes qué, tienes razón, como solucione esto es problema mío, entonces nos vemos en nueve días.

 

Apenas Mu empezaba a recoger el dinero y la droga para meterla en su mochila cuando la mano de Saga evitó que lo hiciera.

 

— ¿Y eso? No, esto ya no te lo llevas, lo trajiste a mi casa y se me antoja quedármelo…

 

— ¿Eres tonto?

 

Pero hace tanto frío y no sé a dónde.

 

— Para la vida que llevas y con todo lo que has hecho, el tonto parece tú. Viniendo a hacer un trato cuando sabes que lo único que quiero es intentar sentir lo mismo que yo sentí mientras me tuviste encerrado en el tiradero. ¿Sabes cuantas veces desee morir? Pero sólo imaginar el rostro de mi hermano cuando encontrara mi cuerpo, era lo que me daba fuerzas, me volviste un monstruo y mi único error fue intentar ayudarte. ¿Sabes el infierno que es la desintoxicación? Cualquier cosa que haga, no será suficiente para hacerte pagar, no importa cuántas veces te arrepientas… el daño está hecho, Mu.

 

— Eres mucho peor que yo… —  Mu escuchaba a Saga, completamente fuera de sí, los ojos se le habría cuando le miraba y no podía más que aceptar que nada tenía que ver con la persona que había conocido antes. — ¿Por qué no.… terminamos con esto? ¿Qué quieres? ¿Matarme? ¿Qué yo lo haga? ¿Verme en la cárcel?

 

— Por ahora, que me pagues.

 

— Pero después de eso, vendrá algo más…

 

Quiero llorar y quiero amar

 

— Eso no lo sé, ni tú. Bienvenido al infierno. Jamás sabrás si lo que haces será suficiente o si algún día me cansaré y dejaré de ser una sombra detrás de ti. — Enfrentar a Saga no tenía caso, Mu comprendió en ese momento su error. Saga tenía razón, era muy ingenuo después de todo.

 

— Hagamos algo, te pondré una prueba, para saber qué tan arrepentido estás. — Saga empujó con sus pies en el suelo y arrastró la silla, se puso de pie y rodeó la mesa para llegar hasta donde Mu estaba. Se le notaba la sonrisa en el rostro así que el Mu entendía que algo malo tramaba. Le miró atento mientras desataba la bolsa con pastillas y de entre los paquetes, tomó una píldora al azar. — Tómala.

 

— Si algo me pasara ¿Te sentirías mejor con eso? — Mu levantó la mano, tomó entre su pulgar e índice la pastilla turquesa que Saga le daba. — A lo que me refiero es que si tú… sentirías que has logrado algo si algo me pasara.

 

— Tómala. — Mu negó. Abrió sus dedos para dejar caer en la mesa aquella pastilla.

 

Apenas iba a reclamar Saga cuando Mu tomó el paquete completo, colocó la palma de su mano hacia arriba y dejó caer algunas pastillas para después echarlas todas a su boca.

 

Y tragó, sin pena ni remordimiento.

 

— De ese tamaño es mi arrepentimiento.

Y de ese tamaño era tu rencor. ¿Quién era más tonto? ¿Quién más ingenuo?

Pudimos avernos dado un tiro en la cabeza y evitar todo lo demás

Debí haber llevado el arma conmigo. Debí habernos detenido…

 

— ¿Qué hiciste? — Una sobredosis tampoco era lo que había pensado, Saga rápidamente apartó todos los paquetes frente a Mu y los arrojó al suelo. — Mierda.

 

Tomó a Mu de la muñeca y jaló de él para levantarlo, lo pegó de espaldas a su cuerpo y presionó en la boca del estómago de Mu, que se removía con fuerza.

 

Lo intentó una vez, dos veces… tres y Mu cada vez insistía más en ser soltado.

 

También tuvo la idea de provocar arcadas, pero, aunque inicialmente lo había logrado, en algún momento de sus intentos Mu terminó por atrapar sus dedos con sus dientes y sólo había sido posible que le soltara, golpeado en su estómago.

 

Después Mu cayó al suelo, golpeó con fuerza sus rodillas, al caer, pero lo único que salió de los labios del corderito fue una tremenda risa que terminó en carcajadas.

 

— Eres… estúpido Saga. —

 

El efecto aún empezaba.

 

— No voy a… arriesgar mi pellejo por ti. — Los rastros de la saliva de Mu los terminó de limpiar en su pantalón, al roce con la tela habían hecho que notara dos ligeras heridas en su piel. Tendría los siguientes días, los colmillos de Mu marcados. — Yo ya he hecho mi parte.

 

Saga giró su cuerpo, la risa de Mu le hacía sentir nervioso, así que con rapidez tomó sus llaves y salió de ahí.

 

Si alguien te lastima, voy a querer pelear

Usaré mi voz, y seré malditamente grosero

 

Todo a su alrededor daba vueltas, intentaba tomar con sus manos cualquier cosa, pero no había nada a su alrededor. Estaba en un desierto, absoluto silencio, absoluta oscuridad.

