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Abrazo azul por PanPan

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Notas del capitulo:

Holas~

Tercer capi, la verdad no puedo ir más rápido u.u así que me tomaré mi tiempo para poner todo en orden, en el escrito y en mi cabeza también xD

Ah! Hay una frase del cap 16 de Magi: The labyrinth of magic, escenas en realidad, que me mataron <3

Esop~

Tras ser despedido de la habitación por Sinbad el príncipe de Balbad emprendió su camino sin rumbo fijo por los pasillos del palacio.

Su conversación había sido más provechosa de lo que había esperado, ya que obtuvo en gran parte los resultados que esperaba, a excepción del incidente algo bochornoso e inesperado ocurrido con Jafar. Quién se imaginaría que el gran Sinbad, conquistador de calabozos y navegante de los siete mares, por el cual infinidades de mujeres se derretían y otro resto de infinidades habían estado en sus brazos tendría esa clase de relación con su visir… Tal vez durante sus viajes no tuvo a nadie en sus brazos aparte de Jafar.

Sacudió su cabeza, las preferencias del rey no afectaban en su desempeño como tal ni en el trato con su persona, por tanto debía olvidarlo, sin embargo tal vez ese era uno de los motivos por los cuales había podido ver más allá de sus afectos hacia Kassim. Pensaba en esto cuando sin darse cuenta se encontró frente a la puerta de su habitación. ¿Estaría Aladdin aún allí? Era improbable. Había transcurrido una cantidad de tiempo prolongada desde la última vez que había estado por allí, por ello decidió entrar. Lo cierto era que no quería toparse con el pequeño, de seguro haría preguntas sobre el incidente de la noche anterior y además, la reciente conversación con Sinbad le había dejado bastantes cosas en qué pensar con respecto a su relación de amistad, a su mal labor como amigo y a demás asuntos que en esos momentos vagaba desorientados por el laberinto de su cabeza.

-Alibaba-kun, buenos días.

-.-

-Sin… ¿Qué clase de impresión crees que se ha llevado Alibaba-san del rey de Sindria?
Sinbad miró imperturbable a su visir, sin dejar de sonreír plácidamente, mientras éste lo miraba inquisidor y con una clara molestia reflejada en su ceño fruncido.

-¿Cuál crees tú que se ha llevado?- Respondió al fin el hombre desarmándose despreocupadamente sobre el sillón.-

Jafar se paró frente a él.

Era cierto que él y Sinbad sostenían una relación amorosa, y a pesar de ser entre el rey y uno de los ocho generales no lo habían ventilado a todo el reino. Quienes estaban enterados eran sus personas de confianza y no por eso habían presenciado lo que el joven Alibaba había presenciado. Jamás. ninguna de esas personas había entrado a la habitación de alguno de los dos por la mañana sin golpear antes, no se les había dado pie para eso, ¿Por qué? Porque ambos habían acordado que lo mejor era mantener su intimidad oculta y sólo para ellos. Pero, ¿Qué había hecho Sinbad? Había llevado a un albergado prácticamente hasta su habitación justamente cuando su amante no había dejado la habitación y por tanto había destapado su intimidad, esa tan preciada y oculta intimidad.

-Sin… Pudiste pensar antes de… Antes de… Ni siquiera estás tomándome en cuenta.

-Estoy escuchándote

-No lo estás haciendo.

Jafar dio media vuelta y se alejó del gobernante

.-Me molesta ese afán por pisotear los acuerdos y esa manera de hacer siempre lo que quieres.

-Perdón.

Sinbad se acercó al hombre que permanecía en silencio, posó las manos en sus hombros y con delicadeza frotó desde cada hombro al antebrazo.- Lo siento Jafar.

Jafar no se apartó, dejó que su amante le diera ese mimo mientras se disculpaba y suspiró. Tomó una de las fuertes manos del rey y la acarició haciéndole saber que su disculpa había sido aceptada. En cierto modo detestaba ciertas actitudes de Sinbad, mas una suma de ellas era parte de lo que más adoraba en él.

-En alguna oportunidad me disculparé con Alibaba-san. Deberías hacerlo tú también -Replicó el de cabello claro sin dejar de dar caricias a la mano de Sinbad.

-Lo haré.

Sin dejar de sonreír, Sinbad dando un leve roce a la barbilla de Jafar dispuso a retirarse a realizar sus deberes matutinos, no quería otro reproche de éste.

-Sin…

Sinbad volteó encontrándose un deje de preocupación pintado en el rostro de Jafar.

-¿Qué ocurrió con Alibaba?

El rey pensó por unos segundos, a paso firme se acercó hasta que pudo envolver al albino con sus fuertes brazos y habló con los labios hundidos en las finas hebras de sus cabellos. –Perdió lo que más amaba.

Jafar se mantuvo en silencio deslizando ambos brazos alrededor del cuerpo de Sinbad. En esas mudas palabras ambos supieron comprender a la perfección que ninguno podría vivir sin el otro y Jafar, sin inmiscuir más profundamente en el asunto que Sinbad y Alibaba mantenían, sintió una punzada en su interior, la misma que sabía, había sentido Sinbad al escuchar al muchacho.

