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*~¿Sandía, sandía?~* por Charisma2Min

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Notas del capitulo:

Bueno...fueron, buenos los resultados segun mi persona, no hay mucho amor...pero seguire en Fanfic por voluntad propia ;n; Hoy esta más largo el cap. Espero lo disfruten 

A leyer~

Comenzando los problemas que viviremos en el futuro.

 

 

-       ¡Deja de moverte sandia!

Minho con su increíble fuerza súper humana como la llamaba él, se las ingenió para transportar a su pequeño hermano (o sandia como le denominó desde la primera vez que lo vio), desde la sala de estar, sacándolo de su moisés hasta el patio trasero, donde tenía todo preparado…una gran maseta de barro donde cabía perfectamente Taemin, tierra de fertilizante, vitaminas de crecimiento, una palita, ¿Y por qué no?...una regadera de plantas. Lo había metido a la maseta y ahora le echaba la tierra concentrado como si su vida dependiera de ello, estaba sentado en el césped y Taemin moviendo un chupón rojo frenéticamente con su piquito.

El pequeño Choi Taemin tenía unas largas pestañas abundantes, ojos avellanas dulces y cariñosos, una piel blanquita, sonrosadas y regordetas mejillas y unos hilitos castaños obscuros casi asemejándose a negro por cabellos, y, por no decir, unos rojizos y abultados labios, tooodo eso combinado con plastas de tierra y charcos de lodo, que manchaban su mameluco y babero. Su hermano decidió cultivarlo…otra vez…más bien por quinta vez…en la semana.

Algo muy gracioso que ni el pequeño Minho sabía era que por más desgraciado que fuera con su hermanito, este siempre le sonreía y reía para él, nunca le mostraba que por todas esas crueles travesuras de niños este se enojará o llorara, siempre con una bonita sonrisa y eso…eso le molestaba.

Minho ensimismado en sus pensamientos vertía con la palita, la tierra en la maseta en donde había puesto a su hermano, no le caía bien esa sandia echada a perder le había quitado a su mamá, ahora todo era Taemin, Taemin, Taemin, todo Taemin, el amor de sus papas, los mimos de las señoras viejitas, sus juguetes, sus galletas, sus tardes de fútbol con su papa, su cuarto, hasta sus horas de dormir ¡Todo! Absolutamente todo le había robado y claro está, no le agradaba nadita. Le enfadaba su risa, su llanto, su olor a talco, todo le mareaba, había probado con muchas cosas, como robarle su chupete muchas veces (más de las necesarias), le había quitado el  biberón, tirado la papilla, robado su mordedora, lo había pellizcado y hecho muecas feas pero nada parecía arrancarle esa sonrisa de bebé gordito de sus labios. Lo detestaba. Y que mejor forma de deshacerse de él que plantándolo.

¡Buena idea Minho! Se había gritado al pensarla. Si cultivo a sandia a esta le saldrán raíces y no se podrá mover y se pondrá feo, al verlo mamá ya no lo querrá más y volverá a amarme a mi… ¡Que buen plan!

-       ¡Hey, no hagas eso!- Minho tomó sus manitos entre las suyas y lo calmó dejándolo inmóvil, ya que comenzaba a agitarlas con ímpetu, tanto como el moreno, como el bebé, tenían manchas de tierra en la cara y algunas partes de sus ropas mojadas gracias al agua, el sol estaba perfecto y las mariposillas revoloteaban a su alrededor, una escena digna de una historia de ternura donde ambos hermanitos se llevaban bien…solo que en este caso el mayor le conservaba un extraño repudio al menor.

Minho frunció el ceño. Algo faltaba. Miro eso que era su hermano y al jardín, a su hermano, al jardín, hermano, jardín, hermano, jardín, hermano… ¡Una flor! Eso era, le hacía falta una flor, una flor que tuviera tallo para así, poder crecer. Así que, sacudiéndose, salió corriendo a dirección del jardín, arrancó una bella rosa blanca con cuidado de no picarse con una espina, se devolvió de igual manera y se la extendió frente a la cara regordeta.