 

Estaba perdido, estuvo vagando en un inmenso mar… ¿Y la arena? ¿Y el desierto?

 

Después sintió que dios le levantaba.

¿Venía por él?

 

— Te ha dejado en bandeja de plata para mi…

 

— ¿Quién…? — Se sentía en las nubes, cada vez más libertad.

 

— En la cama… estaremos mejor. Desde hace tanto que te deseo.  

 

— Frio… — Murmuró Mu. Aunque sólo por unos segundos, después sintió como algo le cubría. Sonreía ante las cosquillas, y sin darse cuenta, entre las sombras quedó completamente desnudo.

 

 

— ¿Quién hubiese pensado que así sería nuestro primer encuentro? El primero de muchos…

 

Cubrió a Mu con una manta mientras él caminaba al baño y tomaba un baño, sabía que el tiempo era algo que tenía, así que completamente desnudo regresó a la habitación de Saga. Iba a bautizar la cama de ese mocoso cobarde, para que cuando regresara supiera que en esa cama se había tenido el mejor sexo de todos.

 

Descubrió el cuerpo de Mu, observó el contorno de sus piernas y su sexo dormido, la sonrisa no se le borraba del rostro y los ojos verdes completamente dilatados, llorosos, era tan hermoso que casi podía olvidar cuanto le detestaba.

 

— ¿Quién?

 

Tan jodidamente sensual, su voz, sus labios, sin resistirlo más se abalanzó sobre Mu, le tomó por las piernas y se metió entre los muslos del corderito. Su miembro erecto tan impaciente se acomodaba y rozaba con la entrepierna de Mu.

 

Tenía hambre, pero sabía disfrutar de los manjares.

 

Inclinado su cuerpo, pegó su nariz al cuello e Mu, mordió la piel, lamió sus hombros y succionó todo lo que había a su paso, le dejó marcado, quería que, al pasar el efecto de la droga, lo primero que viera Mu fuesen las marcas de su presencia.

 

Era un perro dominante.

Y marcaba cada parte de la piel del cordero, al paso de sus labios.

 

— ¿Te gusta…? —

 

— Sí… — Murmuró Mu, para ese momento la excitación sintética de su cuerpo era imposible de disimular.

 

— Entonces., no te estoy forzando. — Que distorsiones esas, que pensaba que podía ser tan magnifico en la cama, como para someter a un principiante a aquel deseo. — Saga me dijo… que… eres la perra de uno de tus amigos…

 

Mu sonrió.

¿Un perro? ¿En dónde?

 

La mente se le puso en blanco, su entrepierna…, y después; la primera vez… había sentido que se le salía el alma, gritaba cuanto podía por tanto placer, tanta felicidad y de pronto…

 

… un enorme dolor le invadió.

 

Incluso con la alta cantidad de asidos en su cuerpo, supo que… algo había cambiado.

Y aunque sonreía y gemía las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas.

 

¿Cuántas veces soportó aquello?

 

Toda la noche.

 

Las palabras siempre ganan,

 

Y en algún momento de la madrugada Saga regresó.

 

El departamento apestaba a cigarro y sexo.

 

Abrió las ventanas, sacó una cerveza del frigo bar y se echó en el sofá.

 

Intentó dormitar, pero apenas había cerrados los ojos y un intenso quejido se escuchó y después un golpe en la madera vieja del suelo.

 

— ¿Qué mierda? — Se levantó deprisa y caminó hacia su habitación.

 

Y lo encontró.

 

Pero sé que yo perderé

 

El orgulloso Mu sentado en el suelo, con la cara hinchada.

 

Tenía el cuerpo lleno de marcas, temblaba tanto.

 

Saga caminó unos pasos, ¿Y ahora qué?

 

— Ah… ¿Que... hora es? — Preguntó, ausente, vacío. Saga sacó su móvil.

 

— Cinco cuarenta y dos.

 

— ¿Puedo… marcharme? — Saga negó con la cabeza.

 

— Tú mejor... que nadie, sabes cómo funciona esto. Ahora ya no puedo dejar que te vayas porque me meterás en problemas.

 

— En-entonces, deja que hable, a mi… trabajo.

 

— ¿Estás bromeando? —

 

— Lo permitimos…, permitimos que — La garganta seca no le dejaba hablar bien, ni siquiera había caído en cuenta de toda la situación o por lo menos eso pensaba Saga, porque ¿Qué tipo de persona pedía una llamada a su trabajo, cuando la situación se le complicaba de esa manera?

 

Todas mis lágrimas se han usado.

 

— Está bien… yo marco y a la primera que digas algo que no debes, te mataré.

 

El jefe escuchó decir “No podré ir, me ha surgido algo. Ah y si preguntan por mi ¿Puede pedirles que cubran mi turno? Sí, sí… gracias.”

 

  

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(*) Tom Odell - Another Love

 

 


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