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Abrazo azul por PanPan

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Notas del capitulo: Holas, segundo capítulo.
La verdad siento que algunas cosas no calzan e intenté redactarlas y poner la mayor coherencia posible, la verdad no me manejo del todo en este mundo de la redacción así que desde ya me disculpo si hay algunas líneas o párrafos o muchos párrafos medios raros xD aunque la verdad estoy bastante animada por lo que he hecho hasta ahora, he intentado plasmar lo más posible los sentires de los personajes, cosa que me cuesta hacer u.u soy bastante no-emotiva... En fin, aquí está el cap, besos y gracias por leer ;D
Ah! y espero críticas, constructivas cabe destacar xD
El rubio estaba cansado, le pesaban los párpados, era una clara señal de que debía conciliar el sueño y aún así no podía. Había estado tratando desde que Morgiana se había retirado de su alcoba y le era imposible, sentía un dolor punzante en sus piernas y en su brazo derecho. Cambió de posición en la cama recostándose sobre su espalda.

El dolor, ese dolor ensordecedor que clamaba desde sus extremidades no cesaba, de verdad se había excedido con su entrenamiento, había excedido por mucho su límite físico; empuñó la mano izquierda y dio un puñetazo al colchón. Debía hacerse fuerte. Si se hacía más fuerte podría controlar su djin y por ende completar mucho más fácilmente sus objetivos, podría defender a su pueblo y guiarlo hacia un futuro próspero, podría hacerlo renacer de entre esas asquerosas cenizas en las que se había convertido, en la que lo habían convertido mejor dicho, podría defender, ésta vez sí, las cosas y las personas que eran importantes para él… Si hubiese sido más fuerte anteriormente hubiese sido capaz de defender a Kassim y tal vez… Golpeó el colchón esta vez más fuerte, con toda la fuerza que su cansado brazo le permitía y finalmente rompió en llanto, un silencioso pero doloroso llanto. Pasó su brazo izquierdo por sobre sus ojos y los cubrió, los apretó, no quería llorar, no en ese momento, no en ese lugar, era suficiente depender de Sindria, refugiarse allí para su sobrevivencia, y si lloraba allí ni siquiera sus sentimientos estarían libres, dependería en cuerpo y alma de ese lugar y él no quería, no quería depender de nadie nunca más.

¿Cuánto habían sufrido sus seres queridos por su dependencia, por su debilidad, por su falta de confianza?... No supo responderse, o tal vez lo hizo pero no logró escuchar su voz interior ya que el sonido de su corazón resquebrajándose la opacaba. Los chasquidos de las grietas que cada vez se profundizaban en aquel momento, las grietas acompañadas del golpe del incesante martillo de sus recuerdos, de la gente de su tierra a la cual no podía prestar ayuda y… de Kassim, de aquel hombre con el que había compartido la inocencia de la infancia y la crueldad de la misma entre los trapos de Balbad, con el cual había correteado entre juegos olvidándose del mundo que los rodeaba, con el cual había recorrido un largo camino con todo lo bueno y lo malo que la vida conlleva… Al cual había amado. Como el más grande de los amigos y el más adorado de los hermanos, el más grande confidente y el más puro y profundo primer amor…

-Alibaba-kun… Alibaba-kun…

Respiró hondo, hasta que sintió que su respiración se cortó. Sin dejar de presionar sus ojos sintió la cama hundirse a su lado y la calidez de otra piel tomarle la mano y apartar el brazo que cubría sus lágrimas. Tras la pared vidriosa de sus ojos divisó unos azules y tiernos irises, que con preocupación le observaban fijamente

-Aladdin…

-¿Qué ha ocurrido Alibaba-kun?.- Preguntó el dueño de los ojos azules mientras deslizaba el dorso de la otra mano por las mejillas húmedas del rubio secando sus lágrimas.- ¿Por qué lloras?

-Aladdin…

Sin decir nada Alibaba tomó la mano del niño que limpiaba sus mejillas y deslizó su otro brazo por detrás de la cabeza del mismo, atrayendo su cuerpo hasta el suyo, envolviéndolo entre sus brazos con dulzura, sintiendo la calidez de ese pequeño cuerpo, esa calidez que sólo ese chico podía transmitir, esa fuerza y esa luz que le habían devuelto el ánimo incontables veces, y lloró, lloró con toda su alma, sollozando entre los azules cabellos de Aladdin y empapándolos. Pero estaba bien, no podía llorar en Sindria ni quería hacerlo, y, a pesar de sentir millones de agujas atravesándole el alma, en el hombro de su amigo, bajo esa seguridad y bajo el calor de ese abrazo podría hacerlo mil veces y sentir como esa aura azulada abrazaba su dolor y lo apaciguaba lentamente, tal y como inexplicablemente hacía con todos a su alrededor.

