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solo otra historia de amor por MisakiTachibana

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¿Han notado que durante las vacaciones, inevitablemente, llegá el momento en el que deseas que las clases comiencen? Este era uno de esos momentos.

-me aburro- me quejé botando la pelota por millonésima vez en el día.

La pequeña pelota de tenis ya iba por si sola de mi mano a la pared, rebotando en el piso para volver a mi mano.

-pues sal a dar una vuelta. No andes de holgazán todo el día- se quejó mi padre- ve a caminar por allí, anda a distraerte o matarás toda mi inspiración.

Del otro lado de la sala estaba mi padre, detrás de su computadora. Él es escritor. Uno bueno al parecer, pues de eso vivimos. Nunca he leído una de sus novelas, tampoco he preguntado siquiera de que tratan. No es que me interese. La lectura no es lo mío.

Al ser escritor, su trabajo no depende de un jefe directo, pero tampoco podría decir que es su propio jefe. Está a merced de la inspiración. “mi padre no tiene ningún problema con eso” pensé con orgullo.

Siguiendo su concejo, Salí a la calle.

Nuestra familia estaba conformada solo por nosotros dos. Mi madre nos abandonó cuando era muy pequeño, nunca supe porque. No me importaba, tampoco. Le debía todo a mi padre.

Caminaba por las calles ya conocidas sin un rumbo fijo, el clima era genial y no tenía ninguna preocupación. Iba todo inocente por la vida.

Tan distraído estaba que apenas note al chico que corría en mi dirección hasta que chocó conmigo, cayendo al suelo.

Normalmente le gritaría de sandeces por correr sin fijarse o sobre los peligros de la calle, pero en su lugar me encontré extrañamente comprensivo.

-¿estás bien?- pregunté, nunca había visto a alguien caer así. Parecía frágil.

Le tendí la mano para ayudarlo a levantarse y los más hermosos ojos negros se posaron en mi cuando levantó la vista.

Me perdí en sus ojos, me veían con anhelo y tristeza. Me quedé helado, nadie me había visto así. Se veía frágil. Quería envolverlo en algodón y protegerlo del mundo. Protegerlo de la tristeza en sus ojos.

Todo se perdió con el primer parpadeo.

-losientotengoqueirme- balbuceó levantándose, ignorando mi mano. Salió corriendo.

Me quedé viendo estúpidamente por donde se fue hasta que se perdió de la vista. ¿Quién era ese chico? ¿Porque me miro así? ¿Por qué me interesa, siquiera? No lo sabía, lo que sabía era que tenía que verlo de nuevo.

*****Ariel*****

No es él. No es él. No es él. No es él. No es él.

Simplemente no puede ser él.

Pensaba una y otra vez mientras corría el resto del camino a casa.

Tomé un respiro al alcanzar la puerta, repitiendo la escena en mi cabeza, recordando al hombre que acababa de ver e, involuntariamente, Su rostro apareció en mi mente. El hombre que dejé en mi ciudad natal, aquel que no correspondía mis sentimientos, aquel que era cuanto conocía.

Mi pecho dolió en protesta por recordar al hombre y la soledad actual, tan lejos de él. Sacudí la cabeza y regresé al asunto. No se parecían en nada. Entonces, ¿Por qué me pareció que eran iguales?

Vamos, tienes que ir por esos papeles y llevárselos a pablo. Me dije a mi mismo.

Entré a la sala y de inmediato vi el sobre de manila que había dicho Andrés, lo tomé y corrí de regreso por la puerta, casi olvidándome de cerrarla de nuevo, ¿Qué pasaba conmigo?

Le llevé el sobre a Pablo y regresé al trabajo. Como Andrés había prometido a mi ausencia, los platos sucios se acumularon.

Algo tenía el lavar cosas que me tranquilizaba, desde pequeño lo hacía. No es que fuera un maniático de la limpieza ni nada, es el mantener las manos ocupadas en algo. Todos tienen algo que los calma o entretiene, yo lavaba platos. Y pronto me olvidé del asunto.

Al terminar el día estaba exhausto. Seguí a Andrés a casa, donde mi hermano esperaba por nosotros. Vi cómo se iluminó el rostro de Andrés al llegar y verlo allí, y el de mi hermano al voltear a vernos, o más bien, solo ver a Andrés.

Sentí una punzada en el pecho.

