Había una vez un hombre viejo, feo y viudo. ¿Quién era éste hombre? A nadie le interesa, pronto desaparecerá y a nadie le va a importar. Lo importante es que el tipo éste tenía un hijo, ¿De dónde lo sacó? Es viudo, estúpido. Es obvio de dónde lo sacó.
El anciano culo verde se había cansado de tanto pajearse él solo, así que se buscó una esposa. Se fue por allí, por el reino buscando a una puta barata, hasta que encontró a una vieja no muy vieja que estaba dispuesta a casarse con él a pesar de que era viejo, feo y viudo. ¿Por qué? Porque era una perra interesada en su dinero, ¿Y quién no se casaría algo así? Hay que planificar el futuro, dejen su moralismo atrás y no sean idiotas. ¡Cásense por dinero!
Resulta que la vieja esta tenía dos hijas, que sacó de sus encuentros sexuales randoms en las fiestas que se hacían en Acapulco Shore y le echaban droga a las bebidas. Y no, no le echaban droga a su bebida, la vieja estaba tan urgida que era ella la que le echaba la droga a los demás.
El viejo se murió de una enfermedad extraña, nadie sabía qué era, porque en esa época no tenían la inteligencia o la tecnología suficiente para saber sobre las enfermedades. Pobres idiotas. La vieja culia se quedó con su dinero y su fortuna, y con su hijo, el cual pensó prostituir, pero decidió que lo pondría a fregar el suelo como una buena mujer feminista que era. En ese tiempo reinaba el feminismo, ¿No lo sabían? ¡Estudien! Yo no estaré enseñándoles todo.
Al mocoso le llamaban Ceniciento, ¿Por qué? Porque se la pasaba lleno de cenizas. ¿De dónde creían que salió el nombre? ¿De veras creen que el nombre Cenicienta es real? Pendejos. Como sea, él estaba a la merced de ese trío de feministas tramposas y feas. Porque sí, quienes se encargaban de él eran bastante feas. Su vida era una mierda, la verdad. A veces, cuando tenía tiempo, se iba al patio y se fumaba unos porros y se ponía a volar. Él creía que los animales le hablaban.... Jaja, chistoso. En realidad estaba rodeado de tanta rata porque el tipo tenía gangrena por alguna parte del cuerpo, y los ratones lo cazaban, esperando cualquier momento para comérselo.
Para que él no sospechara nada, los ratones y los pajaritos hicieron un trato para tratarlo bien. Los ratones se comerían la carne y los pajaritos los parásitos que vivián allí, pero ese no es el caso.
Ceniciento veían el castillo, drogado. Como el tipo era gay, soñaba con la polla del príncipe. Sería doblemente recompensado si llegase a casarse algún día con el príncipe, ¡Polla buena y sería rico! A la mierda la pobreza.
Coño, ya eran las 7, ese trío de arpías pronto empezarían a joder con el desayuno. Antes de salir, una de sus alucinaciones ratoniles empezó a chillar.
- ¡Hey, tú! ¡Un ratón, un ratón!
- Aquí hay un montón, ¿Estás ciego o qué coño?
- ¡No, imbécil! Hay un ratón en la ratonera.
- A la verga, se lo va a comer el gato.... - El rubio peli teñido corrió rápido por las escaleras. Subirlas era una mierda.
Al llegar a una de las muchas esquinas, encontró un obeso ratón en la ratonera.
- Coño, pero que tú 'tas gordo.
- Ay, sí. Como tú eres un niño bonito, desprecias a los gordos. Qué cabrón. - El ratón se detuvo y empezó a oler el ambiente, dándose cuenta de la gangrena.
- Yo voy y hablo con él, yo hablo con él. - El ratón mano derecha de Ceniciento entró a la ratonera y empezó a susurrarle al gordo. -Mira, pequeño idiota. Tenemos un buen pedazo allí, si sigues mis instrucciones, parte de eso será tuyo.
Segundos después, las ratas salieron de la jaula.
- Bien, tú no puedes andar por allí en pelotas. - Comentó el drogado. - Arriba hay ropa. - Tomó a los roedores y los miró. - Pero me da flojera volver a subir las escaleras. ¡A volar!
Lanzó a las ratas hacia arriba y se fue corriendo para que no lo madreen.
- Peliteñido de mierda. Tus carne será mía.
- Lo mismo decía Pinocho.
- ¿Y ese quién es?
- No lo sé.
Cuando Ceniciento bajó hasta la cocina, allí estaba acostado su perro vagabundo que no hacía una mierda en la casa. Es alguien que estaba drogado por el humo que lanzaba Ceniciento, porque el muy cabrón no buscaba otro lugar para fumar si no a su lado. Hijo de puta.
- Eh. – Ceniciento miró al perro. – Que deje de soñar, Bruno. Que no vas alcanzar nunca a Satán.
El perro gruñó en sueños, al sentir que alguien le interrumpía su sueño donde bailaba sobre las tumbas de todas las personas que vivían en esa casa, sobretodo en la del gato Satanás y el nene adoptado. Mientras despertaba, Ceniciento salió a darle comida a las gallinas.
- Eso, coman, coman. Coman que las necesito gordas, pa’ hacer la sopa.
- Chicas, sospecho que él quiere algo…. – Comentó la gallina Ginger. (*)