-       Ten- Minho miraba con el ceño fruncido como Taemin le observaba con una sonrisa tras ese chupete que se movía y un brillo en los ojos ¿Qué nunca deja de sonreír? – ¡Tómala!-

-       ¡¡Minho!!- El mencionado se encogió de hombros cuando su madre le gritó desde el marco de la puerta trasera.

Cinco veces tratando de plantarlo, cinco veces descubierto. Y eso era a diario, Minho le profesaba su repudio a su hermanito de diferentes maneras, con el tiempo las cosas se volvieron más crueles…y Taemin…Taemin solo sonreía y acariciaba su cabeza, aunque el otro le diera un manotazo…y así fueron creciendo…un niño extremadamente bello, tierno, ingenuo e inocente; en cambio a Minho se le puso en regla a temprana edad; desde los diez años le hicieron comenzar a actuar como un adulto, restringiéndole juegos y dejándole más tareas del hogar, cargándole la mano a su hijo mayor el cual cada vez más, se aburría de sus deberes, porque sus padres decían:

¨Tienes que actuar y ser responsable, eres el ejemplo de tu hermano¨

¡Mi hermano patrañas! Era lo que había pensado. Según el pequeño Minho, le habían quitado su atención para entregársela a Taemin y crear a esa bola rosada de olor a vainilla…crear un imbécil en pocas palabras.

Los papas de Minho se empeñaron en sobreproteger a su hijo menor, tanto así que la primera vez que Taemin piso una escuela, fue a la edad de catorce años, siendo esta la preparatoria, donde todo sería más cruel y pesado, porque a sus padres les llenaba un vasto sentimiento de miedo que le pasara algo a su bebé, por su aspecto frágil y femenino. Otra cosa que Minho fue maldiciendo con el paso del tiempo, fue que la preparatoria y la universidad estaba en el mismo campus, separada por un gran estadio de beisbol…¿Qué quería decir eso…? Oh, sí, Choi Minho estaría con Taemin en la universidad.

 

~*~

Choi Minho estaba recostado bajo la sombra de un gran árbol en el campus de la universidad; el aire movía sus sedosos cabellos con el compas de las hojas que caían a su alrededor; el día era cálido, no, era perfecto, ese era realmente su lugar favorito en toda la facultad, ahí podía descansar ya que pocas personas lo conocían y no era muy recurrente ver gente por esos rincones a los que el alto se aventuraba. Minho dejó atrás esa carita de redonda de ángel para convertirla en una de un joven hecho y derecho, de mandíbula marcada, labios esponjosos y tentadores…sus ojos aun seguían siendo grandes y redondos (muchos dudaron que realmente fuera coreano), negros y profundos como la noche, de pestañas abundantes y largas, de una piel morena, toda una exquisitez, y su voz, ronca y con carácter, su cuerpo era marcado pero menudo, ni tan musculoso, ni tan escuálido.

Con los brazos utilizándolos de almohadillas, dejó que el césped acariciara sus piernas desnudas; mantenía los ojos cerrados y suspiraba pausado dejándose llevar por la paz que inundaba el gran árbol de pequeñas flores rojas; acababa de salir de su última clase del día, que más que clase era una extra siendo misteriosamente su favorita: Deportes. Específicamente fútbol. He ahí el hecho de que llevase puesto en ese mismo instante el uniforme rojo y negro de su equipo, en donde orgullosamente en la espalda se mostraba el numero dieciocho y su apellido en letras grandes.

El fútbol era su fascinación y adoración. Le llenaba de alegría estar bajo la rica sombra del árbol sabiendo que había ganado el torneo del semestre quedando en primer lugar como campeones, semanas de prácticas que habían rendido frutos;  dieciocho años de pura pasión con cabello azabache hechas un joven lleno de inquietudes, era su primer año en la universidad (con solo meses para terminar el año) pero siendo que había estudiado la preparatoria ahí mismo ya conocía lo necesario como para ser la cabecilla de su grupo de amigos y ser adulado por todos.