-.-

El príncipe rubio se encontraba tendido boca abajo sobre su cama, regocijado al escuchar las muchas anécdotas que Aladdin le relataba.

Le había contado sobre las cosas nuevas que había aprendido sobre la magia, sobre los rumores que su maestra evidentemente inventaba sobre Sharrkan, le contó también sobre una ocasión en la cual sin querer había visto estornudar a Drakon al olisquear unas florecillas, causando un casi incendio en el jardín, se sentía tan bien, tan cálido con aquella amena compañía y la charla matutina, incluso se atrevía a decir que podía sentir el rukh revoloteando tranquilo a su alrededor.


-¿Qué has hecho tú, Alibaba-kun?

Aquella pregunta proveniente del pequeño lo bajó de esa nubecilla mullida en la que se encontraba.

-¿Yo?

-Claro, ¿quién más?.- rió Aladdin.

Alibaba observó embelesado la sonrisa del pequeño, era tan inocente y pura como la que le había regalado en momentos tan íntimos como ese Kassim. No. Sacudió su cabeza. Era distinta. En su cabeza la imagen de Kassim sonriendo se mezclaba con la del magi. Con algo de esfuerzo logró empujarla suavemente hasta que pudo acomodarla, como quien acomoda algún frágil tesoro, en algún cajoncito dentro de su corazón. Hasta que ya no estorbó y pudo ver sólo la expresión inocente del rostro de Aladdin acariciada por sus finos flequillos azules. ¿A esto se refería Sinbad con darle paso al presente?. No continuó preguntándoselo. La pregunta voló muy lejos espantada por la sonrisa hipnótica frente a sus ojos y, claro, por progreso. Alibaba sonrió. Era tiempo de comenzar su cometido y guardar como un adorado recuerdo los momentos pasados con Kassim y los sentimientos que tenía hacia éste, y permitirse encariñarse aún más con el niño de azules cabellos. La preciada compañía de su amigo de infancia, esa despreocupada y simple estancia que hacía mucho anhelaba podía volver a su vida una vez más. Se sentía liviano aunque con ganas de distraerse, de a poco iría acomodando el torbellino de su cabeza en pequeños estantes, por el momento entregaría lo mejor posible su amistad a Aladdin del mismo modo en que él se la entregaba y la disfrutaría.

Tras los ojos expectantes del pequeño el príncipe se acomodó en el lecho y continuó la charla.

-Yo… He entrenado, he hablado mucho con Sinbad también, ¡Su habitación es enorme y su cama también!, aunque para él no es un problema ya que la comparte con Jafa...- Comenzó a comentar con entusiasmo, mas deseó no haber mencionado lo último.-

-¿La comparten?.- El niño magi esperó pero Alibaba no respondió.

Aunque el magi no era del todo inocente no encontraba palabras para explicarle que Sinbad y Jafar no compartían la cama sólo para dormir y tampoco deseaba hacerlo, el incidente resultaba algo chocante incluso para él que no estaba en posición favorable de recriminar acerca de las relaciones sentimentales de un chico a otro. Continuó en silencio, tal vez la inocencia de Aladdin le abriría un escape al tema.

- ¿El señor Sinbad y Jafar-san son novios?

Sonrió. Sin duda Aladdin era un niño suspicaz. Si bien añoraba tiempos pasados no podía negar que el tiempo que había logrado pasar junto a él había sido muy interesante.

-Respóndeme Alibaba-kun.

-No lo sé Aladdin.- Repuso el muchacho esbozando una sonrisa.- También duermes en mi cama y no somos novios.

-No Alibaba-kun, es distinto.- Aladdin se acercó hasta su amigo y se sentó frente a él.- El Rukh. El rukh que rodea a Jafar-san y al señor Sinbad es distinto al nuestro, es distinto a cualquier otro.

Alibaba sostuvo su mirada con parsimonia incorporándose hasta quedar sentado también.

-Desde la primera vez que compartimos una cena junto a ellos, el Rukh que los rodeaba revoloteaba feliz, brillaba intensamente y los envolvía y, cuando el Rukh de ambos se entremezclaba era una danza tranquila, serena… No puedo explicarlo.- Sonrió ladeando su cabeza.- Simplemente pude sentir algo distinto.

El joven de dorados cabellos escuchó al pequeño con placidez hasta que hubo concluido. Sin duda era un niño suspicaz y observador, maduro, misterioso por otro lado. Extendió su brazo y atrapó una pequeña porción de los azules flequillos de su frente para apartarlo de su rostro y poder ver la sonrisa que parecía estar grabada con fuerza y a la vez sutilmente en su fina cara, una vez lo hubo hecho le dedicó una tibia sonrisa. Aladdin la correspondió ensanchando aún más la suya. Tras esto el magi cogió con exquisita firmeza las manos del príncipe y su sonrisa angelical fue envuelta por un atisbo de preocupación que creció bajo la atenta mirada de Alibaba.

-Alibaba-kun, Mor-san me comentó que has estado cansado.