Por su parte el niño de cabello azulado abrazó del mismo modo a su amigo, recibiendo en silencio las lágrimas de éste.

Aladdin sabía que en ese preciso momento estaba recogiendo toda la angustia de Alibaba, eso le había dicho alguna vez Ugo, otro importante amigo: “los abrazos son un contacto físico humano a través del cual se intercambian sentimientos positivos, a veces negativos, sin embargo, en ambos casos, los abrazos son el acto más reconfortante para las personas”; teniendo este concepto resplandeciendo en su cabeza continuó, continuaron, hasta que ambos fueron vencidos por Morfeo.

-.-

Era una agradable mañana y además prometía un día soleado. Así lo anunciaban los rayos de sol que entraban por la ventana de la habitación de Alibaba. Era un día realmente bonito, sin embargo, el joven de cabellos dorados se encontraba absorto de aquella belleza.

Caminó hasta la puerta y volteó hacia su cama para ver por última vez a Aladdin aún dormido plácidamente, era increíble la calidez que su compañía provocaba en su corazón, era una calidez que muchas veces dio por perdida, no… Era la calidez que dio por perdida una vez tuvo el cuerpo inerte de Kassim entre sus brazos. Alibaba sacudió su cabeza, salió de la alcoba con decisión y cerró tras él la puerta.

Se mantuvo allí unos minutos, sujeto por una imantación poderosa que lo llamaba a entrar de nuevo y acostarse junto a Aladdin y el cálido manto que le proporcionaba su compañía.

Deslizó su espalda por la superficie de la puerta hasta quedar sentado en el piso y sostuvo con una mano su cabeza y con la otra su pecho, a la altura del corazón.

-Por qué… -Apretó con fuerza junto a su pecho para evitar de cierto modo que los pedazos de su corazón volvieran a separarse. –

El muchacho se levantó de un brinco y agarró el pomo de la puerta mas se detuvo ahí sin girarlo. Quería entrar porque allí adentro de esa habitación se encontraba seguro junto a Aladdin y no necesitaba pensar en nada, era obvio, pero… ¿De verdad quería entrar porque su amigo se encontraba allí? ¿Porque necesitaba de él en ese momento en que sentía que se desmoronaba de a poco? ¿Porque sabía que podía confiar en él plenamente y refugiarse en su cariñosa amistad? ¿o para sentir que estaba nuevamente envuelto en la compañía y el amor que Kassim pudo darle alguna vez?... Sí, probablemente fuese por lo último. Tenía tiempo compartiendo una confidencia con el pequeño magi, una amistad inquebrantable y pura, pero, que siempre estuvo a la sombra de los sentimientos que alguna vez hubo entablado con Kassim. Muchas veces se prometió a si mismo superar su muerte y aplastar su dolencia y soledad con los mejores recuerdos, por su cuenta y por las sabias palabras escuchadas de la misma boca del rey de Sindria, pero había fracasado todas y cada una de esas veces. Soltó el muñón de metal dejando caer su mano. No estaba bien utilizar la sinceridad en la amistad de Aladdin para esconder la falta que le hacía el amor de Kassim. Tampoco querer remediar lo irremediable y volcar sólo angustia y nostalgia nociva sobre su vida y, de algún u otro modo sobre quienes lo rodeaban.

-¡Ey! ¿Qué haces ahí muchacho?

-Sinbad…

Alibaba volteó hacia el hombre alto de cabellos púrpuras que a pesar de estarle sonriendo le miraba con un atisbo de preocupación.

Se acercó hasta quedar a unos pasos de él y le sostuvo la mirada intentando parecer impasible.

- ¿Qué ocurre?- preguntó el muchacho con despreocupación que, inmediatamente la persona frente a él captó, era evidentemente forzada.-

Sinbad lo miró unos segundos preguntándose fugazmente qué se estaba maquinando dentro de la mentecilla del príncipe para hacerle mentir de manera tan forzada. Preocupación por su tierra y su situación actual posiblemente, se dijo. Se cruzó de brazos y esperó otro par de segundos antes de articular alguna palabra que le permitiera obtener algo acerca del comportamiento del joven pero finalmente se decidió por ir directo al grano

-¿Qué te ocurre a ti? Evidentemente estás ocultando algo, mentir no te queda, Alibaba-san.

Sinbad sonrió abiertamente.