Sonrió. Comenzaba a caer la tarde; el cielo  se pintaba de un anaranjado rojizo y el viento comenzaba a helar obligándolo a encogerse de vez en cuando. Sabiendo que ya le había esperado mucho y tenia kilos de tarea de matemáticas, abrió los ojos. Con ayuda de sus brazos se incorporó y limpió cualquier rastro de hierba seca que pudiera quedar entre las cerdas de su uniforme. Llevó su vista hasta el reloj de mano; marcaban las cinco treinta. Arqueó una ceja. Realmente no había esperado tanto, quince minutos y ya se estaba desesperando , no es que no fuera cierto todo eso que decía y profesaba del rico árbol de flores bonitas, pero esperar a esa personita en especial…le aburría tanto que prefería marcharse.

-       Ñeeh, que llegue él solo.

Tomó su mochila y la cruzó por su pecho dejando en su cadera el bolso. Comenzó su caminata despreocupado de la vida queriendo olvidar a cierta fruta por puro placer, porque simplemente quería y no estaba de humor como para tenerla a su lado todo el santo camino a casa; salió de área escolar saludando a varias ch¡cas en el transcurso que anteriormente habían profesado su amor a los cuatro vientos, pero que de igual manera le caían bien; claro está, dejándoles en claro que no podía corresponder a sus sentimientos ya que solo tenía corazón para su novia…porque si señores, el gran Choi Minho tenía dueña, Im Yoona, una muchacha de cabellos dorados y mirada marrón, piel blanca y piquito de porcelana. Yoona fue la que dio el primer paso; ella llegó un día contoneando sus caderas con una mini falda color melón dejando un rastro olor a fresas frescas atrapando a Minho en el momento preciso, secretamente, claro, por ello, cuando Yoona se confesó hacía el moreno, este acepto sin prejuicios creyendo que estaba enamorado (según).

Tal vez iba a medio camino de distancia cuando sintió el vibrar de su celular en el bolsillo de su deportivo, paró abruptamente en media cera, sacó su teléfono y vio la pantalla, al ver de quien se trataba rodó los ojos. No contestaría. No tenía ganas y ya. Deslizó el dedo por la pantalla y colgó.

 Siguió su caminata despreocupado, derramando flojera en cada torpe paso que daba; su rostro denotaba cansancio y tenia ojeras marcadas…su móvil volvió a sonar e hizo una mueca de asco, decidió sacarlo y apagarlo así estaría más tranquilo.

Minutos después ya estaba brincando la valla blanca que separaba el patio de su casa de la banqueta… ¿Por qué saltarla cuando tenía las llaves?...porque él quería. Minho siempre había sido porque si y ya.

-       ¡Ya llegue mamá!- Cerró la puerta tras de sí y arrojó su mochila al sofá.

-       En la cocina hijo- Minho fue a donde su madre y la vio lavando platos; llevaba un bonito mandil rosa con volados (como la típica mamá cariñosa) y unos guantes amarillos, se veía demasiado concentrada. -¿Cómo estuvo tu día cariño?-

-       Bien; normal- Pasó por un lado de ella directo a la encimera por un vaso para tomar agua.

-       ¿Y tú hermano?- Minho cayó. –Miinnhoo…- Su mamá se dio la vuelta utilizando el tono de advertencia. El moreno tenía un chistoso puchero en los labios que lo delataba de su travesura, un vaso a medio servir de agua, y movía las pestañas rápidamente.

-       Uuuy- Salió de sus labios.

-       ¡Choi Minho!- El aludido se encogió de hombros cuando su madre gritó a medio metro de distancia, haciendo que derramara un poco de agua. -¡¿Dónde está Taemin?!- Su mamá lo encaró con el ceño fruncido y las manos en la cintura, mirando hacia arriba por el metro ochenta y seis de su hijo, que no era nada comparado a su estatura.

