El cielo primaveral irradia una cegadora luz que se refleja sobre el agua del lago. El atardecer está por llegar y aunque el invierno se ha marchado todavía manda leves ráfagas de frio viento desde la lejanía. Park ChanYeol espera sentado a la orilla del lago como siempre, como lo hace desde hace años. Esconde las manos en los bolsillos de su abrigo y se encoge; aunque el acto no ayuda mucho, él es un chico alto.
Mira para todos lados pues acaba de escuchar un graznido; sorprendentemente un pequeño pato es depositado sobre su regazo, el animal brinca lejos y en ese mismo instante un casto beso es depositado sobre su mejilla. La sensación es cálida, le provoca un sinfín de hormigueos en el cuerpo…
—Te amo. —Esas dos palabras le causan una completa explosión dentro del estómago, le recorre las venas y activa sus nervios dormidos. Un color rojizo tiñe sus mejillas a continuación.
—Yo te amo más. —Levanta la mirada y atrapa la mano que está acariciando su cuello.
KyungSoo le sonríe y se encoje de hombros; ChanYeol se pone de pie y apretuja a su pequeño y delicado novio entre sus brazos, acomoda su rostro en el recoveco del cuello ajeno y aspira el aroma del pelinegro. Algo tan simple como eso le llena por completo y le dice que vivir vale la pena.
—Hoy llegaste tarde. —Recrimina.
—No me di cuenta.
—Cada día demoras más… —ChanYeol cierra los ojos y se aferra con todas sus fuerzas al cuerpo que abraza, no le importa si está enterrando las uñas demasiado.
—¿Crees que algún día no llegaré?
El castaño se aparta, sonríe y se agacha para recoger una piedra del suelo, acto seguido la arroja al lago.
—Eres inútil. —KyungSoo se burla e imita su actuar, sin embargo hay una diferencia, la piedra que el menor avienta da varios saltos en el agua antes de hundirse.
ChanYeol deja caer los brazos e infla las mejillas.
—Lo he intentado tantas veces, pero sencillamente no lo logro.
—Todo está en la muñeca.
—Eso es algo que siempre me dices.
—Si aún no lo comprendes, es que eres idiota.
—Repite eso. —El castaño entrecierra los ojos y reta. KyungSoo da un paso hacia atrás y sonríe: como solo él sabe hacerlo, con esos grandes ojos negros que siempre desconcentran, que desarman y matan.
—Idiota.
Corren.
Ambos corren como niños pequeños alrededor del lago. La bufanda azul de KyungSoo serpentea junto con el viento y sus negros cabellos bailan a la par… ChanYeol es alto y rápido, pero su novio es tan escurridizo.
ChanYeol logra alcanzar a KyungSoo luego de varios minutos de carrera y eso, porque el pelinegro se ha dejado atrapar.
—Tus abrazos son siempre tan posesivos.
—Te amo.
—Hace rato no contestaste mi pregunta. —ChanYeol lo ignora y permanece en la misma posición, asfixiando al menor entre sus brazos, apretándolo contra su pecho, absorbiendo todo su calor, todo su amor—. Dime ChanYeol, ¿crees que algún día no llegaré?
—Cállate.
—Respóndeme.
Las lágrimas no tardan en llegar.
ChanYeol abre los ojos y se ve a sí mismo abrazando sus propias piernas, sigue sentado frente al lago y la noche ya ha caído.
Siempre es lo mismo, la misma estúpida manía de revivir los recuerdos asesinos, aquellos que le desgarran el alma y le hacen darse cuenta de lo falsa que puede ser la gente.
Todos son unos mentirosos… él se miente a sí mismo. Intenta olvidar a su amor fallido, y sin embargo al final, en el último segundo, se aferra con fuerza a sus recuerdos.
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