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Baby you’ve got a nightmare.
First of the year.
- Una, dos, tres y cuatro. Deberían de ser unas 30 calorías. –Era la quinta vez que contaba las cuatro frutillas y calculaba aproximadamente las calorías.
Y son precisamente esas cuatro frutillas lo único que tiene para comer hasta que caiga la noche, aunque es consciente que hoy sábado –como cualquier otro día que no tiene clases- va a salir y lo único que consumirá será algún refresco light o zero con la primera bebida alcohólica que le ofrezcan y eso no es alimento para un chico de 17 años, ni para nadie.
Podría tener más ya que el dinero no supone ningún problema para él, pero no es más comida lo que quiere. Él quiere estar siempre bajo control y teniendo más comida, así esta sea sana, jamás logrará estar en su tan anhelado control. De cualquier forma va sobrevivir el día con sólo comer esas pocas frutillas –o eso cree-, ha sobrevivido los últimos dos años de su vida con una escasa ingesta de alimentos y un día más con ese estilo de vida no lo va a matar –o quizá sí pero no le importa siempre y cuando se mantenga en regla-.
Sacó las frutillas del tupper dónde se encontraban para lavarlas y poder comerlas de una vez, su estómago rugía sin parar desde que despertó en la mañana, aun cuando lo estuvo tratando de engañar tomando agua y algún que otro té verde amargo.
Luego de tomarse más tiempo del que cualquier persona normal lo haría al comer, se dirigió a la terraza sacando en el camino una caja de cigarrillos y un encendedor del bolsillo de una de las camperas que tenía puestas. Una vez allí fuera ya con el cigarro prendido entre sus dedos y una pitada en sus pulmones se permitió apreciar el bello cielo soleado que se podía ver en Seúl desde ese vigésimo piso. En momentos como estos es que aprecia el hecho de haber tenido la oportunidad de quedarse viviendo en Seúl gracias a la confianza que le depositaron sus padres al irse a China a trabajar. También agradece el que sus padres le hayan buscado un apartamento en un edificio de arquitectura moderna y al final le hayan terminado por regalar el precioso penthouse donde vive.
- Quizá, sólo quizá, algún día seré lo suficientemente valiente para poder surcar los cielos. –Susurró para sí mismo sin apartar la vista de la bóveda celeste.
Un pitido lo hizo sobresaltarse y salir de su pequeño trance, era su celular. Su mamá le acababa de mandar una foto de tres piyamas de osos, seguramente para usarlos cuando ella y su papá volvieran y así tener una agradable noche de películas todos juntos. Una pequeña sonrisa se pintó en su rostro, la primera sonrisa sincera en días. Quizá sus padres estuvieran sumamente ocupados casi siempre, pero todos los días se tomaban su tiempo para comunicarse con él.
Luego de dar la última pitada que le quedaba a su cigarro y apagarlo en el cenicero que se encontraba apoyado sobre la baranda de la terraza, se dirigió hasta su cuarto para tirarse en la cama y dormir hasta que callera la noche.
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I've fallen for your eyes, but they don't know me yet.
Kiss Me.
Una humeante taza con chocolate caliente y malvaviscos reposaba al costado de su cuerpo. Estaba tirado en el suelo sin nada más que hacer que mirar el techo.
- Es propio del flautista tocar la flauta y propio del buen flautista hacerlo bien. –citando a Aristóteles dio vuelta su cabeza primero a la izquierda y luego a la derecha, observando desde esa posición todos los pinceles, pinturas, cuadros y hojas que había alrededor de él.- Entonces… Es propio del pintor poder pintar y propio del buen pintor hacerlo bien, pero sí soy pintor y a su vez soy un buen pintor, ¿por qué no puedo hacer que él tenga el mismo semblante en mis cuadros?
Rodó por el piso queriendo encontrar alguna explicación. Quería pintarlo, necesitaba pintarlo y aunque fuera un gran pintor le era imposible retratarlo a él. Jamás lograba acabar una pintura suya, a veces con tan sólo agarrar un pincel su imagen se le borraba de la cabeza como si jamás lo hubiese visto y cuando eso no pasaba se detenía frustrado a la mitad del retrato al darse cuenta que no tenía sentido pintarlo sino podía llegar a plasmar su ser, sino lograba plasmar alguno de los sentimientos que veía en sus ojos cafés.