-       Cr-creo que lo olvide…en…la escuela…- Sonrió, y se encogió de hombros nuevamente. Si, de hecho, no lo había olvidado, simplemente no quiso esperarlo; como casi todos los días desde que comenzaron el ciclo escolar.

-       ¡Hijo de la chingada!- Enfurecida se volteó a seguir con su trabajo, lavando de manera bruta y con exceso de cariño; murmurando cosas como: hijo de de la chingada, pero le he dicho cientos de veces que no deje a su hermano en la escuela, ¿Qué no puede entender este bruto?

-       Hay mamá, no te esponjes, que ya llegará él solo- Con toda la despreocupación del mundo se recargó en la encimera cruzando los brazos y las piernas mientras se terminaba el liquido del vaso anteriormente servido

-       ¡No soy ninguna gata para esponjarme jovencito!, ¡No puedo creer que no puedas esperar a tu hermano!- Ouch, lo descubrió.

-       Por dios~ tiene catorce años mujer, tranquila- Moviendo su manito haciendo un ademan como gatito, le resto preocupación al tema.

-       ¡¿Tranquila?!- Volvió a voltearse ahora aventando espuma al suelo. -¡Tiene catorce años Minho, y ese precisamente es el problema!-

-       Wooo, tranquila ma´- El alto se da la vuelta y deja el vaso en la mesa –Ya llegara, ni que no se supiera el camino a casa, puf, por favor madre-

Diciendo esto, se da el valor de alejarse de ahí a tomar su mochila y subir a su habitación rascándose la pansa. Escuchó  renegar  a su progenitora, pero de igual manera no le tomó importancia, ya se le pasaría el coraje, total, no tardaba en llegar el chiquillo.

Subió con pereza hasta su cuarto (justo alado del de Taemin) y pateo la puerta cerrándola de la misma manera. Su piso era sencillo: Una cama grande, un ropero, un espejo de cuerpo completo, un escritorio donde tenía si portátil, libros etc. Cogiendo su reproductor de música, se echó en la cama, se puso sus cascos, tomó el libro de mate y…literalmente de hundió en los números.

~*~

 

Llevaba alrededor de una hora estudiando, o tal vez dos, realmente no le importaba la hora pero fue en ese momento en el que lo escuchó  llegar; se quitó los cascos y moviéndose de su posición inicial pensó, y ahí viene el grito.

-       ¡Choi! - ¡Ding ding ding! Dicho y echo. Presuroso y preocupado de que a su madre le diera un infarto de tanto esfuerzo que hizo por gritar, bajo corriendo las escaleras descalzo de a dos peldaños. Una vez llegando lo encontró…ahí, sentado…tan…tan...Taemin.

Tenía las piernas perfectamente juntas, ¿Cómo lo hace?, y las manitos hechas puños encima de las rodillas; su cabello estaba revuelto, pero no al grado de parecer recién levantado de dormir; su uniforme un poco desaliñado; su blanquita piel se hallaba un poco, roja de las mejillas; sus ojitos avellana dilatados; su respiración agitada; había temblorcitos muy notorios en su cuerpo. Se notaba a leguas que había tenido un ataque. Como lo odio.

-       Mande.

Su madre estaba con los brazos cruzados en el pecho, se notaba que estaba por irse a trabajar puesto que llevaba puesto su traje de vestir (claro está para mujer), casi hasta pudo notar como su pie se movía con su tacón de aguja con ímpetu. Pero lo que más notó, fue que al contestar, su hermano levantó el rostro y le regaló una bonita sonrisa llena de ternura e inocencia que él se encargó de ignorar.

-       Discúlpate.

-       ¡No mamá!

Lo obvio, o por decir…normal, hubiera sido que Minho fuera el que diera el grito de reproche, pero extrañamente no fue él, si no Taemin quien hasta se había levantado de sofá para hablar.

-       P-pero…Taemin- Su mamá se sorprendió y Minho…Minho solo se quedó boquiabierto.