Celos. Soledad. Envidia. Tristeza.

Todo aquello que había enviado al fondo, pretendiendo que no existía, volvió a primer plano junto con la imagen de él.

Aquel que desde que llegué aquí hace casi un mes, desde que lloré con mi hermano, pretendí  olvidar, superar. Pero aún no podía ni pensar en su nombre, ¿a quién engañaba? No estaba bien.

Dolía.

Ese segundo duró una eternidad.

El segundo en el que las miradas de Pablo y Andrés se encontraron, se iluminaron. El segundo en el que Él volvió al frente de mi mente. El segundo en el que toda mi farsa se derrumbó a mí alrededor y empecé a desmoronarme. Porque, claro ¿Quién puede olvidar a alguien de un día a otro, solo queriendo?

El segundo al fin acabo y el mundo se movió de nuevo. Andrés cerró la puerta tras nosotros y yo salude a Pablo, balbuceé algo sobre estar cansado y me fui a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí, me arrojé a la cama y hundí mi rostro en la almohada.

Cuatro semanas había durado mi farsa. Cuatro semanas había vivido con mi hermano y su novio, trabajado en la cafetería. Cuatro semanas conociendo gente, al tío Oscar (en algún momento me rendí y terminé refiriéndome a él así), conocí a un Pablo que no conocía, uno más feliz y libre, enamorado; conocí a Andrés, era amable, atento, impresionante y testarudo. En más de una ocasión los vi discutir, gritar y arrojarse cosas, siempre terminaban riendo, abrazándose o besándose. Era un espectáculo entretenido una vez que te dabas cuenta que no ira muy lejos. Claro, inevitablemente al vivir con una pareja, hubo noches en las que no me dejaron dormir, para la mañana siguiente uno o los dos mostrarse rojos hasta las orejas. Nunca los molesté con eso y nadie dijo nada.

Cuatro semanas de empezar de nuevo, conocer gente, trabajar y reír. ¿Cuánto cambiaria ahora que mi farsa de derrumbó?

Pensé en eso, quería culpar a alguien. Culpar a mi estúpido hermano y a su estúpido novio por amarse estúpidamente. Pero claro, no pude. Quise culpar al mundo, culparlo a él, culpar a mi estúpido corazón.

¿A quién debería culpar por la caída de mi farsa?

Lo sabía.

El rostro del chico con el que choqué esta tarde llegó a mi mente ¿Qué tenía ese desconocido para recordarme a esa persona?

Quería culpar a alguien, y ahora tenía un culpable pero todo lo que hizo mi cabeza era pensar en él.

Tenía nueve años. Aun no se acostumbraba a no tener a su hermano cerca.

Caminaba de regreso a su casa de la escuela y unos brabucones lo seguían.

Sabía que si corría, ellos lo harían, entonces se habría acabado. Se acercaba, cada paso que lo acercaba a su casa aumentaba su esperanza de llegar a salvo.

Pero antes tenía que cruzar el parque.

Aceleró, solo un poco para que sus perseguidores no lo notaran. No funcionó.

-a por él- gritó Mauricio, el líder.

Entonces empezó a correr, sabía que no importaba, lo alcanzarían. Lagrimas se asomaron a sus ojos por el miedo.

Corriendo sin ver, chocó con alguien mucho más grande que él. Al levantar la vista lo vio. Era él, su vecino a quien siempre había admirado. Era grande, fuerte y seguro.

Sin pensárselo dos veces, se levantó de un salto y se aferró a él, rodeándolo con sus bracitos y escondiendo su rostro en el estómago del mayor.

-¿Ariel, que pasa?- preguntó un poco confundido.

No contestó. No hizo falta. En ese momento llegaron Mauricio y su pandilla aun gritando amenazas.

Ariel fue movido hacia detrás del mayor, su vecino, su héroe. Se asomó por un lado para ver a sus brabucones detenerse ante la vista del mayor. Mauricio era grande para Ariel, era un niño de sexto, como toda su pandilla. Pero su héroe era aún más grande, estaba en secundaria y tenía quince años.

-no deberían molestar a niños más pequeños que ustedes- su héroe dijo, exactamente como un superhéroe- no deberían molestar a las personas y ya.

- no tiene nada que ver contigo- Mauricio temblaba pero se mantuvo ahí.