- Esto no me debería pasar a mí, lo he visto cientos de veces. –se levantó del suelo para arrimarse a donde estaba su taza.- Tiene que ser mío, tiene que ser mío al menos de esta forma. –se agachó a agarrar su taza y se dirigió arrastrando los pies hasta la ventana para fumarse un cigarro y quizá, sólo si tenía mucha suerte podría verlo. –Si al menos pudiera completar una sola pintura…
Mientras daba pequeños sorbos a su bebida ahora tibia y fumaba su cigarro se puso a observar cada ventana del departamento del otro para ver si éste aparecía por alguna de ellas y nada. Se fijó en la parte de la terraza que se alcanzaba a ver desde donde se encontraba parado y tampoco, nada.
Park ChanYeol no es un stalker. Al menos esas fueron las palabras que le dijo a su hermana luego de que ésta comenzara a sospechar e insinuara constantemente que observaba a alguien y ya que el edificio donde siempre miraba era la copia exacta del suyo dudaba observara tanto la arquitectura. De todas formas, sin importar lo que su hermana dijera, él jamás sería un stalker. Simplemente le gustaba pararse en alguna de las ventanas que daban hacia el gemelo de su edificio y quedarse ahí esperando hasta que el chico bonito de ojos cafés, piel extremadamente pálida y cabello azabache apareciera ante sus ojos, aunque a veces también le gustaba esperar en la cafetería frente a su edificio a que éste saliera para seguirlo un rato, nada más.
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Keep my glass full until morning light,
‘cause I’m just holding on for tonight.
Chandeleir.
Eran pasadas las diez y media cuando se despertó, había dormido unas seis horas en total y esas seis horas no le sirvieron para nada, su cuerpo se sentía mucho más cansado que cuando se fue a acostar.
- Si no fuera porque me voy a volver loco aquí dentro no saldría.-Dijo levantándose de la cama y se fue directo al baño a tomar una ducha.
Cada vez que al día siguiente no tenía clases salía. No es que fuera un amante de las fiestas, pero lo hacía porque lo consideraba una forma de escapar de sí mismo.
Podría tomar o fumar marihuana en su casa pero la mayoría de las veces que hacia eso estando sólo, le bajaba aún más el estado de ánimo. En cambio con gente era distinto; siempre llegaba algún chico que se encargaba de elogiarlo y hacerle pasar un buen rato. Aunque al final de la noche, al regresar a su casa, volvía a no tener a nadie para mandarle tan siquiera un mensaje de texto. De todas formas estaba acostumbrado a estar solo desde que era un niño.
Al salir de la ducha y ordenar toda la ropa que había dejado regada por el suelo fue hasta su placar para elegir que debería vestir. Terminó agarrando un par de pantalones blancos un poco rasgados en los muslos, tanto por la parte delantera como la trasera, una camisa negra semi entallada y unas zapatillas vans negras.
Debido a su bajo peso no tenía mucha ropa para elegir ya que poca le asentaba bien a su físico, no habían talles masculinos que le quedaran bien y el jamás iría a una tienda femenina a probarse ropa. La poca que tenía era porque contrataba a algún diseñador que se la hiciera y eso no le gustaba mucho, ellos siempre lo veían con miradas reprobatorias y de lástima. Además de eso le restregaban las medidas de su cuerpo en la cara, como si no supiera que está enfermo. Siempre que se marchaban luego de eso, el chico de ojos cafés terminaba en algún rincón de su apartamento hecho un ovillo sin parar de llorar.
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Call me, I’ll buy a meal.
War of hormone.
- Espérame un momento lindo, voy al baño. –le susurró al oído el chico con el que estaba mientras se levantaba de la barra para desaparecerse entre la gente.
El azabache había estado tan entretenido escuchando al otro chico hablar que apenas había tocado el vaso lleno de whisky con hielo que tenía a su izquierda sobre la barra.
La gran sorpresa que se llevó cuando fue a agarrar el vaso y no estaba. En su lugar había una pequeña bandeja desechable de algún restaurante con pegotines de Rilakkuma pegados a ambos lados para que no se fuera abrir y arriba, con una letra que le pareció sumamente linda, una pequeña nota.
Se dio vuelta para todos lados observando si alguien lo estaba viendo a él, sabía que no fue el chico con el que estaba porque si no lo hubiera visto.
Con una pequeña sonrisa agarro la bandeja y se levantó para marcharse a su casa. Por hoy, sólo por hoy, no necesitaba del alcohol para escapar.
“Porque si me lo permitieras, quizá ya no te pintaría en silencio.
Porque si me lo permitieras, quizá tu no tendrías que luchar más en silencio.”