El joven le miró con el entrecejo levemente fruncido. Sinbad era astuto y además tenía ese raro poder de conocer más de la cuenta a las personas que lo rodeaban, con o sin consentimiento de éstas, claro, no era raro debido a los innumerables viajes que había hecho por el mundo, conocer gente muy distinta, intercambiar palabras claves que le permitirían saber si frente a él se encontraba un amigo o enemigo. Pensaba en cuán increíble y molesto era este don poseído por el rey cuando sintió la mano de éste sobre su hombro.

-Si lo deseas podemos hablar… Por supuesto en un lugar más tranquilo.

Tras esta invitación Sinbad volteó y comenzó a caminar seguido de cerca por Alibaba.

-.-
Sinbad llevó al muchacho hasta sus aposentos. Veía venir una conversación personal por lo cual optó por un ambiente tranquilo, sin interrupciones y un poco más íntimo.

Abrió la puerta y extendió su mano invitando a Alibaba a pasar, él, por su parte, respetuosamente se internó en la habitación.

-Toma asiento.- replicó el más alto con amabilidad mientras señalaba uno de los sillones.-

La habitación era amplia, muy amplia, digna del rey de Sindria. El rubio se sentó en uno de los asientos que estaban en medio de una habitación que supuso era anterior al dormitorio, frente a él una elegante mesita de centro, podía apostar a que había sido tallada sólo para su dueño. Ojeó rápidamente el resto de la alcoba, deteniéndose en el fondo, en cortinaje anterior a la cama cuando un bultito de lo que parecían ser sábanas comenzaba a moverse. El joven rubio entrecerró los ojos para intentar encontrar forma a aquella masa, incluso se irguió en busca de una mejor visión y al encontrarla se sorprendió bastante al notar dos brazos alzarse en modo de lo que parecía ser un bostezo matutino.

-¿Y bien?- Replicó el rey, que había tomado ubicación en el asiento frente al de Alibaba sin que este se percatara.

El muchacho le prestó atención ignorando totalmente a la persona que yacía estirándose perezosamente en su cama.

- Cuéntame, ¿qué es lo que te tiene tan inquieto?

Alibaba lo observó indeciso. Tenía tantas cosas vagando por su cabeza. Kassim, su muerte, la soledad que había dejado, el vacío que oprimía su pecho, el sentimiento de estar utilizando el cariño de Aladdin, la incomodidad que sentía al notar como ese cariño le hacía bien y él en cierto modo lo negaba. Como un rayo sintió caer sobre él los sentimientos de la noche anterior y la sonrisa entremezclada de Kassim y Aladdin se presentó a su mente. Suspiró y bajó la mirada, si bien el hombre frente a él le resultaba algo molesto por poseer cierto nivel de sabiduría respecto a cosas del corazón, en esta ocasión estaba dispuesto a dejarse caer ante ella y recibir una vez más las palabras de ayuda y guía que saldrían de su boca.

-Ka… Kassim…-Replicó con amargura.

-¿Kassim?

-Si…

Sinbad se reclinó en el asiento sin dejar de mirar al príncipe con indulgencia.

-Kassim está muerto.

Alibaba se sintió encoger. Llevó ambas manos hasta las rodillas y apretó la tela de su pantalón manteniendo la cabeza gacha. Tragó el nudo que comenzaba a formarse en su garganta y junto con el amargas lágrimas que amenazaron un momento en salir. Aquellas palabras le habían herido, mas eran la verdad. Tal vez era solo eso lo que necesitaba oír para situarse en el presente y empezar a dejar atrás todo lo que alguna vez sostuvo con Kassim y guardarlo como un bonito recuerdo, atesorarlo.

- Te lo diré una vez más, sin rodeos esta vez.

El hombre lo miró fijo y continuó siendo directo, muy distinto a una anterior conversación sobre el tema, muy parecida y en circunstancias similares.

- Tu amigo ya no está con nosotros.- Continuó hablando Sinbad.- Alibaba, no debes aferrarte a ese pasado con tanta vehemencia, debes aferrarte a Kassim como un recuerdo, como un recuerdo especial en el corazón. Atesorarlo más que a nada si así lo deseas, pero no continuar viviendo como si aún él formara parte de tu vida.

Alibaba escuchó en silencio lo que decía el hombre de cabellos violáceos. Era cierto, no era nuevo lo que escuchaba ya que varias veces se lo planteó así mismo de esa forma, sin embargo, inconscientemente tal vez, no podía dejar de lado a Kassim, no podía guardarlo en un lugar de su corazón, no después de haber pasado infinidades de momentos juntos, de haber vivido pesares y alegrías tan grandes, no después de haberlo amado con todo lo que sus sentimientos le permitieron. No estaba listo, para nada. Sentía que nunca lo estaría.