-claro que si- Ariel lo veía como un superhéroe en ese momento, defendiéndolo. Miro hacia arriba y su mirada se encontró con la de su vecino que le guiño un ojo. Ariel se sintió más seguro que nunca.- si le hacen daño a Ariel o me entero que molestan a alguien… - Ariel no había visto la lata de refresco en la mano del mayor hasta que esté la aplasto en su mano.

No hizo falta que terminara su amenaza, el grupo salió corriendo.

Nunca volvieron por Ariel. Ariel no volvió a saber que molestaran a alguien.

Su héroe se volvió hacia él, tirando la lata en un cesto cercano. Revolvió el cabello de Ariel. Y le tendió la mano.

-volvamos a casa.

Ariel tomo su mano y así regresaron a casa.

*****Xavi*****

Nunca pensaba en algo mucho tiempo, no es mi estilo, no es como soy. Por eso me sorprendió encontrarme pensando en ese día aun semanas después.

Esos ojos, esa cara. No podía sacármela de la cabeza, tenía curiosidad.

Las clases habían comenzado hace una semana. Al fin estaba en la universidad.

-hey, Xavi -Sarah se paró frente a mí, sacudiendo su mano en mi cara- el profesor te ha echado la bronca y tu ni encuenta, ¿en qué piensas?

-nada- respondí alejando su mano.

Toby se acercó por detrás de ella, la tomó de los hombros, sorprendiéndola un poco, la hizo girar y la empujó suavemente con un “adiós”, ella sonrió y se fue, captando el mensaje.

-¿estás listo para contarme lo que ocupa lo cabeza?-preguntó simplemente.

Parece que estaba siendo muy obvio con el asunto.

Toby se sentó frente a mí y lo vi, lo vi como si fuera la primera vez que lo veía, lo vi como si no lo hubiera visto en años. ¿Quién si no Toby para ayudarme a averiguar quién era ese chico? Me abalance sobre Toby, mirándolo como si fuera la respuesta a todo. La curiosidad por aquella mirada, esa lágrima, ese chico, me estaba volviendo loco.

-Toby- me aferré a él con un gemido lastimero- tienes que ayudarme.

Toby me rodeó con su brazo y me acarició el cabello, calmandome. Me separó de él y me regresó a mi sitio antes e mirar a todos lados. Como amaba que supiera lo que necesitaba aún cuando yo mismo no lo sabía. Me recordó actuar con discreción.

Respiré hondo para calmar la creciente emoción, Toby volvió a mirarme y asintió levemente, suspire aliviado. Nadie nos prestaba atención.

-¿vienes a casa a jugar videojuegos esta tarde?-pregunté conteniéndome. Toby sabía lo que realmente preguntaba “¿vienes a mi casa a hablar de lo que me tiene actuando tan extraño y a que te pida un favor que no sabré pagarte?”

-claro- contestó, como si no hubiera ningún otro significado en nuestra conversación.

Teníamos dos clases más ese día, unas que se me hicieron eternas. Pero al fin estábamos en mi casa. Papá estaba en una reunión con su editor, así que teníamos la casa para nosotros.

-¿Qué te tiene tan pensativo?- preguntó Toby mientras se sentaba en el sillón de la sala como si fuera el dueño del lugar.

-no lo sé- contesté honestamente, paseándome de un lado al otro por todo el lugar- le vi hace como dos semanas. Apenas cruzamos palabra, pero no puedo sacármelo de la cabeza.

-¿él?- preguntó alzando una ceja. Asentí y me miro por un momento- ¿tienes algo que me ayude? Hay muchos “él” en la ciudad.

-poco más de metro sesenta y cinco, cabello y ojos negros- empecé, recordaba cada detalle de ese rostro, de los ojos que veía hasta en mis sueños- su piel es blanco-perla –eso era raro por aquí, el sol pasaba factura a la mayoría de la población.

Toby se quedó esa tarde, escuchándome hablar de aquel desconocido, de cómo nos encontramos, de cómo me vieron sus ojos y como me hizo sentir. De la obsesiva curiosidad por descubrir el misterio detrás de aquella lagrima.

Apenas unos días después, Toby apareció a mi casa.

-tengo la información que querías.

Notas finales:

para aclarar:

la historia de Hugo-Raul y Oliver-David

estan en una linea de tiempo diferente a la de Ariel :3

con el tiempo se ira aclarando todo un poco mas!


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