Alibaba retiró las manos posándolas en sus rodillas, intentando mantener la calma. Había podido evadir lás preguntas de su amiga mas con Aladdin no tendría aquella suerte.

-Alibaba-kun, entiendo que desees con todas tus fuerzas controlar tu djin pero no lograrás nada si destruyes tu cuerpo al no prestarle descanso.

Se mantuvo en silencio, abrazándose a él en busca de palabras que pudieran disfrazar todo lo que en aquellos momentos pasaba por su cabeza. El joven había olvidado aquel incidente, por supuesto los motivos por los cuales había ocurrido se habían mantenido apaciguados en los recovecos de su cerebro tras el impulso que las simples palabras de Sinbad le habían provocado a su persona y ahora, al escuchar las palabrillas de la boca de Aladdin, le habían traído un atisbo de incomodidad y pesar, como si aquel orden que había comenzado a forjar en su cabeza hubiese sido soplado cruelmente por una ráfaga de viento y hubiera sido desparramado.

Alibaba suspiró. Inhaló pesadamente una bocanada de aire, como si con ella fuera a reordenarse todo. Lo logró en cierto modo. Logró tragar un poco de fuerza que le permitió apartar del desorden de su psiquis lo que ya había comenzado a reacomodar, mas no para enfrentar la mirada azul del magi que le estaba taladrando en busca de alguna respuesta. Sin saber porqué sintió que podría llorar en ese momento. No quería responder, no quería tocar aquel tema ya que conllevaría a otros más profundos. Por un lado no quería preocupar a su amigo y por el otro no quería volver al principio y arrollar su firme decisión a cerca de convivir pacíficamente con la muerte de Kassim en su corazón.

-Alibaba-kun…

El pequeño de azules cabellos continuó observándolo con un deje de preocupación, más aún al sentir el silencio gélido por parte de su amigo. Alzó su delgado brazo, dejando que la imantación de la figura encogida de Alibaba lo guiara hasta que encontró su hombro, dejó su mano con suavidad reposar allí, buscando que el otro alzara la cabeza y con ella la mirada. No obtuvo lo que quería. El príncipe continuaba rehuyendo de sus irises.

-Alibaba-kun…-Le llamo el pequeño esta vez con un leve quebranto en su vocecita.

Alibaba sintió como la mano del niño dejaba su hombro y escalaba por su cuello con la yema de los dedos, suave y sin apuro, hasta encontrar su mejilla y levantar su rostro.

Al encontrar sus ojos con los azulinos de Aladdin, Alibaba sintió como sus ojos eran penetrados y como su alma era hurgada con ellos, como cada pedazo de sí era desnudado cautelosamente pero sin llegar a causarle una molestia. No apartó la mirada, sabía que después de aquella puerta que estaba siendo abierta a través de sus pupilas el pequeño magi podría ser empapado, aunque fuese un poco, de la confusión y la tristeza que se alojaban allí.

Aladdin ahuecó su mano en la mejilla del rubio y le dio una suave caricia.

-Somos amigos, ¿Verdad?.- Aladdin sonrió apartando su mano.- Puedes confiar en mí Alibaba. ¿Recuerdas?

Diciendo esto Aladdin extendió su mano frente al muchacho rubio y éste recordó. Recordó aquella vez en la cual estaba herido, maltratado, exhausto; su cuerpo, su mente y su arma deshechas… Y de pronto una luz, una estrella cayendo desde el cielo, un rayo de esperanza iluminado su cuerpo y su alma, encegueciéndolo con una calidez intrigante, penetrante y a la vez envolvente como un abrazo. Había sentido la adrenalina recorrer todos los rincones de su ser, su corazón palpitar con ansias y una insipiente confianza, el aire agolpándose ferozmente dentro de sus pulmones impidiéndole respirar más a él no le había importado porque entre toda esa luminiscencia logró distinguir una sonrisa sincera, bañada de pálidos reflejos azules que la acariciaban con libertad preciosa. Como en ese momento, frente a él, Aladdin le sonreía llanamente llenándolo de una inexplicable y poderosa seguridad.

-Yo quiero ser tu fuerza… Y te extenderé mi mano las veces que haga falta.

Alibaba sintió como sus ojos se cristalizaban pero no le importó, dejó que finos hilos de líquido fluyeran cuesta abajo por sus mejillas mientras él cogía la mano de Aladdin con urgencia y con un deje de brusquedad jalaba de ella para estrecharlo contra sus brazos, sin querer soltarlo, sin querer desprenderse de la luz que, como aquella vez, proporcionaba a su alma, y sin querer soltar aquella fuerza que gracias a él se metía por todos sus poros y lo elevaba hasta que sentía que podía lograrlo todo, necesitaba aquello, lo necesitaba para poder sellar su dolor y juntar los trozos de su fragmentado corazón.

Hundió su rostro en el cuello del muchacho y empapó una vez más sus azulados cabellos con sus lágrimas, sintiendo a su vez como su cuerpo era aprisionado por los brazos de éste, con calidez, con ternura, con seguridad… Con amor.

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