-Muchacho, entiendo el sentimiento de perder a un ser querido. Siendo joven perdí a mi padre y posteriormente a mi madre, ellos eran mi familia y debí vivir por mi cuenta, sobrevivir.- Tras un leve silencio y una fugaz mirada prosiguió.

- Solo en el mundo debí levantar la cabeza y armarme de valor. Cada paso que dí lo hice sin dejar de pensar en mis padres. En sus enseñanzas, en sus cuidados, en su cariño, en lo hermoso que fue vivir mi infancia con ellos, en la sonrisa amable de mi madre y en la protección y valentías incomparables de mi padre. Atesoré todo esto, lo guardé en lo profundo de mi corazón…

Sinbad miró fijo a Alibaba, el cual parecía estar concentradísimo en su relato, concentradísimo y envuelto en sus propios recuerdos. El joven alzó la cabeza invitándolo a proseguir. El rey continuó.

-Asumo que sabes cuanto sufrí, no siempre cabe destacar, cuando entré al calabozo y conocí de cerca a Drakon y a los demás olvidaba totalmente esa tristeza, sé que es lo que te ocurre, pero… A pesar de que esas muertes continuaron doliéndome, aprendí a enterrarlas, enterrarlas sin llevar a olvidarlas. Aprendí a evocar lo hermoso que fue mi vida junto a ellos, después de todo sin ese pasado tal vez no estaría aquí y si hubiese seguido llorando aquella pérdida y todas las de los buenos camaradas que he conocido a lo largo de mis viajes me hubiese herido enormemente. Tú estás hiriéndote en este momento. No solo a ti, estás hiriendo a quienes te rodean. Aladdin por ejemplo. Alibaba, eres extremadamente importante para ese niño. Dices ser su amigo pero… ¿Qué clase de amigo eres si no recibes plenamente el cariño que se te entrega y si no lo correspondes? Si no te molesta herirte sujetando a Kassim a tu vida, piensa en que herirás también a quienes te aman. Tal vez no te amen de la forma en que Kassim lo hizo, pero se esfuerzan.- Sinbad sonrió de medio lado.- Tal vez no llegues a amar a Aladdin de la forma en que amaste a Kassim y tal vez el tampoco te ame de esa forma, pero estoy seguro de que el uno por el otro sienten un cariño sin igual.

Después de permanecer en estoico silencio, el príncipe alzó al fin la cabeza y asintió, definitivamente y aunque fuese trabajoso debía comenzar a vivir su presente sólo con el mejor de los recuerdos de Kassim.

Se levantó y con una expresión que comenzaba a pintarse de decisión dispuso a marcharse. Aquella charla con Sinbad había sido directa totalmente y bastante objetiva. Después de todo no podía llevar a cabo una labor como príncipe si permanecía sumido en la amargura, aquella fibra había sido tocada sutilmente por el razonamiento de Sinbad y la propia reflexión que había dado mientras escuchaba las palabras dichas por éste. Dio un leve y respetuoso ladeo de cabeza y rodeó la mesita para marcharse mas se detuvo frente a Sinbad y lo asaltó una duda incoherente: era cierto que este hombre podía ver a través de los sentimientos y pensamientos de quienes lo rodeaban, pero aún así no pudo evitar pensar en cómo fue que el rey de Sindria había deducido sus verdaderos sentimientos hacia Kassim. Después de todo eso jamás había salido de sus labios, ni siquiera un atisbo rebelde. Nada.

Entreabrió casi imperceptiblemente sus labios para preguntarle aquello a Sinbad, que le sonreía siempre abiertamente. Intentó ver a través de esa sonrisa ambigua y volteó lentamente hacia la cama. Allí envuelto en una blanca y larga sábana frotándose con pereza los ojos se encontraba Jafar, el visir del palacio, quién al ver al muchacho se sobresaltó un poco. Con decoro cubrió más su cuerpo y tras lanzarle una mirada con evidente disgusto a Sinbad se apartó sus blanquecinos flequillos de la frente e hizo una leve reverencia con la cabeza para volver a escurrirse dentro de las tinieblas entre las cortinas y la cama mientras el joven rubio se deslizó lo más rápido que pudo fuera de aquel cuarto.

-.-
Notas finales: Aw olvidé escribir algo antes u.u
Espero más criticas de Hakuryuu Ryuuya Ren xD

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