-       Mamá…Hyung, él...el, n-no tiene la culpa…yo…yo tarde demasiado en salir- Sonrió con dulzura a la par que entre sus delgados dedos, retorcía un hilo de la manga de su sweater –Y-y le pedí que se marchara si mí- Taemin paseó la vista penoso por toda la alfombra hasta subirla donde comenzaron los pies de Minho. Y le sonrió. -¿V-verdad Hyung?-

-       ¿Eh? ¡S-si!- Captando que su hermano quería salvarle en pellejo le siguió el juego. Su mamá dirigió la vista al rostro de Taemin y luego al de Minho, así repetida veces, hasta que frunció el ceño. Ahí había gato encerrado.  

-       ¿Y porque Minho me confesó que te había dejado en el campus?- Ugh, coño. Los dos callaron. –No me van a ver la cara de mensa; y tu- Apuntó con el dedo acusador y mandón al moreno. -¡Discúlpate!- Diciendo eso, salió enojada por la puerta principal dando un portazo. Minho sabia de sobra que a fuerzas tenía que pedirle disculpas, pues siempre por obra del destino su mamá se enteraba de ello y le iba peor.  Dios~. Pensó Minho. ¿Por qué hace eso?

Según Minho, el menor actuaba todo. TODO. Desde su timidez hasta su inocencia y el excesivo respeto al llamarle Hyung y no Minho. El creía que era una trampa para hacerlos creer que era el hijo perfecto, el hijo bonito al que todos querían, él creía todo eso y pensaba que era un imbécil, por no poder actuar normal y ganarse las cosas bien, siempre abusando de su hermosura y fragilidad; porque señores, eso era lo que Choi Minho no podía negar, Taemin era muy hermoso a sus ojos, pero era muy doble cara y eso hacía que fuera más feo que un ogro del pantano. 

El de ojos grandes se postró frente al bajito; pudiendo oler el dulce olor a vainilla que desprendía el cuerpo de adolescente del niño, olor que odiaba y empalagaba al grado de irónicamente no agradarle estar junto a él, o no soportar el mareo que le causaba. Miró hacía abajo el metro setenta de Taemin, su cabello sedoso y sus movimientos torpes. Idiota.

-       Perdón- Dijo seco. Taemin subió el rostro con un leve sonrojo y le dio una de esas bonitas sonrisas que le regalaba desde que tiene memoria.

-       N-no hay nada que perdonar, de seguro Minho Hyung tenía algo importante que hacer- Nada realmente.

-       Bien.

Y esa fue la magnífica charla que tenía casi todos los días con su hermanito menor, reconfortante ¿No lo creen? Taemin intentaba sacarle plática y hablarle, pero el mayor parecía esquivarlo y hasta a veces lo ignoraba, todos los días para ser exactos, desde que se levantaba, el camino a la escuela, en el campus, la universidad, en el hogar…Minho siempre muy cortante…como todos esos catorce años.

Taemin ve, como después de ese Bien, su hermano se marchaba escaleras arriba y el terminaba solo….otra vez. Toma camino  y se sienta en la cocina en una silla de la mesa, su casa era silenciosa. No le gustaba. Su madre y su padre se la pasaban en el trabajo, estando en el hogar cuando él iba a la escuela, su hermano…bueno, su hermano no le hablaba, ¿Por qué? Él no sabe la razón. Taemin piensa que lo odia, pero en realidad no sabe qué fue lo que hizo para que lo hiciera; intenta poner sus recuerdos claros, saber si rompió algún juguete de Minho, tomo algo que no debía, dijo algo que le hiriera (No, la ultima no, puesto que no le hablaba). Intenta reflexionar el por qué en la soledad de la cocina, con el tic tac del reloj, sumido en sus pensamientos; ido; como se la pasaba la mayor parte del tiempo cuando se encontraba solo. Su hermano lo odiaba y no sabía por qué. De sus labios sale un pequeño

-       ¿Por qué Hyung?- Como un tibio susurro que se pierde. Todos los días haciéndose la misma pregunta desde que abría los ojos y hasta que los cerraba en la noche.

