Piko caminaba felizmente por el pueblo, admirando lo que cada vendedor ofrecía; unas coloradas manzanas, grandes baguettes de pan, telas finísimas, algunas extraídas de Japón y muchas otras cosas más. El chico saludaba con una gentil sonrisa a cualquier persona que se le pasara por al lado, siendo hombre o mujer, niño o animal.
Piko siempre tenía una sonrisa adornando su frágil rostro, haciéndolo ver de lo más adorable. Sus grandes y llamativos ojos de distinto color –Uno celeste y otro verde- lo hacían ver aun mas adorable, poseía cabello corto hasta los hombros, blanco como la mismísima nieve, brillante y sedoso, piel blanca y suave como la de un bebe. Todos esos atributos poseía Piko, además de su personalidad amable y humilde.
Pero, detrás de todo eso, para el albino no todo era de color rosa.
Vivía con su madrastra Luka y sus hermanastras Miku y Gumi, que lo odiaban profundamente. Su padre Dell, había muerto por un terrible cáncer pulmonar, dejando una tristeza a su hijo, que el tapaba con una sonrisa.
Las mujeres lo trataban como una sirvienta, siempre haciendo cumplir sus caprichos “Piko, prepárame el agua” “Piko, lava mi ropa” esas y más cosas eran que le ordenaban, pero no ponía objeción alguna.
Pero, la verdadera razón por la que odian al albino es por ser el. Su cuerpo esbelto y personalidad hacían contraste a las chicas, que les invadió la envidia al primer momento de conocerse.
-Ya llegue- dijo Piko entrando a la casa en la que vivía, dejando la canasta con compras en la mesa.
-¿¡Dónde estabas!? ¡Te estaba llamando de hoy!- exclamo Gumi acercándose al albino y después sonrió maléficamente- se lo contare a mama-
La chica se llevó arrastrando a su hermanastro al cuarto de su madre, “Mama, Piko está aquí” dijo la peliverde mientras tocaba la puerta de madera “dile que pase” recibió de respuesta.
Piko trago saliva y se adentró hacia la habitación, dejo un poco abierta la puerta- ¿Qué se le necesitaba?- pregunto Piko temerosamente.
-Acércate más- dijo Luka acostada en la cama, su rostro y parte de su cuerpo lo recubría la oscuridad. El albino hizo caso y le acerco más- Mis hijas te llamaban y tú no estabas-
-Estaba haciendo las com…-
-¡Calla!- le interrumpió Luka- ¡Tú no tienes derecho a nada!-
Piko se enderezo y su cara se tornó seria- ¡Si lo tengo! ¡Soy un chico!- exclamo.
-¡Eres un doncel! ¡No tienes derecho a nada y punto!- le grito furiosa la peli rosa- Vete de aquí-
El albino hizo una reverencia y se despidió de la persona a la que llamaba “madre”.
-Cuanto deseo que estés aquí papa, eras el único que me trataba con cariño- susurro mientras una traicionera lagrima recorría su mejilla.
-Pobrecillo chico, que triste vida junto a estas brujas- dijo un ratoncito de pelaje amarillo mientras observaba la escena.
-Si, es demasiado triste. Juro que algún día despellejare a esas brujas- dijo otro ratón de cabello azul que estaba sentado al lado.
Esos ratones eran Len y Kaito, unos mágicos ratones. Mágicos porque podían hacerse ver en forma de humanos a una persona en particular, también podían hablar, solo que se veían del tamaño de un ratón normal.
-¡Piko!- grito Miku desde su habitación, el albino corrió hacia donde lo llamaron, y encontró a la peliaqua sentada impacientemente en el tocador con un cepillo en mano- Péiname ahora-
-Si- contesto el otro tristemente.
-¡Auch!- chillo Miku- ¡Me haces doler!-
Piko suavizo el agarre del peine- l-lo siento…- se disculpó.
La chica bufo- más te vale-
*Al otro día*
-Me voy al mercado, adiós- anuncio Piko a su “familia”.
-Piérdete- le contestaron sus hermanas.
Rodo los ojos y se fue al pueblo, donde era el único lugar donde era feliz.
El albino caminaba por los caminos de tierra rodeados de puestos y tiendas, saludando gentilmente a todos.
Pero, su vista se fijó en algo, o más bien, en alguien.
Un chico rubio había cautivado su atención. De cabellos pálidos y brillantes, sonrisa perfecta y ojos cautivadores, ambos de color miel. Vestía al parecer, ropas de la realeza.
Estaba rodeado por tres doncellas que le sonreían dulcemente y él les devolvía también.
Piko se escondió tras un puesto al notar que el chico había volteado a la direccion donde estaba, lo admiraba hipnotizado.
Y todos los días pasaban asi, Piko se escondia y lo observaba desde lejos, había descubierto que era el principe del reino y próximo a la línea del trono, Oliver.
Hasta que un dia lo cambio todo.
“Toc toc” tocaron en la puerta de la casa.
-¡Espere por favor!- grito Piko corriendo hacia la puerta y al abrirla encontró a un niño pequeño, de cabello castaño claro casi rubio y negro en la parte de abajo con una trompeta en sus manos, que la hizo sonar al instante.
-Carta de la realeza- dijo el niño entregándole un fino sobre.
-Muchas gracias- le contesto el albino.
-Con su permiso, me retiro- dijo el castaño, hizo una reverencia y se retiro en un carruaje.
Piko no pudo cerrar la puerta que Miku ya le quito la carta- A ver, a ver, que sera…- susurro antes de que Gumi se le abalanzara encima y rompiera la cubierta del sobre.
-¡Tonta! ¡Mira lo que haz echo!- chillo la peliverde tirándose arriba de su hermana y pelear por la carta.
Luka apareció rápidamente, separando a sus hijas-¡Niñas! ¡Niñas!- grito y les quito el sobre y empezó a leer. A medida que avanzaba, sus ojos se abrían mas y una sonrisa se formo en su rostro-¡Fuimos invitadas a un baile de la realeza! ¡Si el principe elije a alguna de ustedes, serán reinas y ricas!- exclamo entusiasmada.
Piko sonrio con alegría y leyó la carta que Luka había dejado sobre la mesa, ahí recalcaba que “todas las personas de la casa están invitadas”
Unas grandes sonrisas aparecieron en los labios de Gumi y Miku-¡Yo sere su esposa!- dijeron las hermanas al unisono- ¡No, yo lo sere!- dijeron otra vez, mirándose desafiadoramente- ¿Cuándo es eso?-
-Hoy al anochecer- dijo Luka.
Las chicas pusieron cara de asombro -¿¡Que!?- gritaron- ¡No tenemos tiempo de prepararnos!-
La pelirosa sonrio- claro que si, Piko las ayudara-
-P-pero yo t-tambien ire al b-baile…- dijo el albino.
Todas las mujeres pusieron cara de sorpresa -¿¡Que!?- exclamaron- ¡Tu no iras a ningún sitio!- le grito Luka.