Y le lastima.

Le lástima que la persona con la que creció no tenga contacto con él y ni siquiera le muestra sonrisas; y aun con todo eso Taemin hace su mayor esfuerzo por ser amable y tener un trato especial hacia su hermano mayor, intenta dedicarle tiempo y caerle bien, al menos como amigos, pero…ni eso lograba. No podía lograrlo pues el moreno recién llegaba de la escuela se encerraba en su habitación a ve tu a saber qué hacer.

Dando un largo suspiro de resignación al no encontrar respuesta alguna. Se levantó de la silla y caminó sigiloso a las escaleras…de alguna manera su inocente mente le jugó una jugarreta (irónicamente) y los peldaños se volvieron laaaaargos e interminables.

Sacudió su cabeza negando frenéticamente. Vamos, son solo veinte escalones Taemin. Se dijo.

Iría a hablar con Minho de una vez por todas; tenía que saber la razón, si no, no dormiría esa noche (otra vez). Acarició con los dedos el pasamanos, suspirando, Ya; vas bien. Pero sabía de sobra que si iba a ese paso, llegaría al otro día, así que, armándose de valor y apretando los ojos, subió corriendo. Subió uno a uno los peldaños haciendo ruido excesivo con los talones.

No quería pensar demasiado lo que le iba a preguntar, pese a eso, terminaría hipando y sonrojándose. Aumentó un poco la velocidad cuando pisó el pasillo y corrió a tropezones a plantarse frente a la pulcra puerta de su hermano.

Quedo paralizado…dándose cuenta de lo que estuvo a punto de hacer…pero…no podía resignarse; llegó muy alto como para aterrizar en picada como un avión y explotar en miles de fragmentos. Así de cruel. Frunció su entre cejo dulcemente, dejando un puchero en sus labios rosas. Tu puedes Choi. Se alentó. Se atrevió y chocó sus nudillos tres veces causando un eco que le retumbó en los oídos. Toc, toc, toc.

Vio la perilla moverse y el color le subió a las mejillas dejándolas en un bonito color rojizo; preparándose psicológicamente para lo que fuera, con el corazón galopándole…se abrió la puerta y Taemin se quedó helado nuevamente.

Minho abrió la puerta, su ceño estaba fruncido y sus ojos cristalinos, no llevaba puesto nada, más que el pantalón de su pijama, el torso desnudo…su torso bien desnudo…y eso fue lo que lo congeló. La vergüenza.

-       ¿Qué quieres?- Taemin pestañó aturdido, la diferencia entre sus cuerpos era mucha y eso nadie lo podía negar. ¿Qué quiero…?

-       A-ah.

-       ¡Por dios~ son las diez de la noche Taemin!- Su garganta se secó, no pudo emitir sonido alguno. ¿Tanto he pensado? Solo se quedó parado frente su hermano que estaba semidesnudo; que tenía el cabello revuelto y se notaba a leguas que lo había despertado de dormir. Vio a Minho hacer una mueca de asco y…

-       Y-yo.

Antes de poder sacar sus inquietudes de sus labios, el alto le cerró la puerta en las narices dejándolo con la boca abierta. Que idiota Taemin…

-       Hyung…- Sus ojitos se aguaron.

Tal vez cada que veía o hablaba con su hermano, tenía una bonita y agradable sonrisa en los labios, llena de amor y un rubor en las mejillas; pero cuando a veces su hermano era muy rudo con él, no podía evitar sentirse triste y eso le dolía. Arrastrando los pies se dirigió a su habitación a martirizarse internamente como cada noche. Pero esta vez…no lloraría.

Claro, no llorar. Como si eso se pudiera.

 

 

Continuara…

Notas finales:

Grcias por leer, y ...llegar hasta aquí, me alegra que sigan el fanfic y espero le vayan agarrando cariño, no vemos la proccima actualizacion nwn 

Alex~ 

Dudas y quejas, incerte un RW, 

Mi Facebook: Izumi Sou. 


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